El Grupo de Puebla como respuesta a la derecha continental – Por Guillaume Long, especial para NODAL

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Por Guillaume Long*

, especial para NODAL

La fundación del Grupo de Puebla fue una respuesta vital y urgente frente a la arremetida agresiva de la derecha latinoamericana en la región. Los últimos años y meses anteriores a la reunión de Puebla de julio de 2019 habían estado marcados por el avance sostenido de una derecha muy envalentonada e ideologizada, empeñada en destrozar el legado de los gobiernos progresistas en varios países, en perseguir a la izquierda latinoamericana y a sus dirigentes, y en revertir – o impedir – la consecución de los derechos de las grandes mayorías.

No es una coincidencia que los países de América Latina que tuvieron gobiernos progresistas, alcanzaron una fuerte reducción de la pobreza y desigualdad, y defendieron férreamente su soberanía – como fue el caso de Brasil, Argentina, Bolivia o Ecuador – fueran particularmente afectados por esta nueva cruzada conservadora.

Élites indignadas por la democratización y por la redistribución de la riqueza no tuvieron el menor reparo en consumar rupturas institucionales y democráticas para lograr desterrar a la izquierda con vocación de poder y a sus líderes históricos. Lo hicieron a través de pactos de élites plutocráticas, interesadas, principalmente, en una máxima desregulación financiera y en la captura corporativa del Estado para controlar los procesos de toma de decisión en materia normativa. En varios casos, esta restauración conservadora recibió el apoyo de importantes sectores de las fuerzas de seguridad y en todos los casos, la retoma del poder del Estado por parte de las elites tradicionales gozó de la activa complicidad de los grandes medios de comunicación en su rol de voceros activistas del revanchismo.

El regreso de una derecha muy premoderna y poco republicana fue activamente apoyado por el gobierno de los Estados Unidos, más aún durante el cuatrienio del presidente Trump, marcado, en su relación con América Latina, por la dominación de una facción neoconservadora del partido republicano, obnubilada por una lucha injustificada en contra de la izquierda y convencida de la necesidad de revivir la Doctrina de Monroe en el hemisferio. En todos los casos, estos pactos de élite se consolidaron a espaldas del campo popular.

Este proceso ha tenido una serie de características que nos recuerdan las horas más oscuras del Plan Cóndor de los años 70, como lo evidenció el tráfico de armas entre gobiernos afines para enfrentar las protestas ciudadanas que se desencadenaron a los pocos meses de la creación del Grupo de Puebla.

Y llama la atención las similitudes en el actuar de una derecha continental muy cohesionada que repite el mismo guion: persecución y proscripción, sobre todo a través de la judicialización de la política; cuestionamientos a las victorias electorales de los sectores populares, golpes de Estado, preferiblemente con pátina seudo-institucional, como los golpes parlamentarios; bombardeo mediático y censura desde los propios medios; fuertes represiones a las protestas antineoliberales; entre otros atentados contra la democracia y los derechos humanos.

El Grupo de Puebla se crea, entonces, ante esta dramática situación: la articulación internacional de las fuerzas oscurantistas. Puebla representa una amplia y heterogénea alianza progresista para defender los derechos, la democracia y la soberanía. El resultado es hoy un Grupo amplio y diverso, integrado por mujeres y hombres abocados al debate, pero también motivados por enfrentar las injusticias y los atropellos a la democracia.
El panorama, no obstante, ha cambiado desde aquellas jornadas de Puebla de julio de 2019. Las fuerzas progresistas han triunfado de la mano de sus pueblos en varios países latinoamericanos. Sin embargo, estos logros demandan también más discusión y reflexión, y una renovada articulación frente a los retos y las múltiples amenazas que se ciernen sobre los nuevos procesos.

Pensar el desarrollo, la soberanía, y los derechos en América Latina, requiere de creatividad, autocrítica, y capacidad de superar dogmas y eslóganes. El Grupo de Puebla también debe ser un espacio para ello. Hoy América Latina, la región más golpeada del planeta por la pandemia, requiere de soluciones audaces e innovadoras. El Grupo de Puebla está llamado a asumir la responsabilidad histórica de contribuir a este proceso: ser una plataforma de ideas para que superar juntos una de las etapas más tristes, más dogmáticas y más destructoras en la historia de nuestra región.

*Ex canciller de Ecuador


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