Día Mundial del Agua: por qué valorizando el agua como mercancía se va a profundizar la desigualdad en su acceso
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Anahit Aharonian, Angel Segura, Carla Kruk, Claudia Piccini, Fabrizio Scarabino, Guillermo Chalar, Lucia Delbene, Paola Rava*
El 22 de Marzo las Naciones Unidas celebran el Día Mundial del Agua para recordar la relevancia de este líquido esencial. En el mundo se registra una situación crítica con respecto al acceso al agua potable y en el Uruguay, donde la calidad y cantidad de agua siempre fueron características sobresalientes, se vive una situación también alarmante. En esta nota, queremos evidenciar una serie de procesos productivos en nuestro país que fomentan la desigualdad y que promueven, de continuar por esta línea, una degradación de la calidad del agua que excluirá el acceso a amplios sectores de la población.
Uruguay ha ampliado las fronteras del agronegocio, ajustando su matriz productiva a la de un modelo extractivista que se basa en el uso masivo de insumos (fertilizantes, pesticidas, organismos genéticamente modificados). Este viraje en términos productivos tiene efectos marcados en la calidad de agua y genera amplias zonas de contaminación extrema, sacrificadas para su uso público. No existe lugar a dudas en la comunidad científica sobre el efecto nocivo de fertilizantes y pesticidas en los cuerpos de agua y su vínculo directo con el aumento de la concentración de nutrientes y la formación de floraciones nocivas. Como tampoco existen dudas sobre que la llegada de pesticidas y biocidas a los cuerpos de agua resulta en su acumulación en los organismos acuáticos (ej. en peces).
La visión mercantilista del agua lleva a poner el foco en medidas técnicas de “gestión” del agua en un contexto donde los forzantes son inamovibles. En ese escenario, pululan las ofertas de sustancias mágicas para “remediar” el problema, siempre con una visión acotada de su efectividad en la erradicación del problema y des sus efectos en el ecosistema que van de lo grave a lo desconocido. Pero, antes de llegar a las “soluciones”, los efectos y la magnitud de la contaminación del agua es hoy día intolerable. Asistimos a una situación con cientos de kilómetros de hermosas playas del Río Uruguay, Río de La Plata y otros ríos, embalses y lagunas con abundancias elevadas de cianobacterias tóxicas que modifican la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas al punto de poner en riesgo la salud pública. El vínculo con estos ambientes se comienza a perder por parte de quienes vivimos en esos sistemas y con ello una rica historia de interacciones, cultura y patrimonio fundamentales para nuestra historia y futuro. Esta exclusión por contaminación afecta a todos los estratos de la población, dejando sin una fuente directa de disfrute a los sectores que no pueden desplazarse cientos o miles de kilómetros para buscar otras alternativas.
Este desacople cultural con el agua tiene y tendrá sus consecuencias a varios niveles. A nivel comunitario, se pierde una fuente de recreación y disfrute. Además, prepara el terreno para una mayor apropiación de esos ecosistemas por parte de los grandes consorcios, pues no habrá una población con un vínculo fuerte que lo defienda de esos intereses. Esta exclusión por contaminación, privatiza el agua, profundiza la desigualdad y aumenta la brecha acelerando el advenimiento de un sistema cada vez más injusto.
En un marco donde se profundiza la mercantilización del agua, con una ley de riego con impactos en la circulación del agua, proyectos de abastecimiento millonarios que están destinados al fracaso, crecen los espacios para defender este bien natural desde diferentes corrientes. En un territorio de abundantes fuentes de agua dulce, se avanza en proyectos de desalinización del Río de la Plata, en manos de un conjunto de empresas privadas, lo que implica la violación de la Constitución en su artículo 47, con enormes costos que serán cubiertos por todxs nosotrxs y no se evalúan los impactos de esta práctica en nuestros ecosistemas y nuestra sociedad.
La contaminación del agua tiene efectos a diferentes niveles y la lucha para evitarla requiere de un abordaje amplio que sirva de marco para la discusión que no deben ser reducidos a aspectos puramente mercantiles o técnicos. El balance de los efectos de la contaminación es negativo y los costos de la pérdida de calidad de agua en salud, turismo, producción y patrimonio cultural entre otros son muy significativos. Como sociedad no podemos darnos el lujo de no discutir ampliamente el tema para tomar las decisiones de forma informada. La discusión política del rumbo que queremos seguir en torno al agua requiere ponerla en su lugar, sacándola de una agenda que la invisibiliza.
*Conjunto de investigadoras, activistas ambientales y pensadoras relacionados a temas acuáticos. El orden de las autoras es estrictamente alfabético.