Por Humberto J. González Silva
Un memorándum de entendimiento tiene por objeto dejar sentada la voluntad de las partes para emprender una negociación y llegar a un acuerdo. Ese es el texto suscrito en México.
Aunque no lo digan los manuales, el primer paso para acordar un memorándum de entendimiento es la clara identificación de las partes. Y he aquí el primer avance: firma de un lado, el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela; del otro, la denominada Plataforma Unitaria de Venezuela (PUV). Como en el armisticio suscrito por Bolívar y Morillo, en las firmas está el reconocimiento de las legítimas autoridades: este 13 de agosto, todos los factores políticos que han servido la mesa para el bloqueo y la agresión de los Estados Unidos y sus socios contra Venezuela, se han visto obligados a reconocer que el gobierno que existe en Venezuela es el del presidente Nicolás Maduro. Las fuerzas que apoyaron la farsa de un gobierno interino se admiten ahora solo como una “plataforma”. Los puntos de la agenda confirman la posibilidad de que esta llamada “oposición” se incorpore a la dinámica institucional establecida en la Constitución.
Hay quienes creen que la economía es una cosa separada de la política. Pero las acciones protagonizadas o alentadas por la PUV, como el terrorismo de calle desplegado en 2014 y 2017, el atentado contra el presidente el 4 de agosto de 2018, el desconocimiento del gobierno establecido, la creación de instituciones paralelas, la campaña internacional de desprestigio, el intento de ingreso forzado a nuestro territorio en febrero de 2019, el golpe de estado por toda la regla del 30 de abril de 2019 o la Operación Gedeón de 2020, ¿acaso no se juntan con las medidas coercitivas unilaterales para desmadejar la economía nacional?
A los sabios que recomiendan recetas neoliberales les gusta hablar de “confianza de los inversionistas”, “seguridad jurídica”, “estabilidad política” como claves para el crecimiento económico… Bien saben que las acciones de la PUV se han desarrollado como una guerra para hacernos la vida insoportable.
Los diálogos iniciados en México son una puerta que se ha abierto producto de la firmeza del Gobierno Bolivariano, del valor y resistencia de un pueblo. Una posibilidad de cambiar los términos de esta guerra y echar adelante la paz.