Chile | María Elisa Quinteros, presidenta de la Convención Constituyente: «El estallido no fue algo espontáneo»
María Elisa Quinteros, presidenta de la Convención Constituyente
Desde el 5 de enero que Maria Elisa Quinteros es la nueva presidenta de la Convención Constituyente en Chile. Su victoria fue la gran sorpresa de una maratón electoral de un día, en el que durante buena parte de la jornada su nombre no figuraba entre los candidatos más probables. Pero después de una octava votación sin consenso y la deposición de una de las candidaturas, la postulación de Quinteros agarró vuelo y obtuvo los 78 votos necesarios en la siguiente ronda. Habían sido 20 horas de sesión.
María Elisa Quinteros es Constituyente por el Distrito 17. Oriunda de la ciudad de Talca, en el sur del país, María Elisa es de izquierda e independiente. Está ligada a la Asamblea Popular por la Dignidad, una agrupación ciudadana feminista y ambientalista que se formó en su región después de la revuelta popular de Octubre del 2019. También es odontóloga y epidemióloga ambiental. Como ambientalista, uno de sus empujes más grandes en la Convención es hacer de la naturaleza un sujeto de derecho.
Desde su elección le ha tocado navegar en aguas difíciles, entre el poco apoyo económico y administrativo por parte del Estado (se refiere a una convención austera) y los crecientes ataques detrás del monopolio de los medios hegemónicos, que además hacen de altavoz para los constituyentes aliados al poder económico. Una pataleta esperable por parte de estos últimos, sin embargo, ya que ven acercarse una constitución que podría democratizar los recursos que estos han estado acumulando. María Elisa conversó con Octavio García, de Jacobin América Latina, sobre sus motivaciones para ser constituyente y las tareas a las que se ha estado abocando en este tiempo.
Todos los días haces un live en tu Instagram. Suena simple, pero me ha ayudado mucho a saber de ti y de la constituyente. ¿Cómo elegiste este método?
Bueno, durante la primera semana de instalación estuve conversando con una de mis compañeras de Movimiento Sociales Constituyentes, Janis Meneses, y ella hacía un video todos los días. Encontré que era muy buena la idea y dije «yo voy a hacer esto hasta que terminemos la convención o me muera, aunque no lo vea nadie» y se la copié. Es como una forma de devolverle a la gente que votó por mí algo de lo que estoy viviendo acá en representación de todos ellos.
Mi campaña como independiente fue básicamente a través de redes sociales y algunas visitas que logré hacer, porque siempre estuve trabajando; entonces me quedaban los fines de semanas y las tardes. Creo que así deberían hacer todos los políticos, y ojalá estén en la plaza de la esquina de mi barrio, para poder hablar con ellos como lo hemos hecho nosotras.
Hablando de tus votantes, ¿por qué votaron por ti? ¿Qué tema viniste a poner por tu distrito a la convención?
Aquí hay una cosa previa: nosotros, como Asamblea Popular por la Dignidad, hicimos un programa de trabajo con puntos mínimos en común, incluso una declaración de principios. Trabajamos en la plaza, las palabras se fueron dando, después se sistematizaron y se llegó a un consenso. De ahí se levanta un programa, donde la naturaleza es sujeto de derecho y donde está todo lo que nos llevó a las calles a manifestarnos (por supuesto, los derechos sociales: pensiones, salud, educación, derechos laborales…).
Para mí también es muy importante la ciencia, entonces eso lo metí yo; no fue consenso de la asamblea, pero para mí era importante que estuviera la ciencia. Y no solo la ciencia hegemónica, sino también los saberes ancestrales, populares, para que se empiecen a reconocer como parte del conocimiento. Eso lo agregué yo a mi campaña. También los animales, porque soy vegetariana, entonces siento mucho el tema del sufrimiento animal. Intuyo que me ayudó mucho que soy docente de universidad hace muchos años, entonces tengo muchos estudiantes.
¿Cómo se formó la Asamblea Popular por la Dignidad?
Partió en regiones, un día después del estallido, con las marchas. Al inicio íbamos con mucha esperanza a las marchas… no sabíamos a qué íbamos, porque no había un líder o lideresa: era un movimiento acéfalo. Pero había que salir. Incluso iba muchas veces sola, porque era mi deber ir, aunque no quisiera porque era un día caluroso, por ejemplo. Ahora, con el tiempo, entiendo que es el poder constituyente el que me motivó a ir: esa necesidad de cambiarlo todo (conservando lo bueno, por supuesto).
Pero al encontrarnos con la represión del Estado a través de la Policía, esa esperanza se transformó también en miedo. Mi ciudad, Talca, es muy tranquila. Esas marchas eran como la marcha de la historia. Me recuerdo arrancando del zorrillo (el carro lanzagases de la policía en Chile). Esas son cosas que ocurrían en Santiago, nosotros no la vivíamos en región, fue súper fuerte. Y ahí uno se encontraba siempre con la misma gente, el que llevaba el bombo, el que llevaba los parlantes. Con tantos días de marchar ya nos veíamos las mismas caras. Después de las marchas la gente seguía juntándose en la plaza a conversar. Hubo cabildos. Yo me metía en todos los cabildos, anotándome, dando mi opinión o ayudando a sistematizar. Todos los cabildos en mi ciudad los lideró la federación de estudiantes de la universidad, entonces yo iba a también a ayudarlos. Y después de los cabildos también nos seguíamos encontrando en las plazas, conversando.
Así se empezó a crear esta asamblea. Nace como una forma de articulación popular, que busca tratar de ayudar a que la gente volvamos a esa cohesión social. No somos una asamblea electoral, somos una asamblea social que busca, no sé, potenciar la solidaridad. Hay compañeras que hacen rifas, y llevan cosas para personas. Hace poco hicimos una peña para juntar plata que va a las familias de los presos. También se hacen bingos con las presas. Entonces, no es una asamblea que emerja desde lo electoral, sino de lo social.
En un momento se toma la decisión: ¿Vamos o no vamos? ¿Vamos al proceso constituyente o no? Ir a este proceso constituyente nos desgastó mucho como asamblea, porque todo se volcó a lo electoral, desde la inexperiencia y la falta de recursos. Acá todos nos quejamos del centralismo: que todo pasa en Santiago, que nada pasa en región, pero ese mismo centralismo pasa en las regiones, todo pasa en las capitales regionales y no en las ciudades más pequeñas. Por eso empezamos a buscar gente del mundo social de otras ciudades y ahí armamos la lista. Entonces hicimos un llamado abierto en una plaza en Talca y que viniera todo aquel que quisiera ser candidato a constituyente. Hicimos votaciones. Construimos un padrón electoral por internet, porque del Servicio Electoral no nos lo pasaron. Fuimos como mil personas a votar. Fuimos la primera fuerza independiente de la región, o de mi distrito mas bien. Así que mucho, mucho trabajo.
Tengo una teoría: el mayor motivante detrás del proceso constituyente es la disciplina de organización social que Chile ha tenido a lo largo de la historia, incluso bajo la dictadura, en la clandestinidad. En términos marxistas, una vez que la revolución espontánea ocurre, con el estallido social, esta disciplina ayudó a que se canalizara en un proyecto constituyente. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Me hace sentido lo que comentas. Yo vengo de una zona bastante rural y el Chile de los 80 era, en ese tiempo, de mucha cohesión social, según lo que mi familia me transmitía y las historias que siempre se contaban. Entonces es gente muy unida, a lo mejor no tanto en lo organizacional, ¿sí? Pero sí en la cohesión del barrio, por ejemplo. Todos se conocían, todos se ayudaban.
La dictadura claramente golpeó muy fuerte a la sociedad, y el modelo neoliberal también, poniendo lo individual por sobre lo colectivo. Pero también coincido que el estallido social no es una cosa instantánea: obedece al trabajo de muchas organizaciones que, al término de la dictadura y comienzo de la democracia, se pudieron organizar en esas luchas que vienen de antes. O sea, todo lo que estamos discutiendo acá, Jorge González lo cantaba en los 80. No es algo nuevo, es algo que también han venido evidenciando los movimientos sociales y feministas en los últimos años, también las organizaciones de derechos humanos, que siempre han estado peleando con la justicia por reparación. Tenemos que reconocer la lucha que han venido dando los sindicatos… No, definitivamente no es algo espontáneo.
Nos salvamos de tener un presidente de ultraderecha, pero esta realidad ya existe en la Cámara de Diputados y está presente también en la Convención. Frente a esa amenaza, se concretó un logro: sancionar el negacionismo (el acto de negar o justificar los crímenes de Estado durante la dictadura y el estallido social). ¿No crees que sea necesario subir de nivel y que la nueva Constitución, el texto como tal, tenga alguna mención o condena al negacionismo? En otras palabras, que desde las bases del nuevo país que se está formando se deje normalizar ese tipo de declaraciones o manifestaciones.
Estuve de coordinadora en la comisión transitoria de ética en esa etapa y como constituyente de ese grupo nos costó mucho conseguir lo que conseguimos. Que si bien no es perfecto y tiene reparos, es una base enorme, y así me lo han dicho también de organizaciones de familiares de detenidos desaparecidos: que es un avance. Acá nos enfrentamos a la problemática del mundo académico legal, donde siempre nos oponen este argumento de que solo hay dos países en el mundo que han reconocido el negacionismo y que no han tenido una muy buena implementación. Uno Alemania y otro España, creo. Ese es el argumento que siempre nos dan.
Pero a mí no me hace mucho sentido porque creo que esa es la única oportunidad que tenemos de escribir las cosas que le hacen sentido a la sociedad, independiente de si es académicamente correcto o no: tiene que representar el sentir, es la oportunidad de hacerlo. Entonces a mí me hace todo el sentido del mundo que hiciésemos alusión al negacionismo, porque no podemos tolerar la intolerancia. Creo que no es una limitación a la expresión, es un poco de empatía y de respeto a la dignidad de las otras personas.
Te estoy hablando desde Berlín. Es cierto que uno no puede evitar que surja la ultraderecha, acá ya hay partidos de ultraderecha, parlamentarios de ultraderecha, etc., etc. Pero el hecho de que se condene el negacionismo sí le pone trabas: dificulta su articulación de manera más efectiva, así que creo que difiero ahí…
Yo no hablé nada de la ultraderecha la verdad, te dije del negacionismo, no me refería a la ultraderecha. Si bien un porcentaje alto votó por Kast, creo que no refleja realmente la posición política de gran parte de ellos. Tengo amigos que son militantes de derecha y no es que estén convencidos por la persona, por su ideal o su programa, sino que el otro camino no les parecía, o les parecía peor.
Entonces yo creo que eso habla de la necesidad de figuras de ambos sectores también que representen un poco más a la gente. Tenemos una crisis de desafección general política bastante alta en el país. Esta elección fue un poco entre el miedo y la esperanza, básicamente así la veíamos, pero no es que hubiese un abanico de representantes políticos que realmente fueran cercanos a las distintas personas. Esa es mi impresión, pero yo de política sé muy poco, es lo que yo te puedo decir desde mi visión de ciudadana. Yo estoy metida en política pero no vengo de partidos.
En las elecciones la centroderecha terminó optando por Kast, que consideraba como el mal menor. ¿Crees que en la Convención esté más dispuesta a dialogar o a ceder, o crees que va actuar como bloque con la ultraderecha?
sí lo veía yo al inicio de la convención, pero han habido fragmentaciones dentro de este bloque con el correr de este tiempo, están divididos. Al inicio, todos pensamos que era una estrategia; pero parece que no, que la división es real. Y ahí veo personas que son dialogantes, por ejemplo, de mi mismo distrito, como Bárbara Rebolledo, con la que siempre he podido conversar y consensuar. Veo voluntades y hay que pensar que no todos los que están en esos bloques son militantes: hay independientes que fueron por cupo y que, por supuesto, tienen cercanía a ese mundo, pero también uno ve las votaciones de algunos y que no son en bloque. Yo creo que hay hartas personas que están aquí para deliberar, para dejarse sorprender tal vez, y hay otras que realmente vienen con su idea y también es respetable. Es como el mix de todos lo que construimos como sociedad.
Hace poco crearon un convenio con la Asociación de Radiodifusores de Chile y con la Asociación Nacional de Televisión. ¿Qué rol tienen los medios de comunicación para el proceso constituyente?
Tan pronto nos eligieron a la mesa directiva, con Gaspar, el vice, acá dijimos: «necesitamos salir en la tele». Tenemos claro que necesitamos comunicar, entendemos también que los medios de comunicación tienen líneas editoriales, son afines a sus políticas y también —no tengo evidencia, pero siempre he escuchado esto— que responden a quien los financia. Pero lo que necesitamos en sí en la Convención es poder comunicar y, nos guste o no, la forma más fácil de llegar a las personas en este país aún es mediante la televisión. Nosotros llegamos a un grupo por nuestras redes, pero no llegamos a toda la población; tenemos brechas digitales importantes en el país, y que se incrementan de acuerdo al nivel socioeconómico. Mientras menor nivel socioeconómico, mayor brecha. Entonces ahí tenemos todo un desafío.
Queremos instalar hechos en la televisión, al menos, para que se muestren. Por supuesto, cada canal tendrá su línea editorial y va a comunicar a partir de los hechos, le ponen y le sacan, pero que se comuniquen los hechos. Eso es un punto importante, porque nosotros no tenemos financiamiento excesivo: es una Convención muy austera, entonces necesitamos la colaboración. Si nos pueden ofrecer esto, nosotros lo aceptamos, porque vamos a llegar a hartas personas.
No queremos que lleguen solo los titulares tendenciosos que desvirtúan el hecho mismo. Porque así no se comunica al final lo que queremos comunicar: que se está votando, que se está avanzando, que tenemos siete comisiones. Entonces si nos están tendiendo la mano tenemos que aprovecharla, pero también somos conscientes que cada línea editorial va a usar esos hechos de acuerdo a su política.
La consulta indígena es parte de los principios de la Convención y recién acaba de empezar. ¿En qué consiste?
La consulta indígena tiene tres etapas: la primera es información, difusión y educación, donde básicamente es avisarle a todos los pueblos que vamos a hacer la consulta y ahí que se preparen y se conecten con los canales para poder hacerlo. La segunda es la deliberación, donde una de las unidades de la convención ha preparado todo el material para llevar a cabo la consulta siguiendo ciertos estándares. Este material ya está oleado, sacramentado, ya todos lo firmaron. Y la tercera es la etapa de devolución, en la que los insumos de la consulta son sistematizados por un instituto.
La comisión de derechos de pueblos indígenas va a proponer normas acorde a lo que se levante de la consulta, eso tiene que volver a la gente y de ahí pasa directo al pleno para su discusión. Entonces tenemos un cronograma perfecto: se nos cae un día, una semana y se nos va todo. Estamos como reloj, paso por paso.
Eres profesora de epidemiología, estos últimos años deben haber sido tremendos para ti.
Las colegas del departamento nos hicimos famosas. Del año 2020 en adelante, mi unidad es muy famosa. Siempre hemos sido las «parientes pobres» de la medicina en cuanto a salud pública. ¡Ahora pasamos a ser muy importantes! En la Sociedad Chilena de Epidemiologia también logramos protagonismo, cuando siempre eran las sociedades que tienen que ver con las especialidades médicas las más populares. Somos todas rockstars ahora.