Colombia y las guerras del petróleo – Por Libardo Sarmiento Anzola

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Por Libardo Sarmiento Anzola*

La guerra y sus consecuencias vuelven e impactan la geopolítica global. Sus manifestaciones como coletazo son varias, la más protuberante la del petróleo, cuya economía política y el contexto energético de Colombia analizamos en este artículo. 

La guerra entre Rusia y Ucrania, iniciada el 24 de febrero y desatada por la invasión por parte del país de los zares, desestabilizó el mercado internacional de petróleo y gas, así como, en general, la economía mundial. La cuerda floja en que entraron fue movida por las sanciones y embargos decretados por los países integrantes de la Otan, con lo cual el precio del barril, referencial Brent, aceleró el alza que venía registrándose desde 2021 consecuencia del rebote de las economías post-pandemia. El hidrocarburo tiene actualmente un precio de USD 106 el barril (15 de marzo/2022) pero alcanzó los 139 dólares el 7 de marzo. La media del precio del barril durante el primer trimestre de 2022 fue de USD 96,8 esto es, 36,5 por ciento más alto respecto al precio promedio de 2021: 70,9 dólares (gráfico 1).

Al finalizar el primer trimestre de 2022, se registra en el mundo un impresionante retroceso bajista en las materias primas a medida que aumentan los temores por el aumento de contagios por coronavirus en China. La incertidumbre alrededor del conflicto en Ucrania se mantiene y los mercados se preparan para el aumento de tipos de interés por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos.

El petróleo, un “commodity” que condiciona la dinámica y los precios de la mayoría de bienes y servicios, no sólo sufre las consecuencias del conflicto militar y los antagonismos políticos, a menudo es causa de guerras. La economía global está dominada por la necesidad de controlar por cualquier medio el petróleo, la energía fundamental para mover la maquinaria económica mundial. Su control está vinculado a los conflictos bélicos, locales, internacionales y globales, desde la Segunda Guerra Mundial hasta los más recientes.

Arquitectura del sector energético y pirámide imperial

La industria petrolera moderna data de mediados del siglo XIX, cuando la economía mundial en el marco de la segunda revolución industrial inició la sustitución del carbón, reinante hasta entonces en la matriz energética. Con el estallido de las dos guerras globales se hizo evidente cuán importante era el petróleo para la defensa y ataque de las naciones: era necesario para operar los tanques, camiones, aviones y barcos de guerra. Las naciones rivales se apresuraron a asegurarse sus propias fuentes de la preciada sustancia.

Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, los líderes de la posguerra eran conscientes de la importancia del petróleo; su control había sido clave para triunfar y ejercer la hegemonía de la economía política internacional. En agosto 8 de 1944 se firmó el Acuerdo Petrolero Anglo-Americano, que dividía el petróleo de Medio Oriente entre Estados Unidos y Reino Unido; el acuerdo no tuvo en cuenta a la gente ni los gobiernos de los países afectados.

Las prácticas para garantizar su apropiación van desde fundar Estados, derrocar gobiernos, asfixiar, sancionar y bloquear las economías rivales, invadir países o asesinar mandatarios. Las transnacionales occidentales imponen, a la sombra y protección del poder militar y político de los países de origen, sus “derechos de exploración y explotación” por precios relativamente bajos y sin importar los desastre sociales y ecológicos. A principios de la segunda década del siglo XXI, entre las 10 primeras empresas del mundo por ingresos, 7 eran petroleras. De este modo, la industria de los hidrocarburos quedó amalgamada o fusionada con las guerras, a la arbitrariedad de los poderes imperiales y al control de las transnacionales.

Las resoluciones de la conferencia monetaria y financiera de las Naciones Unidas, en 1944, establecieron las reglas para las relaciones comerciales y financieras globales. Durante la imposición de estos Acuerdos, llamados de Bretton Woods (Estados Unidos), se decidió adoptar al dólar estadounidense (USD) como divisa internacional, bajo la condición que la Reserva Federal (banco central) sostuviera el patrón oro. No obstante, en 1971 el presidente estadounidense Richard Nixon (1969-1974) puso fin, de manera arbitraria, interesada y unilateral, a la convertibilidad entre dólares y oro. Dos años después, acabó con el sistema de cambios fijos diseñado en Bretton Woods dando lugar a la “libre” fluctuación de las divisas. Desde entonces, la máquina estadounidense de hacer dólares opera al máximo de su capacidad, sin prudencia ni descanso, inundando el mundo de “dinero fíat”, carente de respaldo material, pero sí con gran poder adquisitivo, inoculando al sistema económico mundial del virus incontrolable y expansivo de la inflación. Cuando se creó el sistema de Bretton Woods, en 1944, EE.UU controlaba el 80 por ciento de las reservas de oro en el mundo; pero la proporción entre estas reservas y la masa monetaria emitida descendió desde el 90-100 hasta un 5 por ciento.

En paralelo, el Gobierno de Washington adelantó negociaciones con Riad (capital y principal centro de negocios de Arabia Saudí), su principal socio energético, logrando que el petróleo se pagara únicamente en USD, obligando con ello a todos los países a adquirir su moneda, sosteniendo su cotización. El nuevo flujo de petrodólares se reciclaría a través del sistema financiero anglosajón, así como mediante la compra de bonos del Tesoro estadounidense. A cambio, los países árabes recibieron un importante aporte en armamento de guerra. Todo ello era una forma de apuntalar la hegemonía del dólar, una vez que se había desvinculado del oro en 1971.

El dólar pasó a estar “respaldado” por el petróleo, que le garantiza su “valor” de cambio. El dólar actuaba como reserva mundial y era la moneda de comercialización de la principal mercancía del planeta: el petróleo. En adelante, el valor del dólar pasó a sostenerse exclusivamente en la arquitectura centro/periferia del sistema mundo capitalista, en el poder militar de Estados Unidos, en la hegemonía del sistema financiero anglosajón, en el control sobre los yacimientos petroleros del planeta por parte de los países imperiales y las empresas transnacionales y en el dominio de toda la cadena de valor de los hidrocarburos. En resumen, el precio del barril de petróleo no lo definen los procesos económicos tanto como la política y la guerra. La arquitectura de la industria petrolera esta sostenida en la pirámide imperial (diagrama 1).

Guerras y ciclos del petróleo

En las décadas 1960/1970 hubo fuertes luchas sociales de las que nacieron renovados sujetos anticapitalistas y antiimperialistas, acelerando la descolonización del mundo y con ello las nacionalizaciones de empresas petroleras y la creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep), fundada en 1960 para manipular el precio del petróleo.

Una década después, para finales de la década de 1970, tres cuartas partes de las posesiones petroleras internacionales habían sido nacionalizadas. Ante este desafío a la dominación capitalista y, sobre todo, a la hegemonía estadounidense, la respuesta también lo fue: se produjo la contrarreforma neoliberal, la financiarización del sistema económico y la privatización-desnacionalización de los bienes y servicios públicos, hecho conocido como “Rebelión de las Élites”. Esta contrarrevolución fue capaz de quebrar la columna vertebral del movimiento obrero y de reducir la fuerza de los movimientos sociales nacidos al calor de las revueltas de las décadas 1960-70, tanto en el centro y las periferias del sistema mundo capitalista.

El capital seguía en su dinámica, potenciando los ciclos y crisis que le caracterizan. La primera crisis del petróleo comenzó en octubre de 1973, año en que tuvo lugar la subida del precio del petróleo como resultado del embargo árabe tras la tercera guerra árabe-israelí. La decisión de no exportar más petróleo a los países que habían apoyado a Israel durante el conflicto que enfrentaba a Israel con Siria y Egipto condujo a la severa escasez del suministro del hidrocarburo y, de manera concomitante, a que los precios se cuadriplicaron hasta llegar a los 12 dólares por barril. El aumento del precio, unido a la gran dependencia del petróleo desató una profunda estanflación (un fuerte efecto inflacionista y una drástica reducción de la actividad económica), espoleada por la inundación de los mercados monetarios con dólares estadunidenses.

Durante 1979-1980 ocurrió la segunda gran subida del precio del también llamado oro negro. En 1979, cayó el sha de Persia debido a la revolución Iraní. La llegada de Jomeini expulsó del país a las petroleras de los países centrales. Al mismo tiempo, La URSS invadió Afganistán, colindante con Irán. Era la primera vez que la URSS se atrevía a alterar las fronteras delimitadas en Yalta**, lo cual tuvo una gran trascendencia en la geopolítica mundial. La inestabilidad en Irán, entonces segundo productor mundial de crudo, resultó en una caída de 3,5 millones de barriles al día. Los precios siguieron escalando y en 1980, cuando Irak, bajo órdenes de Sadam Husein, decidió atacar a Irán, el precio del crudo subió hasta los 34 dólares. La Guerra Irán-Irak estuvo incitada por EE.UU y demás países aliados del capitalismo con el fin de: i) derrotar el Irán jomeinista; ii) destrozar entre sí los principales países agentes político-militares del suroeste asiático que el Centro no controlaba y, a la postre, los dos países del mundo con más reservas de petróleo después de Arabia Saudí; iii) debilitar la Opep.

Derivado de la crisis del petróleo de 1973 y como respuesta a la Opep, en 1974 la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico Ocde, crea la Agencia Internacional de Energía –AIE– que impulsó la creación de reservas estratégicas de petróleo, intensificó y diversificó la exploración y la extracción petrolera en otras regiones a través de créditos del Banco Mundial y aupó la diversificación de la matriz energética para hacer frente a futuras crisis energéticas, y coordinó las políticas energéticas de los países miembros. Sin embargo, es preciso resaltar que las crisis petrolíferas de la década de 1970 se produjeron por decisiones o conflictos políticos, no porque la capacidad de extracción de hidrocarburos no pudiese satisfacer la demanda.

En los años 1980 se registró la caída de los precios del petróleo causada por un superávit de crudo, debido a una baja en la demanda. Su precio cayó en 1986 a menos de 10 dólares. El superávit de crudo comenzó a principios de los años 1980 como resultado de una reducción en la actividad económica de los países industrializados (causada por las crisis de los años 70, especialmente las crisis del petróleo de 1973 y 1979) y el ahorro energético impulsado por los altos precios de los combustibles. Con la caída de sus precios, la unidad de la Opep se fracturó. Países exportadores como México, Nigeria y Venezuela, cuyas economías se habían expandido en la década de los 70, se vieron en dificultades económicas. El poder económico de Arabia Saudita se redujo significativamente. El colapso de los precios en 1986 benefició a las naciones consumidoras, como Estados Unidos, Japón, Europa y países tercermundistas.

En 1990 ocurrió la Guerra del Golfo. Occidente todavía era muy dependiente del petróleo de Medio Oriente, como se evidenció cuando Irak invadió Kuwait y capturó sus pozos petroleros. La reacción no tardó: una coalición de fuerzas encabezada por EE.UU. intervino en Kuwait. Mantener el petróleo fluyendo era el objetivo estratégico principal. En la contienda, la coalición liderada por EE.UU arrasó al ejército iraquí, mostrando lo que le podía pasar a quien desafiase este nuevo orden, sobre todo en el suroeste asiático, donde se encuentran las reservas más importantes de petróleo. Concomitante a la Guerra del Golfo, el colapso soviético en 1991 propició el giro hacia un Nuevo Orden Mundial en el que EE.UU quedó como la única superpotencia. Sin tomar en cuenta las lecciones de Kuwait, en 2011 Muamar el Gadafi “Líder y Guía de la Revolución” Libia amenazó con desvincular el petróleo del dólar, el país fue invadido por la Otan y el mandatario asesinado. La Otan, un producto de la Guerra Fría y vinculada al ámbito del Atlántico Norte, se modificó para permitirse la intervención en cualquier lugar del planeta, sin agresión previa, respondiendo a cualquier tipo de amenaza, real, inventada o manipulada.

Al final de 2014, el precio del barril de petróleo había caído en más de un 40 por ciento. La recesión global aceleró la caída de su demanda. En vez de reducir el suministro, las naciones árabes mantuvieron los niveles de producción, lo que llevó a una baja en el precio. La intención era perjudicar a productores rivales –como los de fracturación estadounidenses, Rusia y Europa– la mayoría de los cuales dependen de los altos precios del petróleo para ser rentables.

Como lo enseña su dinámica histórica, los precios del petróleo se mueven al ritmo de los conflictos bélicos, las tensiones y cambios en la geopolítica mundial y los ciclos y crisis del sistema mundo capitalista. Sus precios reales siguen ciclos de larga duración: de unos 30 años, con más años de debilidad que fortaleza. Durante el último medio siglo se registraron precios altos entre 1973 y 1985 seguidos de precios bajos entre 1986 y 2002; el nuevo ciclo ascendente se inició en 2003 y terminó en 2016; en 2011-12 el petróleo alcanzó el record histórico de más de USD 110 por barril. La recuperación de los precios a partir de 2017 es apalancada por el aumento de la demanda de hidrocarburos a nivel mundial y por el éxito en la estrategia de controlar la producción de parte de la alianza Opep+, una alianza estratégica que incluye a una treintena de países, liderada por Arabia Saudita, entre los miembros de la Opep, y por Rusia a la cabeza de los aliados externos.

En medio de la emergencia por la propagación del coronavirus y las medidas que paralizaron el sistema económico, el precio del barril cayó a mínimos en 2020, esto es a USD 33, referencial Brent. Con el fin de estabilizar el mercado petrolero las naciones que integran la Opep+ acordaron el recorte de la producción en 9,7 millones de barriles/día (su demanda mundial oscila alrededor de los 100 millones de barriles/día; Colombia aporta solo el 0,7 por ciento de la oferta global) y en 2021 el precio rebotó a USD 70,9 en el promedio anual. En 2022, debido a la guerra Rusia-Ucrania y a las tensiones en la geopolítica mundial, el precio del petróleo ha rozado los USD 140, aunque en medio de una gran inestabilidad que no marca tendencia debido a la amenaza y posible estanflación en todo el sistema mundo capitalista. El rango de oscilación del precio del barril de petróleo referencial Brent, el 14 de marzo de 2022, se movió entre los USD 103 y USD 111; al día siguiente se transaba hasta en USD 99.

Colombia, ilusiones y vergüenza ajena

En medio de esta dinámica geopolítica, con altas demandas e inmensos consumos de los países que más producen, exportan y contaminan, entre ellos Estados Unidos, Iván Duque se presentó ante Joe Biden, presidente estadounidense, el 10 de marzo de 2022, como una tabla salvadora. Duque se imaginó que los 738 mil barriles que produce el país por día no eran tal sino que pueden superar fácilmente, sin limite alguno, el millón diario y se ofreció a surtir al imperio, que demanda cerca de 20 millones de barriles día, para que no se vea afectado por el conflicto en euroasia, ni tenga que reconocer a Maduro, en su afán por suplir la necesidad del hidrocarburo, como el presidente legítimo de la República Bolivariana de Venezuela.

Sea cual sea la razón del despropósito y la respuesta de la actual cabeza del imperio del águila, los actores sociales colombianos deben tomar nota cuidadosa de ello pues lo que vendrá para el país, a todo costo, será ampliación de la producción del oro negro, para lo cual lo único que les queda es repasar cientos de pozos que están cerrados (mediante técnicas de recobro mejoradas, producción más costosa y más contaminante) más incursionar a lo largo del país con la nefasta técnica del fracking. Como ocurre a lo largo del planeta, y como también lo registra la historia nacional, violencia y petróleo, guerra e irrespeto de los derechos humanos, copamiento militar, acumulación por desposesión y desplazamiento forzado siempre están asociadas (diagrama 2).

La historia de la industria de hidrocarburos en Colombia tiene su origen a principios del siglo XX con la concesión de dos campos petrolíferos por parte del presidente Rafael Reyes (1904-1909) a una camarilla de amigos y familiares personales, que las enajenaron de manera fraudulenta a la Tropical Oil Company, quien a su vez revendió sus acciones a la Estándar Oil de New Jersey. Las luchas obreras de la primera mitad del siglo XX tenían como propósito la reversión de las concesiones y la nacionalización del petróleo; en 1951 lograron que el Gobierno creara Ecopetrol. La exploración y la explotación petrolera en Colombia es realizada de manera asociativa o mediante nuevas concesiones por no más de cuatro multinacionales y Ecopetrol. La industria petrolera ha sido en las últimas cuatro décadas el motor de la economía del país y el primer producto de exportación con el 55.4 por ciento del total de lo exportado y el principal contribuyente a las finanzas del Estado al representar el 15 por ciento de los ingresos corrientes de la nación y cerca de uno de cada tres pesos de los presupuestos de inversión de los entes territoriales por concepto de regalías.

Hasta principios de los años 1970, la extracción de petróleo en suelo nacional mostró una tendencia creciente y alcanzó en esos años un nivel de 80 millones al año. En igual década se registró una acelerada caída de las reservas comprobadas y el país debió cubrir el déficit de la producción doméstica con importaciones, alcanzando un pico de 9,4 millones en 1977. En 1983, en Arauca se produjo el descubrimiento (regulado por el contrato de asociación firmado entre Ecopetrol y la Occidental Petroleum Corporation –Oxy-); gracias a este campo, en 1986 el país volvió a ser exportador de este recurso y logró apalancar la producción nacional hasta alcanzar una extracción máxima superior al millón de barriles diarios en los años 2013 y 2015. En los años siguientes el descenso ha sido imparable y en 2022 sólo se extraen 738.000 barriles diarios de hidrocarburo (gráfico 1). ¿De dónde va a sacar Duque lo ofrecido al imperio?

** Conferencia de Yalta: la cumbre de la Segunda Guerra Mundial que redefinió el mundo. Durante una semana Winston Churchill, primer ministro de Reino Unido; Franklin D. Roosevelt, presidente de EE.UU.; y Iósif Stalin, líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), se reunieron en la ciudad de Yalta, en la península de Crimea. Esa conferencia sentó las bases para el final de la Segunda Guerra Mundial y marcó el destino del mundo para los siguientes 50 años.

* Economista y filósofo. Integrante del comité editorial de los periódicos Le Monde diplomatique, edición Colombia y desdeabajo.

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