Guatemala: Una raya más para el tigre – Por Carolina Vásquez Araya

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Por Carolina Vásquez Araya*

Al empresariado organizado en Guatemala -el Cacif- nada le seduce más que apoderarse y destruir cualquier iniciativa capaz de poner en peligro su estatus de súper poder. Como a todas las camarillas con pretensiones de soberanía absoluta sobre los súbditos, si algo les estorba es la educación y el fortalecimiento del tejido social por medio del conocimiento, la investigación y la transmisión libre del saber.

Por eso, y por el éxito obtenido por la Feria Internacional del Libro en Guatemala durante los años transcurridos desde que la gremial de editores iniciara el proyecto, han decidido poner punto y final a ese peligroso afán de enseñar a las nuevas generaciones el amor por la literatura y otras formas de cultura.

No podía ser de otro modo. Los patrones de Guatemala, quienes deciden quién vive y quien no y hacen su voluntad por medio de sus aliados políticos, no pueden permitirse perder el control de ese escenario de actividad intelectual. Ellos han re escrito el viejo y cruel lema de “la letra, con sangre entra” por uno más conveniente y adaptado a los tiempos “la letra, con poder se elimina” y así, de golpe y porrazo, deciden poner candado a las legítimas aspiraciones intelectuales y culturales de la sociedad que, según ellos, les debe obediencia.

Durante muchos años tuve el enorme privilegio de entablar amistad con personas maravillosas mientras viví en Guatemala. Seres extraordinarios cuyo aporte a la cultura continúa dejando una estela de prestigio, aun cuando muchos han desaparecido. Filgua siempre fue un faro, un reducto de encuentro y transmisión de ideas. Siempre sus salones permanecieron abiertos a la niñez y la juventud ansiosa por saber. Siempre, con un enorme esfuerzo y pese a la actitud obtusa del Estado, incapaz de comprender el valor de este foro, logró sobrevivir. Hasta ahora.

La educación y el conocimiento, en una sociedad tan desigual e injusta como la guatemalteca, son tesoros merecedores de todos los esfuerzos. Por eso las cúpulas de poder económico luchan con especial denuedo en contra de cualquier iniciativa capaz de dar poder a la ciudadanía.

Un pueblo educado es un pueblo activo y participativo, lo cual representa una amenaza de muerte para los sistemas despóticos del neoliberalismo. El hábito de la lectura es un arma contra la opresión y, por esa razón, en Guatemala se han saboteado los esfuerzos por elevar sus niveles, una y otra vez, con la complicidad de quienes se ven favorecidos por la marginación del pueblo.

El acceso al aprendizaje por medio de políticas públicas coherentes con las necesidades de la población ha sido relegado al último rincón en la planificación de la acción política, una administración tras otra. Para constatarlo, basta con observar la miserable condición de toda la infraestructura educativa y las intenciones perversas de la cúpula empresarial, de privatizarlo todo. Así, poco a poco, se le va quitando el riego a la planta hasta que termine secándose definitivamente.

Los empresarios reunidos en esa estructura perversa, aliada para impedir el desarrollo de las personas con el fin de tenerlas dispuestas a aceptar empleos de miseria, han demostrado una vez más que para ejercer el poder no necesitan más que aliarse con lo más nefasto: políticos corruptos, ejército desprestigiado, organizaciones criminales de alcance internacional.

De ahí que tengan incidencia en las decisiones emanadas por los organismos del Estado, todos a su servicio. Lo que hoy perpetran contra el centro de actividades culturales -Filgua- es solo una muestra de cómo es de miope la visión de ese sector privilegiado. Es obvio que no han entendido de qué se trata el desarrollo de los países. Está claro que, para su corto punto de vista, mientras más sometida esté la sociedad a sus manejos, mejor le irá al país.

Lo que no comprenden es que no representan a esa nación tan castigada y que, tarde o temprano, terminarán pagando en carne propia por haber roto, una tras otra, todas las esperanzas de progreso. El robo de la marca Filgua, es solo una raya más para el tigre.

La lectura es una peligrosa arma contra la opresión.

*Periodista, editora y columnista chilena. Vive en Guatemala.

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