Enfrentar el cambio climático al estilo estadounidense – Por Rafael Cuevas Molina
Por Rafael Cuevas Molina*
La Casa Blanca y el Pentágono difundieron, esta semana, una serie de documentos en los que establecen que el cambio climático se yergue como una poderosa amenaza a su seguridad nacional, y alertan que tomarán medidas para prevenir sus consecuencias. Según los documentos, Estados Unidos debe prever que problemas ya existentes se agudizarán y surgirán otro nuevos, de los que sus tradicionales rivales, Rusia y China, podrán sacar provecho para su propio beneficio en detrimento de sus intereses.
Uno de los aspectos que les preocupa especialmente es el de las migraciones, porque entienden que se incrementarán debido a las catástrofes provocadas por la furia de la naturaleza cada vez más descontrolada.
De hecho, buena parte de los desplazamientos de poblaciones cada vez más numerosas por la desertificación, las inundaciones u otros fenómenos, como, por ejemplo, los que hemos vivido en Centroamérica y el Caribe, los huracanes. Los famosos “ríos de gente”, al decir del músico nicaragüense Perro Zompopo, que partieron hacia el norte después del paso de Iota y Eta, son un ejemplo palpable que reeditó en 2020 lo que ya había sucedido en otras oportunidades, como cuando entre octubre y noviembre de 1998 el Mitch arrasó Nicaragua, o el Stam El Salvador en 2007, o el Irma el Caribe en 2017.
Para el Pentágono y la Casa Blanca, estos fenómenos, que serán cada vez más frecuentes, constituyen un riesgo a su seguridad nacional, y se aprestan a enfrentarlos como tales, es decir, de la misma forma como se han enfrentado al terrorismo, al tráfico de drogas, o al crimen organizado: levantando muros, militarizando sus fronteras y reforzando la cooperación represiva con gobiernos de la región.
Asimismo, consideran que las circunstancias cada vez más apremiantes puede llevar a la desesperación, lo cual puede redundar en el fortalecimiento de grupos políticos radicales que desestabilicen países y regiones enteras, lo cual podría ser aprovechado por sus enemigos, como ya ha sucedido recientemente en el Medio Oriente, especialmente en Siria.
Y como si fuera poco, a esa visión crecientemente caótica que prevén agregan que países hostiles a ellos, que poseen el arma nuclear, como Corea y, eventualmente, Pakistán, podrían aprovecharse de la situación para capitalizar a su favor la situación.
Sobre esta posición de la Casa Blanca y el Pentágono hay varias cosas que decir. En primer lugar, que los Estados Unidos transforman una potencial crisis multifacética en un problema que tienden a resolver militarmente. Cada vez es más evidente que apelan al recurso de la fuerza y la imposición en el abordaje y resolución de conflictos, lo cual no hace sino evidenciar cómo se ha ido transformando en una potencia que se va quedando sin otros argumentos que los del matonismo.
En segundo lugar, que pareciera que se trata de una actitud que da por un hecho que el calentamiento global y el cambio climático seguirán adelante inevitablemente, y que aún en esa situación, en la que la humanidad se encontrará inmersa en un contexto que apunta a un desenlace fatal que la llevará a su posible desaparición, ellos seguirán apelando a las soluciones que dejan en segundo plano tratar el problema colectivamente, y solo mirarán por la preservación, si es que se puede en esas circunstancias tan apremiantes, por sus propios intereses.
Siendo ese el panorama que pintan para los próximos años, quisiéramos saber sus planes para las eventuales condiciones apocalípticas que se avecinarían en un planeta cada vez más hostil a la vida humana: ¿cuáles serían los privilegios que defenderían? ¿en qué lugar se sentirían a salvo, y quienes entre ellos serían los privilegiados que podrían encontrar algún tipo de refugio, aunque fuera temporal, a la tragedia?
Seguramente ya estarán pensando en nuevas “soluciones” basadas en la violencia y la represión para defender la seguridad del cada vez más pequeños grupos de privilegiados que emularán a los muchachos que cantando y riendo fueron a parar a las trincheras de la Primera Guerra Mundial en las que encontraron la muerte.
* Historiador, escritor y artista plástico. Licenciado en filosofía y magíster en Historia por la Universidad de La Habana. Catedrático, investigador y profesor en el Instituto de Estudios Latinoamericanos (IDELA), adscrito a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional (UNA), Costa Rica. Presidente de AUNA-Costa Rica.