La ampliación de la frontera discursiva hacia la derecha

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La ofensiva protagonizada en la última década por los sectores dominantes de la región se despliega, en gran medida, en el terreno de la disputa por el sentido. Veamos cómo se están forjando nuevas fronteras discursivas a partir de la acción de las derechas.

En nuestra región dicha ofensiva se constituye fundamentalmente como una reacción ante los gobiernos progresistas y los procesos de ampliación de derechos que tuvieron lugar en las últimas dos décadas. Aquí la demonización emerge como el objetivo ordenador y el tópico de “la corrupción” como uno de los ejes discursivos prioritarios.

Si la ofensiva de los años ́90 se desarrolló en nombre de una utopía mercado-céntrica, que proyectaba a la lógica de la rentabilidad y la eficiencia como modo de organizar nuestras sociedades, modernizarlas y superar los problemas de los viejos estados benefactores, esta nueva ofensiva no puede sostenerse en ese optimismo. Luego de las crisis económicas, del auge de las protestas contra el modelo neoliberal y la emergencia de gobiernos que ensancharon la inclusión social, los sectores dominantes relanzaron su proyecto en este nuevo siglo a partir de un doble movimiento en su dispositivo discursivo. Por un lado, del macro-relato abstracto y triunfalista acerca de las bondades del mercado, se hurga en los orígenes de la doctrina neoliberal para pasar a una versión personificada en un sujeto primordial: el empresario emprendedor. Por otro lado, se sostiene la dicotomía entre libertad-democracia vs autoritarismo, con sus variantes antipopulistas y/o anticomunistas, dependiendo del país en cuestión. Ante el debilitamiento de esa utopía mercantil, el horizonte se coloca más en una edad de oro pretérita -vinculada generalmente a un orden oligárquico y librecambista- que en un futuro inminente. Por eso esta ofensiva se despliega, en buena parte, en nombre de instituciones y valores tradicionales -desde la familia y el rol “natural” de varones y mujeres, hasta el ejército o incluso la religión- que vienen a llenar de sentido la nueva cruzada.

Dicho esto, hay tres aspectos que caracterizan a esta reacción conservadora en el plano de las estrategias comunicacionales y de los procedimientos de construcción discursiva y que, en mayor o menor medida, se pueden identificar a nivel continental.

Primero, la revitalización de una matriz conspirativa y de un relato centrado en la imagen del avance pernicioso de la izquierda, que estaría impulsado desde una estructura supranacional. Lo que implica la construcción de un enemigo externo y poderoso, que rememora el discurso anticomunista de la Guerra Fría. Ese enemigo puede estar objetivado en un gobierno (Cuba, Venezuela), en un dirigente (Lula, Maduro, Evo Morales) o en un espacio de articulación (Foro de San Pablo, Grupo de Puebla). Esta construcción discursiva tiene más anclaje entre actores que contienen a sectores provenientes de las Fuerzas Armadas, pero no es excluyente. La pandemia de Covid-19, fue un escenario en el cual esa matriz conspirativa apareció en otros relatos. En cualquier caso, el complemento de esa amenaza es la postulación de figuras políticas fuertes, que personifican la salvación o la protección ante el peligro.

Segundo, debilitada la posibilidad de movilizar a la ciudadanía en pos de una utopía mercantilista capaz de ofrecer un futuro superador y fácilmente visible, la apelación a las “pasiones tristes” se vuelve una línea de acción estratégica. La defensa de la libertad personal y de la propiedad privada aparecen como núcleo duro de un sentido común que se proyecta además en perspectivas hiperindividualistas. En términos comunicacionales se fomenta la indignación, para lo cual todas las herramientas son válidas: campañas de difamación, noticias falsas, mensajes segmentados según los públicos. En este punto, los ejemplos abundan. Nuevamente los casos de Brasil y Colombia, aparecen como paradigmáticos por la intensidad con la que se aplicaron estas estas acciones y porque sirvieron como referencia para otros escenarios.

En tercer lugar, estamos ante una reacción conservadora que justifica y revalida políticas de corte neoliberal en lo económico y lo social, al tiempo que coloca al problema de la inseguridad como cuestión central. Para eso fomenta el punitivismo y la represión. La defensa de la libertad como principio para la realización individual y colectiva, va de la mano con el control, la profundización de las penas y el empoderamiento de las fuerzas de seguridad. Así, la contradicción se vuelve palpable e incluye un desplazamiento que va del crímen contra la propiedad privada a la criminalización de la protesta social.

The Tricontinental

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