La columna de Pedro Brieger | El nuevo fantasma ruso en América Latina

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El nuevo fantasma ruso en América Latina

Por Pedro Brieger, director de NODAL

A mediados del siglo XIX Marx y Engels escribieron que el fantasma del comunismo recorría Europa. En el siglo XX ese mismo fantasma recorrió el mundo. Ahora, en el siglo XXI, la comunicación es el nuevo fantasma que acecha. Esto lo hemos podido comprobar en la última década en América Latina, convertida en un territorio de disputa comunicacional entre Estados Unidos y Rusia y -en menor medida- la República Popular de China.  

Durante casi todo el siglo XX Estados Unidos tuvo una absoluta hegemonía comunicacional y cultural a través de las películas generadas en Hollywood, las series de televisión y la información que circulaba por las poderosas agencias de noticias. Sin lugar a dudas su industria cultural tuvo una gran influencia en nuestras vidas cotidianas al exportar su famoso “american way of life” -la forma de vivir exitosa de un ciudadano medio de los Estados Unidos- y convertirlo en aspiración para quienes viven en América Latina y el Caribe.

La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), creada en 1922 pocos años después de la revolución de 1917, generó una vasta comunicación en español a través de libros políticos, de ficción y sus emisiones de radio de onda corta. En 1962 apareció el semanario Novedades de Moscú -publicado en varios idiomas- que llegó a nuestra región de la mano de los Partidos Comunistas y sus organizaciones afines. Sin embargo, su área de influencia se limitaba a quienes se identificaban o simpatizaban con la URSS. Algo similar sucedió con la difusión de materiales generados por China desde la revolución de 1949 y su periódico Pekín Informa que se difundía entre quienes se identificaban con el maoísmo. En ninguno de los dos casos tuvieron una penetración masiva porque navegaban contra la corriente y se enfrentaban a gobiernos que recibían el apoyo de Estados Unidos y combatían las ideas comunistas, encarcelando y asesinando a quienes las difundían. A pesar de las dificultades pudieron realizar una transmisión especial de Radio Moscú del entierro del escritor comunista Pablo Neruda en Chile pocos días después del golpe de Estado encabezado por Augusto Pinochet y en una clima de gran represión.

Sin entrar en detalles de los cambios sucedidos a fines del siglo XX desde la caída del muro de Berlín está claro que el panorama político ha cambiado radicalmente y hoy, ni Rusia ni China difunden ideas marxistas en sus diferentes variantes. No obstante, son potencias globales y como tales se manejan, también en América Latina, con las nuevas tecnologías que les permiten apuntar a una audiencia masiva. Ya no se dirigen a un público selecto, y ahora Estados Unidos tiene competidores mediáticos que aspiran a influir sobre las mismas audiencias que los medios de comunicación norteamericanos.

Un artículo reciente del académico Vladimir Rouvinski, publicado por la Florida International University (FIU), da cuenta de la preocupación que existe en Estados Unidos por la creciente influencia que los medios de comunicación rusos están teniendo en América Latina, principalmente las cadenas de noticias Sputnik y RT en Español, que comenzó a emitir las 24 horas desde 2009. El artículo de Rouvinski, titulado “¿Sepa más? La comunicación estratégica de Rusia en América Latina y el Caribe” -aparentemente solo de índole académico- aclara que su trabajo es parte de la asociación y financiamiento de la FIU con el Comando Sur de los Estados Unidos. En otras palabras, su objetivo es brindarle insumos de análisis al Comando Sur para contrarrestar la penetración de estos medios que creció de manera considerable durante la pandemia. Por un lado, por los mensajes contradictorios que llegaban de la administración Trump. Por el otro, por la información que brindaban para combatir el COVID-19 y -en particular- del desarrollo científico ruso y de la vacuna Sputnik V, que los medios norteamericanos relegaban a un segundo plano.

La preocupación en Washington es de índole política, económica y geo-estratégica ya que no existe una disputa ideológica como aquella del siglo XX.  Rusia no es la URSS y la China de hoy está muy lejos de difundir el llamado “pensamiento de Mao Tse Tung”. Se puede decir que la batalla ideológica era más “sencilla” en el marco de la demonización del comunismo en sus múltiples variantes. Hoy  ya no es tan sencilla, aunque Estados Unidos cuenta con un idioma extendido en todo el planeta y un aparato cultural todavía dominante e inigualable. En realidad, lo que no toleran los adalides del libre mercado y la competencia es -justamente- la competencia, y mucho menos cuando cuestiona su narrativa como se ha visto durante la pandemia.

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