Bolivia: Los usos y abusos de la descolonización – Por Carla Espósito Guevara

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Por Carla Espósito Guevara*

Uno de los pilares fundamentales de la construcción del Estado Plurinacional es la descolonización, quizás por esta misma razón es el que más interpretaciones y sentidos políticos tiene y en el que menos se ha avanzado.

En términos generales, creo que en Bolivia existen tres lecturas sobre la descolonización. Una primera, que plantea una crítica y superación del Estado nacional mestizo del 52, por el que una parte de la sociedad (la burguesía mestiza) impuso su identidad al resto, creando un proceso de homogenización falso que desconocía las otras nacionalidades, aunque prometía la inclusión del “indio” en el Estado, pero solo a condición de que pasara por un proceso “civilizatorio” del que estaban a cargo las escuelas, los sindicatos y el Ejército. Para el Estado del 52 el indio debía dejar de serlo para convertirse en campesino, debía blanquearse y castellanizarse; a su vez las organizaciones indígenas debían transformarse en sindicatos para ser reconocidas como interlocutores válidos del Estado.

La superación del Estado del 52, que esta primera corriente propone, se traduce en la propuesta del Estado Plurinacional. Un Estado que contiene varias naciones en igualdad de condiciones, esto supone además rechazar el proceso civilizatorio que imponía el Estado del 52 y darle un rol descolonizador a la educación. Es decir, el indio no necesita dejar su identidad para formar parte de este Estado y ser ciudadano. El problema de esta corriente es que entiende que este cambio es sobre todo legal, dentro del Estado capitalista y de la modernidad.

Una segunda corriente sostiene que la descolonización no se reduce al reconocimiento legal de las nacionalidades, sino que debe implicar un cambio cultural y civilizatorio que elimine las jerarquías y clasificaciones raciales impuestas por la Colonia, pero también un cambio filosófico que cuestione las premisas de la propia modernidad y no solo las del Estado del 52. Esto supone cuestionar el pensamiento moderno en su totalidad, las creencias sobre el progreso, el desarrollo, las concepciones de la historia y la naturaleza. Su debilidad radica en que comprende la modernidad como un proceso cultural únicamente y olvida los procesos materiales capitalistas que llevaron a la colonización y su reproducción permanente.

La tercera, y quizás la más extendida, se deriva del multiculturalismo neoliberal, que propone la inclusión cultural y simbólica del indígena en el Estado, deviene por tanto en floklorizante. Concibe la comunidad indígena como gueto cultural y pone excesivo énfasis en las diferencias culturales con el fin de reproducirlas, hecho que podría poner en riesgo la ciudadanía universal a cambio de ciudadanías diferenciadas. A esta corriente pertenecen aquellas lecturas que ven al indio como puro, como el “buen salvaje” que debe vivir en el bosque o en el campo, lejos de toda aspiración de desarrollo; también están aquellas que consideran que las diferencias culturales y étnicas deben reemplazar a las de clase.

Creo que la materialización del Estado Plurinacional es resultado de una mezcla de la primera y la tercera lectura. Oscila entre una crítica al Estado del 52 y una puesta en práctica del multiculturalismo neoliberal. La intensión descolonizadora tuvo su mejor momento en la Constituyente, a partir de ahí ocurre un proceso de pérdida de contenido que está conduciendo a creer, por ejemplo, que políticas de reducción de la formación profesional del personal del Estado y su masificación es descolonizar. Creo que el proceso político en marcha debe recuperar la crítica al capitalismo y la modernidad y articular las luchas étnicas y de clase para salvar la descolonización de convertirse en un significante vacío usado para justificar paradójicamente la recolonización del Estado.

* Socióloga y antropóloga.

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