Chile: Hablemos de la Constitución, no de la Convención – Por Víctor Maldonado

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Por Víctor Maldonado*

Ya es tiempo de pasar a otra etapa. Hasta ahora, la Convención ha hecho noticia por la Convención en vez de por la Constitución. Sabemos que se han establecido, que preparan su reglamento, que negocian espacios, que no les gusta las condiciones en las que trabajan, incluso lo que opinan unos de otros.

Sabemos de todo, excepto lo que importa. Porque no fueron electos para convivir, sino para proponer las reglas que ordenarán la convivencia nacional. Se hace necesario evitar que este pequeño grupo humano caiga en la consabida práctica de los privilegiados, es decir, el considerar que sus anécdotas y peripecias diarias deben resultar del más alto interés para los demás.

La autorreferencia siempre es mala porque termina por aislar. El síntoma es que se acaba hablando de lo que sea, simplemente, porque se tiene micrófono disponible al frente. Así se puede pasar perfectamente de críticos a criticados.

Muchos de los convencionales llegaron a serlo como reacción a una casta política desactualizada. No es cosa de cambiar los personajes y mantener las malas costumbres. De paso, habría que decir que si bien la política se alejó de la gente común y corriente – este proceso malsano llevó años – pero a algunos parece que les basta semanas para pasar a comportarse de un modo parecido.

No se trata de errores generalizados, sino de peligros a evitar. El proceso de instalación está dentro de lo esperable. Se ha pasado por momentos difíciles, pero la instancia misma no ha estado nunca en riesgo. Un grupo de personas sin previo conocimiento mutuo no podía evolucionar sino a tientas.

Cuando se dispone de un año para terminar una gran tarea, no es excesivo emplear el diez por ciento del tiempo en organizarse, pero no mucho más. Ahora se trata de establecer definiciones en variadas materias, a medida que se desarrollen los diálogos que aún no han comenzado plenamente.

La ampliación de la mesa directiva, así como la instalación de comisiones, definición de reglamento y votación por declaraciones públicas están mostrando un fenómeno interesante. El alineamiento simple de derecha e izquierda no se ha dado, por lo cual las recriminaciones entre los supuestos socios han estado a la orden del día.

Además, con el paso del tiempo, ha ido variando la mirada sobre los independientes. La crítica a los partidos (archiconocidos, remisos a los cambios, desarraigados de la ciudadanía) ha llevado a depositar la confianza pública en personas desconocidas, precisamente, porque lo son.

Pero no tener un pasado conocido, como ocurre en demasía con los representantes de la política tradicional, no significa ser mejor, sólo quiere decir que no les conocemos. La ignorancia no garantiza encontrarnos con más calidad, mejores intenciones o más puros propósitos. De todo hay en la viña del Señor.

Además, el desconocido no lo puede ser por siempre, dado que comienza a dar opiniones, establecer lazos con otros y a comportarse de un modo sospechosamente parecido a quienes ocupaban con anterioridad los primeros planos. El poder, mucho o poco, es un buen calibrador de la calidad de las personas. Más de algo aprenderemos en este proceso.

*Licenciado en Sociología y Magíster en Ciencias Políticas, Universidad de Chile. Analista de Politika.


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