Un tirano en La Moneda – Por Paul Walder

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Paul Walder*

La insistencia del gobierno y del presidente en particular de presentar requerimientos de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional (TC) por diversos proyectos presentados por parlamentarios amplifica la crisis en la que está el país desde octubre del 2019. A la catástrofe social se sumó desde el año pasado el hundimiento económico a niveles históricos junto a un trance político que en estas semanas ha colapsado. La política chilena, pese a todos los eventos electorales de los próximos meses, está atascada.

De todos los proyectos de ley impugnados por el gobierno, como el royalty a las empresas mineras, el impuesto a los más ricos, incluso la eutanasia, es el tercer retiro de un diez por ciento de fondos de pensiones el que ha abierto una brecha definitiva, no solo entre el presidente y el pueblo, sino con el parlamento que incluye hasta diputados de su propia coalición.

Piñera, que tiene los índices de impopularidad más altos de toda la historia de la democracia chilena, está solo. Su único apoyo, que por cierto es poderoso, son los empresarios, sus socios y algunos incondicionales en el veinte por ciento que votó por el rechazo a un cambio constitucional.

En estas condiciones de debilidad política y aislamiento del pueblo y de la misma comunidad política, Piñera esta semana ha cumplido la amenaza de recurrir al TC para frenar el retiro de los fondos de las AFP. Si desde el estallido se ha ganado como enemigos declarados a los centenares de miles que protestaban activamente por haberlos perseguido, mutilado y encarcelado, ahora se gana la repulsión de la gran masa de trabajadores y trabajadoras que necesitan con urgencia esos recursos para vivir.

Aparentemente, también se ha roto la conexión que hubo en la clase política desde el estallido social. Ese mismo cuerpo parlamentario que lo arropó el 25 de noviembre con el eufemístico Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución, que le aprobó leyes represivas para encarcelar a miles de jóvenes, ahora dice estar con el pueblo.

Tal vez una decisión temporal, un giro momentáneo, más como apuesta de campaña para una elecciones que están a la vuelta de la esquina. Pese a ello, lo que tenemos en escena es un quiebre, un atasco político de proporciones.

Piñera solo con sus pares, con el uno por ciento más rico, el grupo propietario del 30 o 40 por ciento de la riqueza nacional. Piñera está ahora totalmente transparentado en lo que es y siempre ha sido: un multimillonario, un inescrupuloso especulador de mercados financieros, un codicioso evasor de impuestos que gobierna para sus partners de la CPC y la Sofofa.

Sin retórica ni un argumento sostenible que justifique sus obstinación por el freno a los flujos políticos, su figura ya está peligrosamente hundida hasta el cuello. Porque un presidente aislado y despreciado, y con el tremendo poder que le entrega la actual constitución, es sin lugar a dudas un peligro.

A quién defiende Piñera en estas horas críticas. Durante la semana y hoy mismo hemos conocido algunas declaraciones de los grandes empresarios a través de sus medios de prensa. No están con el pueblo, definitivamente, y tampoco con el parlamento. Apoyan algo, no demasiado, al pobre hombre de La Moneda pero sí defienden, y defenderán hasta las últimas consecuencias, como bien lo ha mostrado la historia, el statu quo institucional sobre el que se apoyan todos sus privilegios.

El empecinamiento sin argumentos, su soledad, la brutalidad en el trato al pueblo movilizado han perfilado a Piñera con nuevas características. El otrora payaso, torpe y lenguaraz ha mutado en un perverso y aislado tirano.

Todavía un aprendiz de tirano. Los griegos inventaron esta figura para referirse al dictador autoritario, pero desde la modernidad designamos al que ejerce el poder de forma injusta y reprime al opositor. Piñera no solo persigue y reprime con fiereza al pueblo movilizado. Ahora llama a los canales de televisión que han osado criticarlo.

Las fuerzas se han estrellado. Las cartas están ahí y las podemos ver todos y todas. Si fuera un juego sería hasta divertido, pero estos momentos tienen características de tragedia. Tras el anuncio del gobierno de recurrir al TC sonaron nuevamente las cacerolas y los llamados a nuevas movilizaciones. Esta vez, a diferencia de llamamientos anteriores, hay rabia sincera y millones de nuevos actores en la escena.

*Periodista y escritor chileno, licenciado en la Universidad Autónoma de Barcelona, colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


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