Manos Amigues, el primer comedor comunitario LGBT en México

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Por Georgina GonzálezFotos de Milena Pafundi y Georgina G. Álvarez

Desde el número 113 de la calle Pedro Moreno, ubicada en la colonia Guerrero de la Ciudad de México, llega olor a comida casera. En el muro frontal se asoman los colores de la bandera LGBTI y a pie de calle en un pizarrón negro se anuncia el menú de una comida completa que cuesta solo once pesos: sopa, arroz, frijoles, agua y un plato fuerte que varia día a día. Estamos en Manos Amigues, el primer comedor comunitario LGBT en México que se inauguró durante la tercera ola de la pandemia de covid-19 en el país.

Al entrar al lugar,  hay una mesita de registro y cobro de los once pesos de la comida. Del lado derecho está la cocina, donde Alejandra y Víctor, con cubrebocas y guantes, sirven los alimentos que antes de la una de la tarde prepararon y vaciaron en ollas grandes. Y en la acción de llevar los platos y vasos con agua a las mesas van y vienen personas disidentes y LGBT+ que se han sumado como voluntaries del comedor comunitario.

Quienes disfrutan la comida son personas LGBT+; adultes mayores, personas en situación de calle. Algunas viven o trabajan en el barrio como Analú Vázquez, una mujer trans de 39 años que ejerció el trabajo sexual, vivió en la calle diez años y hoy trabaja en una estética. O como Pedro “el correcaminos” Galicia, electricista de 67 años. originario de Iztapalapa, quien perdió su trabajo durante la pandemia y hoy se dedica a repartir periódicos en los kioskos del centro y oriente de la ciudad.

“Aquí todes son bienvenides. Manos Amigues es un proyecto vivo atravesado por la comida como acción política y por la cultura, y nació por la necesidad de que nuestras poblaciones LGBTI que viven situaciones muy complejas tuvieran acceso a una comida nutritiva, caliente, rica, digna; y a un espacio queer donde poder expresarse, echar la plática y apreciar de propuestas artísticas emergentes. Y si bien nació para las necesidades de las poblaciones sexodisidentes, nuestros principales usuarios son personas que se dedican al trabajo sexual, personas en situación de calle, artistes, chicos gays solteros o que viven solos, desempleades, adultes mayores y a veces niños y mujeres madres solteras”, explica Alex Rodrígez, cofundador del proyecto y artista de círco.

Diversos informes y comunicados de organizaciones internacionalesregionales y locales  señalaron que la emergencia sanitaria por covid-19 expuso brechas de desigualdad y discriminación y dejó a poblaciones ya vulnerables con mayores afectaciones a sus derechos. Los documentos dan cuenta que las personas LGBTI+ vieron aún más relegados su derecho al trabajo, a una vida libre de violencias, al acceso a la justicia, a vivienda, alimentación, salud, educación, entre otros. Además, quedaron fuera de las acciones de recuperación económica impulsadas por los Estados, lo que generó el fortalecimiento de las dinámicas de organización colectiva y callejera para resistir la pandemia.

Organización colectiva ante las omisiones del Estado

Manos Amigues comenzó a cocinarse desde abril de 2020. Brent Alberghini, originario de Nueva York y con 14 años viviendo en México, junto a otras personas organizaron desde la sala de su departamento, un banco de alimentos que llamaron Burritos no bombas, cuyo objetivo fue acercar despensas (productos básicos para una alimentación nutritiva) a poblaciones en situación de vulnerabilidad durante la pandemia.

Burritos no bombas brindó despensas a proyectos como Vida Alegre, una casa de día para personas adultas mayores LGBT, organizaciones de trabajadoras sexuales, personas migrantes LGBT como el refugio Casa la Banda y El Caracol, asociación que brinda apoyo a infancias y juventudes en situación de calle.

Alex Rodríguez fue voluntario de esa iniciativa en la que lograron distribuir hasta 300 despensas diariamente y que consistían en dos tipos: una con alimentos que no requieren una estufa para su preparación, pensada para poblaciones en situación de calle; y la otra que incluía productos que pueden ser preparados en una cocina.

La experiencia del banco de alimentos durante la primera y segunda ola de la covid-19 abrió la oportunidad para que Burritos no bombas se transformara en Manos Amigues, un proyecto que Brent, Alex y el resto del equipo pensaron “necesario y urgente” sobre todo para atender a personas LGBT que ya se encontraban en situación de calle, las que por exclusión familiar comenzaron a habitar las calles, trabajadoras sexuales que fueron expulsadas de los hoteles por las medidas de contingencia; personas adultas mayores y otras más que perdieron sus empleos o vieron limitados sus ingresos y como consecuencia de ello su acceso a la comida.

“En la ciudad hay muchos lugares como antros, bares, pero no había hasta ahora un espacio donde recibir algo tan básico como es un plato de comida caliente a precio accesible y que además sea un lugar en donde puedas sentirte a gusto con tu expresión ¿no?, sin discriminación. Por eso el comedor es la primera acción que vimos para cubrir esa necesidad. Lo demás ya lo estamos echando a andar y seguimos soñando”, cuenta Alex.

Gracias a la ayuda de las aportaciones económicas hechas por una campaña de fondeo es que un antiguo taller mecánico se convirtió el 23 de julio de 2020 en el comedor comunitario Manos Amigues, ubicado en la Guerrero, una colonia popular del centro de la Ciudad de México, donde actualmente se sirven entre 100 y 150 platos de comida caliente.

“La comida reúne, compartir taco no discrimina”

Analú Valdéz tiene 39 años, es una mujer trans originaria de Tamaulipas (estado al norte del país) y desde hace más de veinte años vive en la Ciudad de México. Analú migró porque buscaba “otra vida” pues cuando tenía 14 años su papá la corrió de su casa por ser trans, su mamá “nomás se quedó parada, no hizo nada”, recuerda.

Analú es morena, tiene un mechoncito de canas como la Tongolele y en sus muñecas usa pulseras con figuras de santos a los que tiene devoción. La expulsión de su seno familiar la obligó a vivir en la calle y a buscar formas para sobrevivir y por eso ejerció el trabajo sexual. Luego viajó a la CDMX donde siguió ejerciendo ese trabajo hasta hace apenas tres años. Ahora pone uñas en una estética.

Esta es la segunda vez que Analú viene a Manos Amigues, una amiga le recomendó el lugar por lo económico pues en el barrio hay otros lugares, conocidos como fondas, donde también se ofrece comida pero un plato ronda entre los 45 y 60 pesos.

Por su historia de vida ella considera este proyecto “una oportunidad”. Y explica “yo sé que nació recién pero algo así me hubiera gustado conocer, tener a la mano comidita calientita, con sus tortillitas y todo, cuando me sacaron de mi casa, cuando viví en la calle, cuando llegué aquí sin nada, cuando no me alcanzaba para comer en los días que el sexoservicio no dejaba (el suficiente dinero)”.

Así como la historia de Analú se repiten otras tantas. La exclusión que enfrentan las personas trans en sus entornos familiares es el primer episodio de una serie de violencias que a la larga impide que accedan a otros derechos como a la vivienda, a la educación, a la salud y al trabajo. Y durante la pandemia estos derechos se vieron aún más afectados para las personas LGBTI+.

En la mesa contigua un hombre bajito y fornido escucha nuestra conversación y se acerca a donde está Analú. Es Pedro Galicia, de 67 de años, que quedó desempleado durante la pandemia y que desde junio del año pasado le apodan “el correcaminos” porque ahora se dedica a repartir periódicos y revistas en kioscos del oriente y centro de la CDMX desde las tres de la mañana.

Pedro se acerca y dice “es lo chido (bueno) de este lugar, la comida reúne, compartir taco no discrimina. Pues que aquí hay pura gente así ¿verdad? con otras preferencias (orientaciones sexuales) que comúnmente llevan muchos insultos, la discriminación ¿no? Yo llegué aquí porque también me dijeron que estaba rico y bara (barato) y pues ya, yo me di cuenta que hay mucha gente con malicia que trata mal a los que son diferentes y pues mira (levanta la mirada y ve a su alrededor) aquí no hay muchas diferencias, todos aquí vinimos por la necesidad de comer, por eso te digo, el taco reúne y no discrimina”.

A propósito, estos encuentros donde personas LGBT se reúnen en un mismo espacio con otras que no necesariamente son parte de las disidencias y diversidad sexual, es uno de los objetivos que también el proyecto de Manos Amigues intenta impulsar.

“Nos han aceptado muy bien, creo que aquí al ser una colonia popular puede pensarse como un lugar peligroso o con mente cerrada pero creo que hemos tenido muy buena aceptación. De hecho me llama mucho la atención cuando llegan morritos (niños) y nos preguntan —oye, qué es la bandera— o cuando los viernes hay evento cultural y llegan dragas (drag queens) pues nos preguntan por ellas porque les llama la atención sus atuendos deslumbrantes. Y les explicamos, les contamos de la lucha. Creo que contarles sin prejuicios es también hacerlos parte de ese lugar”, dice Alex.

7 de cada 10 personas LGBT perdieron su empleo 

Una de las primeras consecuencias durante esta emergencia fue el cierre de hoteles. Esto dejó sin hogar y sin lugar donde laborar a personas que ejercen el trabajo sexual en la Ciudad de México, que de acuerdo a cifras de Copred, 42.9% son mujeres trans.

De acuerdo al Observatorio: género y covid-19 impulsado por Gire (organización feminista sobre derechos reproductivos) al inicio de la pandemia el gobierno de la Ciudad de México se comprometió a realizar tres entregas de despensas para personas trabajadoras sexuales, pero no cumplieron pues solo las entregaron una vez. Además, pactaron brindar apoyo económico durante tres meses por medio de tarjetas con saldo equivalente a 2 mil 600 pesos por mes, pero quienes accedieron a estas tarjetas solo recibieron un único pago de mil pesos.

De otras personas LGBT vulnerables o que por la pandemia vivieron situaciones de vulneración, el Estado no presentó planes de acción concretos y tampoco hay cifras oficiales que permitan conocer cómo está afectando la emergencia sanitaria a las personas de la diversidad sexual en la CDMX y el resto del país. Por el contrario, desde los activismos y trabajos comunitarios es que se han impulsado encuestas, informes y acciones callejeras en defensa de los derechos humanos de estas poblaciones.

De acuerdo a la Encuesta: impacto diferenciado de la covid-19 en la comunidad LGBT en México realizada por más de treinta organizaciones civiles por la defensa de los derechos humanos de las personas LGBTI, 7 de cada 10 personas de la diversidad sexual perdieron sus ingresos de manera total o parcial.

La prevalencia de pérdida de empleo se agudizó sobre todo en las poblaciones trans: 70% de las 160 mujeres trans que respondieron y 60% de los 116 hombres trans que participaron se quedaron sin empleo, lo que en consecuencia pudo ocasionar que el acceso a vivienda y comida se vulnerara aún más.

Además, el informe da cuenta que 29.89% de las personas LGBT que respondieron no pudieron pagar el costo del lugar donde vivían y 4.84% se vio obligado a abandonar su hogar por violencia familiar relacionada con su orientación sexual e identidad de género.

Refugio LGBT: “un sueño que no nos arrancamos de la cabeza”

Además del comedor comunitario Manos Amigues apuesta por programas culturales. El primero que ya funciona es la galería de arte, en donde las paredes del recinto sirven para exponer material gráfico de proyectos y artistas LGBTI+.

Manos Amigues se inauguró con la exposición de carteles de marchas y acciones LGBT que forman parte del archivo historiográfico del Colectivo Sol, una agrupación gay y travesti por la defensa de los derechos humanos que surgió en 1981. Y desde su apertura cada viernes después de las cuatro de la tarde el espacio se abre a diversas expresiones artísticas, desde conciertos de rap; música y baile folklórico hasta shows de drag.

Recientemente también se proyecta cine y se dan clases de voguing. Cuando Alex se refiere a Manos Amigues reitera “esto es más que un comedor, es un centro comunitario”.

“El sueño es que podamos seguir con el comedor y con el espacio para el arte y la cultura, pero queremos abrir un albergue LGBT. Y de manera personal también me gustaría impulsar un centro de día donde podamos proveer de herramientas y acompañamiento de rehabilitación por medio del arte a personas de nuestra población que viven una farmacodependencia porque a través de las artes hay efectos y resultados positivos”, comenta. 

El albergue que buscan impulsar está aún en proceso de diseño en cuanto a su funcionamiento, pero el lugar para éste ya existe. Y es que a un lado del comedor comunitario Manos Amigues se encuentra La Colonial, un albergue que cuenta con 250 camas, espacios de duchas y cocina que está abierto exclusivamente para hombres que se encuentran sin hogar.

“Platicando con los propietarios de La Colonial acordaron que una sección de 50 camas sean destinadas exclusivamente para el refugio de personas LGBT. Así, tanto el albergue como nuestro comedor se beneficiaría para que estas personas puedan tener una comida diaria y generar comunidad. Todavía estamos trabajando en cómo gestionar cada solicitud pero es un sueño que no nos arrancamos de la cabeza”, concluye Alex.

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