Cómo quedó conformado el mapa político luego del balotaje regional

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Un mapa poselectoral con tres bloques: oficialismo y oposición dura y moderada

El mapa político que el proceso electoral 2020-2021 terminó de dibujar en la Bolivia post golpe de Estado y Gobierno de facto muestra un nuevo balance entre oficialismo y oposición, la necesidad de una evaluación interna en el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), y de una revisión de métodos y figuras en el antimasismo más duro, además de la irrupción de nuevas fuerzas opositoras más moderadas.

El esquema que se había iniciado con el triunfo del MAS el año pasado y su regreso al Palacio Quemado en noviembre tuvo un segundo capítulo en los comicios regionales de marzo y se completó el domingo pasado con el balotaje en cuatro departamentos.

La sucesión de elecciones diseñó un esquema inédito en la última década: el MAS tiene tres gobernaciones (Oruro, Potosí y Cochabamba) y la oposición seis.

Pero esos seis departamentos, esta vez, no representan un frente más o menos unido.

Tres fueron para la oposición más dura y tradicional (Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija) y un número igual para nuevas fuerzas moderadas, hasta ideológicamente más cercanas al oficialismo del MAS y con figuras, en varios casos, expulsadas del propio partido de Evo Morales y del presidente Luis Arce (Beni, Pando y La Paz).

En el reparto, los opositores más frontales gobernarán Santa Cruz y Tarija, los dos departamentos más ricos -el primero representa un cuarto de las exportaciones del país; el segundo tiene enormes reservas de gas-, y al MAS le queda Potosí, de enorme riqueza minera y con la mayor reserva de litio del mundo, que nunca terminó de explotar porque un golpe de Estado destituyó a Morales y su Gobierno en octubre de 2019.

«Hay una mitad de poder que es el nacional y una segunda mitad que es el subnacional. Hay gobernaciones en manos de rivales del MAS, pero las hay opositoras frontales y otras que son fruto de algo interesante: organizaciones que no son del MAS pero tampoco oposición dura, sino que están al medio. Y con gobernadores que tendrán que convivir en las asambleas departamentales con la presencia importante que tiene el MAS», evaluó Paul Coca, analista y docente de la Universidad Privada Domingo Savio.

Tampoco es una situación nueva para el MAS porque en 2005, con el primer triunfo de Morales, también se quedó únicamente con tres distritos. Después, ya en 2010 y 2015 ganó seis y dejó tres para la oposición.

Ahora vuelve al esquema inicial, pero con la salvedad de que tiene enfrente una oposición más heterogénea.

Los comicios repitieron una suerte de karma para el MAS.

Ganó la mayoría de las alcaldías (240 sobre 336), pero no terminó de hacer pie en las ciudades más grandes: perdió La Paz a manos del exministro de Jeanine Añez, Iván Arias; El Alto, su otrora bastión, ahora para la exmasista Eva Copa; y Santa Cruz, Cochabamba, Tarija y Trinidad.

En ese sentido, las últimas elecciones fueron un mensaje sobre la recomposición del campo político y, en especial, acerca de la fortaleza o debilidad de los partidos y alianzas.

Y este mensaje debería representar un desafío casi en términos estructurales, tanto para el MAS como para las fuerzas tradicionales.

Autocrítica en el MAS

«Obvio que el MAS debe hacer una autocrítica interna, necesaria en cualquier fuerza, sobre cómo se está manejando y sobre el rol de sus dirigentes que, nos guste o no, son responsables de estas derrotas», consideró Coca.

Hace apenas cinco meses el MAS había ganado las elecciones presidenciales con el 55,1% y en marzo había conseguido más de dos tercios de las alcaldías.

Los comicios de las gobernaciones debían haberle servido para ratificar su hegemonía; sin embargo, terminó sufriendo una derrota, en el mapa general.

Por eso, algunas figuras de peso en el partido ya adelantaron que habrá una «evaluación profunda», que podría alcanzar hasta el lugar de Morales, jefe de campaña en esta última compulsa y decisor de varias de las candidaturas del partido.

«El liderazgo de Morales ya no es el mismo. Fue diputado desde 1997 a 2005 y presidente de 2006 al 2019. Y eso desgasta. Hay una búsqueda de renovación en el MAS y es una aspiración legítima del electorado. Evo no ayudó a sus candidatos porque muchas veces torció decisiones orgánicas y nadie le decía nada», alertó Coca.

Y llamó la atención sobre un cambio muy puntual: «El MAS siempre tuvo disidentes en el Gobierno pero que, cuando se iban, no tenían éxito. Sin embargo, ahora, los que salieron del partido compitieron y ganaron».

Sobre la oposición

El especialista también puso a la oposición en la urgencia por promover cambios, al juzgar que «debe entender que toca jubilar a los líderes que ya no tienen el ímpetu ni ideas nuevas, porque están en campaña desde 1980».

«Y deben pensar en visión país porque el MAS es el único con presencia nacional. Las demás fuerzas se anclan en alguna región y ahí se parapetan», describió.

En ese sentido, advirtió que varias fuerzas (Podemos, Unidad Nacional, Convergencia, Comunidad Ciudadana) protagonizaron «grandes fracasos» porque integraron «alianzas circunstanciales en torno a un caudillo, con un único discurso que era el ‘anti-evismo'».

Por eso, la oposición más dura y tradicional al MAS y a Morales tampoco tiene tanto para festejar.

No solo porque está lejos de ser un bloque mayoritario, sino también porque vio surgir a fuerzas que están hasta ideológicamente cerca del oficialismo, con figuras que, en muchos casos, fueron expulsadas del MAS.

Jallalla, ganador en marzo en El Alto, se quedó ahora con la gobernación de La Paz; el Movimiento Tercer Sistema (MTS), que gobernaba La Paz, ahora tendrá Pando y Beni; y Chuquisaca Somos Todos administrará Chuquisaca, con un exMAS al frente.

Télam


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