Una pandemia de desechos: ¿cómo enfrentar el otro efecto del covid-19? – Por Ronja Schiffer
Por Ronja Schiffer*
La pandemia de covid-19 ha llevado a un descomunal incremento de desechos plásticos. La deficiente gestión de desperdicios no ha hecho más que agravar el problema. ¿Es posible dar una respuesta sensata a la creciente cantidad de plástico descartable y desechos médicos contaminados que afectan hoy al planeta?
En 2022, ingresamos en nuestro tercer año con covid-19. La ola más reciente de ómicron ha demostrado que el virus se está transformando y adaptando a las medidas de precaución. Sin embargo, un protocolo sanitario adecuado que incluya, entre otras cosas, mascarillas FP-95, es clave para evitar una infección. En la lucha contra el virus, se ha disparado el uso de plásticos descartables y desechos contaminados, considerando desechos médicos y personales. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los desechos afectan considerablemente la salud humana y del planeta y es necesario tomar medidas urgentes.
Hoy el covid-19 es un tema cotidiano. Desde 2020, ha habido un descomunal incremento de desechos plásticos por el uso de equipamiento de protección, como guantes, mascarillas y máscaras, así como por el aumento del uso de plásticos descartables debido a, por ejemplo, los envíos y los nuevos protocolos en los supermercados.
Se calcula que la cantidad de desechos ha aumentado hasta 25%, y muchos de ellos terminan en cuerpos de agua debido a la deficiente gestión de desperdicios. Según un artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America (PNAS), hasta agosto de 2021 se habían generado aproximadamente 9,2 millones de toneladas de «desechos plásticos asociados a la pandemia en 193 países» y se han vertido a los océanos cerca de 29.000 toneladas.
Suponiendo que el covid-19 seguirá siendo una amenaza en el futuro, se debe encontrar una respuesta progresista, quizás no tan innovadora pero sí estratégica, para hacer frente a la creciente cantidad de plástico descartable y desechos médicos contaminados. El enfoque debe tener en cuenta la protección del medio ambiente y, al mismo tiempo, la del personal que está expuesto en su trabajo al material de desecho potencialmente infeccioso. Dado que no se trata de un problema localizado o regional, sino global, se necesitan soluciones globales.
Resumiendo: qué tipo de residuos se producen en exceso, en qué cantidad y dónde. Ya antes de la pandemia había serias carencias en gestión de desechos a escala mundial: 2.000 millones de personas no tenían acceso a la recolección de desechos, mientras que 3.000 millones no tenían acceso a la eliminación. Esto condujo ya a una mala gestión de desechos con graves consecuencias: por ejemplo, contaminación del agua y del aire, estrés ambiental y de salud.
Con la pandemia, la mayor parte de la generación adicional de desechos debidos al covid-19 se produce en los hospitales (estimada en 87,4% de los desechos asociados a la pandemia). En comparación, la «huella de desechos» de quienes no son médicos es considerablemente menor. Los kits de prueba produjeron entre 0,2 y 0,4 millones de toneladas; los equipamientos de protección personal (quirúrgicos y N95), entre 0,78 y 2,34 toneladas.
Comparando regiones del mundo, la mayoría de los residuos adicionales se producen en Asia, con 46,3% (hasta agosto de 2021), contra 16,4% generado en América del Sur. Sin embargo, es necesario considerar la cantidad de casos y el tamaño de las poblaciones. A esto se suma la falta de una gestión adecuada de desechos, especialmente en países de ingresos bajos y medios, y la transferencia involuntaria de plásticos y desechos a los ríos y los océanos (se espera que lleguen dentro de tres años a áreas oceánicas cercanas a los ríos).
Para poner esto en números: al 23 de agosto de 2021, se habían producido aproximadamente entre 8,4 y 9,2 millones de toneladas de desechos asociados a la pandemia a escala mundial y se estipula que entre 25.900 y 29.500 toneladas han ingresado a los océanos del mundo. Este no es un problema regional localizado en países de bajos y medianos ingresos: la contaminación afecta a todo el ecosistema, incluidas las aguas globales.
Un ejemplo son los dos campos de desechos más grandes que fluyen con el océano: la gran mancha de basura del Pacífico tiene tres veces el tamaño de Francia. Los desechos producidos en la lucha contra la pandemia de covid-19 están exacerbando la presión sobre nuestros ecosistemas y, en particular, sobre los océanos. Si no reaccionamos, esto podría acelerar la proyección de que para 2050 habrá más plástico que peces en nuestros océanos.
Investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) de Argentina destacan que en América Latina las deficiencias preexistentes en los sistemas de desechos y reciclaje se agravaron porque estos fueron incapaces de manejar mayores volúmenes de desechos médicos y, debido a las cuarentenas, servicios esenciales como la recolección de residuos no fueron priorizados y/o decrecieron.
Esto hizo que aumentara la contaminación con plásticos en los cuerpos de agua de la región. Se debe hacer algo de inmediato con los incrementos adicionales de desechos médicos y plásticos descartables, y esto debe incluir el apoyo en materia de gestión y reciclaje de desechos de las regiones que son epicentro de pandemias (como América del Sur en 2021).
De lo contrario, el mundo y la región en particular enfrentan un panorama terrible: el reciclaje inadecuado hace que los residuos plásticos mal gestionados terminen en nuestros ecosistemas: las imágenes viralizadas de animales afectados por basura relacionada con el covid-19 conmocionaron las redes en 2021.
El mundo se enfrenta a un gran aumento de la cantidad de plásticos y desechos, por lo que es necesario contar con opciones que reduzcan en mayor medida su uso (por ejemplo, el reemplazo de batas plásticas descartables por otras reutilizables), así como con mayores capacidades para reciclar el material relacionado con el covid-19.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que si no se toman medidas, más de 70% del plástico terminará en los océanos y vertederos. Las investigaciones del Conicet de Argentina sugieren fortalecer el reciclaje mediante un esfuerzo político e individual para reducir los efectos adversos de la contaminación, especialmente por microplásticos. Sin embargo, tanto el reciclaje de plástico relacionado con el covid-19 como la reutilización de materiales como las batas médicas conlleva un riesgo de infección para los trabajadores y trabajadoras y las personas involucradas.
Esto no puede pasarse por alto en un enfoque integral de la reducción de desechos debidos al covid-19, ya que la protección de los trabajadores debe ser una prioridad. Junto con la necesidad de instalaciones y equipamiento tecnológico adecuados, que deben compartirse globalmente con países de ingresos bajos y medianos a través de la cooperación internacional, hay que repensar las prácticas actuales.
La implementación de protocolos de gestión de residuos más estrictos (muchos fueron pausados a escala mundial cuando comenzó la pandemia de covid-19 para permitir un mayor uso de plástico descartable) requiere no solo financiación, sino también una desinfección adecuada antes del procesamiento. En 2020, la cantidad de desechos médicos en Barcelona se multiplicó por 4,5. Este es un desafío considerable, incluso para un Estado bien desarrollado. Por lo tanto, reutilizar en lugar de reciclar es otra opción, especialmente en los hospitales.
Pero también aquí debe haber protección para trabajadores y pacientes. El uso de métodos seguros y probados para desinfectar batas, por ejemplo, puede reducir una gran parte de los desechos producidos. Esto también vale para centros de testeo y laboratorios. La OMS supone que ya antes de la pandemia, en 2019, 30% de los centros de atención médica del mundo carecían de sistemas seguros de gestión de desechos médicos. En los países menos desarrollados la cifra ascendía a 60%. La pandemia aumentó enormemente la presión sobre estos sistemas.
Es clave establecer un enfoque global, por ejemplo, a través del marco de la COP (Conferencia de las Partes), incluida la asistencia de países más ricos e industrializados a países más pobres y menos desarrollados en apoyo técnico y monetario para el procesamiento de desechos, el reciclaje y la protección de los trabajadores contra la transmisión.
Mientras que en Estados Unidos y Canadá es posible que no se perciban los problemas descritos como propios, ya que estos países tienen sistemas avanzados de procesamiento de desechos, el efecto en términos de desechos y microplásticos en los océanos se puede sentir a escala mundial (particularmente en las aguas del Ártico).
Lo que falta es implementación tecnológica debido a la falta de financiamiento y experiencia con ciertas técnicas. Hay una responsabilidad global de cooperar para afrontar estos problemas y permitir que los países de bajos y medianos ingresos amplíen las capacidades de reciclaje y gestión de desechos para disminuir la contaminación que estos originan.
Otro tema crucial es el papel de los trabajadores y trabajadoras en las calles y de las comunidades que en muchos países se encargan de la separación y el reciclaje de los residuos fuera del empleo formal. Esto vale especialmente para América Latina y el Caribe. También debe garantizarse la seguridad de quienes con frecuencia trabajan sin equipamiento de seguridad adecuado.
A medida que se agravó la pandemia en 2020, el reciclaje y la recolección de residuos por parte de trabajadores informales en la mayoría de los países centroamericanos se detuvieron, mientras que en muchos países sudamericanos se redujeron considerablemente también debido a la cuarentena y al peligro de que el virus permaneciera en las superficies. En América Latina, 80% de los residuos es gestionado por recicladores y se recicla menos de 3%. Esto muestra en qué medida se paralizó el sector.
Jadira Vivanco, coordinadora para Colombia y América Central de la Iniciativa Regional para el Reciclaje Inclusivo, subrayó la importancia de los recicladores y cuánto depende su sustento de esta actividad, especialmente en México, Brasil y Colombia y, por supuesto, otros países de la región, y pidió medidas rápidas de protección social cuya puesta en práctica asegure un ingreso mínimo que cubra sus necesidades básicas.
Algunos países de la región, como por ejemplo, Ecuador, Panamá, República Dominicana y Costa Rica, decidieron reaccionar e implementaron programas de alimentación y manutención para los trabajadores y trabajadoras afectados por la suspensión del reciclaje y la cuarentena. Sin embargo, esto ha sido un desafío, pues la mayoría no son trabajadores formalizados, por lo que llegar a ellos presentó dificultades adicionales.
Otro ejemplo: los denominados «cartoneros» en Argentina fueron apoyados por el gobierno mediante instrumentos de emergencia y financiamiento durante el confinamiento, lo que también ayudó a institucionalizarlos y brindar programas sociales adaptados al trabajo informal. En ese país, el sector informal se ha organizado bajo la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), sindicato que fue acreditado en 2021 y cuenta con alrededor de tres millones de afiliados.
Sin las medidas necesarias, tales como mascarillas y desinfectantes, han estado en grave riesgo de contagiarse de covid-19, entre otros peligros, a través de los materiales. Organizaciones privadas y públicas bajo la «iniciativa para el reciclaje inclusivo» coordinaron esfuerzos y lograron crear una guía de prácticas seguras para recolectores informales en tiempos de covid-19; así inspiraron a varios gobiernos, como los de Perú, Chile y Brasil, a integrar algunas prácticas para proteger a los trabajadores y trabajadoras.
La variante más transmisible de ómicron aumenta el riesgo de infección por su mayor propagación y actualmente faltan nuevas iniciativas, más allá del fomento de la vacunación. Como por ahora parece que el covid-19 ha llegado para quedarse, es urgente la gestión de los plásticos para no perder lo que se había logrado en materia de reducción de plásticos descartables.
Los problemas de la producción de residuos y plásticos durante la pandemia ya no son nuevos, y las soluciones pueden basarse en ideas existentes, tales como la limpieza de plásticos del océano mediante planes innovadores como The Ocean Clean Up System, que filtra alrededor de 90% de los desechos de la superficie marina, campañas de información sobre la correcta disposición de plásticos descartables contaminados (mascarillas, guantes, etc.), así como la protección de los trabajadores y trabajadoras que entran en contacto con la basura y el plástico reciclable.
Estos problemas deben ser abordados de manera urgente para evitar que, a la par de la pandemia sanitaria, la salud del planeta corra un mayor peligro y los océanos se contaminen aún más. Y un aspecto crucial es que, hasta ahora, los enfoques integrales que incluyen la protección de los grupos de riesgo, como los trabajadores y los grupos de bajos ingresos, especialmente América Latina, no se hayan integrado completamente. El interrogante queda pendiente: ¿estamos dispuestos a proteger a la sociedad y al planeta de manera justa?
*Magíster en Relaciones Internacionales por la Universidad de Edimburgo. Ha trabajado en el Proyecto Regional de Clima y Energía para Medio Oriente y África del Norte de la Fundación Friedrich Ebert. Actualmente, desarrolla prácticas como asistente de proyecto en Nueva Sociedad y en la oficina argentina de la Fundación Friedrich Ebert.