El diálogo político, eje de la integración – Por Adalid Contreras Baspineiro
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Adalid Contreras Baspineiro
El diálogo político es la expresión y el nutriente de la voluntad integracionista que permite avanzar por el sendero de los acuerdos traducidos en tratados, normas y acciones de cooperación y complementariedad solidaria. Por el contrario, la pérdida de diálogo incentiva los rasgos diferenciadores. Lo dicho podemos apreciarlo en todo proceso integracionista y de manera aleccionadora en la experiencia de la Unión de Naciones Suramericanas.
UNASUR fue y sigue siendo una invaluable experiencia de encaminamiento de voluntades nacionales en pos de una identidad mayor, capaz de recoger las conquistas acumuladas en las experiencias subregionales como la CAN y el Mercosur, y con la capacidad además de tejer acuerdos intergubernamentales desde las características particulares de cada nación suramericana. Desde su inspiración de herencia bolivariana, se concibe UNASUR como una unión de naciones con pasado común, con aspiraciones históricas compartidas y un futuro que para ser posible requiere del trabajo cooperativo y solidario.
Una de las características de todo proceso de integración es el de su historicidad, que va cambiando con la dinámica de las sociedades diseñándolos con una capacidad de flexibilidad y acomodo a distintos procesos, siempre desde su matriz comunitarista que se alimenta con diálogo político, eje de todo proceso de integración. En esta dimensión, la creación de UNASUR en los primeros años de nuestro siglo, es producto de la voluntad concertada de los países suramericanos por superar su aislamiento en el contexto de una globalización que se autoabastece dividiendo.
Por esto es posible afirmar que el nacimiento de UNASUR no es un hecho casual, sino una construcción conjunta de países con políticas diversas que asumen la integración como condición de posibilidad para encarar proyectos desde un sur que nos da identidad en la diversidad y fortaleza unitaria. Sin excepción, los países suramericanos, todos, en una sucesión de cumbres presidenciales van labrando una voluntad política por la unidad, asumiendo la decisión de crear una institucionalidad que fortalezca acciones conjuntas por la democracia, la reducción de las asimetrías y comunalidades compartidas en integración económica, social, ambiental, conectividad, energía, comunicaciones y también una presencia concertada en los foros internacionales.
Solo a modo de referencias sobre la potencialidad del diálogo político integracionista, recordamos algunas conquistas en la experiencia de UNASUR que se tendrían que restablecer en el diálogo político contemporáneo. Por una parte, los avances en materia de ciberseguridad y otros acuerdos trabajados por el Consejo Suramericano de Defensa. En una realidad de transformación energética y ambiental, es pertinente recuperar y seguir construyendo el marco regulatorio regional propuesto por el Consejo Energético Suramericano. Las obras de infraestructura y conectividad realizados por el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento son fundamentales como expresiones tangibles de la integración física. En estos tiempos de pandemia serían de vital importancia el banco de precios de medicamentos y compras conjuntas promovidos por el Consejo de Salud.
Y, de manera especial, para reponer la sinergia integracionista continental resulta de vital trascendencia recuperar las políticas de migración y el estatus de ciudadanía suramericana que nos habíamos dotado, complementando los derechos de residencia que nos otorgan los bloques subregionales, con una institucionalidad que garantiza derechos regionales.
Estas y otras conquistas son expresiones de la voluntad unitaria desde la diversidad, construida sobre la base de un diálogo político que emerge desde las experiencias, propuestas y soberanías de cada país miembro con sus tiempos históricos diferentes. El diálogo político integracionista se forjó también con la vigencia de principios de no injerencia en las dinámicas internas de cada país. Expresiones de unidad desde dimensiones distintas que sólo son posibles con el diálogo político que valora la pluralidad, reflejan la autodeterminación de los pueblos, afrontando las diferencias y tejiendo destinos compartidos.
Sudamérica se estaba encaminando hacia una comunidad de naciones capaz de concertar posiciones e iniciativas frente a problemas comunes en el contexto regional y mundial, dando pasos concertados para el respeto y la profundización del orden democrático, y también propugnando acuerdos económicos y de seguridad, así como promoviendo el reconocimiento de la región como una zona de paz.
Como es sabido, este proceso se desestabiliza por la influencia de al menos tres factores. Los reflujos ideológicos conservadores que optaron por dejar el diálogo político y dar paso a la diferencia que separa, devolviéndonos al aislamiento. Otro factor es el de la desinformación, que lleva a lecturas poco objetivas del desarrollo de UNASUR y a edificar obstaculizadores para la construcción de una cultura de integración continental. El tercer factor se encuentra en la institucionalidad basada en acuerdos intergubernamentales, para una realidad que requiere de estructuras comunitarias supranacionales, con decisiones vinculantes.
En nuestros tiempos, la vigencia del discurso político por la integración y la unión de la región es una realidad invariable y una necesidad impostergable. En la historicidad de estos tiempos no vamos a poder encarar la crisis multidimensional sin banderas, acciones y voluntades comunes. Resolver la crisis sanitaria, el crecimiento de los índices de pobreza, la depredación de nuestros recursos naturales, la polarización política, la dependencia de los vaivenes del mercado internacional y otras expresiones de la nueva normalidad no es tarea posible de enfrentarse con el esfuerzo de cada país por separado. Necesitamos la unidad continental para recuperar protagonismo en los destinos del planeta e impulsar geoestrategias por un orden mundial menos asimétrico.
Necesitamos recuperar el diálogo político entre nuestros países para fortalecer la voluntad política integracionista con acuerdos por ciudadanías continentales. La profundización de las experiencias de integración existentes es un mandato. La reactivación de la CELAC es un esfuerzo esperanzador. Y la reinvención de la unidad suramericana es una demanda urgente, tanto desde las articulaciones entre países como desde las convergencias y complementariedades entre la CAN y MERCOSUR.