Lula lanzó su candidatura y prometió fortalecer el Mercosur, la Unasur, la Celac y los BRICS

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Luego criticó al Ejecutivo de Jair Bolsonaro: “Nuestra soberanía y democracia son constantemente atacadas por la política irresponsable y criminal del actual gobierno. Desmantelan, desguazan y venden nuestras empresas más estratégicas. Entregan el patrimonio del pueblo brasileño. Es más que urgente restaurar la soberanía. Pero esto no se limita a la importantísima misión de salvaguardar nuestras fronteras. También es defender nuestra riqueza mineral, nuestros bosques, nuestros ríos, nuestros mares, nuestra biodiversidad”, expresó.

Y siguió: “Defender nuestra soberanía es también recuperar la política activa que elevó a Brasil a la condición de protagonista en el escenario internacional. Éramos un país soberano, respetado en el mundo, que hablaba en igualdad de condiciones con países más ricos y poderosos. Defender nuestra soberanía es defender la integración de América del Sur, América Latina y el Caribe. Fortalecer Mercosur, Unasur, Celac y los BRICS. Establecer libremente las alianzas que más convengan al país”.

Lula también hizo hincapié en lo que él llamo un “desmantelamiento”: “El resultado de este desmantelamiento es que somos autosuficientes en petróleo, pero pagamos una de las gasolinas más caras del mundo, cotizada en dólares, mientras que los brasileños reciben sus salarios en reales. Defender la soberanía es defender a Eletrobrás, la mayor empresa generadora de energía de América Latina, de quienes quieren que Brasil se someta. Pero este crimen contra la patria sería una pérdida para nuestra soberanía energética”.

El ex mandatario indicó que defender la soberanía es también “defender la banca pública. Garantizar crédito barato a quienes quieran producir y generar empleo. Financiamiento de obras de saneamiento y construcción de viviendas. Apoyar a la agricultura familiar y a los pequeños y medianos productores rurales. Defender la soberanía es defender las universidades e instituciones que apoyan la ciencia y la tecnología”.

“El gobierno actual no cuida la infraestructura que necesita este país. Se paralizaron importantes obras que estaban en curso. Intentan apropiarse de otras que recibieron prácticamente terminadas. Este es el caso de la Transposición de São Francisco”, enfatizó.

El líder del Partido de los Trabajadores se refirió al cuidado del medio ambiente y en especial a la situación de la Amazonía: “Defender la soberanía es defender la Amazonía de la política de devastación del actual gobierno. En nuestros gobiernos hemos reducido la deforestación en la Amazonía en un 80%, contribuyendo a reducir la emisión de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global. Cuidar el medio ambiente es, ante todo, cuidar a las personas. Buscar la convivencia entre el desarrollo económico y el respeto por la flora, la fauna y el ser humano. La transición hacia un nuevo modelo de desarrollo sostenible es un desafío global”.

Además, manifestó que “defender la soberanía es garantizar la posesión de sus tierras a los pueblos indígenas, que estuvieron aquí años antes de la llegada de los portugueses, y que supieron cuidarlas mejor que nadie. Y ahora están viendo sus territorios invadidos ilegalmente”.

“Es deber del Estado garantizar la seguridad y el bienestar de todos sus ciudadanos, quienes merecen y deben ser tratados con respeto. Nunca un gobierno como el que está hoy ha estimulado tanto prejuicio, discriminación y violencia”, criticó; al tiempo que destacó: “Ningún país será soberano mientras sigan siendo asesinadas mujeres por ser mujeres. Las personas siguen siendo golpeadas por su orientación sexual”.

En otro pasaje de su discurso, Lula resaltó: “Somos el tercer mayor productor de alimentos del mundo. Somos el mayor productor de proteína animal del mundo. Producimos alimentos más que suficientes para garantizar alimentos de calidad para todos. Sin embargo, la hambruna ha vuelto a nuestro país. Es necesario avanzar en una legislación que garantice los derechos de los trabajadores. Eso fomenta la negociación sobre una base civilizada y justa entre empleadores y empleados. Eso contribuye a crear mejores empleos y hace girar la rueda de la economía”.

“No es posible que el reajuste de la mayoría de las categorías esté por debajo de la inflación. El salario mínimo no puede seguir perdiendo poder adquisitivo. En nuestros gobiernos subió un 74% por encima de la inflación, aumentando el consumo y calentando la economía. Si los trabajadores no tienen dinero para comprar, los empresarios no tienen a quién vender. Eso lleva a lo que estamos presenciando hoy: el cierre de fábricas en San Pablo, Bahía, la Zona Franca de Manaos y otras regiones, y la salida de las multinacionales de Brasil”, agregó.

Por último, sostuvo que “el grave momento que atraviesa el país, uno de los más graves de nuestra historia, nos obliga a superar las posibles diferencias para construir juntos un camino alternativo a la incompetencia y autoritarismo que nos gobierna. Fui víctima de una de las mayores persecuciones políticas y judiciales en la historia del país, hecho reconocido por la Corte Suprema y la ONU. Pero no esperen resentimiento o venganza de mí. No nací para odiar, ni siquiera a los que me odian”.

“Brasil tendrá la oportunidad de decidir qué país será para los próximos años y para las generaciones venideras. ¿El Brasil de la democracia o del autoritarismo? ¿De conocimiento y tolerancia o de oscurantismo y violencia? ¿De educación y cultura o de revólveres y fusiles?”, preguntó sobre el final de su intervención.

En el acto de este sábado participó de forma virtual, tras dar positivo de COVID-19, el ex gobernador de San Pablo Geraldo Alckmin, un veterano político liberal, ferviente católico y quien será a candidato a vicepresidente de la fórmula de Lula.

Infobae


Leia a íntegra do discurso de Lula no lançamento da chapa com Alckmin

O Partido dos Trabalhadores(PT) formalizou, na manhã deste sábado(07), a pré-candidatura de Luiz Inácio Lula da Silva à presidência da república, com Geraldo Alckmin(PSB) como pré-candidato vice-presidente. Confira abaixo a íntegra do discurso de Lula durante o evento Vamos juntos pelo Brasil.

“Quero começar falando da mais importante lição que aprendi em 50 anos de vida pública, oito dos quais presidindo este país: Governar deve ser um ato de amor.

A principal virtude que um bom governante precisa ter é a capacidade de viver em sintonia com as aspirações e os sentimentos das pessoas, especialmente das que mais precisam. É se alegrar com cada conquista, com cada melhora na qualidade de vida do povo que ele governa.  

É compartilhar a felicidade da família que, graças ao Minha Casa, Minha Vida, toma pela primeira vez nas mãos a chave da tão sonhada casa própria, depois de uma vida inteira morando de aluguel em condições precárias. É se emocionar com aquela mãe que viveu anos e anos à luz de lamparina, e com a chegada do Luz para Todos pode finalmente contemplar a serenidade do seu filho dormindo à noite. 

É se alegrar com a avó que quando jovem era obrigada a partir um único lápis em dois pedaços para dar aos filhos. E que depois, com o Bolsa Família, pode comprar material escolar completo para a neta, até mesmo um estojo com lápis de todas as cores. É comemorar junto com os filhos dos trabalhadores que se tornaram doutores, graças ao ProUni, ao FIES e à política de cotas na universidade pública. 

Mas não basta ao bom governante sentir como se fossem suas as conquistas do povo sofrido. 

Para governar bem, ele precisa ter também a sensibilidade de sofrer com cada injustiça, cada tragédia individual e coletiva, cada morte que poderia ser evitada. 

Infelizmente, nem todo governante é capaz de entender, sentir e respeitar a dor alheia.  

Não é digno desse título o governante incapaz de verter uma única lágrima diante de seres humanos revirando caminhões de lixo em busca de comida, ou dos mais de 660 mil brasileiros e brasileiras mortos pela Covid. 

Pode até se dizer cristão, mas não tem amor ao próximo. 

Em 2003, quando tomei posse como presidente da República, eu disse que se, ao final do meu mandato, todos os brasileiros tivessem pelo menos a possibilidade de tomar café da manhã, almoçar e jantar, eu teria cumprido a missão da minha vida.

Travamos contra a fome a maior de todas as batalhas, e vencemos. Mas hoje sei que preciso cumprir novamente a mesma missão. 

Tudo o que fizemos e o povo brasileiro conquistou está sendo destruído pelo atual governo. O Brasil voltou ao Mapa da Fome da ONU, de onde havíamos saído em 2014, pela primeira vez na história. 

É terrível, mas não vamos desistir, nem eu nem o nosso povo. Quem tem uma causa jamais pode desistir da luta. 

A causa pela qual lutamos é o que nos mantém vivos, é o que renova nossas forças e nos rejuvenesce. 

Sem uma causa, a vida perde o sentido.

Eu e todos nós que estamos juntos nessa hora, temos uma causa: restaurar a soberania do Brasil e do povo brasileiro. 

Meus amigos e minhas amigas.

O artigo primeiro da nossa Constituição enumera os fundamentos do Estado Democrático de Direito. E o primeiro fundamento é justamente a soberania. 

No entanto, a nossa soberania e a nossa democracia vêm sendo constantemente atacadas pela política irresponsável e criminosa do atual governo. 

Ameaçam, desmontam, sucateiam, colocam à venda nossas empresas mais estratégicas, nosso petróleo, nossos bancos públicos, nosso meio ambiente.

Entregam de mão beijada todo esse extraordinário patrimônio que não pertence a eles, e sim ao povo brasileiro. 

Destroem políticas públicas que mudaram a vida de milhões de brasileiros, e que eram admiradas e adotadas pelo mundo afora.

É mais do que urgente restaurar a soberania do Brasil. Mas defender a soberania não se resume à importantíssima missão de resguardar nossas fronteiras terrestres e marítimas e nosso espaço aéreo. 

É também defender nossas riquezas minerais, nossas florestas, nossos rios, nossos mares, nossa biodiversidade.

E é, antes de tudo, garantir a soberania do povo brasileiro e os direitos de uma democracia plena. 

É defender o direito à alimentação de qualidade, o bom emprego, o salário justo, os direitos trabalhistas, o acesso à saúde e à educação. 

Defender nossa soberania é também recuperar a política altiva e ativa que elevou o Brasil à condição de protagonista no cenário internacional.

O Brasil era um país soberano, respeitado no mundo inteiro, que falava de igual para igual com os países mais ricos e poderosos. 

E que ao mesmo tempo contribuía para o desenvolvimento dos países pobres, por meio de cooperação, investimento e transferência de tecnologia. Foi o que nós fizemos na América Latina e também na África. 

Defender a nossa soberania é defender a integração da América do Sul, da América Latina e do Caribe. É fortalecer novamente o Mercosul, a UnaSul, a Celac e os BRICS. 

É estabelecer livremente as parcerias que forem melhores para o país, sem submissão a quem quer que seja. É lutar por uma nova governança global.

O Brasil é grande demais para ser relegado a esse triste papel de pária do mundo, por conta da submissão, do negacionismo, da truculência e das agressões a nossos mais importantes parceiros comerciais, causando enormes prejuízos econômicos ao país.

Meus amigos e minhas amigas.

Defender nossa soberania é defender a Petrobras, que vem sendo desmantelada dia após dia. 

Colocaram à venda as reservas do Pré-Sal, entregaram a BR Distribuidora e os gasodutos, interromperam a construção de algumas refinarias e privatizaram outras. 

O resultado desse desmonte é que somos autossuficientes em petróleo, mas pagamos por uma das gasolinas mais caras do mundo, cotada em dólar, enquanto os brasileiros recebem os seus salários em real. 

O óleo diesel também não para de subir, sacrificando os caminhoneiros e fazendo disparar os preços dos alimentos. 

O botijão de gás chega a custar 150 reais, comprometendo o orçamento doméstico da maioria das famílias brasileiras. 

Nós precisamos fazer com que a Petrobras volte a ser uma grande empresa nacional, uma das maiores do mundo.

Colocá-la de novo a serviço do povo brasileiro e não dos grandes acionistas estrangeiros. Fazer outra vez do Pré-Sal o nosso passaporte para o futuro, financiando a saúde, a educação e a ciência. 

Defender a nossa soberania é defender também a Eletrobrás daqueles que querem o Brasil eternamente submisso. 

A Eletrobrás é a maior empresa de geração de energia da América Latina, responsável por quase 40% da energia consumida no Brasil. 

Foi construída ao longo de décadas, com o suor e a inteligência de gerações de brasileiros. Mas o atual governo faz de tudo para entregá-la a toque de caixa e a preço de banana. 

O resultado de mais esse crime de lesa-pátria seria a perda da nossa soberania energética. 

Perder a Eletrobrás é perder Chesf, Furnas, Eletronorte e Eletrosul, entre outras empresas essenciais para o desenvolvimento do país. 

É perder também parte da soberania sobre alguns dos nossos principais rios, como o rio Paraná e  o São Francisco

É dizer adeus a programas como o Luz para Todos, responsável por trazer para o século 21 cerca de 16 milhões de brasileiros que antes viviam na escuridão. 

É aumentar ainda mais a conta de luz, que hoje já pesa não apenas no bolso do trabalhador, mas também no orçamento da classe média. 

Defender nossa soberania é defender os bancos públicos. O Banco do Brasil, a Caixa Econômica, o BNDES, o BNB e o Basa foram criados para fomentar o desenvolvimento do país. 

Para garantir o crédito barato a quem quer produzir e gerar empregos.  

Para financiar as obras de saneamento e a construção de apartamentos e casas para a população de baixa renda e a classe média. 

Para apoiar a agricultura familiar e os pequenos e médios produtores rurais. Porque nenhum país será soberano se não cuidar de quem produz 70% dos alimentos que chegam à nossa mesa.

Defender a nossa soberania é defender as universidades e as instituições de apoio à ciência e à tecnologia dos ataques do atual governo. 

Porque um país que não produz conhecimento, que persegue seus professores e pesquisadores, que corta bolsas de pesquisa e reduz os investimentos em ciência e tecnologia está condenado ao atraso. 

Nos nossos governos, nós mais que triplicamos os recursos direcionados para o CNPq, a Capes e o Fundo Nacional de Desenvolvimento Científico e Tecnológico. 

Eles saltaram de R$ 4 bilhões e 500 milhões em 2002, para R$ 13 bilhões e 970 milhões em 2015. 

Já com o atual governo, esses investimentos recuaram para R$ 4 bilhões e 400 milhões, valor menor que aquele de 20 anos atrás. 

Defender a soberania do Brasil é investir na infraestrutura capaz de transformar o país e a vida de seu povo, aumentar a produtividade da economia e criar as bases para o progresso e o futuro. 

Mas o atual governo não cuida da infraestrutura que este país precisa. 

Paralisaram obras importante que estavam em andamento. Tentam se apropriar de outras que receberam praticamente concluídas. 

É o caso da Transposição do São Francisco, uma obra sonhada desde os tempos do império, que nós tornamos realidade para que 12 milhões de brasileiros tivessem finalmente água jorrando de suas torneiras. 

Nossos governos não só planejaram e conceberam a transposição, como fizeram 88% das obras. Mas eles tentam enganar o povo dizendo que foram eles que construíram tudo.

Defender a nossa soberania é defender a Amazônia da política de devastação posta em prática pelo atual governo 

Nos nossos governos, reduzimos em 80% o desmatamento da Amazônia, contribuindo para diminuir a emissão dos gases de efeito estufa que provocam o aquecimento global.

Mas os cuidados com o meio ambiente vão além da defesa da Amazônia e dos outros biomas. 

É preciso voltar a investir em saneamento básico, como fizemos nos nossos governos. 

Acabar com o esgoto a céu aberto e cuidar da destinação do lixo e das pessoas que vivem da coleta de materiais recicláveis.

Cuidar do meio ambiente é, antes de tudo, cuidar das pessoas. É buscar a convivência pacífica entre o desenvolvimento econômico e o respeito à flora, à fauna e aos seres humanos. 

A transição para um novo modelo de desenvolvimento sustentável é um desafio planetário. 

Também nesse sentido, temos muito a aprender com os povos indígenas, guardiões ancestrais do meio ambiente. 

Defender a nossa soberania é garantir a posse de suas terras aos povos indígenas, que estavam aqui milhares de anos antes da chegada dos portugueses, e que foram capazes de cuidar delas melhor do que ninguém.  

E que agora estão vendo seus territórios invadidos ilegalmente por garimpeiros, grileiros e madeireiros. 

O resultado desse crime continuado, que acontece com a conivência do atual governo, vai além da destruição de florestas e rios. 

Compromete também a sobrevivência física dos povos indígenas, e não poupa sequer as crianças, como nós vimos recentemente numa aldeia Yanomami.

E é dever do Estado garantir a segurança e o bem-estar de todos os seus cidadãos e cidadãs, que merecem – e devem – ser tratados com respeito. 

Nunca um governo como este que aí está estimulou tanto o preconceito, a discriminação e a violência. 

Nenhum país será soberano enquanto mulheres continuarem a ser assassinadas pelo fato de serem mulheres.

Enquanto pessoas continuarem a ser espancadas e mortas por conta de sua orientação sexual.

Enquanto não forem combatidos com rigor o extermínio da juventude negra e o racismo estrutural que fere, mata e nega direitos e oportunidades.

Minhas amigas e meus amigos.

Somos o terceiro maior produtor mundial de alimentos. Somos o maior produtor de proteína animal do mundo.

Produzimos comida em quantidade mais do que suficiente para garantir alimentação de qualidade para todos. No entanto, a fome voltou ao nosso país. 

Não haverá soberania enquanto 116 milhões de brasileiros sofrerem algum tipo de insegurança alimentar.

Enquanto 19 milhões de homens, mulheres e crianças forem dormir todas as noites com fome, sem saber se terão um pedaço de pão para comer no dia seguinte. 

Não haverá soberania enquanto dezenas de milhões de trabalhadores continuarem submetidos ao desemprego, à precarização e ao desalento. 

Nós fomos capazes de gerar mais de 20 milhões de empregos com carteira assinada e todos os direitos garantidos. 

Enquanto eles destruíram direitos trabalhistas e geraram mais desemprego e mais sofrimento na vida do povo trabalhador.

É preciso avançar numa legislação que garanta todos os direitos dos trabalhadores.

Que estimule a negociação em bases civilizadas e justas entre patrões, empregador e empregados, governo e, porque não dizer, até envolvendo as universidades.

Que contribua para criar melhores empregos, e faça girar a roda da economia.

Não é possível que o reajuste da maioria das categorias profissionais fique abaixo da inflação, ao contrário do que acontecia em nossos governos.

Não é possível que o salário mínimo continue perdendo poder de compra ano após ano. Nos nossos governos, ele subiu 74% acima da inflação, aumentando o consumo e aquecendo a economia.

Se os trabalhadores não têm dinheiro para comprar, os empresários não terão para quem vender. Isso leva ao que assistimos hoje: o fechamento de fábricas em São Paulo, na Bahia, na Zona Franca de Manaus e outras regiões, inclusive muitas multinacionais deixando o Brasil.

Precisamos também criar um ambiente fértil ao empreendedorismo, para que possam florescer o talento e a criatividade do povo brasileiro.

Este país precisa voltar a criar oportunidades, para que as pessoas possam viver bem, melhorar de vida e tornar seus sonhos realidade.

Hoje, vivemos uma situação desoladora. Um país cujo maior desejo de sua juventude é ir embora para o exterior em busca de oportunidades, esse país nunca será soberano. 

Precisamos voltar a investir em educação de qualidade, da creche ao pós-doutorado.

Não haverá soberania enquanto a educação continuar a ser tratada como gasto desnecessário, e não como investimento essencial para fazer do Brasil um país desenvolvido e independente.  

Nos nossos governos, triplicamos os investimentos em educação, que saltaram de R$ 49 bilhões de reais em 2002 para R$ 151 bilhões em 2015. 

Mas o atual governo vem reduzindo os investimentos a cada ano. O resultado é que o orçamento do MEC para 2022 é o menor dos últimos dez anos. 

Assim como a educação, também a saúde tem sido tratada com descaso pelo atual governo.

Hoje, faltam investimentos, profissionais de saúde e medicamentos. Sobram doenças e mortes que poderiam ser evitadas.

Não fossem o SUS e os corajosos trabalhadores e trabalhadoras da saúde, a irresponsabilidade do atual governo nessa pandemia teria custado ainda mais vidas.  

Um dos maiores orgulhos dos nossos governos foi cuidar com muito carinho da saúde do povo brasileiro.

Criamos o Samu, o Farmácia Popular, as UPAs 24 horas. Fizemos o Mais Médicos, e levamos profissionais da saúde às periferias das grandes cidades e às regiões mais remotas do Brasil. 

Nós praticamente dobramos o orçamento da saúde, que passou de R$ 64 bilhões e 800 milhões em 2003 para R$ 120 bilhões e 400 milhões em 2015. 

Nenhum país será soberano se o seu povo não tiver acesso a saúde, educação, emprego, segurança e alimentação de qualidade. Mas a cultura também precisa ser tratada como um bem de primeira necessidade.

Não haverá soberania enquanto o atual governo continuar tratando a cultura e os artistas como inimigos a serem abatidos, e não como geradora de riqueza para o país e um dos maiores patrimônios do povo brasileiro.

Nós precisamos de música, cinema, teatro, dança e artes plásticas. Precisamos de livros em vez de armas. 

A arte preenche nossa existência. Ela é ao mesmo tempo capaz de retratar e reinventar a realidade. A vida como ela é, e como ela poderia ser. 

Sem a arte, a vida fica mais dura, perde um dos seus maiores encantos. Por isso, nós vamos apostar muito na cultura e transformar a cultura numa indústria de fazer dinheiro e gerar emprego nesse país, para o povo viver dignamente.

Meus amigos e minhas amigas.

Durante nossos governos, promovemos uma revolução democrática e pacífica neste país. O Brasil cresceu, e cresceu para todos. 

Combinamos crescimento econômico com inclusão social. O Brasil se tornou a sexta maior economia do planeta, e, ao mesmo tempo, referência mundial no combate à extrema pobreza e à fome. 

Deixamos de ser o eterno país do futuro, para construirmos nosso futuro no dia a dia, em tempo real. 

Mas o atual governo fez o Brasil despencar para a 12ª posição do ranking das maiores economias. E a qualidade de vida também caiu de forma assustadora, e não apenas para os mais necessitados. 

Os trabalhadores e a classe média também foram atingidos em cheio pelo aumento descontrolado da gasolina, dos alimentos, dos planos de saúde e das mensalidades escolares, entre tantos outros custos que não param de subir. 

Viver ficou muito mais caro.

Neste primeiro trimestre de 2022, a renda familiar dos brasileiros desabou para o menor nível dos últimos dez anos. O resultado é que 77,7% das famílias estão endividadas. 

E o mais triste é que grande parte dessas famílias estão se endividando não para pagar a viagem de férias com os filhos, ou a reforma da casa própria, ou a compra de uma televisão ou de uma geladeira.

Elas estão se endividando para comer.

Ou seja: o Brasil voltou a um passado sombrio que havíamos superado.

É para conduzir o Brasil de volta para o futuro, nos trilhos da soberania, do desenvolvimento, da justiça e da inclusão social, da democracia e do respeito ao meio ambiente, que precisamos voltar a governar este país. 

O grave momento que o país atravessa, um dos mais graves da nossa história, nos obriga a superar eventuais divergências para construirmos juntos uma via alternativa à incompetência e ao autoritarismo que nos governam.

Nunca me esqueço das palavras do saudoso Paulo Freire, o maior educador brasileiro de todos os tempos, uma das principais referências da pedagogia mundial, cujo centenário de nascimento comemoramos justamente em 2022.

Dizia o nosso querido Paulo Freire:  

“É preciso unir os divergentes, para melhor enfrentar os antagônicos”.

Vocês perceberam que parece que o Alckmin tinha lido a mesma frase do Paulo Freire quando ele fez o discurso dele, e nem eu sabia do discurso do Alckmin, nem ele sabia do meu. Vocês percebem que nós estamos pensando muito parecido e vocês vão perceber que o prato chuchu e lula vai ser um prato extraordinário, que vocês vão poder começar a comer hoje, aqui em São Paulo. E voltando aos estados de vocês, comam bastante, que o Brasil vai precisar de muita saúde. Tem muita, muita energia esse prato, vocês podem ter certeza disso.

Sim, queremos unir os democratas de todas as origens e matizes, das mais variadas trajetórias políticas, de todas as classes sociais e de todos os credos religiosos.

Para enfrentar e vencer a ameaça totalitária, o ódio, a violência, a discriminação, a exclusão que pesam sobre o nosso país. 

Queremos construir um movimento cada vez mais amplo de todos os partidos, organizações e pessoas de boa vontade que desejam a volta da paz e da concórdia ao nosso país.

Este é o sentido da união de forças progressistas e democráticas formada pelo PT, PC do B, PV, PSB, PSOL, Rede e Solidariedade. 

Todos dispostos a trabalhar não apenas pela vitória em 2 de outubro, mas pela reconstrução e transformação do Brasil.

Tenho o orgulho e muito orgulho de contar com o companheiro Geraldo Alckmin nessa nova jornada. 

Alckmin foi governador enquanto eu era presidente. Somos de partidos diferentes, fomos adversários, mas também trabalhamos juntos e mantivemos o diálogo institucional e o respeito pela democracia.

Tive em Alckmin um adversário leal. E estou feliz por tê-lo na condição de aliado, um companheiro cuja lealdade sei que jamais faltará – nem a mim, e muito menos a vocês e ao Brasil.

Minhas amigas e meus amigos.

Quando governamos o país, o diálogo foi a nossa marca registrada.

Criamos importantes mesas de negociação e conselhos de participação da sociedade civil junto a todos os ministérios.

Além disso, realizamos 74 conferências, em âmbito municipal, estadual e nacional, com participação de milhões de pessoas, para discutir os mais diferentes temas: saúde, educação, juventude, igualdade racial, direitos da mulher, comunicação e segurança pública, entre tantos outros.

Dessa extraordinária participação popular nasceram várias políticas públicas que mudaram o Brasil. 

E agora precisamos de novo mudar o Brasil.

Vamos precisar convocar tudo outra vez. Chamar todas as pessoas. Algumas pessoas já não existem mais, mas nós renascemos nos nossos filhos, renascemos nos nossos netos, renascemos nos nossos bisnetos e nós vamos encontrar mais ávida, com mais vontade de lutar, do que aqueles que lutaram no nosso governo.

Para isso, em vez de promessas, apresento o imenso legado de nossos governos. Fizemos muito, mas tenho consciência que ainda é preciso, e é possível, fazer muito mais.

Precisamos colocar novamente o Brasil entre as maiores economias do mundo. 

Reverter o acelerado processo de desindustrialização do país.

Criar um ambiente de estabilidade política, econômica e institucional que incentive os empresários a investirem outra vez no Brasil, com garantia de retorno seguro e justo, para eles e para o país.

Fui vítima de uma das maiores perseguições políticas e jurídicas da história deste país, fato reconhecido pela Suprema Corte Brasileira e pela Organização das Nações Unidas. 

Mas não esperem de mim ressentimentos, mágoas ou desejos de vingança.

Primeiro, porque não nasci para ter ódio, nem mesmo daqueles que me odeiam. 

Mas também porque a tarefa de restaurar a democracia e reconstruir o Brasil exigirá de cada um de nós um compromisso de tempo integral. 

Não temos tempo a perder odiando quem quer que seja.

Não faremos jamais como o nosso adversário, que tenta mascarar a sua incompetência brigando o tempo todo com todo mundo, e mentindo sete vezes por dia. A verdade liberta, e o Brasil precisa de paz para progredir. 

Meus amigos e minhas amigas.

Em setembro próximo, o Brasil completa 200 anos de Independência. Mas poucas vezes na história a nossa independência esteve tão ameaçada. 

Felizmente, vamos comemorar o 7 de setembro a menos de um mês das eleições de 2 de outubro, quando o Brasil terá a oportunidade de reconquistar a sua soberania. 

Quando o Brasil terá a oportunidade de decidir que país vai ser pelos próximos anos, e pelas próximas gerações. 

O Brasil da democracia ou do autoritarismo? Da verdade ou das sete mentiras contadas por dia? Do conhecimento e da tolerância ou do obscurantismo e da violência? Da educação e da cultura ou dos revólveres e dos fuzis?

Um país que fortaleça e incentive a sua indústria ou assista parado à sua destruição? O exportador de bens de valor agregado ou o eterno exportador de matéria-prima? 

O país do Estado de Bem Estar Social ou do Estado Mínimo, que nega o mínimo à maioria da população?

O país que defende o seu meio ambiente, ou o que abre a porteira e deixa passar a boiada?

O Brasil que garante saúde, educação e segurança para todos os brasileiros e brasileiras, ou somente para os mais ricos que podem pagar por elas? 

Nunca foi tão fácil escolher. Nunca foi tão necessário a gente fazer a escolha certa.

Mas é preciso dizer com toda clareza: para sair da crise, crescer e se desenvolver, o Brasil precisa voltar a ser um país normal, no mais alto sentido da palavra. 

Não somos a terra do faroeste, onde cada um impõe a sua própria lei. Não! 

Temos a lei maior – a Constituição – que rege a nossa existência coletiva, e ninguém, absolutamente ninguém, está acima dela, ninguém tem o direito de ignorá-la ou de afrontá-la. 

A normalidade democrática está consagrada na Constituição. É ela que estabelece os direitos e obrigações de cada poder, de cada instituição, de cada um de nós. 

É imperioso que cada um volte a tratar dos assuntos de sua competência. Sem exorbitar, sem extrapolar, sem interferir nas atribuições alheias. 

Chega de ameaças, chega de suspeições absurdas, chega de chantagens verbais, chega de tensões artificiais. 

O país precisa de calma e tranquilidade para trabalhar e vencer as dificuldades atuais. E decidirá livremente, no momento que a lei determina, quem deve governá-lo.

Nós queremos governar para trazer de volta o modelo de crescimento econômico com inclusão social que fez o Brasil progredir de modo acelerado e tirou 36 milhões de brasileiros e brasileiras da extrema pobreza.

Queremos voltar para que ninguém nunca mais ouse desafiar a democracia. E para que o fascismo seja devolvido ao esgoto da história, de onde jamais deveria ter saído.

Nós temos um sonho. Somos movidos a esperança. E não há força maior que a esperança de um povo que sabe que pode voltar a ser feliz.

A esperança de um povo que sabe que pode voltar a comer bem, ter um bom emprego, um salário digno e direitos trabalhistas. Que pode melhorar de vida e ver os filhos crescendo com saúde até chegar à universidade e virar doutor.

É preciso mais do que governar – é preciso cuidar. E nós vamos outra vez cuidar com muito carinho do Brasil e do povo brasileiro.

Queridas companheiros e companheiras.

O que nós estamos fazendo aqui hoje é mais do que um ato político, é uma conclamação. Aos homens e mulheres de todas as gerações, todas as classes, todas as religiões, todas as raças, todas as regiões do país. Para reconquistar a democracia e recuperar a nossa soberania. 

E eu tenho certeza que vocês e outros milhões que estão nos assistindo, e outros milhões que ainda têm dúvidas, e outros milhões que ainda respondem “não sei”, eu tenho certeza que, a hora que começar o trabalho de viajar pelo Brasil, de conversar com o povo e cada um de vocês começar a falar a verdade para esse país, eu tenho certeza que nós vamos conseguir fazer a maior revolução pacífica que a história do mundo conhece.

Eu quero outra vez agradecer a vocês, a cada um de vocês. Quando eu vi o Requião aqui e vi toda a briga do Requião em defesa da soberania nacional, eu queria te dizer, companheiro Requião, que você é um jovem de 81 anos de idade e, pelo que eu te conheço, você vai ter energia o suficiente para a gente comemorar junto na praça pública a recuperação da soberania brasileira, a recuperação da industrialização desse país, a recuperação da liberdade de cada um ser o que quiser e viver como quiser, e cada um ser democrático.

Eu sonho com isso.

Por isso, estou comprando essa briga.

Por isso, eu quero terminar dizendo: companheira Dilma, que bom que você está aqui. Porque tem muita gente, na perspectiva de criar confusão entre nós dois, fala assim para mim “ah, você vai levar a Dilma para o ministério?, você vai levar o Zé Dirceu para o ministério?”. Nem eu vou levar e nem a Dilma caberia num ministério. Porque ela tem a grandeza de ter sido a primeira mulher a ser presidenta da história desse país.

Eu quero te dizer, Dilma, que você não vai ser minha ministra, mas você vai ser minha companheira de todas as horas, como você foi desde o dia que nós nos conhecemos. As pessoas desse país precisam aprender o que é relação de companheirismo, o que é relação de amizade.

Eu quero dizer para todos vocês: quero voltar efetivamente com o coração mais brando do que eu já tive. A presença da Janja aqui e o que ela falou é a consagração: eu estarei casando esse mês e, portanto, vocês têm que saber que um cara que tem 76 anos e está apaixonado como estou, que está querendo casar, só pode fazer o bem para esse país que tem tanta gente com a cabeça doente e nós vamos curar esse país.

Companheiros e companheiras, eu quero agradecer a todos vocês que vieram para cá, mas sobretudo quero agradecer ao pessoal que trabalhou à noite para organizar isso aqui. A gente chega aqui e está tudo montadinho, carpete, tudo, mas teve um grupo de pessoas que a gente nem conhece, mas que trabalhou até a hora que nós começamos a falar para que a gente pudesse realizar esse nosso sonho.

A partir de agora, se preparem, porque nós vamos começar a percorrer esse país. Nós queremos muita gente na rua, muitos aliados.

E ninguém pode ter medo de provocação! É proibido ter medo de provocação. É proibido ter medo de fake news. É proibido ter medo de provocações via zap, via Instagram. Nós vamos vencer essa disputa pela democracia distribuindo sorrisos, distribuindo carinho, distribuindo amor, distribuindo amor e criando harmonia.

Um abraço companheiros e até o dia 2 de outubro, se Deus quiser.

Eu tenho certeza que nós precisamos muito que Deus abençoe a todos nos, que Deus abençoe a todo o país, porque esse país está precisando da graça para poder se livrar desse autoritarismo que nós temos governando.

Do fundo do coração, um beijo para todos vocês.”

Brasil de Fato

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