Estudiantes en primera linea contra la Junta de Control – Por Jesús Dávila

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Jesús Dávila

Con huelgas y paros intermitentes que mantienen inestable la Universidad de Puerto Rico, los estudiantes han vuelto a colocarse en la primera línea de la lucha contra la junta de control impuesta por Estados Unidos, en tanto avanza con precariedad el proceso para emitir una nueva deuda impagable con Wall Street.

No se trata de un cálculo sociológico sino de un hecho, particularmente dramático, ocurrido el lunes frente al Tribunal de Distrito de EEUU, cuando llegó una marcha de miles de estudiantes de los once recintos de la universidad del Estado.

La vicepresidenta del Partido Independentista Puertorriqueño, María de Lourdes Santiago, proclamó por los altavoces que tenía “el honor” de entregar la protesta a la tropa estudiantil. En ese momento, la marcha se acercaba por la ancha calle Chardón anunciando que la Universidad “está en la calle con su último detalle y su bomba molotov” y uno de los cientos de manifestantes que se habían mantenido frente a la sede del tribunal desde temprano en la mañana comentó que se sintió como si hubiera llegado la caballería.

Los cerca de dos mil estudiantes, acompañados de profesores y empleados administrativos, podían dar la imagen o el barrunto de un pueblo en vísperas de alzarse. El camino, sin embargo, ha sido difícil durante el mes que ha transcurrido desde el inicio de los plenos -asambleas informales rebeldes- y las asambleas generales que han decretado los paros y huelgas.

“Tengo el corazón partido en mil pedazos”, dijo en días recientes una estudiante al referirse a las penurias que la junta de control y el Gobierno están imponiendo a los universitarios y a todo el país, sean estudiantes, pensionados o, sencillamente empobrecidos. La joven hizo el comentario en momentos en que el movimiento de protesta estudiantil no estaba recibiendo un apoyo notable desde afuera y su lucha era muy poco atendida por los medios noticiosos, de fuerte tendencia oficialista.

Pero el comentario no era de derrota, sino de que ese mismo dolor la hacía insistir en no rendirse. Días antes, una asamblea de miles de estudiantes del Recinto de Río Piedras de la UPR votó cuatro veces con mayoría aplastante para decretar la huelga, ante la incredulidad y el temor de grupos políticos universitarios, que han insistido en que no hay las condiciones organizativas y que el triunfo “no lo vamos a lograr”.

La incredulidad sobre las posibilidades de un nuevo triunfo de un alzamiento popular, o, al menos de que tal levantamiento se produzca, parece tener que ver con lo impredecible que han sido esos movimientos en los años recientes, desde que en 2019 uno de esos fue tan masivo que logró el derrocamiento del entonces gobernador, Ricardo Roselló. Pero inclusive ese ocurrió dos años después de que, el “Primero de Mayo” de 2017, se produjera un sorpresivo “paro nacional” en el que quedaron desiertas todas las autopistas del país.

Los intentos convocados para repetir “el verano del diecinueve” hasta ahora no han tenido éxito, pero el día 15 del mes pasado, una marcha contra la entrega del sistema eléctrico al consorcio LUMA, de EEUU y Canadá, llevó inesperadamente más de 20.000 manifestantes al expreso Las Américas. De nuevo, no se ha producido una explicación generalmente aceptada de qué fue lo que provocó que eso ocurriera.

“Siento que nuestro país ha normalizado la incertidumbre y, cuando eso pasa, nos entretenemos con regalos de temporada”, dijo el senador independiente José Vargas Vidot, quien con la ayuda de la salubrista Kamille Camacho Monclova está llevando a cabo un censo comunal estadísticamente validado para tratar de encontrar lo que de verdad está pasando en el país. Ya se han comenzado las encuestas a gobiernos locales, grupos comunales y empresarios de 67 de los 78 municipios.

Vargas Vidot no quiere adelantar conclusiones prejuiciadas sobre lo que pueda encontrar el estudio, pero dijo que es evidente que “el sistema” de corrupción y abuso “se ha acostumbrado a expresarse de una manera descarada”, mientras “nadie se atreve a despertar a que lo han engañado de nuevo”.

Un estratega veterano del Partido Nuevo Progresista, que aboga por convertir a Puerto Rico en un estado de EEUU, dijo en una conversación con NCM Noticias, que lo que ha podido sacar en claro es que el país está “moralmente ofendido” y que la gente ya ha tenido la experiencia propia de un levantamiento popular triunfante. Nociones como “moralmente ofendido” o “corazón partido” no son fáciles para integrar al análisis o la estrategia de los grupos políticos.

Pero en el siglo pasado, Juan Antonio Corretjer explicó la presencia imponente que tuvo la figura máxima del nacionalismo puertorriqueño Pedro Albizu Campos en la década del treinta porque se convirtió en “el líder de la desesperación” del país. Albizu Campos llegó a tal nivel, que todavía hoy es conocido como “el Maestro” y los agentes del FBI que le vigilaban en sus años finales en el hospital, tras largas penas de cárcel y torturas, dejaron consignado en sus informes -entonces secretos- su sorpresa por la veneración que le tenían médicos, enfermeras y visitantes.

La estabilidad de Puerto Rico como colonia de EEUU comenzó a perderse en 1995 cuando Washington decretó la eliminación en diez años de los privilegios tributarios para las subsidiarias estadounidenses. Al cumplirse ese período, se desató el imparable decrecimiento económico, que se intentó compensar con la aceleración de los empréstitos en Wall Street, lo que ha culminado con la quiebra y la imposición de la junta de control.

A nivel político, ese deterioro ha llevado a que en 2012 Puerto Rico retiró el consentimiento formal a la condición de “territorio” y, en 2016, el Tribunal Supremo de EEUU determinó que el país no tiene grado alguno de soberanía. En los comicios generales de 2020, los dos partidos pro EEUU obtuvieron sólo poco más del 30 por ciento cada uno, mientras que el independentismo creció de forma exponencial.

ALAI

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