El fin de la transición en Chile – Por Andrés Kogan Valderrama

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Por Andrés Kogan Valderrama*

El eventual triunfo del candidato del pacto Apruebo Dignidad (AD), Gabriel Boric, a solo semanas de la primera vuelta presidencial en Chile (19 de noviembre), ha generado, como era de esperar, una feroz reacción de parte de los grandes grupos económicos y mediáticos del país, tildándolo de falta de experiencia, de extremo, de ignorante, sin conocimiento en economía y de tantos otros lugares comunes de la derecha tecnocrática neoliberal.

Incluso, ante la desesperación de estos grupos dentro de un momento político completamente adverso a sus intereses, luego de las aplastantes derrotas que ha tenido la derecha institucional en las últimas elecciones, están levantando e inflando cada vez con más fuerza, la candidatura de ultraderecha de José Antonio Kast, representante del pinochetismo y del negacionismo, a través de un discurso de odio de manual, que busca la polarización del país entre dos supuestos bandos (patriotas versus anti-patriotas).

El problema para ellos es que, más allá del intento descarado de posicionar a Kast en las encuestas, estos comicios no son como cualquier otro. Más allá de que vuelvan a usar la básica estrategia de campaña del terror, de que llegado Boric a la presidencia nos convertiremos rápidamente en la Venezuela de Maduro o en un país dominado por la violencia de ciertos grupos, no solo no es creíble, sino que se desenmascaró completamente con la masiva revuelta social del año 2019.

Por lo mismo, resulta atemporal que Kast y los grandes grupos económicos crean que se debe “recuperar” Chile, a través de una necropolítica del orden público, que niega derechos humanos básicos y propone la reducción del Estado al mínimo, buscando así proteger los privilegios de una elite que ha secuestrado la democracia por más de 30 años.


Lo que se ha estado pidiendo en Chile es justamente lo contrario, más aún en este contexto de pandemia. Es decir, desconcentración del poder político y económico, fortalecimiento del Estado, apoyo real a las pequeñas empresas, fin a las AFP, consideran un derecho humano el agua, el fin de la deuda universitaria, un sistema universal de salud, el reconocimiento de los pueblos indígenas, el fin a las zonas de sacrificio y la refundación del cuerpo de Carabineros.


No ver aquello es negarse a un proceso en curso, sin vuelta atrás, en donde los movimientos sociales y millones de personas llevaron a la clase política a generar las bases institucionales para que el pueblo decidiera si quería o no una nueva Constitución, devolviéndole así la dignidad perdida con el golpe de Estado de 1973 y luego con una transición democrática pactada, que fue más una transacción entre la derecha y una izquierda social de mercado.

Ante esto, el tremendo apoyo que está recibiendo Gabriel Boric tiene relación con su propia lucha contra el neoliberalismo, al haber sido parte fundamental del movimiento estudiantil universitario del año 2011 contra el lucro en la educación, como vocero de la Confederación de Estudiantes de Chile (CONFECH), en compañía de dirigentes como Giorgio Jackson y Camila Vallejo, con quienes llegaría después a ser diputado.

Asimismo, el apoyo que ha recibido tiene relación también con su propia procedencia de la región de Magallanes, la cual lo ha llevado a tener un discurso crítico del centralismo en Chile, el cual viene desde los inicios del Estado Unitario de Chile, en donde Santiago ha impuesto su orden y ha saqueado las riquezas naturales del resto de las regiones.

De ahí, que haya tomado las banderas de la educación pública y la descentralización todos estos años en el Parlamento, y se haya sumado a otras luchas también (feminista, disidencias sexuales, socioambiental, mapuche), formando primero el Frente Amplio (FA) y luego siendo parte del Pacto Apruebo Dignidad (Partido Comunista, Revolución Democrática, Convergencia Social, Comunes, Federación Regionalista Verde Social, Movimiento Unir, Fuerza Común, Acción Humanista, Izquierda Cristiana de Chile).

No es de extrañar, entonces, que el plan de gobierno que propone Boric se planteen demandas históricas, como un nuevo modelo económico justo y sustentable, una reforma tributaria que apunte a los súper ricos, un sistema nacional de cuidados, un sistema de seguridad Social, la transición energética, una cultura de cuidados colectivos de salud mental y un plan nacional de derechos sociales LGBTIAQ+, entre muchas otras.

No obstante, se hace fundamental también en la campaña presidencial darle mucho más énfasis a lo que está pasando en la Convención Constituyente en curso, la cual ya se encuentra trabajando en los contenidos a través de distintas comisiones, para contrastar así la campaña de desprestigio de los grandes grupos mediáticos a este nuevo órgano democrático, en donde Kast ha sido uno de sus principales voceros.

Si bien se entiende que Gabriel Boric no quiere interferir en ese proceso constituyente, es fundamental mostrar el carácter histórico de lo que está pasando en Chile y cómo la próxima elección presidencial es quizás la más importante de todas, ya que quien salga elegido será quien firme la nueva Constitución, luego de ser aprobada por el pueblo en un nuevo plebiscito.

En consecuencia, seremos testigos del fin de la Constitución de Augusto Pinochet y de la transición, la cual no se quiso cerrar por décadas. Ahora es el momento de cambiar Chile y sumarse a este proyecto transversal y transformador de Apruebo Dignidad, encabezado por Gabriel Boric, dejando de lado purismos ideológicos e identitarios de ciertas izquierdas, que pareciera que tampoco entienden el momento histórico que estamos viviendo como país.

*Por Andrés Kogan Valderrama para La tinta / Foto de portada: Fernando Bizerra Jr. – EFE

La Tinta

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