El giro decolonial – Por Farit Limbert Rojas Tudela

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Por Farit Limbert Rojas Tudela *

El llamado “giro decolonial” reúne a una variedad de autores que, en distintos tiempos, han trabajo juntos, en otros han protagonizado largas polémicas respecto a cada una de sus posturas, pero que, sin embargo, los une una crítica a los efectos de la colonización en América y la continuidad colonial en las repúblicas latinoamericanas.

Entre esta variedad de autores cabe destacar a Enrique Dussel, Aníbal Quijano y a Walter Mignolo, aunque estos tres autores que citamos son solo una parte de los pensadores que se pueden reunir bajo este nombre de “giro decolonial” y, es más, posiblemente a ninguno de ellos les guste esta denominación, pero, como toda clasificación, la nuestra es también arbitraria.

Para Enrique Dussel (2020), la colonialidad tiene una relación directa con ocultamiento y encubrimiento. No es casual que denomine al 1492 no como el año del descubrimiento, sino como el encubrimiento de América. Los indios, justamente no fueron descubiertos, fueron encubiertos, incluso su denominación: indio, es un encubrimiento. Dussel asimismo vincula la modernidad directamente con la colonialidad. Y es en este sentido que colonialidad sea el patrón estructural de poder de la modernidad inaugurada por Europa.

El Diccionario online de Pensamiento De-colonial señala, sobre la colonialidad, que: “(…) se compone históricamente a partir de la asociación entre un sistema de dominación asentado en un entramado de relaciones sociales intersubjetivas, basadas en la clasificación social jerárquica de la población mundial; y un sistema de explotación, que consiste en la articulación de todas las formas conocidas de expropiación del trabajo conocidas en una única estructura hegemonizada por el capitalismo. La colonialidad es, en este sentido, uno de los elementos constitutivos del patrón global de poder capitalista.” [1]

Esta definición del diccionario online tiene un referente claramente visible, nos referimos al peruano Aníbal Quijano.

Como señala Mignolo: “A finales de los ochenta y comienzos de los setenta, Aníbal Quijano presenta el inquietante concepto de colonialidad (la parte visible y constitutiva de la modernidad)”.

Es el peruano Quijano quien presenta este concepto para mostrar las formas o maneras en las que se prorroga lo colonial de la dominación española en la vida cotidiana no solo en las excolonias, sino en el mundo.

Aníbal Quijano ha descrito a la “colonialidad del poder” como uno de los ejes que estructura el capitalismo colonial moderno y que ha producido, desde el origen de la modernidad, una clasificación social jerárquica de la población mundial según criterios raciales, pero que trascendiendo la relación colonial original ha afectado a todas las manifestaciones del poder mundial postcolonial, en particular a la manera en la que el Estado y el Derecho conciben a lo indígena.

Desde este punto de vista, la idea de colonialidad no queda limitada al concepto de colonialismo. Aunque de alguna manera se encontraría en ese primer “espacio-tiempo” del nuevo patrón de poder mundial que fue la América “descubierta” y conquistada, es decir, el punto de inicio de un proceso que se ha venido desarrollando desde el la constitución de América y la instauración del capitalismo hasta la globalización en nuestros días. De esta forma, la idea de raza, como “categoría mental de la modernidad”, operó como el modo de justificar la diferencia entre conquistador y conquistado que se instituyó en el Nuevo Mundo.

“En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista”, observó Quijano.

Según el pensador peruano, el fuerte vínculo entre raza y capitalismo se manifestó tempranamente, cuando la Corona de Castilla decidió terminar con la esclavitud de los indios para prevenir su exterminio y garantizar así la existencia de una población sometida a servidumbre (a pesar de que se haya permitido a ciertas comunidades el intercambio de trabajo sin mercado como igualmente la eximición de la servidumbre a cierta nobleza india).

Por otra parte, con la instauración de una nueva forma de control y explotación de las relaciones de trabajo, sobre la base (aunque no exclusivamente) de la relación capital/salario, orientada al comercio con el mercado mundial, se configuró el otro elemento central de esa relación que estableció la estructura colonial.

Con el sometimiento a la esclavitud de los negros y la reserva del espacio de producción libre de mercancías a españoles y portugueses (la raza dominante), dedicando a la nobleza los altos cargos administrativos coloniales, se completó la configuración de la organización socioeconómica que impuso “una sistemática división racial del trabajo” que fue disponiendo una distribución en base al racismo del trabajo al interior del capitalismo moderno.

Esta fuerte vinculación entre racialización y modernidad quedaría expuesta, según Quijano, al expresar que no existiría en la propia dinámica del capitalismo ningún elemento que explique porqué se concentró el trabajo asalariado casi con exclusividad en Europa, relegándose al trabajo servil o esclavo a las colonias. Apuntando a factores de carácter extraeconómico ha de resaltar la asociación entre trabajo no asalariado y razas dominadas –en tanto estas eran supuestas razas inferiores y considerando que esa vinculación provocaba la naturalización de la obligación de trabajar–.

Lo característico del análisis de Quijano es que no se limita a considerar las relaciones de dominación política “metrópoli-colonia”, sino que da cuenta de una estructura de dominación que tiene inicio en ella pero que se autonomiza de la misma.

Sobre la base de los aportes efectuados por Quijano y reseñados brevemente, Walter Mignolo profundiza su mirada en la colonialidad como constitutiva de la modernidad, pero subraya las resistencias y reacciones que esta misma produce en su seno.

Mignolo amplía esta matriz colonial (lo hace junto a Edgardo Lander y otros del grupo de estudios de coloniales) y llega a proponer una matriz colonial de poder, con la siguiente estructura compleja:

-Colonialidad del poder: control de la economía, control de la autoridad, control de la naturaleza y de los recursos naturales, control del género y la sexualidad, control de la subjetividad y del conocimiento.

Como señala Mignolo: “La colonialidad del poder está atravesada por actividades y controles específicos tales la colonialidad del saber, la colonialidad del ser, la colonialidad del ver, la colonialidad del hacer y del pensar, la colonialidad del oír, etc. Muchas de estas actividades pueden agruparse bajo la colonialidad del sentir, de los sentidos, es decir, de la aeshtesis”.

De acuerdo a Mignolo, el pensamiento decolonial se iría constituyendo desde la misma fundación de la modernidad en las Américas (con la colonialidad como su contrapartida), desde el pensamiento indígena y afrocaribeño, su posterior desarrollo en Asia y África como “contrapartida de la reorganización de la modernidad/colonialidad del imperio británico y el colonialismo francés” y continuando con los movimientos de descolonización en Asia y África en el contexto de la Guerra Fría.

La fuerza crítica del pensamiento decolonial de Mignolo estaría dada por considerar la matriz colonial del poder y llevar adelante una “decolonización epistemológica” que, en concordancia con el pensamiento de Quijano, permitiría una “nueva comunicación intercultural”.

Tanto Quijano como Mignolo buscan desentrañar en los orígenes mismos de la modernidad aquellas claves que permitan, actualizando el impulso de las teorías críticas, sustentar una racionalidad que visibilice el eurocentrismo escondido en la modernidad y que consienta formular una verdadera política emancipatoria, que deberá ser necesariamente situada y arraigada para no quedar aprisionada en la trampa de la colonialidad. En la trampa de repetir el argumento una y otra vez, sin avanzar más allá.

Lógicamente el Derecho es central en esta continuidad de lo colonial en la colonialidad, y así como es necesaria una crítica de la modernidad colonial para pensar en alternativas a esta modernidad, es necesario emprender una crítica del saber jurídico colonial para emprender una alternativa al Derecho en sociedades plurales y complejas como la nuestra.

* Profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UMSA.


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