¡Silencio, Petro! – Por Gustavo Petro

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El viernes pasado, un numeroso grupo de periodistas y de políticos llamados de centro se juntaron en redes con el fin de pedirle a Twitter cerrar mi cuenta. Bajo la excusa de una frase mal construida en un trino que hacía parte de varios donde trataba de transmitir a la opinión pública una información que salía en los principales diarios y medios del mundo como el Washington Post, el New York Times, el Guardian, y CNN, y que traducida por portales mexicanos no aparecía para nada en nuestra prensa nacional.

Se desataron miles de trinos hacia la red denominada twitter con la petición de censurar mi cuenta, y hasta los mandatarios a los que hoy hacemos oposición, terminaron por aprovechar, para sacar ventaja de la situación. ¡Es el momento de destruir a Petro!, pensaron. Llevaron al extremo la versión periodística, sindicándome de pedirle a la gente que no se vacunara. En eso coincidieron Duque y Claudia, que últimamente, coinciden en mucho.

El diario El Tiempo llegó a mostrar una información donde construía un enfrentamiento falso con mis hijos: Nicolás y Sofía, con mi planteamiento. Quería El Tiempo mostrar que yo pedía que la gente no se vacunara.

Lo que pedía en mis trinos era lo contrario, que, ante las nuevas circunstancias, había que vacunarse cuanto antes y que las vacunas debían llegar también cuanto antes, a toda la población

¿De dónde acá toda esa jauría suplicante para que mi nombre desapareciera de las redes?

Mauricio, un destacado experto de la tecnología digital y redes, hablaba de “noticias falsas”, noticias falsas, supuestamente transmitidas por mis trinos, solo porque las primeras paginas que citaba eran mexicanas. No se dio cuenta que las fuentes eran los diarios más prestigiosos del mundo. Olvidando por qué una información tan mundialmente propagada, no se conocía en Colombia y no era transmitida por nuestra prensa.

¡Maquinaria de falsedades! me gritaba entusiasmado Hassan, el áulico de Duque, que como funcionario público rompía con la ley y abusaba de su poder, cosa que poco les importa.

¡Silencio Petro!, ¡Basta ya Petro!, ha sido el grito de una prensa y de una política que se incomoda ante un pensamiento que como el mío no se arrodilla a su subliminal manera neoliberal de ver el mundo.

Lo que mostró el episodio del viernes es que políticos como Galán, Vargas Lleras, los Robledo, tanto el del Moir como el de la Sic, Duque, Claudia, y sus respectivas cortes y periodistas como Alejandro Santos, el otro Santos que dirigía Twitter, el otro Santos llamado Pacho, Vicky, y un largo etcétera, no estaban interesados en la información, sino en el ataque. No estaban interesados en lo que yo quería advertir, con total preocupación, sino en aprovechar el error para querer destruirme. Solo porque para ellos represento el cambio que no quieren, el fin de un sistema de privilegios y de visiones falseadas de la realidad que ha sumido a Colombia en la peor de sus crisis.

Solo porque la información que transmitía a la opinión desde mis redes cambia la manera de entender la lucha contra el Covid en Colombia.

La información que transmití tiene una consecuencia. Pueden morir cien mil colombianos más por el covid si no se cambian las actuales políticas del gobierno.

¡Cien mil muertos más!

Lo que no vieron ni los políticos de derecha ni del llamado centro, que en realidad hoy se convirtió en un centro derecha, ni la prensa nacional, es que estábamos hablando de decenas de miles de muertos más. No les importó. Sólo les importaba que el error permitiera destruirme y hacerme perder credibilidad. Solo estaban pensando en cómo derrotar a Petro y no en que venía una mortandad mayúscula para el pueblo colombiano.

No les importa la vida de la gente, por eso han transcurrido las masacres, los genocidios, por eso un gobierno puede asesinar, mutilar y violar jóvenes, ante su pavoroso silencio, muchas veces su complicidad. Qué fácil señalar de terrorista a un joven para que después lo maten. Qué fácil decirle guerrillero a alguien que piensa diferente, para que después lo maten. Qué fácil se les volvió despreciar la vida humana.

Lo que observé el lunes, independiente de mi error en la frase incompleta, no debí escribir “las vacunas no sirven para el covid/delta”, sino “las vacunas no sirven para detener el covid/delta”, que en todos los trinos subsiguientes aclaré, es que hay una masa de personas, y las llamo masas porque abandonan la característica de multitud con autonomías por la del rebaño conducido, y una especie de liderazgo mediático, político y económico a la que no le interesa la vida humana.

Acostumbrados ya a la muerte en Colombia, no les interesa que alguien demuestre que puede haber 100.000 muertos más. Es más, no les interesa esos cien mil muertos, que pueden ser, incluso, sus familiares.

A mí si me interesan esas vidas, y no las supedito a estrategias electorales.

Trataré de explicarles a ustedes de qué se trata la información mundial que la prensa nacional desconoció.

Se trata de dos primeros estudios científicos sobre el comportamiento de la variante Delta, uno de EE. UU., que hizo pronunciar un discurso al responsable principal de la política anticovid, el doctor Fauci, anunciando un cambio completo de la situación, y un segundo estudio hecho en Inglaterra, que impulsó cambios en la política europea.

El primer estudio es un documento interno del CDC, el centro para el control de enfermedades de los EE. UU., que dirige todos los protocolos anticovid de ese país a nivel federal. Allí como lo publicaron el New York Times y el Washington Post, el jueves, se demuestra estadísticamente que el virus Covid/Delta se transmite tres veces más rápido que el covid original, que es más transmisible que el Ebola, la gripa aviar y la varicela.

El covid hoy, a través de su variante, el delta, es tres veces más rápido en contagiar, que el virus que hasta ahora se había desarrollado en Colombia.

Fauci, la voz más autorizada de los EE. UU, entregó declaraciones en donde expresa que en realidad el Delta debe ser tratado como un nuevo virus, y que el Delta ha logrado que tanto los vacunados como los no vacunados transmitan por el igual y se contagien por igual.

Es decir que las vacunas son inocuas para detener la transmisión del Delta.

No significa este hallazgo, que entonces no hay que vacunarse, sino al contrario. Las vacunas hoy por hoy sirven para reducir enormemente el riesgo de morir con la enfermedad o de ser hospitalizado con síntomas graves.

EE. UU. tiene centenares de millones de vacunas y ha logrado vacunar casi un 50% de su población con dos dosis. Teme Fauci que si no se vacuna la totalidad no solo se va a expandir el contagio, que las vacunas no pueden detener, sino la muerte de estadounidenses porque la mitad de su población aun no ha sido vacunada. Si la vacuna detiene la muerte, la muerte llega a la población no vacunada.

Este estudio tiene una implicación fuerte en Colombia, que fue lo que políticos y periodistas el viernes, en su afán de acallarme, no lograron ni comprender.

El Delta ya esta en Colombia, entró por algún aeropuerto muy fácilmente, porque Duque suspendió la obligación de presentar prueba de PCR a los viajeros que entran, en su afán desesperado de reactivación económica, pensando él, en los grandes negocios. Esta vez Claudia no se opuso, porque entró en el mismo desespero.

El Delta en Colombia contagiará tres veces más rápido que lo que vimos con el covid original.

Pero a diferencia de EE. UU., Colombia solo ha vacunado un poco mas del 20% de su población con dos dosis. El 80% de la población colombiana esta expuesta a la muerte por el Delta.

Colombia tiene unos niveles de vacunación mediocres en el mundo. Es once entre los países latinoamericanos. Esta en la mitad de los países, pero la mayoría de los países del mundo tienen baja vacunación.

El virus es tres veces mas rápido ahora, y el volumen de población vacunada igual que la no vacunada estará expuesta a contagio y transmitirá con igual fuerza que la población no vacunada el virus, entonces se establece una especie de carrera contra reloj entre la velocidad del contagio y la velocidad de la vacunación. En dos meses o menos podemos tener la nueva ola con su mortalidad, la única opción contra a esa nueva realidad que viene es vacunar en ese plazo la mayor parte de la población.

Aquí enfrentamos un primer problema que transmití en mis trinos pidiendo urgencia y cambios.

De acuerdo con un articulo de la Celag, basado en la consultora Airfinity, en el mundo se han distribuido 1,700 millones de dosis de vacuna. El plan era para esta fecha 4.500 millones de dosis. Hay en el mundo 7.670 millones de personas. Cada persona hoy por hoy necesita dos dosis. Es decir, deberíamos contar con 14.000 millones de dosis, pero solo se han producido 1.700, en manos de unas farmacéuticas que actúan en un mercado imperfecto oligopólico, a pesar que las distintas investigaciones de esas vacunas se hicieron con recursos públicos.

El problema es aún peor. El 75% de las vacunas hoy producidas se concentraron en los 10 países mas ricos del mundo, tratando ellos de garantizar tres dosis para su población. Más adelante explicaré el por qué de la tercera dosis.

A fines de este año la Unión Europea tendrá 885 millones de dosis en su territorio, EE. UU. 589 millones, Japón 300 millones, Reino Unido 297, Canadá 175 millones. Colombia hoy solo tiene 27 millones.

Es decir, el Delta tres veces más rápido se enfrenta a una humanidad cuyo tisú político y de poder ha hecho que la inmensa mayoría de los habitantes del mundo, entre ellos, 38 millones de colombianos, estén expuestos a la muerte.

Cuando hablé que el poder mortífero del virus no solo depende de la biología, sino del poder político, Jorge, un áulico economista colombiano, que pertenece a lo que llamo los economistas del régimen, cuestionó mi opinión como una opinión anti-empresa. Lo que existe hoy en realidad, es un mercado de vacunas anti-humanidad.

Esta situación que determina que Colombia solo vacune si le regalan vacunas los países poderosos, solo se puede mitigar haciendo públicas las patentes de las fórmulas de las vacunas, como lo han pedido Biden, Italia, la India y Sudáfrica. En una acción inhumana que raya en lo criminal, Trump, Bolsonaro y Duque se opusieron a esta medida en defensa de los intereses particulares de las poderosas farmacéuticas.

También como lo hizo la Unión Europea, es necesario que toda Latinoamérica negocie conjuntamente ante las farmacéuticas para mejorar las condiciones de transacción.

Colombia, al permitir la importación privada, ha disgregado su poder de negociación y ha construido un negocio perverso. Por ejemplo, una vacuna china que cuesta 40.000 pesos, la vende la Cámara de Comercio a sus clientes por 260.000 pesos. Una Cámara de Comercio dominada por el uribismo claro está y en buen uso de los dineros públicos.

Pero este primer problema de las condiciones de poder sobre la distribución de vacunas en el mundo tiene un segundo problema local.

Al gobierno local no le interesa proteger la vida de la población colombiana.

Más tardó Duque en aprobar la primera cuarentena que en desmontarla. Paulatinamente Duque fue disminuyendo las restricciones con el aplauso de la prensa, pero sobre todo de los grandes negociantes que lo presionaban por la apertura bajo la forma de reactivación económica.

Duque entendió que mantener en cuarentena el país, que era lo que se imponía para defender la vida de sus habitantes en momentos de crecimiento de la ola pandémica, implicaba una fuertísima irrigación de recursos públicos hacia las familias y la totalidad de la pequeña y mediana empresa responsable del 80% del empleo de Colombia. Eso no estaba en las coordenadas mentales ni de Duque, ni de Uribe, ni de los gremios económicos, ni de los hombres más ricos del país y su aparato de prensa, ni de los economistas del régimen.

Para financiar tamaña transferencia de dineros públicos había que hacer lo que, hacian Trump, el Banco Central Europeo y todos los países del Asia: Emitir.

Aquí se prefirió el camino de siempre, el de enriquecer banqueros e importadores. La emisión se destinó a la banca privada y el gobierno optó erróneamente por sobre endeudarse con esa misma banca privada a la que financiaba. Con los dineros públicos emitidos, no solo le pagaba intereses por el propio recurso público que intermediaba la banca , sino que además usaba esos recursos que ahora se adeudan para subsidiar a las más grandes empresas del país.

El hambre llegó por tanto al 42% de la población según el Dane y el estallido no se hizo esperar. La idea loca de ponerle impuestos a la comida lo hizo explotar.

En la mentalidad de la élite económica, política y mediática del país no ha estado el cuidado de la vida de la gente, sino el cuidado de los negocios de los poderosos.

Por eso no es cierto que el covid traiga “per se” el crecimiento de la pobreza ante la parálisis económica por las cuarentenas. En Europa solo aumentó la pobreza marginalmente en Italia, España y Portugal y no se dejó avanzar en el resto de Europa. Y sorpréndase, la pobreza disminuyó a la mitad durante el periodo del covid en los EE. UU. de Trump y Biden.

En cambio en Bogotá, por ejemplo, se destruyó todo el avance social de 12 años alcanzado hasta 2015. Los dineros públicos iban para Avianca o para los operadores privados de Transmilenio, para el Tiempo de Luis Carlos, o para el Éxito. No iban para los hogares colombianos.

Por eso tanto ocultamiento y tanto linchamiento sobre la información que transmití el viernes.

La información de los nuevos estudios implica un cambio drástico de la política anticovid de Colombia si se quiere proteger la vida de la población colombiana.

Antes que aborde este reto, permítanme escribir sobre un segundo estudio científico hecho en Inglaterra, también calificado como un primer estudio porque hasta ahora el virus Delta se despliega.

Publicado en el “New England Journal of Medicine” y en páginas oficiales del gobierno inglés, el estudio revela que hay una pequeña caída de eficacia de las vacunas examinadas frente a la nueva variante. De 93 a 88.

Es decir que no solo las vacunas son inocuas para detener el virus sino que disminuyen su eficacia en el ser humano. La caída de eficacia, que es pequeña es lo que ha hecho cambiar la política europea, que empieza a cerrar de nuevo sitios, a obligar al tapabocas, y a organizar los planes de una tercera dosis no para dentro de un año sino para ya. Varios países comenzaron, como Israel, a aplicar esta tercera dosis en grupos vulnerables y población vieja.

Imaginen la situación de Colombia, sobre todo de la población vieja, si se necesita una tercera dosis.

Bien, lo aquí escrito que fue transmitido por twitter el viernes, con el estallido histérico de bien pensantes políticos y grandes periodistas, nos trae a una realidad que hay que afrontar.

El gobierno debe conseguir al menos 70 millones de dosis de vacuna en el lapso de dos meses, tiene que aplicarlas a toda la población, y si no quiere o no puede, tiene que volver a restricciones estrictas y por tanto a emitir dinero para mantener a las familias no vacunadas y a las empresas, en su totalidad, salvas en nuestro territorio mientras se logra la vacunación total.

Otra vez hay que discutir y debatir sobre la política anticovid en el país y sobre la política económica.

Si hacemos lo del avestruz mientras se abren discotecas, aeropuertos, hoteles, centros comerciales para gusto de los mas grandes negociantes del país, mientras se trasladan billonarios recursos a las grandes empresas del país, a los grandes contratistas del Estado, morirán por el delta otras cien mil personas en Colombia.

Lo dineros públicos no pueden ser para transmilenios y grandes bancos. La negociación social es otra. Debe girar alrededor de la protección de la vida de las gentes en nuestro país.

*Senador progresista colombiano, fue alcalde de Bogotá y candidato presidencial por Colombia Humana.


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