MéxicoEU: Poder imperial y nuevo entendimiento – Por Carlos Fazio

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Carlos Fazio*

Los gobiernos de Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador lanzaron el 8 de octubre el Entendimiento del Bicentenario, que mediante un proceso de reingeniería de la Iniciativa Mérida buscará delinear un nuevo enfoque de cooperación bilateral en materia de seguridad. Todavía difuso, el entendimiento se dio a conocer al final del Diálogo de Alto Nivel de Seguridad (DANS), donde participaron el fiscal general, Merrick Garland, y los secretarios de Estado y de Seguridad Nacional estadunidenses, Antony Blinken y Alejandro Mayorkas. Antes del encuentro, López Obrador y el canciller Marcelo Ebrard habían anunciado el fin de la Iniciativa Mérida.

Al respecto, conviene recordar, que, integrado de facto desde 2002 al perímetro de seguridad de Estados Unidos (EU), el territorio de Mé­xico quedó incluido en la zona bajo control del Comando Norte del Pentágono. A su vez, en el marco de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN o el TLCAN militarizado, 2005), la Iniciativa Mérida (2007) llevaría a una desnacionalización acelerada del sistema de seguridad interna. Desde entonces, EU sería codiseñador de la estrategia de seguridad nacional mexicana, lo que más allá de juegos semánticos significó una cesión de soberanía.

Definida por el entonces embajador de EU en México, Antonio Garza, como el proyecto más agresivo jamás impulsado por la Casa Blanca en el hemisferio occidental, la Iniciativa Mérida fue diseñada en función de la agenda de seguridad de Washington. Las prioridades de la administración Bush, fueron: guerra a las drogas y al terrorismo en el territorio mexicano; seguridad fronteriza en los confines norte y sur de México; control sobre la seguridad pública y las distintas policías de México; penetración de las fuerzas armadas locales (Ejército y Marina de Guerra); construcción de instituciones y reglas de ley similares a las de EU (homologación de leyes como parte de la integración silenciosa y subordinada de México).

En ese sentido, las contrarreformas calderonistas fueron parte de la agenda militar-policial-judicial-penal de EU, ya que se encaminaron no sólo a la adopción de medidas similares a las del Estado de excepción de la era Bush (Ley Patriota, Comisiones Militares, Ley Marcial), sino que, también, vía la pretendida modificación o derogación de la Ley para Conservar la Neutralidad del País, buscaba permitir la proyección del poder militar del Pentágono (aéreo, naval y terrestre, incluyendo las fuerzas especiales), en el territorio nacional y los espacios marítimo y aéreo (lo que luego ocurrió de manera no tan encubierta, drones incluidos), y la creación de bases militares, a la postre denominadas Oficinas Bilaterales de Inteligencia o centros de fusión.

Símil del Plan Colombia, la Iniciativa Mérida se inscribió en la estrategia de intervención imperial en la fase neoliberal. Dicho proceso, que se profundizó durante las dos administraciones de Barack Obama, llevó a una privatización de la guerra y a la corporativización del Estado imperial bajo la tutela de los monopolios financieros, el lobby petrolero-gasero, el complejo industrial-militar y los cárteles mediáticos hegemónicos, que se beneficiaron de los planes intervencionistas vía las guerras de baja intensidad, contra el terrorismo y el narcotráfico, formas específicas del fenómeno privatizador neoliberal.

El capitalismo es un régimen donde el móvil central es el lucro; obtener la máxima ganancia a la mayor velocidad posible. Y en virtud de esa tendencia privatizadora, el Pentágono traspasó parte de sus funciones de rutina en materia de seguridad y defensa, a compañías militares privadas (contratistas) y a los consorcios mediáticos −fenómeno conocido como subcontratación, terciarización u outsourcing−, lo que derivó en una mercantilización de las tareas de inteligencia, las operaciones sicológicas con fuerzas especiales y las acciones militares clandestinas.

Es decir, en una mercenarización de la guerra y una mercantilización de la (des)información: propaganda negra; campañas de distorsión o intoxicación informativa; fabricación de percepciones en base a mentiras propagadas como rumores (la llamada guerra cognitiva [ cognitive warfare] incorporada como una quinta rama por la OTAN en noviembre de 2020 además de la guerra naval, aérea, terrestre y cibernética). Terrorismo mediático que quedó en manos de las grandes cadenas de difusión masiva cartelizadas de Occidente, que generaron el caldo de cultivo para las invasiones imperialistas y neocoloniales de comienzos del siglo XXI (Afganistán, Irak, Libia); golpes de Estado (Venezuela, 2002; Honduras, 2009; Paraguay, 2012; Brasil, 2015; Bolivia, 2019; Haití, 2021); golpes blandos o revoluciones de colores; guerras de cuarta generación, no convencionales, asimétricas o contraterrorista (los medios de comunicación convertidos en los nuevos ejércitos de conquista, el bombardeo militar sustituido por el bombardeo mediático a través de matrices de opinión, consignas e imágenes para el control y la manipulación de la conducta social masiva); políticas de cambio de régimen (Siria, Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua), y/o guerra a las drogas, como la de Felipe Calderón en México.

Los argumentos para la conformación de las fuerzas especiales clandestinas del imperio (Delta Force, SEAL, Boinas Verdes, Ranger) para desestabilizar y derrocar gobiernos urbi et orbi, abrevaron en el mismo fraseo que la guerra contra el terrorismo y el narcotráfico, que, como puede verificarse en Colombia y México vía el Plan Colombia y la Iniciativa Mérida, articularon a amplios sectores de las fuerzas armadas y las policías locales con el paramilitarismo, el mercenarismo y el sicariato, utilizados por el Pentágono, la CIA, la DEA y otras agencias de EU para sus operaciones encubiertas, asesinatos selectivos, ataques simulados, sabotajes y como fuerza de choque.

En ese contexto, ¿será creíble un nuevo entendimiento entre México y Estados Unidos? Con el dúo Joe Biden/Kamala Harris, ¿cambió la naturaleza del imperio y del Estado paralelo que protege los intereses de la plutocracia? ¿La guerra cognitiva remplazará en parte a la Iniciativa Mérida?

* Periodista, escritor y analista uruguayo-mexicano, columnista de La Jornada de México

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