UNQ | Cultura pop: entre la celebración y la resignificación

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Leonardo Murolo e Ignacio Del Pizzo, docentes e investigadores en la UNQ, se desmarcan de los prejuicios y analizan el presente, protagonizado por la cultura de las selfies, la presencia de los influencers y la construcción de los vínculos por redes sociales.

“Todo el tiempo estamos hablando de lo mismo. Son temas que nos interpelan, que nos gustan, que nos entusiasman y, por todo eso junto, decidimos estudiarlos”, señalan a dúo, Leonardo Murolo e Ignacio Del Pizzo, en una charla por Zoom. Sus ideas se complementan, sus voces encajan como piezas de rompecabezas; y, aunque a veces se solapan, jamás se molestan. “Cultura pop. Resignificaciones y celebraciones de la industria cultural en el siglo XXI”, editado por Prometeo, es el libro que de manera reciente publicaron los docentes e investigadores. El material recupera charlas de café, debates a pecho abierto en clases presenciales y virtuales, producciones escritas previas, ponencias en congresos y sueños intelectuales que ambos construyeron en el marco del proyecto de investigación de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) “Tecnologías, política y cultura popular y masiva. Usos y narrativas de la comunicación en redes”.

Ahora bien, no todo fluye como aparenta. Basta con consultar por el título del libro para que comiencen a florecer los matices. Es que definir un concepto –que puede ser colmado de tantos sentidos diferentes– como el de cultura pop suele ser intrincado, tanto como delimitar alta y baja cultura; ubicar lo culto y lo inculto; desmenuzar lo oficial de lo negado; separar lo legítimo de lo falso. Dice el escritor y antropólogo Néstor García Canclini, para ahorrarnos el palabrerío, que aproximadamente existen 150 acepciones del concepto de cultura. Murolo y Del Pizzo conocen el entramado en el que se introducen, pero le hacen frente con una sonrisa.

Para ustedes, ¿qué es la cultura pop? “Hacia mitad del siglo XX irrumpe un conjunto de manifestaciones culturales y expresiones artísticas, que se originan en lo popular. Surgen el rock, el jazz, el cómic y el grafiti, que comienzan a copar la forma del arte consagrado, los museos y las galerías de fotografía, pero a partir de temáticas pop”, se anima Murolo. Y, con entusiasmo, completa su razonamiento: “Los medios de comunicación también contribuyen, a partir de sus formas narrativas y prácticas, a redefinir la cultura pop. La lógica del star system, lo banal, lo efímero. En el siglo XXI, a los mass media, se suman los social media”. Las producciones culturales se mixturizan, se hibridan, se confunden hasta borrar los límites anteriormente impuestos.

Una teoría de la selfie; una exploración concienzuda de la pecera en la que se desplazan los influencers; los E-sports, que cuestionan la práctica y el consumo de los deportes tradicionales; el nuevo periodismo ejercido por personas –sin formación pero con muchos seguidores– que consiguen primicias y las comparten en sus canales, sin la necesidad de recurrir a los medios masivos: sobre todo ello trata la cultura pop en 2021. “Cuando pensamos en estas cosas tratamos de combatir el determinismo tecnológico, colocamos el eje en las personas, en los usos y en las apropiaciones que realizan. Apostar a pensar la cultura pop es también seguir bregando por reconocer todas las formas de construcción de conocimientos existentes en lo popular”, subraya Del Pizzo.

Más que audiencias

Y si las producciones en el siglo XXI adquieren otro aire, lo mismo ocurre con las audiencias, que se reconfiguran en paralelo. “Con el paso del tiempo, las audiencias han obtenido mayores posibilidades de acercamiento a aquello que las industrias culturales definen como star system. Cuando éramos chicos, bien podríamos haber formado parte de un club de fans, a partir de una distancia notable entre quienes producían y eran reconocidos por el mainstream y el resto de los mortales. Esa asimetría, si bien no se deconstruyó, sí se resignificó en el presente”, comenta Del Pizzo.

“Hoy existen diversas instancias de participación, hay más y mejores chances de vinculación entre públicos y productores de contenido”, remata. Lo que aún significa más, según sostienen los investigadores, no solo se redujo lo brecha entre productores de mensajes y público, sino también las propias audiencias adquirieron la capacidad de generar sus propios contenidos. Es lo que Manuel Castells, el sociólogo español, define como autocomunicación de masas: los individuos de a pie, los ciudadanos comunes y corrientes, pueden crearse una cuenta en una red social y diseñar mensajes que conquisten públicos masivos.

Dicen los autores al comienzo del libro: “En el terreno cultural, ninguna expresión, formación o práctica puede declararse finalizada y aducir que en su totalidad quedó obsoleta, al tiempo que prácticamente ninguna otra puede consagrarse, por más esfuerzo que se haga, como lo intrínsecamente nuevo”.

-La frase recuerda a Raymond Williams, ¿a qué se refieren con ella?

– En las prácticas del siglo XXI, se observan fenómenos cuyo origen podría ubicarse en tiempos anteriores. Por ejemplo, la irrupción de los fans en redes sociales como Twitter o Instagram existe desde los 60’s con Star Trek. Los Trekkies eran fanáticos que producían sus propias ficciones, utilizando fragmentos de aquello que veían. De manera que si uno lo observa con lupa, es posible señalar que las audiencias siempre participaron, solo que los canales de retorno eran diferentes a los actuales.

Quien responde es Murolo que luego aporta un nuevo ejemplo. “La fotografía social, que emergía en cumpleaños, graduaciones y vacaciones, tenía como destino un álbum de fotos o un portarretrato. Hoy se comunica a partir de las redes de un modo instantáneo. La novedad es que las imágenes son producidas para ser publicadas de inmediato, pero fotos sacamos desde hace mucho”. En efecto, que la intimidad se externalice no es ningún invento de Instagram. A los humanos les gusta mostrarse: a algunos más que a otros.

La política pop

El 12 de septiembre se celebran las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias nacionales, y la campaña calienta motores. Los candidatos y candidatas que se medirán en las PASO recurren a los medios tradicionales, como la TV, la radio y la prensa gráfica, pero saben que buena parte de sus chances de participar en la contienda definitiva de noviembre se juega en las redes. “La política hoy participa del debate en el espacio público a través de las nuevas herramientas digitales. De hecho, los políticos saben que deben hacerlo”, advierte Del Pizzo. Pero las redes no solo se emplean como canales de promoción de los espacios políticos durante las elecciones: “Los políticos se mandan condolencias y saludos de cumpleaños por redes. Esto tiene que ver con satisfacer un deseo que el público pop está esperando. Lo hacen porque existen las redes, porque juegan el juego, porque conocen las reglas y las dinámicas”, expresa Murolo.

No obstante, el hecho de que existan los espacios no implica la obligación de ocuparlos. “Manejar mal las redes también puede salir caro a los políticos. Querer estar en todos lados puede llegar a ser nocivo”, apunta Del Pizzo. En Twitter, por caso, se producen diálogos políticos que en el pasado se podrían haber desplegado en las mesas de programas clásicos como los de Mariano Grondona y Bernardo Neustadt.

Rupturas

Ahora bien, si todas las prácticas guardan relación con fenómenos del pasado, ¿qué tiene de novedoso este tiempo que justifica la importancia de haberlo estudiado?

“No todo es continuidad. Las modificaciones principales pueden reconocerse en la inmediatez con la que circulan los contenidos. Lo novedoso es la posibilidad de ciertas formas expresivas, que hasta hace poco tiempo no existían, así como también la mediatización de casi todo. Hay una cantidad increíble de enunciados que circulan a través de múltiples soportes, formatos y lenguajes, que no solo reconfiguran lo que decimos sino nuestras propias identidades”, asegura Murolo. La digitalización e internet, al mismo tiempo que establecieron continuidades profundas, también constituyeron un punto de inflexión para la emergencia de narrativas transmedia. “Hoy el nostálgico de Star Trek mira Stranger Things, pero lo hace a través de Netflix, en un Smart Tv y lo comenta en sus redes, mientras espera la respuesta casi instantánea de otros fanáticos”, compara Del Pizzo.

Walter Benjamin, en La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica, señala que en cada momento histórico operan diferentes esquemas de percepción sensorial. Desde esta perspectiva, lo comprende Murolo: “El sensorium de cada época tiene que ver con la percepción del espacio y del tiempo. Quizás, la particularidad del siglo XXI es que tenemos una concepción espacio-temporal tiranizada por el sistema capitalista, que nos insta a hacer muchísimas actividades a la vez. Todo lo hacemos a una velocidad increíble: la información llega tan rápido como es reemplazada”. De aquí, el fenómeno de las fake news, en un marco de posverdad.

¿Apocalípticos o integrados?

A mediados de los 60’s, el semiólogo y reconocido intelectual italiano Umberto Eco, escribió el clásico Apocalípticos e integrados. En él, desplegaba las características que correspondían a ambas categorías: mientras los primeros se oponían a la cultura de masas, los segundos encarnaban una interpretación más benévola. En la actualidad, el concepto de cultura de masas puede resultar difícil de aplicar, sin embargo, es útil para estructurar dos perspectivas contrapuestas sobre los tiempos que vienen. Aunque a los científicos sociales están bien entrenados en escapar a los esquematismos, es posible una última licencia.

-¿Del Pizzo y Murolo son nostálgicos o, más bien, celebratorios?

-Soy tan nostálgico como celebratorio- dice Del Pizzo. Estoy entre un duelo permanente respecto de mi juventud y la celebración de ciertas expresiones actuales, de las cuales no formo parte pero las estudio. En esa nostalgia también están los vicios de un varón adulto, blanco, de clase media. Al mismo tiempo festejo prácticas actuales que, afortunadamente, suceden y son enarboladas por las juventudes del presente.

-Yo me siento más bien celebratorio- retruca Murolo. Para Eco sería integrado, sin dudas. Estudiamos lo novedoso y, en general, ello proviene de los sujetos jóvenes. Cuando uno trabaja con juventudes, no queda otra que celebrar sus sentidos, la producción de identidades, los usos del espacio público, sus propios cuerpos. Donde otros ven tribus urbanas para exotizarlas, nosotros vemos el motor de la historia.

Fuente-Universidad Nacional de Quilmes


 

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