Cambio climático y el gas como energía puente: dilemas de la transición – Por Juan Acacio y Gabriela Wyczykier

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Por Juan Acacio* y Gabriela Wyczykier**, especial para NODAL

A principios del mes de agosto se publicó el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático que depende de la ONU. Este informe alerta acerca de los efectos cada vez más irreversibles de la actividad humana sobre la sostenibilidad de la vida en el planeta tal como la conocemos. Como apuntan los expertos, la crisis climática que estamos viviendo no tiene precedentes en los últimos cientos de años, y algunas de las transformaciones que están teniendo lugar actualmente no se podrán revertir por varios siglos. El aumento de la temperatura del planeta es el problema ineludible de nuestro presente, y el único sendero posible para revertirlo, o al menos mitigarlo, es la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Para lograrlo, es indispensable disminuir drásticamente la producción y el consumo de combustibles fósiles, los principales causantes de estas emisiones. Cabe destacar que con el predominio del sistema industrial, especialmente a partir del siglo XX, la temperatura se acrecentó de forma acelerada y de seguir a ese ritmo podría elevarse por sobre los 1,5 °C entre 2030 y 2052, ocasionando efectos adversos e impredecibles sobre el clima y los ecosistemas (IPCC, 2018).

Frente a este escenario, distintos países se encuentran embarcados en procesos de transición energética para reemplazar el uso de fuentes fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Sin embargo, la velocidad y el alcance para reemplazarlas por fuentes limpias y renovables es heterogéneo y aún dista de satisfacer las metas del Acuerdo de Paris establecidas en 2015. Efectivamente, en el año 2019 aproximadamente el 85% de la generación primaria de energía estuvo en manos de las energías fósiles, principalmente el petróleo (33,1%), seguido por el carbón (27%) y el gas natural (24,2%) (BP, 2019).

Aunque la crisis climática es de alcance global, las responsabilidades son heterogéneas, ya que no todos los países emiten gases de efecto invernadero en igual magnitud. Entre los 15 con mayores emisiones se distingue China en primer lugar, luego Estados Unidos, la Unión Europea, India y Rusia. Para poner en perspectiva, en el año 2018 América Latina emitió alrededor del 17% de gases de efecto invernadero del total que generó China, siendo México y Brasil los países de la región responsables de la mayor parte de esas emisiones, aunque cada uno lo hizo en casi un 5% de lo que emitió China en el 2017. América Latina, por otra parte, ostenta la mayor participación de energías renovables en su matriz energética en comparación con el resto del mundo, debido a la elevada participación de la biomasa, que ocupó alrededor del 16% de la energía primaria en 2017, y por una importante participación de la hidroelectricidad que representaba, para ese año, el 8%. No obstante, el uso de estas fuentes es desigual entre

  1. Los autores integran el Grupo de Estudios Críticos e Interdisciplinarios sobre la Problemática Energética: http://gecipe.com.ar/
  2. https://www.ipcc-nggip.iges.or.jp/public/gp/spanish/2_Energy_ES.pdf
  3. https://www.bp.com/content/dam/bp/country-sites/es_es/spain/home/pdfs/noticias/2019/infografia_sr_bp19.pdf

los distintos países de la región, y muchas economías latinoamericanas dependen esencialmente del petróleo y del gas, tanto como fuente de ingreso debido a la exportación, como para satisfacer sus necesidades internas de consumo y producción de energía.

Sin embargo, en el marco de la transición energética, para algunos sectores políticos, científicos y técnicos el gas natural aparece como una energía de transición o “energía puente”, ya que puede considerarse un combustible fósil con menores impactos contaminantes en relación con el petróleo y el carbón. Esto se debe a que emite aproximadamente un 30% menos de dióxido de carbono que el primero y un 50% menos que el segundo. De este modo, y mientras se produce el pasaje progresivo hacia la disposición de fuentes renovables, en algunos sectores se sostiene que el gas podría ocupar un lugar central para satisfacer la demanda energética actual, ya que las energías renovables no se encuentran en condiciones de alimentar el masivo consumo energético de nuestras sociedades, al tiempo de que existen distintos problemas tecnológicos que aún presentan estas fuentes, como las eólica y la fotovoltaica, para su almacenamiento.

Países productores y consumidores de combustible fósil en la región, como Argentina, encuentran en las proyecciones en torno al gas un estímulo económico para el desarrollo del sector. Esto se asevera en medidas políticas llevadas adelante por los distintos gobiernos nacionales argentinos, especialmente a partir del 2010, cuando comenzaron a extraerse hidrocarburos no convencionales a través de la técnica de la hidrofractura en la formación geológica Vaca Muerta, que se ubica mayoritariamente en la provincia de Neuquén. Con estas reservas de gas no convencional, el país renovó su expectativa de exportar este combustible en un escenario energético global que apuesta a este recurso como una solución en años venideros para enfrentar la aceleración del cambio climático, por un lado, y para satisfacer el consumo interno de un bien que abastece un poco más del 50% del consumo energético nacional, por el otro.

La apuesta al gas natural como fuente que colabore en la transición energética y en la disminución de emisiones de gases de efecto invernadero encuentra no obstante fuertes críticas en sectores científicos, ambientales y sociales, que cobran aún mayor magnitud en el caso de los no convencionales y frente a los megaproyectos que se requieren para su producción. En sintonía con esto, la organización ambientalista Greenpeace advirtió duramente que Vaca Muerta constituye una bomba de carbono bajo tierra. Esto significa que, de explotar el yacimiento según las proyecciones existentes, se podrían liberar los 50.000 millones de toneladas de dióxido de carbono que la formación geológica alberga en su interior, impactando fuertemente en los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero. Además, a pesar de que se lo considera la fuente fósil mas limpia, no suele tenerse en cuenta la cantidad de emisiones fugitivas que se producen en la cadena de producción, sobre todo de metano, un gas que tiene gran capacidad de retención de calor en la atmósfera, aún mas que el dióxido de carbono. Estas emisiones se incrementan si se considera el gas excedente que es quemado en las antorchas en los pozos de producción.

4. http://biblioteca.olade.org/opac-tmpl/Documentos/old0416b.pdf

Conjuntamente, profundizar la explotación del gas natural disponible en las reservas globales rompería con los Acuerdos de París para combatir el cambio climático, y los cuestionamientos aumentan al tratarse de una actividad fuertemente subsidiada con dinero de las arcas públicas, el cual podría ser utilizado para impulsar políticas públicas que alienten la generación de nuevas fuentes renovables con menos impacto en los ecosistemas y en las comunidades que habitan distintos territorios. Esto último cobra notabilidad al destacar numerosos conflictos de alta intensidad por los impactos que tiene la construcción de grandes infraestructuras gasíferas en países como México, Estados Unidos, Canadá y Argentina.

De esta forma, resulta necesario ampliar la mirada crítica y reflexiva sobre la explotación de recursos fósiles en nuestra región, que contribuyen a la aceleración del calentamiento global, e impactan de múltiples modos en los territorios donde se emplazan. Con este horizonte, la apuesta por el gas como energía de transición requiere ser debatida y problematizada.

*Universidad Nacional de La Plata – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
**Gabriela Wyczykier Universidad Nacional de General Sarmiento – Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas


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