El complot contra el papa Francisco: quiénes, dónde, cuándo y por qué – Por Lucas Schaerer
Por Lucas Schaerer*
En la historia católica nunca ocurrió que un Sumo Pontífice exponga con tanta claridad un complot en su contra. Pero para todo hay una primera vez y, en este caso, ocurrió días atrás en Eslovaquia, donde Jorge Bergoglio les dijo en privado a unos pocos jesuitas que lo querían muerto. El hecho tuvo tanta trascendencia que pasada una semana del viaje, la noticia del complot contra el Papa siguió recorriendo por las redacciones del mundo, en particular por que escribió el artículo del sacerdote jesuita Antonio Spadaro, responsable de la revista Civittà Cattolica. Desde Argentina se pudo saber un poco más y aquí se cuentan los detalles que motivaron la denuncia pública.
Francisco conoce a los complotados. Sabe que se reunieron intramuros en su intento de avanzar en un cónclave, que no es otra cosa que la votación de los cardenales electores para la sucesión del Vicario de Cristo. Están desesperados por la fumata bianca.
Los clericales, los rígidos, temen a la Iglesia en salida, peregrina, que es pueblo. El centro, cada vez más pequeño en número, aunque muy rico, está resistiendo a la periferia, cada vez más grande y empobrecida, y se complota pensando que una inminente renovación del Sucesor de Pedro va mantener el clericalismo y evitar que se concrete, entre otras acciones, la reforma en la gobernanza del Vaticano, de la Curia Romana, que en boca de Francisco es “la última monarquía absolutista de Europa”.
La resistencia de los elitistas al primer Papa latinoamericano tiene lógica. Sólo basta con mirar América Latina: aquí vive el 62% de los bautizados del planeta. Y no es menor que de este lado del meridiano de Greenwich se gatilló un proceso único en la historia de la Iglesia Católica: la gobernanza episcopal, solo obispos, se está transformando en eclesial, todo el pueblo fiel de Dios. Por ese motivo el Papa señala a los complotadores como clericales. Porque justamente el choque es entre dos concepciones: clericales versus eclesiales.
América Latina se hace “Iglesia Fuente”, como define el filósofo uruguayo Albert Methol Ferré, y ya no es “espejo” de Europa. De allí que la Curia Romana se siente amenazada por la institucionalización de las mujeres en puestos jerárquicos y el reconocimiento en el magisterio del Papa de los indígenas en una conferencia eclesial. Pero también se piensan amenazados por los coloquios, las proclamas, las homilías y las cartas en favor de los movimientos populares, que demuestran que la periferia se hace cada vez más notoria en la Ciudad Eterna, poniendo en práctica la eclesiología heredada del Concilio Vaticano II.
La primera experiencia concreta de la periferia institucionalizada es la Red Panamazónica. La REPAM une a nueve países, mueve a una población de 30 millones de personas -en su mayoría indígenas-, para enfrentar con fe y con cargos en el Vaticano al saqueo de las empresas mineras, madereras, armamentistas, sojeras y petroleras, que amenazan de verdad a la Amazonía, el último pulmón y manantial de agua dulce de la Madre Tierra. Esa primera experiencia con la red eclesial amazónica avanzó tanto que llegó a un Sínodo con el Papa, el primero territorial y con tantas mujeres, en el interior del Vaticano. El encuentro duró casi un mes y trascurrió en el corazón del poder católico. Luego, fue avalado por el magisterio del Pontífice vía la exhortación titulada “Querida Amazonía”. Pero no terminó ahí. Sin correr, pero a paso acelerado, de ese Sínodo surgió la idea de crear la primera conferencia eclesial, que como no podía ser de otro modo, se bautizó Conferencia Eclesial Amazónica (CEAMA). Hoy, la preside el ex titular de la REPAM, el veterano cardenal brasileño y franciscano, Claudio Hummes. Pero lo que aterroriza a los complotadores no es un grupito indígenas organizados.
Observan espasmódicos que la gobernanza de tipo eclesial, ya no clerical, de América del Sur, ahora se despliega a toda América Latina por una doble vía: la convocatoria a la Asamblea Eclesial de noviembre próximo en México (ya recolectó 70.000 consultas de bautizados) y la reforma de la CELAM, la conferencia de los obispos latinoamericanos. Convertir a obispos en eclesiales es el pánico de los elitistas, de los complotadores. Lo consideran una de las acciones más temerarias sobre la faz de la Tierra contra su hombría.
El futuro de la Iglesia
Un laico, de vasta experiencia tanto en el centro como en la periferia del cristianismo, dijo entre amigos, con tono de sermón. “Si el CEAMA no tiene los estatutos aprobados todo el proceso de eclesialidad, la herencia más concreta del Concilio Vaticano II, muere como si nunca hubiera nacido. Sin CEAMA cae la Asamblea Eclesial. La suerte de ambas está conectada. Pero no es una pelea entre personas, aquí está en juego el futuro de la Iglesia”.
El otro paso firme del papa Francisco en la profundización de la periferia como “Iglesia Fuente” fue la reactivación de la Pontifica Comisión para América Latina (PCAL), a la que él mismo le había puesto llave tiempo atrás. Ante la avanzada clerical, hoy la reabre con una táctica lúcida y dos designaciones clave: nombró como directora a la teóloga argentina Emilce Cuda y al obispo villero de Río Gallegos a Jorge García Cuerva en la estratégica Congregación para los Obispos. El otrora argento Cuerva, venido del extremo sur del mundo, de la provincia de Santa Cruz, será sus ojos, oídos y manos en un organismo codiciado por la Curia Romana. La PCAL y la Congregación, Cuda y Cuerva, estarán a cargo de filtrar el listado de obispos. Por ahora esa valorada atribución la posee un “talibán” de los clericales, el cardenal canadiense Marc Ouelet. Intramuros, se sabe, ese es el hombre que frena el proceso eclesial, que mantiene pisada hace año y medio la aprobación de los estatutos del CEAMA.
Así lo cuenta una fuente avezada en la gobernanza vaticana: en los dicasterios (equivalentes a los ministerios en los Estados laicos) no quieren aprobar la conferencia eclesial. Sin embargo, -siempre según esa fuente- el Papa como legislador supremo no necesita apoyatura jurídica de otros para decretar la entrada en vigencia de los estatutos, redactados en sus argumentos teológicos por Carlos Galli, y en lo canónico por el cura y profesor Alfonso Borrás.
Los complotadores se envalentonaron con la operación del colon. Los apura el juicio por corrupción sobre el poderoso cardenal italiano, Angelo Becciu, el segundo de la Secretaría de Estado vaticano que ya perdió su potestad de cardenal y votante en un cónclave obispos. El mismo día de Becciu fue sentado en el banquillo de los acusados, poco más de un mes atrás, en un sector de la prensa italiana se publicó y en la argentina se amplificó, que el Papa iba a renunciar a su cargo por no estar en condiciones de salud.
Los bergoglianos hacen cuentas. El Papa logró que 85 millones de personas vuelvan a los brazos de la Iglesia católica. No hace proselitismo, pero su movimiento de persuasión, de convencimiento con la propia realidad, lo hace sumar de a millones. Reconstruye, masivamente y a paso firme, la casa que estaba derrumbada.