El “fenómeno Pedro Castillo” en Perú y la perspectiva deocolonial – Por Mariana Álvarez Orellana y Aram Aharonian

2.565

Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Mariana Álvarez Orellana y Aram Aharonian *

Hoy a todos se les da de hablar sobre el fenómeno Pedro Castillo, el maestro andino  triunfador en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú. Sobre todo cuando hay analistas que piensan que con su apoyo al chavismo-madurismo, asume una postura supuestamente suicida. El gran desafío es convertir esa primera minoría de casi 19 por ciento de los votos, en una mayoría superior al 50 por ciento en el balotaje.

Más allá de cualquier ideario, partido o coalición, tiene la responsabilidad de impedir el retorno del fujimorismo fascista y sus mafias., y para ello es preciso persistir en alternativas nuevas y autónomas que articulen a los movimientos indígenas, comunitarios, feministas, ambientalistas, juveniles, sindicales, campesinos, si realmente va a emprender la lucha por la efectiva descolonialidad del poder.

Lo cierto es que Castillo muestra una posición radical no sólo porque responde a su ideología, sino porque mide que ganar sin una narrativa que le sirva para captar y compactar distintos segmentos descontentos del electorado, no lograría sostner una posible victoria.

Algunos hablan de que el fenómeno Castillo parece ser la tantas veces anunciada “rebelión de los cholos”. El malestar se ha reforzado con el regreso de miles de andinos a sus provincias por la pandemia y falta de empleos en Lima. Las escenas de las caravanas de gente caminando por las carreteras en su retorno a sus habitat originarios nos sorprendieron a todos a mediados del año pasado.

En dos semanas se desplomó la candidatura de la progresista Verónika Mendoza: creyó, entre otras cosas, que atacando a Maduro iba a ganar votos.  Castillo, a diferencia de Mendoza, ha mostrado una actitud conservadora. Es machista, se manifestó contra el aborto, una posición  que obviamente no responde a los cánones clásicos del “izquierdismo”.

Pero esa postura puede convertirse en un manto de inmunidad contra los ataques prefabricados contra la izquierda tradicional y, al mismo tiempo, le permite captar votos desde la derecha.  Obviamente, lo que en Perú llaman “izquierda caviar” de Verónika Mendoza, no tiene vida en el Perú profundo.

Hay varias conclusiones que se pueden sacar de las elecciones del 11 de abril. Una, que la mayoría de la población no se guía por los medios de comunicación hegemónicos: los candidatos apoyados e insuflados por los medios, como Forsyth y Guzmán, no pasaron a la segunda vuelta, mientras Castillo, Keiko y López Aliaga fueron atacados permanentemente.

Castillo no tuvo mayor presencia en la gran prensa ni en las redes sociales… al menos hasta la última semana cuando se enfilaron los cañones contra Verónika Mendoza para impedirle llegar al balotaje. Pero el tiro les salió por la culata porque catapultaron –por omisión- a Castillo.

El circuito de Castillo está por fuera de los de la gran prensa y las redes sociales, que fuera del país se consideran cruciales, quizá desconociendo que el 60 por ciento de los y las peruanas no tienen acceso a internet. Perú Libre, el partido de Castillo, jugó sus cartas a través de las radios comunitarias (fuertes en la Amazonia y la región andina), los recorridos pueblo a pueblo a lomo de yegua, y la incidencia en medios locales. Castillo tiene cuenta en Twitter, pero no alcanza(ba) a tres mil seguidores.

De ser correcta esa valoración, entonces ir contra una tendencia predominante en los medios significaría obtener más votos, como por ejemplo en el caso de Castillo defendiendo a Venezuela.

Castillo sabe bien que ya los medios hegemónicos comenzaron sus ataques, calificándolo de “senderoide” (afín a Sendero Luminoso), chavistoide, comunistoide… Él va por otro sendero, nada subilimal por cierto, en la ruta del velasquismo, en la defensa del chavismo.

El giro deocolonial

El sociólogo y teórico político peruano Aníbal Quijano presentó el inquietante concepto de colonialidad, “la parte visible y constitutiva de la modernidad”. Describió a la “colonialidad del poder” como uno de los ejes que estructura el capitalismo colonial moderno y que ha producido, desde el origen de la modernidad, una clasificación social jerárquica de la población mundial según criterios raciales.

Pero, trascendiendo la relación colonial original ha afectado a todas las manifestaciones del poder mundial postcolonial, en particular a la manera en la que el Estado y el Derecho conciben a lo indígena. “En América, la idea de raza fue un modo de otorgar legitimidad a las relaciones de dominación impuestas por la conquista”, insistía.

Desde este punto de vista, la idea de colonialidad no queda limitada al concepto de colonialismo. Aunque de alguna manera se encontraría en ese primer “espacio-tiempo” del nuevo patrón de poder mundial que fue la América “descubierta” y conquistada, es decir, el punto de inicio de un proceso que se ha venido desarrollando desde el la constitución de América y la instauración del capitalismo hasta la globalización en nuestros días.

De esta forma, la idea de raza, como “categoría mental de la modernidad”, operó como el modo de justificar la diferencia entre conquistador y conquistado que se instituyó en el Nuevo Mundo.

Para el filósofo, historiador y teólogo  Enrique Dussel, la colonialidad tiene una relación directa con ocultamiento y encubrimiento. No es casual que denomine al 1492 no como el año del descubrimiento, sino como el encubrimiento de América. Los indios, justamente no fueron descubiertos, fueron encubiertos, incluso su denominación: indio, es un encubrimiento.

Según Quijano, el fuerte vínculo entre raza y capitalismo se manifestó tempranamente, cuando la Corona de Castilla decidió terminar con la esclavitud de los indios para prevenir su exterminio y garantizar así la existencia de una población sometida a servidumbre (a pesar de que se haya permitido a ciertas comunidades el intercambio de trabajo sin mercado como igualmente la eximición de la servidumbre a cierta nobleza india).

Walter Mignolo amplía esta matriz colonial y habla de la colonialidad del poder como el control de la economía, control de la autoridad, control de la naturaleza y de los recursos naturales, control del género y la sexualidad, control de la subjetividad y del conocimiento.

El Perú real, desconocido

Este desconcierto de analistas de derecha e izquierda, habla del desconocimiento o sobre el sinuoso proceso político y social en Perú. Como dice el dicho: existen la ficción, la realidad y el Perú,  que alberga una enorme fragmentación territorial y fuertes regionalismos, donde  conviven universos diferenciados económica y culturalmente, en modos de vida. La costa cuenta con las mayores riquezas del país y ha hegemonizado la idea misma de la peruanidad: cosmopolita, occidental y decididamente neoliberal.

Mientras,  las industrias extractivas se han abierto paso en al Sierra sobre la economía rural y campesina. Tanto en las ciudades extractivistas como en el ámbito rural, los sectores populares tienen que hacer frente al racismo y al colonialismo interno de las clases dominantes criollas.

Las luchas antimineras tienen gran relevancia en las primeras dos décadas del siglo 21, y de allí emergieron liderazgos indígenas y populares que incluso han accedido a gobiernos locales y regionales, como el aymara Walter Aduviri en Puno; Zenón Cuevas en Moquegua; Vladimir Cerrón -del mismo partido que Castillo- en Junín, y que coincidentemente fueron atacados por el lawfare del establishment criollo.

La Selva, por su parte, aislada geográfica y económicamente, ha sido el teatro de represión permanente, con operaciones de organizaciones guerrilleras desde los años ‘70, la guerra sucia del ejército peruano en los años ‘90 y también la llamada guerra contra las drogas orquestada por la DEA y Estados Unidos.

El caos institucional

El país  llegó a estas elecciones bajo un gobierno de emergencia, tras la destitución de Martín Vizcarra el 9 de noviembre del año 2020. Este, a su vez, había llegado a la presidencia tras la caída del también destituido Pedro Pablo Kuczynski. En las elecciones  se presentaron 18 candidaturas presidenciales, de las cuales seis tenían, según las encuestadoras, posibilidades de superar la magra barrera del 10% de los votos.

Castillo ganó en 16 de las 26 circunscripciones electorales, y su partido, obtuvo casi 30 escaños en un Parlamento muy fragmentado con fuerzas que van del fascismo a la izquierda radical, de los antivacunas a los confesionales y progresistas, convirtiéndose en la fuerza –relativamente- más votada del país.

La peleas intestinas entre distintas fracciones y mafias de los sectores dominantes generaron en los últimos años la destitución de varios presidentes, el cierre del Congreso, el enfrentamiento frontal entre el Ejecutivo y el Legislativo, la renuncia de jueces y de magistrados de la Corte Suprema, el procesamiento y encarcelamiento de varios ex presidentes por el Caso Odebrecht y hasta el suicidio de Alan García, por nombrar algunos de los hechos más notorios.

Todo ello llevó a que en los últimos años surgieran diversos procesos de movilización social, sobre todo de las comunidades enfrentadas contra los proyectos megamineros, mientras en Lima y las ciudades más importantes las protestas populares fueron contra el desgobierno, los escándalos de corrupción, con el retorno de la consigna de “que se vayan todos”.

 La derecha insiste en que la única oportunidad para salir de la pobreza es la sumisión al extractivismo de los recursos naturales (mineros, petrolíferos, gasíferos), habla de un extractivismo sustentable y propone la trampa de convertir a las comunidades en accionistas de estas empresas extractivistas.

En las Ideario de Castillo, se señala la necesidad de  rescatar el derecho al consentimiento y no solo a la consulta previa a las comunidades más aún cuando se resalta en el Estado, “toda la potestad” de profundizar el extractivismo, aunque coexistiría al lado de la “consulta previa y capacidad de veto”, alertando sobre un supuesto ecologismo neocolonial, oenegesista y medioambientalismo fundamentalista.

Lo que debiera hacer Castillo, señalan desde la izquierda, es luchar por aumentar los derechos sociales, individuales y colectivos, aclarar la diferencia entre libertad y libertinaje de prensa, por qué salirse de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, CIDH y no de Organización de Estados Americanos o del Grupo de Lima.

Para poder superar a Keiko y a la derecha fascista, Perú Libre necesita ampliar alianzas populares. No sirven acusar a todas las ONG que trabajan con “discapacitados, clubes de vaso de leche, derechos humanos, LGTBI, feministas, indigenistas, libertad de prensa, ecologistas” por ser “pagados por Estados Unidos y buscan manipular y el control social, y son miles de mercenarios y contra revolucionarios”.

Falta en el Ideario, una evaluación de la corrupción en los gobiernos regionales (GORE) y las medidas correctivas, y apenas propone aumentar su poder con más proyectos especiales y zonificaciones a discreción. Los gobierno regionales no deben continuar con el tráfico de tierras, deforestación y agresión a derechos indígenas.

Lo que ha llamado la atención es la visión sobre la Amazonía, la que no puede ser asumida como llanura sin valorar los bosques y tampoco excluirlos como fuentes de recursos principales, repitiendo la visión del establishment de valorar solo la minería y los hidrocarburos. Debiera aclarar qué se entiende por “todo tipo de infraestructura” para desarrollar “fronteras vivas”, como señala Roberto Espinoza, que ha sido la agresión de las derechas racistas y su engaño sobre el “gran vacío amazónico”.

Perú vive un grave problema de la violencia intrafamiliar contra las mujeres, y por ende Castillo debiera aclarar lo que significa para él el control de la natalidad para salir de la pobreza; el  “extremismo” del feminismo y la ambigüedad de que “no se puede cambiar la familia sin antes cambiar el Estado y modo de producción”.

Quizá debiera sumar reivindicaciones de Verónika Mendoza, como la despenalización integral del aborto y la libre decisión al respecto de las mujeres.

* Álvarez Orellana es antropóloga, docente e investigadora peruana, analista asociada al CLAE. Aharonian es periodista y comunicólogo uruguayo, magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur, preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)


VOLVER

Más notas sobre el tema