El cambio climático, un fenómeno que no se puede ignorar aunque quisiéramos – Por Enrique Maurtua Konstantinidis

1.926

Por Enrique Maurtua Konstantinidis*

A lo largo de la historia del planeta, el clima siempre ha sufrido variaciones, pero desde hace
algunos años las tasas de cambio se han modificado de manera preocupante. Es por eso que
hablamos de “cambio climático”.

Cuando países de todo el mundo avanzaron en la tan “provechosa” revolución industrial, el
agregado artificial de gases de efecto invernadero, producto de las actividades humanas
(principalmente la quema de hidrocarburos) modificó la composición de la atmósfera y, en
consecuencia, también su capacidad de retener calor. Esto llevó a que la atmósfera se
calentara (de aquí el concepto de calentamiento global) y a que se modificaran
progresivamente los climas de todo el planeta. ¿Esto significa que el mundo se calienta como
una olla? Claramente no; las variaciones son, normalmente, de pocas décimas de grado, pero
eso es suficiente para alterar el equilibrio dinámico que tienen la Tierra y sus ecosistemas. Así,
vemos cómo permanentemente son más frecuentes las manifestaciones de este problema:
eventos meteorológicos extremos cada vez más fuertes, con inundaciones y más violencia;
sequías prolongadas; y la famosa subida del nivel del mar, que aunque suceda de a poco, sigue
avanzando y poniendo en peligro a muchas ciudades costeras.

La Argentina no está exenta de este fenómeno y sus impactos. Solo hay que mirar los últimos
10 años y con facilidad se podrá observar que ya hemos sufrido mucho con (por citar algunos
hechos) la inundación de La Plata en 2013, donde murieron más de 80 personas; la sequía de
2018, en la que se perdió alrededor del 1 % del PBI; y las olas de calor de 2013 y 2015 en la
ciudad de Buenos Aires, en donde, además de quedar expuesta la vulnerabilidad de las
personas mayores, también sufrió el sistema eléctrico, con apagones y con lo que ello significó
para los comercios, entre otros.

Las proyecciones científicas para nuestro país tampoco son alentadoras si no se abordan a
tiempo: los glaciares argentinos, al igual que muchos de otras partes del mundo, están en
retroceso; la pérdida de ecosistemas está al acecho en una gran cantidad de rincones
naturales; y la disponibilidad de agua será un problema también, ya que en algunos lugares
será escasa, mientras que en otros será demasiado abundante y pondrá en peligro poblaciones
y cosechas; y, aunque sorprenda, en otras regiones de la Argentina será abundante y escasa al
mismo tiempo (con períodos de sequía prolongados y precipitaciones torrenciales muy cortas),
lo que dificultará el desarrollo de nuestro tan preciado campo.

Todos estos problemas tienen su origen en muchas de las acciones humanas que generan
emisiones adicionales a la atmósfera, principalmente gases derivados de la quema de
hidrocarburos (energía y transporte), que a nivel mundial representan alrededor del 80 % de
las emisiones. El resto proviene de los sectores de uso de la tierra, tales como la agricultura, la
ganadería y la deforestación.

Pocos responsables y muchos damnificados

Hay más de un centenar de países cuyas emisiones sumadas tan solo representan un cuarto de
las emisiones globales, mientras que más de tres cuartos son generadas por las naciones que
integran el G20 y otras pocas, lo que da cuenta nuevamente de las inequidades que existen en
materia de responsabilidad frente a este problema mundial. Entre esos países principales se
encuentra la Argentina que, aunque dista mucho de tener emisiones comparables con los más
industrializados, se mantiene dentro del grupo de mayores emisores.

Cada país genera su propio inventario de gases de efecto invernadero, siguiendo metodologías
comunes acordadas internacionalmente, y allí se pueden observar cuáles son las fuentes de

emisiones que corresponden a cada uno. Para el caso de las naciones industrializadas, esos
inventarios tienen predominancia de emisiones provenientes de hidrocarburos, mientras que
los países dependientes del uso de la tierra tienen importantes emisiones derivadas del sector
agropecuario y forestal.

Esta asimetría de responsabilidades es lo que lleva a las negociaciones internacionales a
trabajar siempre en función del principio de las “responsabilidades comunes pero
diferenciadas”, un concepto acuñado ya a comienzos de la Convención Marco de Cambio
Climático para aclarar la distinción que debe existir entre países con mayor responsabilidad y
capacidades y aquellos que necesitan ser apoyados para poder afrontar no solo los cambios,
sino además las consecuencias.

Se determinó que las emisiones mundiales deben estabilizarse después de mitad de siglo, lo
que significa que los principales emisores deben acelerar sus acciones climáticas, de manera
que su impacto en las emisiones globales sea prácticamente nulo. ¿Qué significa esto?
Abandonar la quema de combustibles fósiles como fuente de energía, transicionar a medios de
transporte sin emisiones, migrar a prácticas agrícolas de bajo impacto y terminar con la
deforestación en el corto plazo, entre otras medidas.

Los sectores más responsables en la Argentina

La producción y quema de hidrocarburos representa, en nuestro país, más de la mitad de las
emisiones. Esto incluye la generación y consumo de energía y el transporte, entre otros. Con la
larga historia que lleva el sector de los combustibles fósiles y el amplio desarrollo gasífero
nacional, esto no ha de sorprender. Los otros sectores importantes del uso de la tierra son la
agricultura, la ganadería y la silvicultura que, combinados, representan el 37 % de las
emisiones. Con estos números queda claro dónde es que la Argentina debe hacer los esfuerzos
para ser parte de la solución.

No estamos solos

La Argentina, al igual que toda la región latinoamericana, es un país en vías de desarrollo, con
mucha riqueza y capacidades, pero con enormes desafíos para acortar las brechas en la
sociedad. La cooperación internacional es fundamental para alcanzar una nueva etapa de
sostenibilidad. Es claro que la transición tiene un costo y aunque buena parte podría (y
debería) hacerse con recursos propios que hoy se destinan a las compañías petroleras, hay
otra parte que tendría que compensarse con el aporte financiero de aquellos países que
históricamente se beneficiaron del desarrollo industrial a costa de impactos climáticos de hoy
y del futuro.

En 2015 la comunidad internacional creó en París el acuerdo global que busca limitar la
temperatura media a niveles estables para la supervivencia y el desarrollo sostenible. El
conjunto de participantes resolvió contribuir con esfuerzos propios y hacer uso de recursos
provenientes de países desarrollados y otras naciones que deseen cooperar (como China) para
hacer accesible la transición y que nadie quede atrás.

En el marco del llamado Fondo Verde para el Clima, los países en vías de desarrollo presentan
proyectos y, luego de ser evaluados, acceden a donaciones o créditos blandos para poder
implementarlos. Allí hay una oportunidad muy interesante para la Argentina que, usada de
manera inteligente, podría ayudar a una rápida descarbonización de sectores clave.
Un futuro basado en la sostenibilidad y los derechos

La lucha contra el cambio climático dista mucho de ser una película distópica posapocalíptica.
Las prácticas agrícolas sostenibles con menos usos de agroquímicos contribuyen a una vida
más saludable, con menos riesgos para la salud y mejores condiciones para la tierra y los
ecosistemas.

El transporte sostenible disminuye los ruidos, los problemas de calidad del aire, y también las
emisiones que provoca el segundo sector más responsable en la Argentina.
La eficiencia energética es, probablemente, la acción más fácil y beneficiosa, ya que se puede
hacer en todos los sectores productivos y de la construcción, es fácil de implementar y puede
tener muy bajo costo. Además, allana el camino para la introducción de energía renovable y
genera muchísimo empleo.

Las acciones para abandonar el uso de los hidrocarburos y migrar a fuentes renovables de
energía limpia llevan a desarrollos tecnológicos y de conocimiento muy grandes, a
posibilidades de crear empleo de calidad y mejores condiciones para las personas que trabajan
y a la igualdad de género y el respeto de los derechos de los pueblos, sobre todo con el
potencial que tiene nuestro país para generar energía en todo el territorio y en todas las
escalas (desde la residencial hasta la del sistema interconectado nacional).

De esta forma, cada solución, en cada uno de los sectores, provee oportunidades para crear
una nueva identidad de país, una que se encuentre en armonía con el ambiente.

* Asesor senior de política climática de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN).
Coordinador del Grupo de G20 de ClimateAction Network Internacional (CAN).


VOLVER

Más notas sobre el tema