Rafael Correa: «Cambiaron la historia de Ecuador con trampas»

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Por Guido Vassallo y Mercedes López San Miguel

Su vida hoy transcurre en Bélgica, tratando de compensar el tiempo que restaron a su familia los diez años en los que gobernó Ecuador (2007-2017). Rafael Correa, casado con la profesora belga Anne Malherbe Gosseline, conversa con PáginaI12 distendido, pantalla de por medio, sentado frente a su escritorio, donde cada día busca mantener una disciplina para escribir libros académicos. Por placer está leyendo la novela Número cero, de Umberto Eco, que trata sobre un periódico que no repara en el límite entre la verdad y la mentira. Ese interés coincide con un tema recurrente en el economista: el rol de los medios.

Pasa cuatro o cinco horas diarias en las redes sociales ante lo que él denuncia como un bloqueo mediático en su país. «A no ser que sea una mala noticia, no van a ver nada de nosotros en la prensa». Alude a su espacio político reconstruido después de la «traición» de Lenín Moreno.

El septiembre pasado, la Justicia ecuatoriana ratificó una condena a Correa mediante un proceso fraudulento y, en consecuencia, quedó inhabilitado para ser candidato a vicepresidente junto a Andrés Arauz. En febrero, el exbanquero Guillermo Lasso ganó el ballottage. Al respecto, Correa afirma: «A mí no me permitieron regresar al país, me sacaron una sentencia de casación en 17 días para impedir que me registrara como candidato y pudiera viajar a Ecuador. Si hubiera estado en el país organizando la campaña, habríamos ganado». Al mismo tiempo, señala que se cometieron graves errores de estrategia.

El exmandatario cree que, tarde o temprano, jueces honestos de Ecuador dejarán sin efecto los «juicios cantinflescos» en su contra. Un espejo en el que se ve reflejado en Lula da Silva y su recuperación de sus derechos políticos.

Correa, que se describe un optimista nato, afirma que es momento de que los líderes progresistas de la región relancen organismos de integración. «La Celac tiene un potencial enorme. Para mí, debe reemplazar a la OEA».

– Usted señaló que Lasso era el peor rival que tenían, pero además admitió errores de campaña. ¿Uno de esos errores fue no haber interpretado bien al electorado indígena?

– No quiero menospreciar a Guillermo Lasso, pero les puedo dar datos. En el 2017 Creo -partido de Lasso- sacó un 29 por ciento en la primera vuelta y el Partido Social Cristiano obtuvo 16; entre los dos sacaron 45 por ciento. Ahora los dos juntos sacaron sólo el 19 por ciento. Realmente Lasso estaba en su peor momento. Les doy un ejemplo: Boris Yeltsin, en su primera presidencia, bombardeó el Parlamento y murieron decenas de diputados y ciudadanos. Rusia era una catástrofe económica y él tenía una popularidad casi nula. Su rival comunista (Guennadi Ziugánov) tenía una popularidad cercana al 40 por ciento. Se pusieron de acuerdo los medios nacionales e internacionales y lo hicieron ganar a Yeltsin. Entonces nunca hay que subestimar al adversario. Yo creo que eso pasó en Ecuador. La causa última es el lawfare. A mí no me permitieron regresar al país, me sacaron una sentencia de casación en 17 días para impedir que me registrara como candidato y pudiera viajar a Ecuador. Si hubiera sido candidato o incluso, sin ser candidato, si hubiera estado en el país organizando la campaña, habríamos ganado. Perdimos porque la campaña fue un desastre, porque cuando creyeron que el triunfo era seguro, todos querían ser los protagonistas, hicieron necesario que el estratega, el de big data y todos metieran mano y no se controló nada.

Dentro de eso pudo haber una mala lectura del voto indígena. La izquierda tiene una fijación con los indígenas. Se mitifica a las víctimas, esa es una tendencia que tenemos sobre todo los humanistas. Y es un error: las víctimas son víctimas, pero no por eso tienen supremacía moral sobre los no victimizados, no por eso tienen todas las respuestas, no por eso son ejemplo de vida. El mundo indígena tiene graves problemas, grandes contradicciones, pero hay una tendencia de la izquierda a insistir. Faltando diez días para la votación final, se hizo una alianza con un líder indígena y, en lugar de sumar, restó muchos votos (N. de la R.: con Jaime Vargas). Fue un error grave, uno más de los tantos que se cometieron en la segunda vuelta.

– Usted dice que probablemente el resultado de las elecciones habría sido distinto si le hubieran permitido participar de la campaña. ¿Cree que algún día finalmente podrá volver a Ecuador? En ese caso, ¿qué rol le gustaría cumplir?

– No quiero pecar de vanidoso pero todas las encuestas decían que si hubiera sido candidato, como acompañó en la fórmula presidencial Cristina Fernández en Argentina, o incluso de asambleísta, o sólo dirigiendo la campaña, les aseguro que habríamos ganado las elecciones. En todo caso, yo tengo cerca de 40 juicios. Eso se va a derrumbar más temprano que tarde, ellos lo saben. Pero mientras tanto, ya cambiaron el curso de la historia.

Es como Brasil, cuando metieron preso a Lula no sólo le robaron la libertad, le robaron la democracia a Brasil, porque si él hubiera sido el candidato habría derrotado a Bolsonaro. En Ecuador, si yo hubiera sido candidato les aseguro que Lasso no sería el presidente. Cambia la historia con estas trampas. Pero esto, más temprano que tarde, se va a derrumbar como en el caso contra Lula si hay jueces honestos, que los hay pero han tenido tanta presión que requieren ser heroicos. Los amenazan con allanar las casas de sus familiares, les mandan drones a sus domicilios para presionarlos contra nosotros. Pero con menos presión, y parece que con el gobierno de Lasso hay menos presión sobre los jueces, éstos podrán derrumbar casos que son imposibles en un estado de derecho. Son juicios cantinflescos. Y si no lo hacen a nivel nacional, pues demorará un poco más pero a nivel internacional. Les aseguro que eso será anulado porque son aberraciones jurídicas. Es Macondo a nivel de justicia.

Mi vida está acá. No es que salí exiliado, salí sin ninguna infracción de tránsito en 2017 después de cumplir diez años en el poder ganando todas las elecciones. Pasé democráticamente el poder y había anunciado que iba a vivir a Bélgica porque mi esposa es belga. Mis suegros estaban ancianos, de hecho murieron los dos. Mis hijas estaban estudiando en Francia, mi vida está acá, mi familia está acá. Regresaré a Ecuador para darle un abrazo a mi madre, un abrazo a mis seres queridos, ir a visitar unas cuantas tumbas, motivar a mis compañeros, pero, en principio, por los próximos años mi proyecto de vida es residir en Bélgica.

– ¿Ve factible una reivindicación política y judicial similar a lo que sucede con Lula?

– La reivindicación la hemos tenido siempre. Si no, no seríamos la principal fuerza política pese a cuatro años de persecución, de difamación, de discurso único. Todos contra nosotros: la prensa hegemónica, los partidos políticos. Nos robaron el partido político, participamos con uno prestado y aun así casi ganamos la segunda vuelta y la habríamos ganado si no cometíamos errores. Somos de lejos el principal bloque en la Asamblea.

«Un programa ultraneoliberal»

– Si bien lleva tres meses como presidente, Lasso ya está dando algunas muestras de su agenda: el retorno al organismo arbitral del Banco Mundial Ciadi, el avance hacia la privatización de las petroleras. ¿Cómo prevé que será su política en el plano económico?

– Si algo es rescatable de Lasso es que no engañó con su programa. En otras cosas engañó: negó su participacion en la campaña sucia, que no tuvo nada que ver con el feriado bancario, que no tiene cuentas off-shore; declaró que tiene 30 millones de dólares de fortuna y tiene más de 100 millones… En su programa habla de privatizaciones, reducir el gasto público, los fondos de pensiones para seguridad social, etc. Entonces, lo está cumpliendo y yo no espero sorpresas ahí. Va a ser un programa ultraneoliberal que no nos va a sacar de la crisis y probablemente nos lleve a otra crisis como pasó en los años 90.

– Cuando usted gobernó en Ecuador, los medios públicos tenían una marcada línea oficialista. Mirando hacia atrás, ¿no hubiera sido más sustentable gestionar medios públicos más plurales?

– No es tan correcto. Los medios públicos eran de altísima calidad. El diario público El Telégrafo era el mejor del país, lo destrozaron. Con qué orgullo miraba Ecuador TV cuando me operé la rodilla en Cuba. Entonces respeto lo que usted dice pero no lo comparto. Lo que pasa es que es tal el sesgo que estamos acostumbrados. Hay una noción de periodismo que no comparto, que es desafiar al poder. El periodismo tiene que decir la verdad, y si el poder tiene la verdad, hay que reconocerla. Pero no, es desafiar y criticar al poder haga lo que haga, y si no está en esa posición ya es un oficialista. Nuestros medios de comunicación públicos fueron de altísimo nivel, muy profesionales y objetivos. Por supuesto siempre se pueden corregir errores, pero la intención es tener medios públicos, no de gobierno. De la ciudadanía y para la ciudadanía, y eso es lo que intentamos.

– Usted en reiteradas ocasiones habló de establecer el derecho a la verdad. ¿A qué se refiere?

– Hemos soslayado la importancia de la verdad. La verdad no es un detalle adicional, un adorno para la democracia: es su fundamento. Para desarrollarte, necesitas tomar acciones colectivas adecuadas; entre ellas, votar adecuadamente. ¿Cómo tomas las decisiones colectivas adecuadas si no tienes información adecuada? Y consistentemente elegimos a los peores, tomamos las peores decisiones porque nos manipulan. Peores para el bien común, beneficiosas para cierta argolla que son los propietarios de los medios de comunicación. Para que haya democracia, debe haber acciones libres, solamente la «verdad nos hará libres» dice el evangelio de Juan. ¿Por qué creen que los gringos estaban tan enojados con (Donald) Trump? Porque rompió los dos pilares quizá fundamentales del país: el estado de derecho y la verdad. Para los anglosajones, mentir es antinatural. Para los latinos, es natural. Naturalizamos la mentira, la banalizamos. Un periodista miente, se demuestra que miente y no pasó nada. Un político miente y pasó mucho. Nos están robando los fundamentos mismos de la democracia y la posibilidad de desarrollo. Entonces tenemos que hacer algo.

Armas a Bolivia

– ¿Le genera alguna expectativa que en Ecuador se investigue el envío de armamento del gobierno de Lenín Moreno a los golpistas de Bolivia?

– Es muy difícil tener justicia en Ecuador, todo está tomado: las instituciones del Estado, los jueces y fiscales puestos a dedo, más la complicidad de los medios de comunicación. Van a tratar de taparlo por todos los medios porque se está tratando de proteger a Moreno, aliado incondicional de Washington. Vamos a ver si logran resistir la presión ciudadana y la presión de la verdad sobre todo, porque es algo escandaloso. Dar bombas lacrimógenas, armamento no letal para una dictadura para reprimir a su pueblo, eso sí es grave. Para eso hay que tener acuerdos especiales, que sean totalmente transparentes con debidas autorizaciones. Por supuesto que eso es absolutamente irregular, van a tratar de taparlo por todos los medios como hasta ahora lo han hecho, es prácticamente invisible el problema en la prensa ecuatoriana.

– Luego de Ecuador se descubrió la colaboración de Argentina con el régimen de Jeanine Áñez. No son pocos los dirigentes y funcionarios que hablan de un nuevo Plan Cóndor en la región. ¿Coincide?

– Sin duda, en ninguna parte del mundo existen las casualidades pero menos en América latina. En los años 70, cuando había dictaduras en Uruguay, Argentina, Chile no eran coincidencias, era algo articulado. Nosotros dijimos esto en 2014, señalamos que había una restauración conservadora. Se volvió tan brutal esa restauración conservadora, sin respetar democracias, sin respetar derechos humanos, sin respetar la Constitución. En 2016-2017 le llamamos Plan Cóndor sobre todo por el lawfare, la persecución judicial de líderes progresistas. Entonces, sin lugar a dudas, existe una articulación, una comunicación entre las elites nacionales, entre ellas y con EE.UU., existe una articulación de la prensa nacional con determinados medios internacionales, existe financiamiento externo en todas esas protestas que tienen los gobiernos progresistas en Cuba, en Nicaragua, en Ecuador, en Venezuela, en Bolivia. Hay siempre financiamiento del National Endowment for Democracy, que es el brazo financiero de la CIA, las supuestas ONG que defienden los derechos humanos y reciben financiamiento de Washington. Sin duda eso es articulado.

– Usted habló de la necesidad de una mejor articulación entre los líderes progresistas de la región. Alberto Fernández gobierna en Argentina, López Obrador en México, Luis Arce en Bolivia, acaba de asumir Pedro Castillo en Perú. ¿Como ve ese escenario?

– Hay que entender que una cosa es ser expresidente y otra cosa es ser presidente. Uno no tiene tiempo para estar en reuniones, pero hay mucha comunicación entre los gobiernos progresistas, al menos México y Argentina sí la han tenido. Alberto Fernández es una persona muy accesible, yo puedo llamarlo por teléfono y hablar con él. Él tiene tanta apertura y tanta gentileza, tenemos una comunicación fluida. Con Lula es muy difícil hablar, pero somos expresidentes, debemos coordinarnos de alguna otra forma. Ojalá que los mandatarios progresistas en funciones tengan una fluidez en la comunicación y coordinen sus acciones para poder desempeñar de mejor manera no sólo sus cargos sino ese sueño de nuestros libertadores. Hay una necesidad de integración para enfrentar juntos esta restauración conservadora que se puede llamar el Plan Cóndor 2.

«La Celac en reemplazo de la OEA»

– Argentina quiere presidir la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) a partir de enero. ¿Cree que hay que relanzar organismos como ése o Unasur?

– A Unasur la destruyeron. Su sede era en Quito y el propio gobierno del traidor Moreno salió de Unasur. El edificio, uno de los más modernos del mundo, está abandonado desde este verano. Celac siempre siguió existiendo, pero la dejaron ahí de adorno, de membrete. Y tiene un potencial enorme. Para mí, debe reemplazar a la OEA. Ya necesitamos un sistema latinoamericano, no tiene sentido un sistema interamericano. Se parte del principio equivocado de que la cercanía geográfica implica coincidencia de intereses y no es así. América del Sur es diferente de América del Norte para bien y para mal. Con ese argumento, Siberia y Alaska deberían formar parte de un mismo organismo porque están cerquita, ¿no? La cultura latina es diferente a la anglosajona, y los intereses también. Ellos legítimamente defienden sus intereses y nosotros legítimamente debemos defender nuestros intereses en bloque. Celac debe ser ese bloque para mí incluso sólo de países latinoamericanos, que el Caribe forme otro bloque porque algunos de ellos tienen como jefa de Estado a la reina de Inglaterra. ¿En qué se parece Barbados a Bolivia? En que los dos empiezan con b. Entonces debe haber coincidencia cultural, histórica y de intereses. Los países latinos, sobre todo hispanos de América, tienen un mismo pasado, el mismo sistema político, la misma religión, el mismo idioma, todo para unirnos. Debemos formar un bloque y como bloque negociar con América del Norte nuestros conflictos. ¿Pero qué sentido tiene ahora que si tengo un problema con Colombia lo vaya a discutir en Washington? Ninguno.

La renegociación con el FMI

– El gobierno de Alberto Fernández heredó la deuda que Mauricio Macri contrajo con el FMI. Y en Ecuador pasó algo muy similar con Lenín Moreno, que siguió pidiendo préstamos al Fondo, lo que provocó un feroz ajuste que volcó al pueblo en las calles. ¿Cómo se sale de esos procesos de deuda tan profundos?

– Los voy a proponer para el premio Nobel a Macri o a Moreno porque hicieron lo imposible. Macri se endeudó 45 mil millones de dólares con el FMI y ni siquiera reactivó la economía argentina. La dejó endeudada, la economía quebrada y la plata afuera. Algo similar pasó en Ecuador. Moreno incrementó en cerca de 25 mil millones la deuda externa y, de ese total, 6 mil millones corresponden al Fondo, y no puso ni un poste de alumbrado público, dejó la economía en recesión, la peor crisis de la historia. ¿Dónde está la plata? No aumentaron las reservas, nada. Es decir que hubo fuga de capitales. Entonces, ¿cómo enfrentar esto? Claramente hay que renegociar la deuda con el FMI sin someterse a sus programas de ajuste porque es corresponsable el Fondo, seamos claros en eso. El Fondo tiene una visión geopolítica, no económica. No de desarrollo, no le interesa. Como dicen los jóvenes, les interesa tres cantimploras nuestro desarrollo. Si le preguntan dónde queda Ecuador, dicen en África los burócratas del Fondo. Les interesa proteger el capital financiero trasnacional y los intereses de EEUU. Habrá que renegociar esas deudas sin someternos a sus programas de ajuste. Pero hay que dar prioridad a la reactivación económica, y con ese peso de la deuda va a ser muy complicado.

– ¿Esa negociación de nuestros países con el FMI puede ser mejor ahora que gobierna en EE.UU. Joe Biden?

– Yo creo que es casi indistinto. La política exterior norteamericana tiene vida propia, va más allá de los gobiernos de turno y el Fondo es parte de la política exterior de EE.UU.

– Con las sanciones a Cuba se ve una continuidad con Trump

– Biden profundiza las sanciones en la tremenda crisis de Cuba, que sufre el bloqueo y que con la pandemia ha sido destrozada porque su principal ingreso es el turismo. Trump había aumentado las sanciones e incluso puesto a la isla en la lista de países terroristas. En esta crisis y con el pretexto de que están reprimiendo a su gente Biden profundiza las sanciones. Y mira la doble moral, en las represiones a las manifestaciones de Cuba ha habido un muerto lamentablemente; en Colombia, la otra vez hubo 60 y no pasa nada. Es una doble moral terrible, indignante.

– Días atrás usted firmó junto a Lula y otras figuras mundiales la carta publicada en el New York Times (“Let Cuba Live”) condenando el bloqueo. ¿No cree que es legítima también la protesta de quienes sienten hartazgo?

– De seguro, pero no excluye que haya bastante intervención extranjera también. Sí, hay gente que sale auténticamente a protestar y cree que así se resuelven las cosas. Pero hay muchísima manipulación, muchísimo financiamiento externo. En todo caso, el ciudadano común no tiene por qué estar pensando en el problema del bloqueo, que se pulverizaron los ingresos por turismo. Lo que está viendo es que no le alcanza el salario, que no hay medicinas, que no hay suficiente comida y sale a protestar. Tiene todo el derecho a protestar, no hay derecho a desestabilizar. El problema de fondo en este momento es la pandemia. Ojalá se recupere pronto el turismo en Cuba pero el problema permanente desde hace 60 años es el bloqueo. Y si es cierto lo que algunos dicen, que el bloqueo es sólo un pretexto del gobierno cubano, ¡quítenle el pretexto! ¿Para qué siguen con el bloqueo?.

– Con respecto a la política doméstica de EE.UU., ¿No ve un cambio al menos en la intención del gobierno de Biden de aplicar una política más keynesiana?

– Si, por supuesto, ahí hay grandes diferencias. Biden está hablando cosas muy interesantes pero también tiene contradicciones. Por fin se habla de paraísos fiscales en el primer mundo, que es la peor alcahuetería. Hablan de lucha contra la corrupción, pero el principal motor de la corrupción son los paraísos fiscales. Usted puede controlar un sobreprecio en su país, es observable, puede controlar que se están vendiendo cupos en las universidades, pero ¿cómo controlas una cuenta secreta en Andorra? Queremos verdadera lucha contra la corrupción. Nadie va a los paraísos fiscales para transparentar las cuentas. Peor si son capitales del tercer mundo. Dicho sea de paso, nosotros hicimos una consulta popular que ganamos para prohibir a los servidores públicos tener cuentas offshore en paraísos fiscales. Lasso las tiene, se prohíbe que estén a nombre de terceros y las puso a nombre de terceros. Nunca debió ser calificado como candidato, pero ya en Ecuador pedir que se cumplan las leyes es aspirar a demasiado.

A nivel nacional Biden está diciendo cosas muy interesantes, algunas no muy exactas, pero interesantes. Son muy eclécticos los gringos, por ejemplo si tuvieran políticas verdaderamente keynesianas y sobre todo industriales para reactivar la economía nacional, Biden recurriría a cierto proteccionismo como lo hacía Trump, por eso ganó las elecciones, por el apoyo de los trabajadores blue-collars, los no calificados que estaban hartos de perder sus trabajos porque las empresas se iban a China o India donde la mano de obra era más barata. Él habló de sancionar a las empresas que tenían inversiones en el extranjero, proteger la industria nacional… de eso no habla Biden, pero sería coherente con un sistema impositivo más progresivo, el impuesto a las grandes fortunas y un mayor gasto público.

– Jair Bolsonaro en Brasil representa una derecha más reaccionaria: basta ver su reivindicación de los gobiernos militares o su reciente reunión con la nieta de un jerarca nazi. ¿Se corre el riesgo de que esas propuestas, más comunes en Europa, crezcan en la región?

– Bolsonaro es bobo, no necesita evidenciarse de esa forma. Pero les puedo decir que nuestras elites son fascistas, son racistas, no creen en la igualdad. Bolsonaro expresa abiertamente sus extremos, pero no significa que en Ecuador, en Chile ni en otros países de América latina no sea así. En Ecuador el último año han aplicado el fascismo, se ha perseguido a personas solo por su pensamiento. Entonces cuidado que Bolsonaro es un caso extremo, burdo, pero no es que no exista en otros lados. Estamos volviendo, como decía Eric Hobsbawn, gran historiador, a la era de los extremos. Se ven esos extremos en Europa por otras causas, por ejemplo la xenofobia por la migración. En América latina está surgiendo esa extrema derecha como reacción a que por fin hay una izquierda con vocación de poder, porque mientras la izquierda era parte del adorno del árbol de Navidad llamado democracia, era la izquierda del tres por ciento que la tenían ahí por el pluralismo, pero sabían que no iba a cambiar nada. Como hay una izquierda con vocación de poder, como en los 70 en Chile, ahí si hay que llamar a las botas militares, masacrar, torturar, desaparecer. Ya no pueden caer en eso, porque hay i-phones y redes sociales que transmiten en vivo, pero tienen métodos más sutiles como el lawfare y en general exacerban la violencia. En la campaña de 2019, cuando todavía podía regresar al país, de todos lados nos esperaban con piedras, palos, huevos, impulsados por el gobierno y la policía defendió a los agresores, no a los agredidos. Cercaron tres, cuatro horas una estación de radio donde daba una entrevista, la destrozaron totalmente y me tuvieron que rescatar con bombas lacrimógenas. Entonces exacerban las pasiones de la gente para que crean que son patriotas si nos meten un tiro cuando nos ven caminando por las calles. Sí, hay ese resurgimiento de los extremos lastimosamente.

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