Colombia | Gracias Duque: nos has dado la agenda para un nuevo gobierno – Por Piedad Córdoba Ruíz

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Piedad Córdoba Ruíz*

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Cuando pululan balances de los tres nefastos años de Gobierno del Centro Democrático, corresponde avanzar en los debates y acciones para garantizar que la pesadilla pueda finalizar el próximo año, en medio de una institucionalidad y una gobernabilidad en grave crisis. Para ello propongo tres miradas analíticas del “legado” de Duque que considero deben ser sopesadas para comprender la coyuntura actual del país.

En primer lugar el gobierno de Duque no está en crisis, él mismo es la crisis. Tuvimos presidentes regulares, malos y perversos, con apadrinamientos y compadrazgos, pero nunca ninguno tachado de marioneta de otro. Después de la resurrección del uribismo auspiciada entre otras por la errada obsesión de Santos con el innecesario Plebiscito por la Paz, la crisis de hegemonía -lejos de resolverse y volver al consenso dominante de 2002- se agudizó. Digamos la verdad: solo en un país hundido en una grave crisis política un personaje como Duque puede ser presidente. El ascenso de Duque a la Casa de Nariño expresa el mismo tiempo un desgaste de las clásicas tradiciones del poder político Colombia y un evidente déficit de liderazgos en las diversas esferas del espectro político, impensables hace 20 o 40 años. Sus gabinetes no han sido el kínder de Gaviria, sí no más bien otra faceta de la misma crisis: entre políticos ineptos de corto vuelo que han pasado del anonimato al desprestigio desbordados por su nueva responsabilidad, y añejadas piezas de museo de la clase política, traídas a hacer de comisarios ideológicos, como si el presidente necesitara acudientes o adultos responsables. La explosión del rosario actual de candidaturas presidenciales solo demuestra que gracias a Duque, se riega el rumor que cualquiera puede ser presidente, pero realmente denota que sigue sin consolidarse una opción presidencial predominante por lo menos en el campo del establecimiento en crisis. Tres años de Duque –sumado al peso mismo de la historia- han mellado más al uribismo – y a toda la derecha, que 8 años de su mentor y 8 años de Santos, ese es su principal aporte a las nuevas generaciones. No obstante, su golpe de estado molecular disipado continúa en marcha y es parte de la baraja de opciones ante este momento político, que no podemos ignorar. La debilidad política, muchas veces deviene en agresividad y ofensiva, máxime si se es autoritario.

En segundo lugar, para construir una alternativa democrática a esta crisis representada en Duque mismo, el presidente nos ha regalado un antiprograma de gobierno. Su integral fracaso en todos y cada uno de los ámbitos de la vida nacional y el severo juicio de la opinión pública en donde la popularidad del primer mandatario tiende a cero, dan cuenta que cualquier aspiración de sacar al país de la crisis, obtener el apoyo mayoritario de la población y brindar bienestar a los sectores sociales más golpeados por este gobierno-catástrofe, exigen la diferenciación radical de las equivocadas políticas de Duque y su balance palmario.

Hagamos una mirada panorámica. A nivel internacional este gobierno logró lo imposible: generar conflictos diplomáticos y tensas relaciones simultáneamente con Venezuela, EE. UU., Rusia, Ecuador, Cuba, la UE, Haití y la CIDH. Se requiere retornar a una política diplomática de cara a la región fundamentada en la paz, refrendar todos nuestros compromisos acorde al derecho internacional –Acuerdo de Paz incluido-, darle salida humanitaria a la crisis de la frontera colombo-venezolana y recuperar la relación de Estado con la Casa Blanca y el gobierno demócrata, luego de la impresentable participación electoral de nuestros funcionarios en noviembre pasado.

En el terreno económico, las cifras no mienten: la mayor caída del PIB desde que se mide, y guarismos de pobreza para 21 millones de compatriotas con todo y el cuestionado método. El covid solo fue un catalizador de una crisis ya incubada por la tozudez de las políticas neoliberales que este gobierno profundiza, y que tras año y medio de pandemia sigue sin salidas serias ni a la necesaria renta básica universal exigida, ni a la reactivación económica en medio de la quiebra masiva de pymes, ni a la misma crisis sanitaria en un sistema de salud inhumano. El paro impidió que nos clavaran la reforma tributaria de Carrasquilla, pero el déficit fiscal más grande de la historia sigue ahí, y este gobierno no tiene muchas soluciones. La actual crisis económica exige grandes reformas del presupuesto nacional -donde la deuda y la guerra predominan-, del inequitativo régimen tributario y de la política social. No es un problema de “ayudas”, ni de asistencialismo, si no de repensar el modelo. Un programa de gobierno que repita las fórmulas de Duque condena al país a agudizar y eternizar la actual recesión económica.

Por último en esta revisión muy a mano alzada de estos 3 años, es claro que pasar la página de Duque implica superar su pérfida y brutal política de seguridad y paz. Ni paz ni seguridad ha habido: sabotaje pleno al Acuerdo de La Habana, ruptura de diálogos con el ELN y violación de los protocolos, negación de la necesaria paz completa, potenciación y expansión paramilitar en los territorios, genocidio en curso contra líderes sociales y excombatientes, criminal represión policial de la protesta, impunidad y protección para altos mandos violadores de DDHH. Se necesita a gritos parar la masacre, una reforma militar con participación de los uniformados, y revisar la costosa y fallida política de seguridad, de lo contrario cualquier gobierno alternativo puede sucumbir ante la presión del brazo armado de la derecha.

Finalmente, como tercer elemento de análisis, además de representar la crisis y demostrar cómo no salir de ella con su ejecución en el gobierno, este último año de Duque es definitivo para el rumbo de esta coyuntura histórica. Crisis de similares características pueden dar paso a fases históricas muy distintas dependiendo de la acción política. Desde mi lectura, la crisis colombiana es de tal magnitud que no se puede descartar ninguna opción. Duque nos ha dado muestras que lo que sesudamente nos parecería un disparate puede terminar siendo la decisión del gobierno. Es un año clave en disputa entre tres grandes tendencias para “recomponer” el país: la salida autoritaria que raya en el fascismo; el cauce a la política de la rebelión inconclusa del Paro Nacional; o la recomposición contemporizada del bloque de poder. Las 3 opciones están latentes en la actual coyuntura y aunque pasan por una campaña electoral que aún no ha empezado, desde ya se están disputando el futuro de Colombia. La primera labor para un proyecto alternativo en 2022 parte de exigir que se den las plenas garantías democráticas para la realización de los comicios (convocatoria, transparencia, seguridad física, etc), no sea que con el autogolpe en curso se le abran las puertas a otro Duque por ahí, que perpetúe la crisis para drama de millones de compatriotas.

Las 2 Orillas


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