Gigantesco fiasco – Por Aloizio Mercadante

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Por Aloizio Mercadante*

El 7 de septiembre es una fecha relevante de la historia nacional (1).  Lo que esperábamos todos era el discurso de un estadista, que se solidarizaría con las víctimas del Covid-19, que se ocuparía de la grave crisis económica y social y que presentaría propuestas para la reconstrucción de Brasil, como lo hizo el presidente Lula. Pero, además de una apropiación indebida de la fecha de la independencia, Bolsonaro intentó desencadenar un estado de golpe permanente. Tiró todo lo que tenía para movilizar sus bases de extrema derecha y amenazar el estado democrático de derecho: atacó instituciones, maldijo a ministros, paralizó algunas carreteras e intentó crear un clima de golpe de Estado con sus amenazas a la Corte Suprema y las elecciones presidenciales.

Sin embargo, el resultado fue la profundización de su aislamiento político y, al final, una retirada típica de un cobarde. Un espectáculo humillante y desmoralizador como nunca para un jefe de estado en nuestro país.  Queda claro que ese intento de golpe tendría su desenlace en las elecciones presidenciales del año próximo. Por eso, el foco de Bolsonaro es atacar el sistema electoral brasileño, defender la vuelta del voto impreso y atacar al Tribunal Supremo Electoral (TSE) y a sus ministros. En esta táctica golpista Bolsonaro mostró sus cartas.

La primera fue la estrategia de Steve Bannon de manipulación de las redes y de diseminación de desinformación y de fake news masivamente, como ocurrió en 2018.  De ahí el veto presidencial al artículo que criminaliza campañas de desinformación en la Ley de Defensa del Estado Democrático de Derecho y la edición de la Medida Provisional que blinda la red bolsonarista de mentiras y dificulta que las plataformas retiren publicaciones engañosas del aire. El intento de articularse con una nueva red digital de propiedad de un exasesor de Trump es parte de este movimiento.  Resultó evidente que una de las preocupaciones centrales de Bolsonaro era el desenlace de la investigación de fake news en el Supremo Tribunal Federal (STF), presidido por el ministro Alexandre de Moraes, llamado «canalla» y luego en seguida elogiado como «profesor y jurista». El temor de Bolsonaro es la exposición del esquema criminal de financiación de noticias falsas.

Bolsonaro también apostó por el apoyo de algunas empresas del agronegocio depredador, cuya dinámica es la acumulación primitiva de capital y que se centró en el juicio del marco temporal de los pueblos indígenas por parte de la Corte Suprema. Además, en las milicias y en segmentos de las policías militares que podrían promover una insubordinación disciplinar, jerárquica y de mando de los gobiernos de los Estados. Y también en la movilización de la base evangélica conservadora y fundamentalista.

A pesar de la no adhesión de las policías y de la disminución del compromiso y de la capacidad de movilización de los evangélicos fundamentalistas a los actos golpistas, las empresas del agronegocio llegaron a paralizar algunas carreteras del país. No podemos ignorar que una insurrección de las policías en vísperas de elecciones puede desestabilizar el proceso electoral. Por eso la necesidad de una regulación más rigurosa y severa que impida esa posibilidad en los cuarteles y, en el caso de los camioneros, que asegure el derecho de ir y venir con una legislación más específica y rigurosa.

El intento de desatar un estado golpista permanente el 7 de septiembre profundizó el aislamiento político de Bolsonaro, pero la firma de la “carta de rendición” propuesta y redactada por el golpista Michel Temer, desmoralizó al liderazgo de Bolsonaro junto a amplios sectores de su base social misógina, racista, sexista, oscurantista, pero movilizada. Una base que fue convocada para derrocar ministros o cerrar el STF. La humillación patrocinada por el golpista Temer -que ha sido siempre un profesional en traicionar y derrocar gobiernos, pero terrible en conseguir votos y ganar elecciones- abrió una fisura en este liderazgo y destruyó la poca credibilidad que aún conservaba Bolsonaro en su propia base.

Con la «carta de rendición», Bolsonaro salió en retirada y dejó a su tropa expuesta. Y todos sabemos que un comandante que abandona el campo de batalla es un desertor, que debe ser juzgado por la justicia militar. En el caso del exteniente golpista Bolsonaro, que trató de instalar bombas en los cuarteles, el juicio será de la historia y sobran motivos para el impeachment.

La maniobra de Temer deja de rodillas a Bolsonaro y representa otro movimiento de un personaje de las tinieblas, que se mueve en el pantano, para intentar que sea posible una tercera vía presidencial. Se trata de la continuación de un proceso que se inició hace rato, con la diferencia de que la presidenta Dilma Rousseff nunca se inclinó frente al golpismo de Temer y se mantuvo fiel a su compromiso con los más pobres y con los trabajadores, motivo por el cual la presidenta honesta fue destituida sin haber cometido el llamado “delito de responsabilidad”.

Con esta maniobra Bolsonaro perdió definitivamente el discurso de la nueva política, asumiendo cada vez más que siempre perteneció al Centrão (2), el único bloque político que aún impide el avance del impeachment. También perdió la condición de político antisistema, ya que es incapaz de explicar las “rachadinhas” (3), las casas suntuosas y el lodazal que lo rodean a él y a su clan familiar.

En la economía, el gobierno es un completo fracaso. El PIB sigue estancado, con la inflación llegando a casi dos dígitos. El ingreso promedio de la población cayó, desde 2019, un 9,4%; el de los más pobres un 21,5% y el de los ancianos un 14,2%. La masa de desempleados y desalentados ya alcanza a 20 millones de personas y el hambre y la miseria están esparcidas por todas partes. Por no hablar del precio extorsivo de los combustibles y del gas, del riesgo real de un inminente apagón energético y de los 585.000 muertos por la pandemia.

Es decir, Bolsonaro no se entrega aunque se demuestre inviable electoralmente. Como consecuencia de eso, el intento frustrado de un estado de golpe permanente. Como el tiro le salió por la culata, lo que quedó del 7 de septiembre fue un gigantesco fiasco, con un Bolsonaro abiertamente golpista pero cobarde, traidor de su propia base de apoyo, humillado y desacreditado, o sea: un comandante que se entregó.

Pero nosotros los demócratas no retrocedemos: ¡Fuera Bolsonaro!

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  1. El 7 de septiembre de 1822 fue declarada la Independencia de Brasil, fecha de la fiesta nacional de la República.
  2. El Centrão es un grupo compuesto por 170 a 220 diputados (según estimativas) de diferentes partidos del llamado “centro” político, que se unen para defender sus intereses en el parlamento y/o junto al poder ejecutivo.  Esos parlamentarios/partidos que lo integran no tienen un posicionamiento ideológico muy claro y tratan siempre de negociar apoyo al ejecutivo a cambio de cargos en la administración pública.
  3. Rachadinhas: (pequeñas grietas) es el nombre popular que se le da a la “desviación de salarios de asesores” que consiste en la práctica de transferencias de parte o de la totalidad del salario de un funcionario a parlamentarios municipales, de los estados o federales.

Traducción: Mila Frati* Aloizio Mercadante es doctor en Economía, profesor universitario y presidente de la Fundação Perseu Abramo. Fue diputado, senador, ministro de Ciencia y Tecnología, de Educación y de la Casa Civil en los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT), y uno de los fundadores del Grupo de PueblaFocus Brasil Fundação Perseu Abramo


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