Biden atemorizó a sus pares latinoamericanos con una eventual guerra atómica – Por Álvaro Verzi Rangel

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de NODAL. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

Biden atemorizó a sus pares latinoamericanos con una eventual guerra atómica

Álvaro Verzi Rangel*

En el último día de la Cumbre de las Américas, los jefes de Estado presentes en un almuerzo “de altura”, escucharon de boca del presidente estadounidense Joe Biden una alerta concreta sobre el escenario global, en el que Washington no descarta la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial, ante el temor de que entren en escena las armas nucleares tácticas que tiene Rusia… y también las estadounidenses.

Más allá de interpretarlo como una alerta, muchos de los presentes lo asumieron como un intento de presión (y terrorismo verbal) para alinearlos con las políticas de la Casa Blanca. Después de la burrata y antes del pollo, té helado mediante, Biden mencionó el tema al pasar, con la intención  de transmitir a los mandatarios su escepticismo sobre un final cercano para la guerra en Ucrania: «Conozco mucho a Putin y por eso sé que no puedo esperar mucho de él», fueron sus palabras,

El discurso inaugural de Biden estuvo centrado en la agenda de la “democracia en las Américas” con eje en que el continente debe ser la “región más democrática” del mundo, relato que le sirve para defender las exclusiones, pero también para marcar sus diferencias con el proyecto trumpista (y sus seguidores como Jair Bolsonaro).

Biden lo contó de la eventual guerra terminal como si compartiera un secreto con sus amigos: «Tengo información clasificada que no puedo compartir con ustedes, pero el riesgo de una tercera guerra mundial es muy grande. Y las consecuencias son inimaginables». Cerca de él sonreía el asesor especial del gobierno de Estados Unidos, Christopher Dodd (quien estuvo de gira en mayo para presionar la presencia de los países en la cumbre), una suerte de maestro de ceremonias en el almuerzo.

Uno de los que habló, fue el presidente argentino Alberto Fernández, quien había ofrecido un duro discurso en nombre de la Comunidad de Naciones Latinoamericanas y Caribeñas (Celac), quien le dejó en claro al casi octogenario mandatario estadounidense que la guerra está causando sufrimiento en el resto de América, y por eso los países del hemisferio sur tienen que ser parte de la discusión.

«En el norte se pelean y en el sur pasamos hambre. Los países del sur tenemos que estar involucrados», dijo (según reporta el diario prooficialista argentino Página12). Y señaló que América Latina juega un papel central en este escenario, siendo el mayor productor de proteínas y el que cuenta con la energía que el mundo va a demandar.

Biden se jugaba dos partidas simultáneas: el alineamiento del “patio trasero” y detener la sangría de votos que pone en entredicho la posibilidad de conservar en noviembre la mayoría parlamentaria demócrata. Para Biden y sus asesores, la participación de Venezuela y Cuba, en particular, podría tener efectos adversos por parte del electorado más conservador en las elecciones intermedias. La exclusión de estos dos países y Nicaragua fue repudiada por la gran mayoría de los países de la región.

Asesores de presidente participantes en la cumbre calificaron como “un discurso cínico, el de Biden”, cabeza de un régimen que poco tienen que ver con la democracia, que estuvo detrás del golpe institucional en Brasil, el cívico militar en Bolivia, los intentos golpistas en Venezuela, el apoyo al genocidio en Colombia para garantizar la coca para su mercado, y que apoya a toda una serie de dictaduras alrededor del mundo.

La propuesta de Biden no estuvo acompañada, sin embargo, por una autocrítica sobre las sanciones a países soberanos, ni sobre las reglas de juego económicas y financieras impuestas por los grupos concentrados, las multinacionales y sus socios locales, las elites latinoamericanas y caribeñas, siempre socorridas por las delegaciones diplomáticas estadunidenses repartidas en la región.

Uno de los problemas mayores para entablar un diálogo es el desconocimiento que tienen los funcionarios estadounidenses de la historia y de la realidad latinoamericana y caribeña. Unos creen que todo al sur del Río Bravo es México o la Amazonia; otros que el Caribe se divide entre islas para hacer turismo, el “peligro comunista” de Cuba y quizá Haití… Y poco les interesa ese desconocimiento: no saben ni les interesa, explicaba un alto funcionario ecuatoriano en Washington

¿Seducir a Bolsonaro?

El encuentro entre el presidente brasileño, Jair Bolsonaro y el estadounidense Joe Biden no puede entenderse fuera del contexto de la organización de la Cumbre de las Américas en Los Ángeles y el temor de realizar una Cumbre vacía, ante la amenaza de faltazos de los presidentes de los países más grandes de América: México y Brasil.

Lo que queda en claro es que a Estados Unidos le resulta cada vez más difícil alinear a socios y aliados tradicionales detrás de su retórica belicista en la guerra de Ucrania. En América Latina, no logró obtener el apoyo de los países más grandes, Brasil y México, sin los cuales es evidente ante el mundo la percepción global de mayores dificultades de su control sobre la región.

La ausencia del presidente brasileño Jair Bolsonaro hubiera significado un gran revés para Biden, tras la deserción activa del mexicano Andrés Manuel López Obrador. Si bien Biden le hizo exigencias al presidente brasileño, centrándose en las elecciones y la Amazonía, las moderó en tono diplomático, para evitar que el ultraderechista brasileño se sumara al bloque de países ausentes-

Su ausencia hubiera terminado por sellar el fracaso de la Cumbre, dejando más en evidencia el declive de la hegemonía estadounidense, que logró en la cumbre que solo 20 de los países signara la declaración final. Y Biden se vio obligado a conceder  un encuentro personal con Bolsonaro, por primera vez desde 2020, tratando de no tensar aún más las relaciones con el ejército brasileño, actor clave no sólo en la seguridad impulsada por Washington en la región, como en el apoyo al mandatario ultramontano.

Para Bolsonaro, por su parte, el encuentro con Biden no fue menor, ya que es uno de los presidentes “paria”, de los más aislados a nivel internacional, máxime cuando simultáneamente se conoció la desaparición del periodista británico, Dom Phillips, y del indigenista Bruno Pereira, en la Amazonía. Moraleja: Bolsonaro no escatimó elogios para Biden, como ante lo hiciera con Donald Trump.

Bolsonaro calificó el encuentro como «excepcional, mucho mejor de lo que esperaba» y ante una CNN presurosa por entrevistarlo, se declaró “asombrado” con Biden, y también dijo que su relación con Trump era cosa del pasado.

Y también se abstuvo de continuar su cantinela sobre el fantasma del fraude electoral de cara a unas elecciones en octubre que se le presentan por demás difíciles. En Los Ängeles señaló_ “Estoy seguro de que se llevará a cabo en este espíritu democrático. Llegué por la democracia y estoy seguro que cuando deje el gobierno también será de forma democrática”. En la Cumbre no se animó a repetir que sólo dejaría la silla presidencial preso o muerto.

Sobre la agenda climática, Biden transmitió el mensaje de que quiere que Brasil acepte más abiertamente la injerencia estadounidense e incluso elogió sorpresivamente el “buen trabajo” de Brasil para defender la Amazonía. Este probablemente debe haber sido uno de los temas previamente acordados entre EEUU. y Brasil, un intercambio de favores impuesto, en el que cada parte busca sacar provecho del encuentro.

Entre los objetivos de EEUU estaba mostrar al mundo una figura de autoridad, aunque no puede ocultar las cada vez mayores grietas. Biden busca establecer puentes con Bolsonaro en un marco en el que el espresidente Lula da Silva tampoco está en alineamiento con su política e incluso lo ha criticado. No hay un alineamiento automático entre Lula y Biden.

Existen diferencias importantes, como la guerra en Ucrania, en la que Lula culpa no solo a Putin sino también a Zelensky del conflicto. Por parte del Partido Demócrata existen diferencias sustanciales con Bolsonaro, principalmente porque dirige el país más grande de América Latina y que hasta no hace mucho elogió a Trump.

Los analistas brasileños señalan que las declaraciones del actual presidente brasileño expresan una disciplina que la Casa Blanca logra imponer y un servilismo que Bolsonaro sabe que es difícil de desafiar. Biden se presenta como un «demócrata», busca imponer límites a las aventuras de tipo trumpista por parte de Bolsonaro, aprovechando una mayor subordinación de su parte, y al mismo tiempo se ubica en mejores condiciones de negociar con la fórmula Lula-Alckmin.

*Sociólogo, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

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