La ultraderecha brasileña se refugia en Telegram para promover la desinformación – Por Ernesto Londoño, Flávia Milhorance y Jack Nicas
Por Ernesto Londoño, Flávia Milhorance y Jack Nicas
Poco después de que el presidente estadounidense Donald Trump fue expulsado de Twitter a inicios de este año, el mandatario brasileño afín hizo un llamado a sus millones de seguidores en el sitio.
“Regístrense en mi canal oficial en Telegram”, pidió el presidente Jair Bolsonaro.
Desde entonces, Telegram, una plataforma de mensajería encriptada y de redes sociales dirigida por un escurridizo exiliado ruso, ha acumulado decenas de millones de nuevos usuarios en Brasil.
Su popularidad creciente en Brasil y otros países ha sido impulsada por los políticos y comentaristas conservadores para los que se ha convertido en el distribuidor más permisivo de contenido problemático –desinformación incluída— en un ecosistema de redes sociales que enfrenta cada vez más presión para combatir las noticias falsas y la polarización.
Aunque WhatsApp sigue siendo, por mucho, la plataforma de mensajería dominante en Brasil, Telegram se abre paso rápidamente. En agosto, se había instalado en el 53 por ciento de los celulares de Brasil, frente al 15 por ciento de dos años antes, según un informe.
Fundada en 2013, Telegram se ha convertido en una herramienta muy codiciada por activistas, disidentes y políticos —muchos de ellos en países represivos como Irán y Cuba— para comunicarse en privado.
Pero funcionarios brasileños y otros expertos temen que la aplicación pueda convertirse en un vector muy poderoso para las mentiras y la virulencia en vísperas de las elecciones presidenciales del año entrante, un momento político de mucha tensión en el país.
Bolsonaro, cuyas perspectivas de reelección están en peligro por la disminución de su popularidad, ha seguido el manual de Trump y ha comenzado a sembrar dudas sobre la integridad del sistema de votación de Brasil, barajando la posibilidad de un resultado cuestionable. Su afirmación infundada de que las máquinas de votación electrónicas estarán amañadas ha puesto nerviosa a la oposición y a los principales jueces del país, que dicen que la abundancia de desinformación en la política brasileña está haciendo un daño duradero a su democracia.
“Sabemos que la desinformación sistémica es producida por estructuras muy bien organizadas y financiadas”, manifestó Aline Osório, secretaria general del tribunal electoral de Brasil, que dirige su programa contra la desinformación.
Osório mencionó que el tribunal ha establecido relaciones de trabajo constructivas con ejecutivos de otras empresas de redes sociales que se han convertido en vehículos para las campañas de desinformación. Pero sus esfuerzos para llegar a Telegram, con sede en Dubai, han sido infructuosos.
“Telegram no tiene representantes en Brasil, y esto ha dificultado el establecimiento de una asociación de la misma manera que hemos hecho con otras plataformas ”, dijo.
Telegram no respondió a una solicitud de entrevista. Las consultas de la prensa se envían a través de un bot en la plataforma.
Los expertos dicen que el contenido y las conversaciones políticas han migrado sustancialmente a Telegram en los últimos años en Brasil y otros países, en gran parte debido a la capacidad de la aplicación para reproducir contenidos en masa.
Los chats grupales pueden incluir hasta 200.000 usuarios, un número exponencialmente mayor que el límite de 256 de WhatsApp. WhatsApp redujo la capacidad de los usuarios de reenviar mensajes después de recibir críticas en Brasil y otros países por el papel que desempeñó en las campañas de desinformación durante las recientes elecciones.
Además de los chats de grupo, Telegram alberga canales, una herramienta de comunicación masiva unidireccional utilizada por empresas, artistas y políticos para distribuir mensajes, videos y archivos de audio. El canal de Bolsonaro superó el millón de seguidores en las últimas semanas, lo que lo sitúa entre los políticos más seguidos del mundo en la plataforma.
Mientras que las aplicaciones rivales han adoptado políticas más estrictas y claramente definidas sobre el abuso y la desinformación, las directrices de Telegram son vagas, y el servicio adopta un enfoque de no intervención sobre el contenido en los chats individuales y de grupo.
Eso la convierte en un espacio seguro para figuras incendiarias, incluidos políticos, que han sido vetados en otras plataformas. En Brasil, las cuentas de Twitter e Instagram de un legislador, Daniel Silveira, y de un periodista conservador, Allan dos Santos, fueron suspendidas en el marco de una investigación del Supremo Tribunal Federal sobre campañas de desinformación que incluían amenazas contra los jueces.
Pero Telegram sigue siendo un portal para sus seguidores. Eso ha permitido a Dos Santos recaudar fondos para su defensa legal y llamar “psicópata” al juez que hizo que lo expulsaran de otras redes sociales.
“La red se está beneficiando claramente de la expulsión de usuarios de otras plataformas”, dijo sobre Telegram Fabrício Benevenuto, profesor de ciencias de la computación de la Universidad Federal de Minas Gerais. “Los políticos se han dado cuenta de que no hace ningún esfuerzo por eliminar cuentas, por lo que se está convirtiendo en una red atractiva para los grupos más radicales”.
Farzaneh Badiei, una experta en la gobernabilidad de internet que escribió un artículo sobre Telegram publicado por la escuela de Derecho de Yale este año, dijo que el fundador de Telegram, Pavel Durov, no había estado dispuesto a lidiar significativamente con el problema de la desinformación que se vuelve viral.
“Su enfoque es muy desorganizado y muy opaco”, dijo “No vemos un enfoque sistémico para resolver estos problemas”.
Durov abandonó Rusia en 2014 después de luchar contra los esfuerzos del gobierno para censurar el contenido en la red social que fundó, VKontakte. Ha dicho que diseñó Telegram como un medio ultra privado de comunicación debido a la persecución que dice haber sufrido en su país natal.
Twitter, Facebook, WhatsApp y YouTube desempeñaron un papel fundamental en la asombrosa victoria de Bolsonaro en 2018, y el líder de extrema derecha ha continuado apoyándose en gran medida en las redes sociales para activar a su base, atacar a los oponentes y hacer afirmaciones falsas que en gran medida no son cuestionadas.
Pero en los últimos meses, las plataformas que permitieron el ascenso de Bolsonaro lo han frenado por sus afirmaciones falsas o engañosas sobre las medidas para contener el coronavirus. Las empresas de redes sociales le pusieron sobre aviso retirando un puñado de videos y tuits que consideraban peligrosos.
Bolsonaro y sus seguidores han denunciado esas medidas como formas de censura. En septiembre, Bolsonaro afirmó que la desinformación era una característica permanente de la política y la desestimó, insinuando que eran una cuestión trivial.
“Las noticias falsas forman parte de nuestra vida”, dijo. “¿Quién no ha contado una mentirita a su enamorada?”.
Telegram ha sido objeto de críticas en Brasil por algo más que su papel perturbador en la política. Las investigaciones de las organizaciones de noticias descubrieron que albergaba redes de armas ilegales y permitía la distribución de pornografía infantil.
Los legisladores brasileños están debatiendo una legislación que exigiría a plataformas como Telegram tener representación legal en Brasil o arriesgarse a ser prohibidas. Sin embargo, los usuarios han eludido fácilmente esas prohibiciones en países como Irán y Rusia usando un software que les permite ocultar su ubicación.
Diogo Rais, profesor de la Universidad Mackenzie de São Paulo y cofundador del Instituto de Libertad Digital, calificó el bloqueo de aplicaciones como una “medida drástica” que resultaría ineficaz.
“Tenemos que hacer frente a los desafíos digitales teniendo en cuenta que nuestras leyes son de 2009 y se limitan a nuestro territorio físico”, dijo. “El mundo digital no tiene ese límite. Este es un reto mundial”.