El bitcoin en las calles: “es la astucia de cada quien” – Por Valeria Guzmán
Por Valeria Guzmán
Las paredes del pequeño salón de belleza de Adela Avendaños están llenas de diplomas. Hay certificados por haber completado formación en técnicas de masaje, estilismo y cosmetología. Adela Avendaños es una emprendedora de 42 años del mundo de la belleza. Le gusta aprender técnicas nuevas para su oficio. Se enorgullece de sus diplomas. Y, si dieran diplomas por haber aprendido a usar las billeteras de bitcoin, también los tendría colgados en su salón. Ella, desde hace más de un año, desde antes de que existiera una ley para ello, acepta pagos en bitcoin en su negocio.
Tras trabajar como empleada de un almacén, empezó a formarse en servicios de belleza. Hace ocho años logró abrir su propio salón en un local frente al parque central de Antiguo Cuscatlán. En su salón no vende solo productos de belleza, también ofrece juguetes, camisetas y gorras con la cara del presidente Nayib Bukele. Es la mañana del 7 de octubre y Adela no tiene clientas en su salón. Sus manos están manchadas con tinte de pelo por trabajos realizados otros días. La estilista cuenta que ingresó al mundo de la criptomoneda con “Bitcoin Beach”, la billetera que se desarrolló en la playa El Zonte, en La Libertad. Es una entusiasta de la moneda.
“Un amigo que tenía bastante experiencia me involucró en esto. De hecho, yo lo puse por los extranjeros”, cuenta. Antes de usar la Chivo Wallet, la billetera promovida por el Gobierno, ya sabía utilizar otras billeteras electrónicas y conocía la jerga de la criptomoneda. Cuando el bitcoin aún no era ley, recibía quizá dos compras al mes en criptomoneda, pero durante el último mes esa cantidad se ha multiplicado. Contenta, saca su celular y empieza a contar las transacciones recibidas con Chivo Wallet en un mes. Son veinte. La mayoría son de personas jóvenes que han llegado a comprar productos como juguetes, cosméticos y sandalias. Sus clientas del salón aún le pagan con dólares los cortes, tintes y masajes.
Adela no es el denominador común entre los salvadoreños. A inicios de septiembre, el Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop) de la UCA publicó una encuesta que reveló que la mayoría de salvadoreños rechazan la adopción de esta criptomoneda como moneda nacional. Dicha encuesta afirmó que 82.8 % de cada 100 personas encuestadas respondió tener poca o ninguna confianza en el bitcoin.
La billetera promovida desde el Gobierno se llama Chivo Wallet. La empresa que la administra es de carácter privado, pero financiada con fondos públicos. Además, Chivo cuenta con espacios físicos para dar atención a los usuarios. Estos se diferencian entre “puntos Chivo” y “cajeros Chivo”. De acuerdo con la web de dicha empresa, hay instalados 201 cajeros en el país. En 53 de esos, también funciona un “punto Chivo”. Es decir, una caseta donde hay personas de atención al cliente auxiliando a los usuarios. El Gobierno no ha escatimado en su intento por popularizar su billetera para bitcoin.
Los puntos Chivo tienen un notable dispositivo de seguridad permanente que al menos consta de dos soldados y un policía. Al ser Chivo una empresa de carácter privado, no está obligada a rendir cuentas bajo la Ley de Acceso a la Información Pública. Oficialmente solo se conoce que la adopción del bitcoin le ha costado al menos $205.3 millones a El Salvador. Han dicho cuánto, pero no de dónde.
Desde que la billetera Chivo estuvo disponible, la cuenta de Twitter de Nayib Bukele ha funcionado también como una especie de soporte de servicio al cliente. Ahí da explicaciones de los problemas de la billetera y usuarios le piden ayuda para que resuelva errores de la misma. El tres de octubre, Bukele aseguró que se han registrado más de tres millones de usuarios, siendo El Salvador un país que ronda los 6.5 millones de habitantes. Pero, desde el inicio del lanzamiento de la billetera hay personas que han denunciado que alguien más se registró con su número de DUI. Así, el número que promueve el presidente en realidad puede ser menor. Sin embargo, hay un sector de la población que está usando el bitcoin en la cotidianidad. De ellos va este texto.
Durante las últimas dos semanas, El Faro habló en la calle con 15 usuarios de la Chivo Wallet de diferentes municipios, oficios y edades que se encontraron en los alrededores de puntos o cajeros Chivo. Algunos de los entrevistados no quisieron identificarse con su apellido y solo brindaron su nombre de pila. Casi todos usaron la aplicación para sacar los $30 de bonificación que ofrece el Gobierno y, aunque no todos terminan de entender cómo funcionan las criptomonedas, varios se muestran optimistas por tener la oportunidad de ganar $1 o $2. En El Salvador, de acuerdo a datos oficiales, el 43.1% de la población económicamente activa labora en la informalidad. Cuando no se tiene un sustento garantizado $1 o $2 hacen la diferencia entre un plato de comida y el hambre.
En el parque Daniel Hernández de Santa Tecla se han colocado toldos de plástico y sillas para que la gente espere su turno frente al punto Chivo. En la tarde de este cinco de octubre, Sabi se encuentra esperando en la fila. Ella es empleada de una empresa de pan. Tiene 36 años y está a favor del uso del bitcoin. El bono de $30 dólares que el Gobierno le dio por descargar la aplicación lo usó para comprar comida en un supermercado. El de su esposo, decidieron canjearlo por efectivo.
En teoría, la bonificación de $30 en valor de bitcoin no puede ser retirada de un cajero. Es un estímulo gubernamental para que la gente aprenda a usar el bitcoin. Pero el esposo de Sabi, como otros salvadoreños, encontró una forma. Transfirió el bono desde su propia billetera hacia la billetera digital de su esposa. Tras haber realizado esa transacción, explica Sabi, sí pudo retirar su equivalente en dólares. “Con mi esposo, él me pasó lo de él en dólar -porque para sacarlo tenemos que pasarlo a dólar-. Mis $30 se fueron en compras. Y los de él los vamos a sacar”, detalla la mujer.
Después de Sabi, en la fila es el turno de Priscilla, una empleada de atención al cliente. Ella tiene 22 años y ojos profundos y acentuados por un delineador negro. Su plan con el bitcoin incluye ciertos cálculos. Priscilla, al igual que el esposo de Sabi, también sacó en efectivo el bono gubernamental. Pero ella decidió dejar el equivalente a $5 en su billetera electrónica, en bitcoin. Desde entonces, ha visto como el valor del bitcoin decae y sube. Cuando recién aprendía a usar la Chivo Wallet, vio como sus fracciones de bitcoin perdían y perdían valor en dólares. Y, aunque se tratara de centavos, Priscilla estuvo pendiente. “Me bajó casi a $4”, confiesa. Pero luego dejó de preocuparse porque el valor del bitcoin ascendió. Este lunes 5 de octubre un solo bitcoin se cotiza a $50,125,50 por unidad y Priscilla está contenta, porque los $5 iniciales se le han multiplicado por dos. Ahora ya tiene en bitcoin lo equivalente a $10.
Priscilla está convencida de que el bitcoin es “una moneda que es el futuro”. Aún así, lo poco que gana a partir de los $5 que dejó en bitcoin en su cuenta, lo convierte a dólares para que no fluctúe hacia abajo. Algunos especialistas en bitcoin aseguran que una de las condiciones que hacen de El Salvador un país poco adecuado para esta moneda es justamente la economía de subsistencia de la mayoría de sus habitantes. Tal como Priscilla, algunos pueden esperar, pero no mucho ni con tanta inversión. Pueden esperar unos días a que sus cinco se hagan cuatro y luego diez. Hasta ahí. Ahora, Priscilla hace fila sentada en estas sillas blancas para cobrar lo de un amigo. “Ahorita vengo a sacar otros $30. Son de un compañero que me los pasó a mí”, dice.
Después de Priscilla, llega a la línea de espera de Chivo un hombre de 45 años que prefiere no identificarse. Dice que es electromecánico. Dice que está a favor del bitcoin como moneda nacional porque probó utilizarlo para comprar gasolina y se la aceptaron. Sin embargo, admite que no termina de entender el funcionamiento de la moneda. Por ello, cuenta que ha venido a preguntar algo a los empleados de Chivo. “Para mí esto es de aceptación… Solo que ahorita vengo a preguntar si más adelante esto no va a perjudicar en el aspecto de que si va a desaparecer o qué”, confiesa. Teme que su dinero pueda esfumarse de la billetera ante su inactividad de transferencias: “Siento que (el dinero) se puede perder si no lo muevo”.
Detrás en la fila viene Nelson, un hombre de 33 años que está indeciso con su postura ante el bitcoin. Lo que tiene claro es que no le gusta cómo fue aprobada la ley que la hizo moneda legal. “Estamos como con el dólar, que no fue consultado”, dice. La ley fue aprobada a la medianoche, el 9 de junio. El trámite fue exprés. Entre la presentación pública del proyecto de ley y su aprobación pasaron solo cinco horas. Por eso Nelson, quien hace fila en Santa Tecla agrega: “Vengo a pedir información más que todo. No consultan nada y solo dicen que lo tenemos que usar, aunque no es obligación usarlo, pero va a haber un cierto tiempo en que sí”, comenta un poco molesto.
En Santa Tecla, mujeres como Priscilla y Sabi admitieron que sacaron el dinero del bono para poder hacer compras para el hogar. Pero también hay usuarios de la Chivo Wallet que están comprando fracciones mínimas de bitcoin, que lejos de cambiar a dólar están cambiando dólares por bitcoin. O sea, están invirtiendo en moneda virtual.
En La Palma, Chalatenango, a 85 kilómetros de la capital, el martes 12 de octubre, durante la hora del almuerzo, un agente de la policía y un empleado de Chivo se mantienen al lado de un cajero. El empleado cuenta que se sorprendió hace unos días, cuando vio que un grupo de seis personas llegó al cajero y cada una invirtió $1,000 mientras eran resguardados por la seguridad del cajero: un policía y dos soldados.
Este martes en toda La Palma no hay venta de licuados, no hay bocinas con música en los negocios y tampoco hay manera de usar el cajero Chivo porque no hay electricidad. La empresa de energía, AES, anunció un corte para hacer mantenimiento en los generadores desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la tarde. En la tarde, cuando la energía vuelve, las luces del cajero se encienden y empieza la peregrinación de curiosos y convencidos hacia el aparato.
Pronto llega un joven de short deportivo gris, camiseta blanca y celular en mano. Hace una transacción y se aleja del cajero. El empleado de Chivo cuenta que el muchacho que se acaba de ir compró $400 dólares en bitcoin nada más regresó la luz.
Pasadas las tres de la tarde, llega una maestra llamada Irma, de 52 años, y su hija. Ellas intentan sacar en dólares el dinero del bono de $30, pero no pueden. “Ayúdenos aquí”, le pide la docente al empleado de Chivo. “El dinero del bono no se puede sacar, pero se puede ir a comprar en tiendas y supermercados”, le responde el empleado del cajero.
El empleado de Chivo se llama Edwin, tiene 19 años, y es un joven que habla con amabilidad desmesurada. A quienes llegan y no intentan sacar el bono del Gobierno en efectivo, él les explica con paciencia cada paso que hay que hacer para invertir en bitcoin o para recibir remesas. Edwin cuenta que estudió hasta bachillerato y que ha sido comerciante, ha trabajado en atención a cliente, en venta de servicios funerarios y, durante el inicio de la pandemia, como enterrador de cuerpos bajo protocolo de Covid-19.
Edwin, agradable y con voz suave, relata que fue capacitado en línea sobre cómo utilizar la aplicación y los cajeros automáticos. Con este nuevo trabajo apoya económicamente a su mamá. Dice que lo común es que aquí la gente venga a recibir remesas. De acuerdo con el Banco Central de Reserva, las remesas que ha recibido El Salvador entre enero y septiembre de este año sumaron US$5,241.7 millones.
El 22 de agosto, Bukele utilizó -de nuevo- sus redes sociales para hablar de las bondades del sistema Bitcoin. Dijo que las remesas enviadas a través de bitcoin se ahorrarán las comisiones que cobran otros servicios. Y aseguró que El Salvador paga “$400 millones al año en comisiones por remesas”. Para completar su promesa de ahorro y bondades de la Chivo Wallet, en Estados Unidos se instalaron 50 cajeros Chivo. Están repartidos en los estados de California, Florida, Georgia, Illinois y Texas.
De vuelta a El Salvador, en el municipio de Antiguo Cuscatlán, uno de los puntos Chivo fue construido entre la escuela pública y un portal donde venden platos de comida económicos. Uno de esos comedores tiene tres carteles hechos con plumón en páginas de papel bond. Ahí alguien dibujó el símbolo del bitcoin, lo enmarcó en un círculo y lo tachó con una línea diagonal roja. Doña María, la señora de 75 años que atiende el comedor, dice que no acepta el bitcoin porque no sabe usar celulares. Su hijo, Ricardo, responde que han decidido no usarlo porque no les conviene arriesgarse a perder dinero “en un bajón” del bitcoin.
Al cajero de Antiguo Cuscatlán también llegan usuarios a invertir. Por ejemplo, Cristian es un joven de 22 años que visitó el punto Chivo el 5 de octubre. Él trabaja como cajero de un supermercado. Mientras camina hacia la parada de bus, sostiene que el bono promovido por Bukele le motivó a entrar al mundo de las criptomonedas. Pero su bono duró poco. “Yo me gasté los $30 del Gobierno al principio, porque todos teníamos dudas de eso. Pero, ya con el paso del tiempo, solo invertí $5 y sí vi ganancia”, dice emocionado. Su ganancia, cuenta, fueron otros cinco dólares. “Eso lo saqué, pero quiero volver a invertir”, dice ilusionado.
Después de Cristian, un señor termina de hacer su transacción en el cajero. Se llama Luis Monroy, está a favor de la criptomoneda y accede a ser entrevistado. Para ello, camina hacia un lado del cajero, alejado de los policías y soldados que vigilan la caseta. Pronto, un soldado se coloca detrás de él para escuchar la conversación a pesar de no haber sido invitado. El entrevistado cuenta que es ingeniero informático, que tiene 50 años y que antes tenía dudas sobre las intenciones de Bukele. “Yo tenía cierto temor con este presidente, porque dije: ‘este va a implementar el socialismo’. Pero este señor está apoyando a los empresarios”, sostiene aliviado.
Luis Monroy asegura que no tiene preferencias políticas partidarias por nadie, pero que entiende que la población apoye a Bukele porque está “dando” cosas. Pone de ejemplo que en las comunidades pobres de El Salvador “nunca habían dado un beneficio como las cajas (de alimentos)”. Esta medida del Gobierno de Bukele no ha estado exenta de irregularidades. En septiembre, este periódico reveló que Osiris Luna -el viceministro de Justicia y Seguridad Pública- vendió 42,000 sacos de alimentos que eran para los afectados de la pandemia, valorados por la Fiscalía en $1,609,087.50.
En los comercios, a paso lento
De acuerdo con una encuesta publicada a inicios de octubre por la Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (Fusades), el 93% de empresas en el país no han reportado ingresos a través del bitcoin. El mismo estudio señaló que solo el 2.1% de los consumidores salvadoreños están ocupando la criptomoneda de manera cotidiana.
Adela, la estilista de Antiguo Cuscatlán, es parte de ese pequeño porcentaje. Ella está convencida de que el bitcoin es el futuro de la economía salvadoreña. Ya antes de la ley, tenerlo como opción de pago fue una oportunidad de venta, asegura. Turistas curiosos le preguntaban si era una broma su cartel que decía que aceptaba bitcoin. Así se iniciaba una plática y ella cerraba venta. Ahora, a casi dos meses de entrada en vigor la ley, ya nadie pregunta si se trata de una broma.
Cuando se le pregunta qué opina de las personas que se oponen a esta moneda, Adela la compara al dólar. Ella responde que, al menos, el uso del bitcoin no ha sido impuesto. Desde su surtido salón de belleza cuestiona a los detractores. “Hay gente que es bien cerrada, que dice no, y cuando les impusieron el dólar… se los impusieron. Aquí, gracias a Dios, es opcional. Es la astucia de cada quien aprender”. Eso sí, para hacer lo que Adela dice, hay que tener al menos tres cosas: un celular inteligente, conexión a Internet y nociones básicas sobre cómo funcionan las criptomonedas.
Flora Gómez, de 65 años, no tiene ninguna de las cosas mencionadas anteriormente. Tiene el pelo canoso, la piel quemada por el sol y un canasto lleno de chipilín que aún le falta por vender. Ella comercia en un portal de Santa Tecla, y sus razones para rechazar el bitcoin son sencillas: “Yo soy de calle al Boquerón, nosotros no lo queremos. Es una moneda que no la conocemos. ¿Y cómo la vamos a conocer si no la podemos agarrar con la mano?”, se pregunta desde su puesto.
A 97 kilómetros de donde Flora vende chipilín, la venta y reparación de computadoras llamada “Soft Logic” anuncia con un pequeño cartel que “se aceptan pagos en bitcoin”. El negocio está ubicado en La Palma y es atendido por Zeledonio Guevara. Él cuenta que en el centro del municipio ya hay varios negocios que aceptan la criptomoneda. En concreto, recuerda tres. Este martes de mediados de octubre, Zeledonio reconoce que aceptó el bitcoin porque temía perder clientes. Desde la adopción de la ley, varios llegaron a preguntar si ya podían pagar con esa divisa. Calcula que fueron 10 personas a las que le dijo que no, antes de que su jefe decidiera que sí, que era hora de empezar a aceptar los pagos en criptomoneda.
Empresas grandes incluso han presentado ofertas para incentivar el uso de la Chivo Wallet. La gasolinera UNO tuvo por semanas una promoción donde descontaban 20 centavos al precio del galón de gasolina al pagar con dicha billetera.
Entre La Palma y la capital, el empleado de la gasolinera UNO de Aguilares, Ricardo Rodríguez, dice que cada día varias personas pagan en bitcoin, aunque no la mayoría. Las principales ventas que realiza con la Chivo Wallet -confiesa- son de motociclistas que gastan $3 o $5 en gasolina. A veces ha experimentado errores en la aplicación y las compras no se han podido realizar. “Se ha suspendido por ratos, porque tira error, tanto al cliente para pagar, como para nosotros como comercio, pero ha sido bien raro que se dé ese caso”, relata.
El martes 19 de octubre, la aplicación de Chivo Wallet estuvo en mantenimiento. Esto se tradujo en que una buena parte de los usuarios no pudieron hacer uso de sus fondos. En redes sociales, el descontento se hizo público. El usuario de Twitter Manuel Quinteros denunció al soporte en línea de la billetera que “tenía que poner gasolina al carro y pues adivinen… Sí, estaba en mantenimiento. Bien chivo que te pase eso”, escribió sarcásticamente. Durante el día, más comentarios de este tipo se repartieron por la red social.
Para otros, ese día empezó de forma más amable porque se convirtieron en “millonarios” de la noche a la mañana. Por algún error que luego se corrigió, las billeteras Chivo de algunos amanecieron con saldos que iban desde los $2 millones hasta los $150 millones. Durante buena parte de ese día, al intentar entrar a la aplicación, una pantalla en blanco aparecía. “Nos encontramos en mantenimiento”, se podía leer en la aplicación. El Gobierno no habló del error de la aplicación en público. Tras la pausa por “mantenimiento” de la aplicación, los nuevos millonarios dejaron de serlo.
Y aunque las encuestas anunciaron un rotundo desprecio al bitcoin como moneda nacional, entre los convencidos lo que impera es optimismo. Esperan ser parte del futuro digital que promueve el presidente. Un futuro que, de momento y lejos de los quioscos Chivo, solo unos pocos ven.