Chile | Paula Narváez, candidata presidencial del Partido Socialista: “No voy a ser una cosa distinta de lo que soy por ganar visibilidad”
Por Tamy Palma
Cuando Paula Narváez (48) vuelve por tierra o aire a Santiago lo primero que se le viene a la cabeza es una imagen tras otra que le recuerdan las distintas veces en que ha pasado por la capital. A veces de tránsito y otras para quedarse una larga temporada, como ahora, que desde hace una semana se instaló definitivamente en Santiago.
Ninguna vez ha sido por el gusto de vivir en la capital. La primera fue en 1990, cuando llegó a los 17 años a estudiar desde Puerto Montt sicología en la Universidad Andrés Bello. Patricio Aylwin estaba por asumir la presidencia de Chile, mientras Narváez se paseaba por todos lados temerosa y con un canasto comprado en Angelmó, Puerto Montt, en vez de una cartera. “Era literalmente una Carmela”, dice al recordarlo hoy. Al terminar el lío del cambio de ciudad, según ella, se terminaba para siempre a través de una promesa que se hizo a sí misma: “Nunca, nunca, nunca voy a volver a Santiago”.
La promesa la ha pasado a llevar tantas veces como ha sido posible. La ex vocera del comando de Eduardi Frei y ex ministra del gobierno de Michelle Bachelet, partió 2021 transgrediendo su propio juramento una vez más radicándose en Santiago junto a su marido y sus dos hijas bajo el lema “todo o nada”, tal como define su carrera para llegar a La Moneda. Previo a esa decisión, sus planes tuvieron un breve principio y fin. Una semana antes de que saliera la carta en la que mujeres del mundo de la centroizquierda -misiva coronada con la firma de la expresidenta Michelle Bachelet- proclamaban a Paula Narváez como candidata a la presidencia por el PS, ella había decidido venir a Chile, donde se encontraba desde hace algunos meses producto de la pandemia, de manera esporádica, lo que incluía vender la casa que todavía está pagando en Santiago, comprarse una en Puerto Montt para tener donde llegar cuando quisiera visitar a su familia, y luego volver a Panamá, país en el que trabajaba promoviendo la participación femenina en Latinoamérica a través de ONU Mujeres.
Narváez, la primera de un ciclo de entrevistas con candidatas y candidatos presidenciales de El Desconcierto, habla sobre cómo asume su candidatura, lo que está dispuesta hacer para llevarla adelante y las comparaciones con otras de mayor conocimiento entre la ciudadanía. «No voy a cambiar de personalidad por eso», dice la ex ministra de Bachelet.
–¿Ha sido un terremoto para su familia esta candidatura?
-Mi entorno lo compone mi esposo y mis dos hijas como mi primer núcleo más cercano, pero también está mi mamá, está mi hermana y están algunas amigas muy cercanas que también han estado muy cerca apoyando este proceso porque sí, fue un remezón súper grande. Me pasó hace unos días que una de mis hijas me dijo: ‘¿qué sacamos con que estés todo el día en la casa si no estás disponible para nosotras?’.
-Qué difícil explicarle a un niño la envergadura de una candidatura presidencial. ¿Qué le contestó usted?
-Traté de explicarles que la pandemia ha hecho que el trabajo y que la escuela hoy día estén dentro de la casa, pero en tiempos normales, con la vida presencial, ellas estarían en la escuela, tal vez no en Chile, y yo en una oficina, entonces habrían ciertos horarios en los que no nos veríamos, a lo que ella agregó: ‘Sí, pero tampoco te alcanza el tiempo para hacerme dormir’. No perdonan mucho y son insistentes.
-Está más que tocado el tema de la culpa en la maternidad, sobre todo cuando es una maternidad mediática e involucrada en política. ¿Ha experimentado esa culpa usted?
-Sí, siento culpa respecto a mis hijas, y creo que decir que uno no experimenta culpa no es genuino. Otra cosa es que uno se quede atrapada en la culpa, pero el hecho de que yo experimento una preocupación porque no les dedico todo el tiempo que a lo mejor ellas requieren, lo resiento, aunque lo trabajo. Seguiré, eso sí, haciendo con ellas cosas sagradas como hacerlas dormir el máximo de noches posibles a la semana, leerles el cuento de la noche, tener un espacio de conversación y mantenerlo lo más fluido posible. Pero el tema de la maternidad, la culpa y la política, independiente de que en mi caso yo tengo una familia donde tengo un compañero y que claramente asume su responsabilidad con mucha precisión, lo veo muy patente porque me pasa con ellas. Hay pocos espacios para compatibilizar la vida política con la vida familiar.
-¿Cómo fueron las primeras conversaciones familiares sobre si ir o no a una candidatura?
-Le comenté a mi esposo y me dijo: ‘bueno, míralo…’. Él la verdad es que es bastante escéptico (ríe). ‘Míralo y luego vamos, piano a piano’, me dijo, aunque también me recordó que si yo tomaba esta decisión, la familia nunca iba a ser impedimento para mí. ‘Esto es tu vocación. Así ha sido siempre, esto es lo que te importa, lo que te gusta, lo que tu quieres y por lo tanto aquí estamos nosotros para que eso pueda ocurrir’, me dijo. Y ahí estuvimos piano a piano hasta el 31 de diciembre. Fue como una semana en que yo pensaba en las noches intensamente lo que significaba dar este paso porque, finalmente, es una decisión de vida que no admite matices: mi candidatura es con todo, o no es.
-Una candidatura hoy es como inmolarse, ¿o no?
-Si uno dice eso suena un poquito como ‘ay, yo me sacrifico’. La verdad es que no, yo creo que es más bien ser consistente con una biografía. Esto es parte de mi biografía y mi biografía determina mis decisiones. Y esa biografía ha estado muy marcada por mi interés en lo público, por mi interés en realmente impactar positivamente en la vida de las personas con mi trabajo. Como tú bien decías, el país está viviendo un momento crítico. Entonces, ¿qué hace uno en un momento crítico habiendo tenido la biografía que uno ha tenido? ¿Dice que no? No, mira, voy a optar por mi comodidad. No. Yo tengo que al menos hacer esto: cumplir con mi deber, ir a la pelea, dejar todo en la cancha y ya veremos, pero no puedo restarme de una cosa así. No habría podido vivir al otro día habiendo dicho no a este desafío.
“Ganas absolutas de dejarlo todo y venirme”
A fines de enero, a través de zoom, fue la proclamación de la candidatura de Paula Narváez por el PS. Allí, la ex vocera del gobierno invitó a los integrantes de su partido a ‘entender el nuevo Chile que emergió tras el 18 de octubre’ como también, entre otras cosas, a ‘recomponer las confianzas entre las personas y las instituciones’. El nuevo Chile del que ella habla es el que se quebró y reveló durante el estallido social de 2019 con una previa de días de protestas estudiantiles por el alza del pasaje del Metro. Mientras el país se friccionaba, Narváez miraba con atención lo que ocurría desde Panamá, donde se desempeñaba como asesora especialista en participación política de las mujeres para América Latina y el Caribe de la ONU.
«Todo el rato pienso en qué estaba haciendo cuando partió el estallido, porque fue algo rotundo. Tuvo una previa, sí, importante, pero es una previa que nadie supo atender bien”, recuerda.
-¿Le habría gustado estar en Chile?
-Sí, totalmente. Tenía unas ganas absolutas de dejarlo todo y venirme. Pero claramente era un impulso, porque las cosas hay que pensarlas, hay que meditarlas y hay que tomar decisiones sensatas. Mantuve mucha atención con lo que la oficina de la Alta Comisionada de los DD.HH iba a hacer en Chile. Estuve coordinando el trabajo también desde esa mirada, porque esa era una forma de canalizar la preocupación: atener el rol que las Naciones Unidas podían cumplir en una situación como esta.
-¿Cómo una candidata que viene de un partido que ha generado tanta fricción puede asegurar la unidad de los sectores para ofrecer soluciones a una ciudadanía desconfiada?
-Con toda la honestidad que significa reconocer de dónde es que uno viene. Tenemos que centrarnos mucho más y poner el foco en el futuro del país, no en el futuro inmediato, por supuesto, estamos hablando de algo que sería el 2022. Hay que hacer un programa de gobierno que se haga cargo de esta nueva realidad, pero al mismo tiempo, de que quienes lo impulsen, de que quienes lo concreten, sean personas muy diversas, que vengan del mundo independiente, que vengan desde saberes que no necesariamente han estado en la institucionalidad permanente, sino que pueden haber estado mucho más desarrollados a lo mejor en lo social o en lo académico, y darle paso a esa generación para que lleve adelante esta nueva etapa. Y yo, de alguna manera, facilitar ese proceso. Nuestro equipo programático debe tener un componente independiente muy fuerte.
-Respecto a estos nuevos aires, ¿a quién está escuchando, a quién está leyendo, qué está viendo, dónde está poniendo su atención? Pienso en lo nuevo, en ideas más frescas.
-Primero, hay que escuchar a la propia gente. Es una cosa bastante esencial. Escuchar a las y los jóvenes es otro elemento del cual yo me nutro permanentemente. Nosotros tenemos compañeras del Partido Socialista, de la Juventud Socialista, que traen una mirada muy fresca de las cosas y por lo general te desafían a mirar desde otro ángulo. Tenemos compañeras que pertenecen a la disidencia sexual, que es otro espacio para mí muy importante para nutrirme. Creo que la lucha que ha llevado la comunidad LGBTIQ+ durante todo este tiempo para reivindicar derechos, para instalar esto en el debate público, para reivindicar su derecho a la identidad, ha sido fundamental. Por otro lado, me parece muy interesante el movimiento feminista. Yo me catalogo como feminista.
-¿Cómo se materializa ese feminismo en su candidatura?
-Bueno, este tiene que ser un programa que incorpora o transversaliza el enfoque de género y diversidades en toda su extensión. Estamos estudiando las brechas de género que existen en cada área para hacernos cargo con medidas específicas de política de cómo hacer, de cómo achicar esas brechas. Y hay que hacerlo pensando en presupuestos, porque son los presupuestos al final los que demuestran tu verdadera voluntad política.
“El miedo hay que dejarlo de lado”
-¿Después del estallido social ha hecho un mea culpa sobre cosas que como coalición pudieron haber realizado y no lo hicieron?
-Te lo contesto sin ningún tipo de dificultad. Cuando se fueron decantando las demandas durante el estallido social, cuando vi su evolución, escuché los testimonios… no es que me resultaran desconocidos los testimonios, pero adquirieron una materialidad y una elocuencia gigante y tomaron un volumen enorme en mis reflexiones posteriores. Obviamente sentí autocríticamente que pudimos haber hecho más cosas en todas las áreas.
-¿En qué temas se pudieron haber involucrado más?
-Por ejemplo, yo creo que con todo el esfuerzo del tema pensiones, es un tema en el que nos debimos haber metido mucho más, con todas las dificultades constitucionales que teníemos. Este análisis lo he hecho por etapas. Durante la transición sí había un ruido de sables que estaba amenazando permanentemente y eso es una realidad, pero también creo que las generaciones de hoy no tienen por qué vivir condicionadas a esa situación del pasado, ya no existe eso como un argumento, aunque sí fue legítimo en su momento. Hoy, eso de que por la estabilidad hay que avanzar hasta cierto punto, es un argumento que no sirve para el Chile actual. En ese sentido, la presidenta Bachelet quiso impulsar todos esos cambios porque tenía un diagnóstico correcto, porque llevaba adelante las reformas que tuvimos dificultades en la propia coalición de gobierno. Yo estuve cerca de la presidenta Bachelet y de alguna manera puedo dar fe de su genuina vocación transformadora y su impulso transformador, y al mismo tiempo fui testigo de cómo ahí existieron dificultades muy importantes para llevar esa agenda.
-La obstrucción a las reformas que quería impulsar Michelle Bachelet vinieron desde dentro de su propia coalición.
-Sí, desde dentro de la coalición.
-¿No le da miedo que en caso de que su candidatura avance podría terminar siendo la candidata de esa misma coalición que le quitó el piso presidenta Bachelet en los momentos más duros de su gobierno?
-Dos cosas: primero hay que dejar el miedo de lado porque si no, uno no se moviliza y no hace las cosas. Y segundo, el contexto de país hoy día es tan radicalmente distinto desde el punto de vista de la apertura de trama que quien hoy se plantee en una actitud relativizadora de las necesidades de la ciudadanía, está fuera de la realidad. Creo que hoy la propia realidad se impone, y si hay un sector político que quiera salirse de ese espacio, quedará marginado solo. Hoy es otro el contexto. Recordemos que cuando en algún momento hablábamos de reformas, hablábamos de necesidades de cambios, los argumentos de los conservadores, en el mejor sentido de la palabra de querer conservar, era que había mucho aceleramiento, que la «hemorragia legislativa», que tanto cambio…
-Pero esa resistencia a las reformas venía también desde adentro, por eso la pregunta sobre el temor de aliarse con los mismos que no quisieron hacer reformas.
-Yo cuidaría las palabras, en el sentido que usaría más bien un no necesario acuerdo interno lo suficientemente sólido como para estar convencido de que estas preocupaciones eran vitales.
-¿Y cree que ahora no existe esa posibilidad de no llegar a acuerdos?
-No, yo creo que no, porque el contexto social y político es muy distinto.
-Hoy día está la urgencia de la unidad, dice usted. Sin embargo, se ve complejo el panorama si ni en las municipales han logrado llegar a grandes acuerdos.
– Aquí hay que ser audaz, ir para adelante y se sumarán los que se tienen que sumar. Y los que no se sumen, bueno, una lástima. Pero aquí si no se tiene una convicción de hacia dónde vamos, si no se tiene un proyecto claro, entonces esto no funciona. Aquí no pueden haber medias tintas.
“Mi candidatura no es una operación”
En solo tres meses a Paula Narváez le han dicho que es la heredera natural de Bachelet y la elegida de la ex mandataria, como si eso por sí solo fuera una bendición; visto desde la vereda de sus opositores, una condena. Se ha intentado buscar una génesis polémica a su candidatura, así como también algunos analistas han comparado su tono dialogante con el de la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, aunque hace pocas semanas, en el peor de los casos, le han dicho que su candidatura está encapsulada en un círculo de la élite del que le va a costar salir. Si bien la carrera presidencial ha mostrado ciertas preferencias en las encuestas, Narváez es cauta, aunque no por eso -y en ningún caso- menos taxativa.
-La presidenta Bachelet está en Chile, ¿no se han juntado?
-No. Hemos conversado un par de veces, pero no nos hemos juntado.
-¿No se han visto ni a través de Zoom?
-No, no, no. No nos hemos juntado por Zoom. A la antigua nomás, una llamada telefónica por ahí, de repente.
-¿Una llamada corta o una llamada larga?
-Corta, corta, corta. Para saber cómo está, nada más. Cositas cortas. Y muy poquitas veces, la verdad: no más de dos oportunidades. Poco nos hemos contactado.
-Los medios a usted la han perfilado como una especie de «elegida» de Michelle Bachelet. ¿Se siente cómoda en ese rol?
-No creo que sea la elegida de la presidenta Bachelet, además que tampoco me corresponde a mí decirlo. Me da un poco de pudor, esa es la verdad. Obviamente me siento súper honrada de que la presidenta haya firmado esa carta. Me siento súper honrada de ese apoyo, pero no le quiero quitar importancia política al ‘nunca más sin nosotras’ de quienes lo impulsaron. Esas mujeres que vieron esto y dijeron no, esto no puede ser así, aquí tenemos que romper esquemas y tenemos que ir, organizadamente, a hacer esta petición para que una persona como Paula pueda ser la candidata. Entonces, me parece que ambos hechos políticos son importantes y por supuesto que agradezco que la presidenta haya firmado la carta, me parece que habla de su consecuencia con este tema.
-Se ha intentado ir más allá del grupo de mujeres que impulsó la carta de su candidatura y han sido ellas las que han defendido la génesis de este proyecto que usted lidera. ¿Por qué cree que el foco se ha volcado a saber qué hombres son los que están detrás de su candidatura?
-Yo en esto de verdad tomo palco para reírme. Bueno, no reírme porque sería feo, pero tomo palco para decir que es impresionante cómo el patriarcado se resiste a entender que las cosas se pueden a hacer de otra forma. El patriarcado se alimenta a sí mismo, y como se alimenta a sí mismo, se explican todas las cosas desde ahí: entonces tiene que haber un hombre detrás que mueva los hilos para que esto resulte, porque sino no resulta. Mire, yo sé genuinamente, sé cómo surgió esta candidatura, porque estoy involucrada directamente y sé perfectamente que mi candidatura no es una operación como se ha dicho en tantos lugares. Yo, una semana antes, pensaba que me iba a Panamá, el 13 y el 14 de enero. O sea, no, no. No alimento esa tesis, me parece que es parte de los estertores del patriarcado. El patriarcado en el mundo político no se toca porque es tan hegemónico que es como un pez en la pecera, entonces el patriarcado aún no se da cuenta que cruje, pero está crujiendo.
-¿Cree que tiene el deber de continuar con las obras inconclusas de la ex presidenta o va a tener que ‘matar a la madre’ para construir su propio ideario?
-Con el único deber con el que me siento hoy día es el de hacerme cargo. Esa es la palabra que tengo todos los días en las mañanas: hacerme cargo del Chile actual y proyectarlo al futuro, porque estoy segura de que podemos estar mucho mejor. Yo sé que después de una crisis y de esta inestabilidad en la que estamos, uno levanta cabezas con una expectativa bajita, ¿no? El éxito social es el que permitirá los otros éxitos. Sin éxito social, no hay otros éxitos.
-¿Se considera una persona más conocida por la élite que por la ciudadanía?
-Eso dicen las encuestas.
-¿Y qué estrategia usará para competir contra personajes tan fuertes, rostros tan conocidos, como Evelyn Matthei, Daniel Jadue, Joaquín Lavín, Ignacio Briones, por ejemplo?
– Probablemente, hoy día me conozca más la élite que el resto de los grupos, sí. Pero creo que tiene que ver con que tengo un nivel de conocimiento más discreto. Al ser eso así, los que me conocen son quienes tienen más acceso o uso de esa información que está generalmente centrado en la élite. Pero ojo, eso no significa que yo sea candidata de la élite, son dos cosas diferentes.
-¿Está pensado en cómo darle fuerza a su imagen de candidata? Uno ve el nombre de todos los alcaldes antes mecionados, del ex ministrio Briones, y es inevitable hacer el cálculo de que ellos cuentan con alta presencia en medios.
-Sí, bueno, pero ellos tienen una visibilidad grande por los cargos que han usado. Si uno es ministro de Estado y otros son alcaldes, están más expuestos a los medios de comunicación y la gente los conoce más. Es normal eso. Yo he estado más alejada de los medios de comunicación.
-También hay una cosa más enérgica quizás, ¿no? Esos candidatos son también cuñeros, candidatos de trinchera.
-Pero yo no voy a cambiar de personalidad por eso.
-Hoy día la discusión pública significa también más visibilidad.
-Sí, pero no voy a ser una cosa distinta de lo que soy por ganar visibilidad. Si ser como soy tiene un impacto en la visibilidad, bueno, qué lástima, pero yo no voy a meterme en un personaje que no soy. Eso no me resulta, no tiene que ver conmigo. Si me dijeran ‘mira, tienes que adoptar ahora un lenguaje distinto, no sé qué…’, yo digo inmediatamente que no. No sé. Yo soy como soy nomás. Hablo como hablo y eso no va a cambiar.