¿Por qué son tan caras e inaccesibles las vacunas ? – Por Jorge Marchini

1.836

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Jorge Marchini *

El surgimiento de la nueva ola de contagios de Covid-19 ha puesto nuevamente en atención las condiciones y limitaciones de la oferta de vacunas a nivel mundial.  La esperanzadora alternativa provista por la ciencia en tiempo récord  para combatir la mayor pandemia del último siglo queda desdibujada por la evidencia de un avance lento y  desequilibrado de la imprescindible  y urgente necesidad de una  vacunación mundial generalizada.

La oferta internacional  de vacunas  no solo se encuentra  limitada por  la capacidad de producción y entrega de los fabricantes, sino que está  totalmente deformada por países  que privilegian sus propias demandas (EEUU., Europa),  y  al hecho, como indica el presidente. Alberto Fernández de Argentina,  que  » la venta está concentrada y los laboratorios deciden negociar con los Estados nacionales».

Las reiteradas afirmaciones  de líderes mundiales y de directivos de empresas farmacéuticas que la prioridad debía  ser unir y no dispersar  esfuerzos para garantizar el justo, seguro  y rápido acceso sin discriminación alguna de vacunas  a la población mundial han quedado en promesas o, en muchos casos, peor aún, sólo en frases vacuas o cínicas  de relaciones públicas.

Lo cierto es que en lo inmediato, en los hechos, el desfasaje entre una oferta restringida y concentrada y una demanda mundial  urgente y desesperada  fue  marcado  por el poder y  los negocios y no por la defensa  de la humanidad.  Resulta demostrativo de ello que en abril de 2019, de 811 millones de dosis vacunadas  en el mundo ([1]), solo 38 millones han sido  brindadas a través de COVAX , la alianza impulsada por la Organización Mundial de la  Salud para «un acceso equitativo mundial a la vacuna contra el Covid-19([2])

Los   fanáticos de la «mano invisible del mercado» -aquí y en todas partes- explican las dificultades actuales como  un cuello de botella circunstancial  que se corregirá automática y virtuosamente  en poco tiempo.  No es así. El entramado de intereses y negocios que se ha instalado en torno a la vacunación nada tiene que ver con la proclamada libertad de elegir y transparencia de la competencia de iguales, sino con disputas de posiciones de privilegio en un mercado que se estima alcanzará rápidamente más de 73.000 millones  de dólares anuales([3]).

 Condiciones leoninas

En forma habitual, las grandes corporaciones farmacéuticas justifican el alto precio de los medicamentos por el hecho de que deben invertir en su desarrollo inicial  enormes sumas que, en muchos caso, no llegan a resultados esperados, y por lo tanto terminan en fondo perdido. Es por ello,  justifican, que los precios de venta no se deben ajustar a los costos reales de producción sino también amortizar inversiones riesgosas  anteriores.

De tal forma,  plantean  el reconocimiento internacional de la  propiedad intelectual, la garantía de patentamiento y del derecho monopólico de producción y comercialización, exigiendo  que no haya competencia para sus productos de empresas o países  que  pudieran fabricar productos sin tener que cubrir inversiones iniciales en investigación y desarrollo.

Paradójicamente, en el caso de las vacunas contra Covid-19  no se justifica  el reclamo de una renta tecnológica garantizada a largo plazo con el monopolio de patente reclamado  por las empresas por un periodo de  20 años. Las inversiones de éstas fueron realizadas en forma abrumadora con fondos y/o el apoyo de los Estados a través de enormes subsidios, anticipos de compras a riesgo , puestas a disposición de institutos de investigación pública, y ayuda directa a la   realización y seguimiento  pruebas de campo ([4]) .

De todas formas, y por el juego de presiones y de intereses privados en juego,  las negociaciones  de vacunas en el marco de la emergencia  sanitaria mundial tomaron  una dinámica  desequilibrada y perturbada.  Por lo pronto, los vendedores han exigido  desde el vamos a los gobiernos  que las  negociaciones sean reservadas, y de allí el misterio de los precios que se pagan([5]) y de las exigencias planteadas en  cláusulas contractuales que, de transparentarse, evidenciarían a la sociedad otras inconcebibles  ventajas y prebendas  exigidas por los oferentes.

Entre éstas,  grandes pagos anticipados ,  condicionalidad de entrega, garantías de no exponerse a riesgos de juicios en tribunales locales , costos de logística y seguros y muchos más, y la  subordinación y postración para el  demandante([6]) .

Es así entendible el porqué  de que cuanto más pequeño y/o pobre sea un país, peores sean las  condiciones para acceder a la vacunación de su población.  De allí también la inconsistencia, que bien podría ser caracterizada también específicamente como inocencia o  irresponsabilidad enunciativa, de clamar  que las mejores condiciones se obtendrían si  todas las  compras de vacunas las hicieran  los  gobiernos locales o en forma privada,  y se afirme falsamente que «no nos dejan con manos libres cuidar el interés público».

De tal forma, no  sólo no se reconoce que  se ahondaría la ya grosera desigualdad existente (quien paga, y no quien más lo necesita, se vacuna primero ) sino también el desarrollo de un

mercado negro con todos los peligros de vacunas falsas y  la dispersión y/o pérdida del imprescindible control  sanitario público([7]).

 Vacunación universal  vs. prebendas  monopólicas

La  atención de salud para la protección de la vida humana  debe ser  una prioridad urgente de la sociedad, que no puede ser subordinada a  injustificadas de rentabilidades prebendarias de intereses privados. No puede confundirse costos reales y ganancias normales comprensibles, con la expectativa ladina de superbeneficios extraordinarios.

La pandemia requiere  garantizar el acceso más amplio e inmediato  posible a vacunas, medicamentos e insumos, partiendo del reconocimiento de que el  desafío primordial  debe ser atender una necesidad  social general que no puede ser distorsionada o desviada.

 Con tal propósito, las tecnologías para hacer posible la fabricación  de vacunas deben contar también con  disponibilidad social y control público, de forma tanto de lograr una mayor fabricación y oferta de productos con  aseguramiento de calidad y mejores costos. Ello es en particular imperioso para países periféricos que cuentan con recursos limitados de divisa , como ocurre hoy con  América Latina

 Recientemente,  la India y Sudáfrica presentaron una propuesta común ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) solicitando la suspensión temporaria de los derechos de propiedad intelectual relacionados con la vacunas y tratamientos contra el Covid-19.  Ésta fue rechazada en un principio vehementemente por los países más desarrollados como EEUU, Unión Europea y Reino Unido, de donde por cierto son originarias actuales empresas proveedoras de vacunas,  alegando que una restricción al derecho de propiedad intelectual podría ser considerada una usurpación y limitaría el incentivo privado para realizar futuras inversiones en investigación y desarrollo.

América Latina  debe tomar un rol activo ante un debate que ha comenzado a abrirse a nivel mundial y que debe reforzarse ante tanta desproporción y desequilibrio en la accesibilidad a las vacunas. Ello no debe ser solo en la importancia que tendría el acompañamiento al reclamo que están impulsando organizaciones  intragubernamentales de países periféricos  como el Centro del Sur (del cual varios países latinoamericanos son miembros) para que se conceda la excepción  «por seguridad» contemplada en el Artículo 73 (b) del Acuerdo de Propiedad Intelectual (TRIPS) de la OMC ([8]).

Sino también plantear propuestas  concretas de complementación y cooperación en investigación y producción pública y privada  entre países. Por lo pronto, sería  un motivo sustantivo   para retomar con  pleno sentido histórico y práctico  una perspectiva concreta de  integración regional en formas armónica, realista y útil que traería evidentes  beneficios comunes, sin significar el participar un lastre o marginación alguna para ningún país.

Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires. Coordinador para América Latina del Observatorio Internacional de la Deuda, investigador del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso). Directivo de la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)


VOLVER

Más notas sobre el tema