El rol central de los feminismos en la construcción de un programa popular – Por Emilia Trabucco

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Por Emilia Trabucco *

Les argentines se preparan para ir a las urnas este domingo en las elecciones de medio término, hecho que va a determinar las condiciones políticas en nuestro país, tanto en los dos años que se vienen como en el mediano y largo plazo. Ello atravesado por un complejo escenario de crisis y disputa entre proyectos, donde la fuerza social del campo del pueblo discute e intenta construir su programa.

En este marco, los feminismos y disidencias tienen mucho que aportar, no solo porque son los sectores más golpeados por la crisis, sino por su demostrada iniciativa de organización y movilización dentro del campo popular. Dentro, de manera transversal, y no por fuera, como se lee erróneamente desde algunos sectores políticos.

Es imposible comprender la realidad nacional sin hacer alusión a los acontecimientos mundiales. La pandemia de COVID19 puso al desnudo las consecuencias de una crisis sistémica que lleva más de una década y que no hace más que profundizar los índices de extrema pobreza y desigualdad en el mundo entero.

Una crisis del propio sistema económico y político capitalista y heteropatriarcal, donde crujen los cimientos de la vieja sociedad. Los organismos internacionales anuncian que la pandemia empujará a 96 millones de personas a la pobreza extrema en 2021, de las cuales 47 millones serán mujeres y niñas. Esto aumentará el número total de mujeres y niñas que viven en la pobreza extrema a 435 millones (ONU, 2021).

El aislamiento social profundizó los niveles de desigualdad dentro de la propia clase trabajadora, afectando centralmente a las mujeres y disidencias, históricamente sometidas a situaciones de violencia económica, en primer lugar, como también doméstica, sexual y laboral. Obviamente nuestro país no es ajeno a este contexto.

En Argentina los números muestran que la violencia económica y laboral se agravó como problemática relacionada con la situación de pandemia y la crisis económica general, provocada ya por los cuatro años de gobierno de Juntos por el Cambio. Ya en 2019, la tasa de actividad de las mujeres era menor a 50%, mientras que la de los hombres era del 70% (Banco Central). En 2021, la tasa de actividad de varones de entre 14 y 29 años es del 53,7 %, mientras que la de las mujeres llega solo al 39% (INDEC). Las mujeres siguen aumentando las filas de les trabajadores desocupades e informales. 

El correlato de la violencia económica, lo constituyen las distintas clases de violencia que las mujeres y disidencias sufren a diario. En 2020, el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación informó que se registró un incremento de 18% en el promedio diario de comunicaciones sobre violencia de género recibidas en la Línea 144 durante el aislamiento social.

La violencia extrema, los femicidios, son un flagelo aún sin resolver también. En 2021, hasta el mes de octubre, se registraron 213 femicidios, según el Observatorio de las Violencias de Género Ahora Que Sí Nos Ven. No son sólo números que alarman.  Detrás de ellos hay familias, niñes que se quedaron sin su madre, considerando que son las mujeres las que se ocupan principalmente de las tareas de cuidados.

Un movimiento que avanza y disputa

A sabiendas de que dichas desigualdades tienen una base estructural, y de larga data, contar con el estado como una herramienta resulta central. No “todo es lo mismo”, y lo ha demostrado el período de gestión del proyecto neoliberal macrista, que fue la antesala a la conquista del gobierno por la coalición del Frente de Todes en 2019.

El movimiento feminista, con toda su heterogeneidad, fue consciente de ello; se constituyó como la punta de lanza de la capacidad de organización y movilización de la fuerza de oposición política y social, que hizo síntesis en las calles y se materializó en la victoria del proyecto nacional y popular que hoy conduce el estado nacional.

Así, desde sus consignas particulares, los feminismos y disidencias lograron transversalizar la fuerza política popular, protagonizando la política dentro de sus organizaciones sociales, sindicales, feministas, ambientalistas.

Dieron grandes demostraciones, como la masiva marcha de “Ni una menos” en 2015,  el primer paro a Mauricio Macri en Argentina en 2016 y el Paro Internacional de Mujeres en 2017, con la conciencia popular de que “trabajadoras somos todas”; las “mareas verdes” conformadas por miles de mujeres, exigiendo la aprobación de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE), con sus pañuelos como símbolo de lucha histórica de nuestras Abuelas y Madres de Plaza de Mayo; las cientos de marchas por cada femicidio, en cada punto del país, exigiendo justicia; las mujeres en cada esquina de los barrios populares instalando ollas contra el hambre.

Un sin fin de iniciativas fueron confluyendo con los reclamos de la clase trabajadora que dio batalla también en las marchas por la educación pública, o contra la reforma previsional de diciembre de 2019.

En plena pandemia, el movimiento feminista siguió movilizándose, levantando banderas en contra de las violencias y  exigiendo condiciones de vida dignas para las familias argentinas. Dentro de las organizaciones políticas y sindicales, las mujeres y disidencias vienen  empujando la conquista de espacios de decisión, dando ejemplos de unidad, (no sin contradicciones) frente al programa neoliberal de Juntos.

Nada de lo conquistado fue regalado, sino producto de un acumulado de lucha y  organización que permitió tensionar la dirección de la fuerza política hacia un proyecto capaz de responder a las demandas. Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, impulsaron desde el gobierno una agenda de políticas públicas para las mujeres y diversidades, no atendidas durante los años de macrismo.

Ejemplo de ello es la creación inmediata del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad;  la aprobación de la ley IVE en 2020 y un conjunto de medidas tendientes a abordar la desigualdad laboral: el reconocimiento de las tareas de cuidado como un trabajo a remunerar, jubilación para amas de casa, subsidios para atender la urgencia de la crisis en los hogares, cupo laboral travesti trans, estrategias para la inclusión del colectivo LGTBIQ+ en el ámbito laboral, así como el desarrollo de mecanismos y herramientas para incidir en el grave problema de las violencias de género y los femicidios.

Pese a los innegables avances, los índices de violencia y de pobreza se han seguido profundizando, por lo que se hace central pensar en soluciones estructurales. En este sentido, el feminismo popular como movimiento organizado hoy se expresa con claridad en contra de quienes endeudaron al país y pretenden subordinar los intereses nacionales a las exigencias del Fondo Monetario Internacional, a costa de les trabajadores.

Se pronuncia en contra de los sectores que se enriquecieron ilegal e ilegítimamente, responsables de la miseria del pueblo argentino y se pregunta ¿Con quién es la deuda? “Es con nosotres”, responde, levantando la consigna de “vives, libres y desendeudades nos queremos”.

Un movimiento feminista popular, heterogéneo y con demandas concretas e impostergables, avanza en Argentina en  la edificación de un proyecto político más allá de las urnas, pero con la plena conciencia de que ninguna de estas apuestas se hace posible sin la construcción de un programa político de las mayorías

*Psicóloga. Militante sindical y feminista.

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