Rodrigo Guerra y Emilce Cuda, responsables de Iberoamérica en la Santa Sede: «Debemos ir al mundo secular y profundizar en el diálogo social»

Foto: Lucas Schaerer
1.397

Por Lucas Schaerer

La teóloga argentina Emilce Cuda fue designada el pasado 22 de octubre como capo ufficio, (jefa de oficina) de la Pontificia Comisión para América Latina. El profesor mexicano Rodrigo Guerra es secretario del organismo, creado en 1958 con el objetivo de «aconsejar y ayudar a las Iglesias particulares en América Latina». Ambos han participado en la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, celebrada en México del 21 al 28 de noviembre.

¿Cómo explicarían la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe?
Rodrigo Guerra: Aquí estamos redescubriendo la sinodalidad, que no es otra cosa que caminar todos juntos. Este es un proceso de la Iglesia universal que está madurando y caminando hacia a la gran reforma que nace del Concilio Vaticano II. Por ello, tenemos que tener mucha paciencia, todos en la misma fe, y debemos reconocer nuestros errores y partir del perdón para llegar al amor entre los más diversos y opuestos. No debemos simular unidad. Realmente debemos confiar en el otro y darnos una oportunidad para aprender a reconocernos incapaces. Como le ocurrió a san Juan Diego con la aparición de la Virgen de Guadalupe.

Emilce Cuda: Es un éxito que personas de orígenes tan distintos confluyan durante una semana en una Asamblea Eclesial, que fue presencial en una parte y virtual por otra debido a la pandemia, pero que llevó más de un año de proceso de escucha, discernimiento y elaboración de documentos para llegar hasta a los doce desafíos pastorales. La asamblea incluye no solo a católicos, porque el Papa nos llama a un diálogo con todas las religiones y personas de buena voluntad. Debemos ir al mundo secular y profundizar en el verdadero diálogo social para una transformación efectiva, como se necesita con suma urgencia en la defensa y cuidado de la casa común.

¿Cómo sienten la continuidad de esta experiencia en la Santa Sede, donde ustedes trabajan?
R. G.: Desde la Comisión para América Latina estamos comprometidos con la agenda del Papa Francisco y el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano). De hecho, en esta asamblea convoqué a revisar los apartados 11 y 12 del Documento final de los obispos en Aparecida, donde está la clave para entender la raíz de este proceso, que nace en el corazón de la Iglesia latinoamericana y caribeña que dice: «Estamos llamados a repensar y relanzar con fidelidad y audacia la misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No podemos replegarnos frente a quienes solo ven confusión, peligros y amenazas, o a quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con ideologismos gastados o agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros».

E. C.: La Iglesia es una comunidad abierta. El Papa es un gran constructor de puentes, de diálogo, con otros sectores, como el mundo secular. En los desafíos pastorales de esta asamblea eclesial quiero destacar que se reconoció a los jóvenes como agentes de transformación y las mujeres en los ministerios y en las instancias de gobierno y decisión eclesial. También se alentó a sumar a los laicos a los espacios de transformación. En esas prioridades, me parece central el trabajo de una ecología integral a partir de los cuatro sueños del Papa, reflejados en Querida Amazonia, como el acompañamiento a los pueblos indígenas y afrodescendientes de nuestro continente o la formación de los nuevos sacerdotes en ecología integral, pueblos originarios, inculturación y doctrina social.

El Papa destaca a los movimientos populares con un nuevo concepto: «Samaritanos colectivos». ¿Cuál es su rol en la transformación de una Iglesia episcopal en una eclesial?
R. G.: Son una oportunidad, sobre todo con el avance de los populismos. Porque desde los territorios se enriquece la participación política y social de un sujeto vivo.

E. C.: Debemos mirarlo como un proceso en el tiempo, ya que son resultado de la evangelización de la Iglesia durante siglos. De ahí que la gente sencilla esté convencida de que son hijos de Dios y de que la Iglesia desea lo mejor para ellos y para su familia en la tierra. Entonces su conciencia de la dignidad humana no viene por su clase social, sino por su fe. Hoy la experiencia de los movimientos populares, sobre todo durante el confinamiento de la pandemia, demostró que son samaritanos colectivos. Esto lo quiero resaltar, porque el mensaje del Papa al IV Encuentro de los Movimientos Populares da una especial definición, que creo es producto de su discernimiento de la pandemia, que azotó con más crueldad a los pobres. El Sucesor de Pedro considera que, asistiendo al caído en la crisis sanitaria, los integrantes de los movimientos populares se convirtieron en verdaderos samaritanos.

Doce desafíos

Los trabajos terminaron con un documento que desglosa doce desafíos pastorales, entre otros, valorar el protagonismo de los jóvenes; acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación; impulsar la participación de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial, o incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo.

Alfa y Omega

Más notas sobre el tema