Ecuador: los hondos y mortales desencuentros – Por Víctor Caballero Martin
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Víctor Caballero Martin(*)
El resultado de las elecciones generales en Ecuador ha arrojado un resultado sumamente interesante… y también inquietante.Ganó Andrés Arauz de la coalición electoral Alianza – UNES con 32.7%, razón por el cual, al no obtener la mayoría absoluta, tendrá que participar en la segunda vuelta para definir quien gana la Presidencia de Ecuador.
La disputa por el segundo lugar fue intensa entre Guillermo Lasso de CREO – PSC candidato de la derecha neoliberal y el líder Yaku Pérez del movimiento indigenista Pachakutik, pelearon voto a voto, interpusieron demandas para el reconteo de votos y así; finalmente los resultados le dieron el triunfo a Lasso con 19.7% frente a Pérez que obtuvo el 19.4% de los votos.
La sorpresa, no obstante, fue la votación del tercer candidato: Xavier Hervas de Izquierda Democrática que alcanzó un sorprendente 16% de votos. Aparentemente el resultado electoral evidenciaba que los partidos de izquierda más el movimiento indigenista habían obtenido cerca de un 70% de la votación, y que la derecha neoliberal no había pasado del 20%.
Asi visto el panorama, la segunda vuelta entre Andrés Arauz de Alianza UNES y Guillermo Lasso de CREO – PSC, parece resuelto a favor de Arauz y con ello, se concreta el regreso al poder de Rafael Correa y el denominado “correísmo”, el líder que condujo el gobierno de Ecuador durante una década, que promovió a Lenin Moreno a la presidencia, aunque después, éste le traicionó de la manera más alucinante, gobernó de acuerdo a los dictados del FMI, trató de implantar la receta neoliberal y se enroló en el grupo de gobiernos derechistas de América.
El triunfo de Andrés Arauz en la segunda vuelta es probable, es difícil, pero más difícil será estabilidad de su probable gobierno; la razón, son los hondos y profundos desencuentros entre el movimiento que dirige Rafael Correa y lo que debieron ser sus aliados: el movimiento Pachakutik y la Izquierda Democrática.
No es de ahora ese “desencuentro”. Las disputas entre Rafael Correa y el movimiento Pachakutik es de larga data; lo es también con los dirigentes de la Izquierda Democrático. Mal haríamos en desconocer la historia de estas discrepancias, que explicarían, en cierto modo, los desencuentros actuales y los resultados de la segunda vuelta.
Los mortales desencuentros
En un principio Correa y el movimiento Pachakutik no fueron aliados. En las elecciones del 2006, Rafael Correa lideraba un frente integrado por “Alianza Movimiento Alianza PAIS, Patria Altiva y Soberana – Partido Socialista-Frente Amplio”. El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (MUPP) postulaba al líder indígena Luis Macas, pero obtuvo una baja votación (2.7%). Pero en la segunda vuelta el MUPP si decidió apoyar la postulación de Rafael Correa. Se firmaron acuerdos de gobierno entre ambos, se dio participación a líderes indígenas en el gobierno, pero esta alianza duró poco, se rompió de mala manera.
Una de las razones de esa ruptura fue la oposición radical del movimiento indígena a los proyectos petroleros en la Amazonía ecuatoriana; en esa confrontación no hubo ni pausa ni tregua; tampoco formas ni modales. Correa usó todo el poder político del Estado, su hegemonía política y se enfrentó con todo a los dirigentes del movimiento Pachakutik y la CONAIE.
Fue enfrentamiento traumático. Correa busco fragmentar el movimiento indígena, dividirlos y buscarse aliados dentro de la propia organización de la CONAIE, hecho que hizo más agria e intensa la disputa.
Sucedieron hechos violentos producto del cual – según acusaba CONAIE – sus dirigentes fueron perseguidos, reprimidos, encarcelados, con indígenas muertos en las refriegas. En la intensidad de la disputa, dirigentes de la CONAIE no tuvieron reparos en buscar aliados en la derecha (la Junta Cívica de Guayaquil) para derrocar a Correa en marzo del 2010.
A partir de esa fecha – 2010 -, la herida abierta fue creciendo en cada manifestación y declaración de cada uno de los contrincantes. Rafael Correa, satirizó a los dirigentes indígenas que se oponían a su gobierno y a los proyectos petroleros: “No permitiremos que la izquierda infantil, con plumas, con ponchos, desestabilice el proceso de cambio, declaró en marzo del 2012, días antes de que concluyera la marcha en defensa del agua que organizaron las comunidades indígenas”. Los dirigentes indígenas, a su vez, denunciaron la persecución de mas 200 casos de persecución a activistas indígenas.
Los enfrentamientos de Correa con los líderes indígenas del movimiento Pachakutik alcanzaron los niveles más altos el 2015, cuando los pueblos indígenas convocaron la “Marcha por la Vida y la dignidad”. La violenta represión del gobierno de Correa no solo impidió que los indígenas movilizados tomaron el palacio de Carondelet3, sino que entre los detenidos estuvo la esposa de Yaku Pérez, entonces uno de las líderes de la manifestación.
La esposa de Yaku Pérez, Manuela Picq, una académica franco – brasileña especialista en estudios indígenas, de sexualidad y de género, fue deportada acusada de ser una activa participante en las protestas contra el presidente Correa, que a menudo fueron muy violentas. “Fue arrestada en una manifestación en agosto de 2015, se le canceló su visa y fue deportada de Ecuador. Picq convirtió su caso de deportación en un escándalo, presentándose como una víctima y usando su caso para atacar a Correa y demonizar a su gobierno socialista como un violador crónico de derechos humanos”.
Se entiende ahora que el enfrentamiento de Yaku Pérez con el “correísmo” del partido “alianza UNES” de Andrés Arauz, tiene ese profundo y mortal desencuentro de los indígenas muertos por la represión y por la deportación de nada menos que de la esposa del líder del movimiento Pachakutik, quien, por lo demás era una integrante del movimiento feminista de Ecuador.
Ahora bien, el estilo chocante, de confrontación y de uso del poder de Rafael Correa no solo fue contra el movimiento indígena a quienes calificaba de “izquierda infantil con plumas y ponchos” sino también contra el movimiento femenino de Ecuador y su lucha contra la penalización del aborto.
Siendo el movimiento femenino una expresión de avanzada en la conquista de derechos ciudadanos, Rafael Correa se puso en la otra orilla del movimiento, cuando se enfrentó a la lucha de contra la penalización del aborto. Correa, por convicción religiosa y con el poder en las manos no dudó en aliarse con los sectores más conservadores del catolicismo. En su política de confrontación, se alió con la organización “Pro-Vida, una organización defensora de la vida, vinculada con los sectores más conservadores de la Iglesia Católica en Ecuador.”
Él mismo, desde el poder de la jefatura del Estado “reiteraba ser un católico defensor de la vida desde la concepción”, al punto que amenazó con renunciar a la Presidencia de Ecuador si es que la Asamblea Nacional aprobaba la ley del aborto. No dudó en calificar a las mujeres que defendían la despenalización del aborto “de “jovencitas mal criadas”, y lamentó que fueran “manipuladas por viejas politiqueras”, y calificó de “traidora” a una de sus congresistas que declararon estar a favor de la despenalización.
Rafael Correa les recordaba “que la Constitución consagra el “derecho a la vida, desde su concepción” y que vetaría cualquier artículo sobre aborto que vaya más allá de lo que ya existe en el Código Penal».
Rafael Correa dijo ya en tono de amenaza firme “que, si eso pasaba, – la despenalización del aborto – renunciaría como presidente, lo que denota que fue un presidente inflexible, implacable y de confrontación”, reportaban los analistas ecuatorianos.
¿Qué le dejó a la mujer ecuatoriana la Revolución Ciudadana? ¿Se preguntaban académicos ecuatorianos?. La respuesta fue muy cruda: “en el código penal aprobado en 2014, se penaliza con penas que van desde los 6 hasta los 13 años de prisión a las mujeres que lo consientan, y de 7 a 10 años para médicos que lo practiquen”.
Queda la pregunta de por qué Rafael Correa o el “correísmo” como se le califica, siendo abanderado de un movimiento socialista, alineado con el Socialismo del Siglo XXI, aliado de los presidentes Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela, y de Daniel Ortega en Nicaragua, tuvo esos enfrentamientos tan feroces con el movimiento indígena y contra el movimiento femenino. Por qué se ganó enemigos tan feroces no solo con ellos sino también con la izquierda centrista o el centro izquierda que representaba la Izquierda Socialista, con los cuales, tuvo enfrentamientos sin posibilidad de encontrar caminos de entendimiento.
Estos hondos y mortales desencuentros en el escenario político ecuatoriano harán difícil (aunque no imposible) el triunfo de Andrés Arauz de Alianza – UNES. Las heridas abiertas están ahora más presentes que antes. Tanto Xavier Hervas como Yaku Pérez han anunciado que no votarán por Andrés Arauz; ambos se oponen a que regrese el correísmo, con calificativos muy duros acusaron de corrupto a Rafael Correa; a lo que él respondió de “mediocre en patineta”, refiriéndose a Xavier Hervas.
De llegar a ser gobierno Andrés Arauz, tampoco tendrá estabilidad política, por dos razones: por un lado, porque no tendrá mayoría parlamentaria, en tal sentido, tendrá a estas tres fuerzas políticas como una daga que pueden usar su mayoría para futuras crisis políticas y lograr su vacancia.
Por otro lado, porque tendrá una feroz oposición de un movimiento indígena que tiene una gran capacidad de confrontación en las ciudades y carreteras, como veremos a continuación.
Movimiento Pachakutik, una experiencia de lucha radical
El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik nació oficialmente en 1995, como expresión política de la Confederación de Nacional Indígenas del Ecuador, CONAIE. La fuerza de su movimiento radica en su organización comunal en los andes y en la Amazonía ecuatoriana, y su territorio de influencia es más de la mitad de la nación ecuatoriana.
Su fundación, durante el gobierno de Sixto Durán Ballén, estuvo precedida de varias protestas indígenas, uno de los más importantes se realizó el 4 de junio de 1990, conocido como el “Levantamiento del Inti Raymi”. Su impacto fue determinante porque hizo ver al país, Ecuador, el surgimiento de una fuerza política de pueblos quechuas y amazónicos, con una gran capacidad de movilización nacional.
En tanto fuerza política, el movimiento Pachakutik, buscó tener participación en los procesos electorales, ya como aliados de un candidato o como movimiento autónomo. La trayectoria de su participación ha estado marcada de alianzas con partidos, sobre todo de izquierda, pero lleno de contradicciones y desencuentros; alianzas de partidos que luego incumplieron acuerdos, de aliados supuestos o reales que luego pasaron a ser enemigos.
Su participación en los procesos electorales data de 1996 tiene ya tres décadas de lucha política cuyos datos más relevantes han sido los siguientes:
En las elecciones de 1996, el Movimiento Pachakutik pactó una alianza con periodista Freddy Ehlers del movimiento Nuevo País. En esas elecciones ganó Abdalá Bucaram. Bucaram fue muy cuestionado por las increíbles acciones desatinadas (y corruptas), pronto, los movimientos sociales y la mayoría de partidos y de bancadas en el Congreso impulsaron su salida. Pachakutik y el movimiento indígena, férreos opositores de ese gobierno, convocaron a varias movilizaciones nacionales.
Seis meses después de haber asumido el Gobierno,Bucaram fue defenestrado por el Congreso que lo acusó (con mucha razón) de estar mentalmente enfermo e incapacitado para gobernar. En febrero de 1997, Bucaram abandonó el gobierno y se asiló en Panamá.
En las elecciones de 1998, ganó la presidencia de Ecuador Jamil Mahuad, respaldado por el Partido Democracia Popular, partido de centro derecha, que asumió el gobierno en una etapa de profunda crisis económica. Su política, no obstante, fue más desastrosa aún: “Mahuad prometió que no incautaría las cuentas de los ecuatorianos, y fue exactamente lo que hizo.
El congelamiento bancario destruyó vidas, pulverizó ahorros y provocó la emigración de millones”10. Un año más tarde (1999) su gobierno congeló los depósitos de las cuentas con más de dos millones de sucres, lo que provocó nuevas movilizaciones de ahorristas, trabajadores o jubilados quienes no podían retirar sus ahorros. Pocos meses después aplicó nuevas alzas del precio de los combustibles como resultado de la caída del precio del petróleo. los depósitos
Las protestas sociales se iniciaron los primeros días de enero del 2000, encabezadas por el movimiento Frente Popular. Los días del 10 al 17 de enero del 2000, la CONAIE junto a la Coordinadora de Movimientos Sociales (CMS) comenzó una masiva manifestación, más de 8 mil indígenas llegaron a Quito para protestar en contra de las medidas del gobierno de Mahuad, a las que se sumaron maestros, transportistas en todo el país.
En diversas provincias se instaló un ‘Parlamento del Pueblo’, conformado por la CONAIE y la Coordinadora de Movimiento Sociales. El 27 de enero del 2000, Mahuad renunció acusando de golpe de estado al general Carlos Moncayo. Tras la crisis del 2000, Mahuad huyó a Estados Unidos.
En las elecciones del 2002, ganó Lucio Gutiérrez, uno de los militares sublevados contra Mahuad. Lucio Gutiérrez ganó las elecciones con una plataforma política anti-sistema y de izquierdas, tuvo soporte en el movimiento indígena (representado por el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik) y de otros sectores populares. Se presentó como una alternativa a los desacreditados partidos tradicionales.
Sin embargo, Gutiérrez, poco tiempo después abandonó a los partidos y movimientos que le permitieron ganar la presidencia, y se alió con la derecha ecuatoriana representada por el Partido Social Cristiano (PSC). A la traición se sumó las denuncias de nepotismo y corrupción, que se fueron haciendo cada vez más frecuentes. Por tales motivos, Pachakutik y los movimientos sociales retiraron su apoyo al gobierno de Gutiérrez.
La larga crisis del gobierno de Lucio Gutiérrez tuvo un fin violento. Se inició el 8 de diciembre de 2004 cuando el gobierno destituyó 31 jueces del Tribunal Supremo, reemplazados por magistrados afines al gobierno. En febrero del 2005, las movilizaciones alcanzaron su clímax cuando más de 70 mil personas tomaron las calles de Quito para protestar por la injerencia de Gutiérrez en la Justicia, esta movilización forzó la dimisión del ministro del Interior.
La presión social no cesó hasta que, en abril de 2005, el Congreso anuló los nombramientos de los nuevos Jueces Supremos; no obstante, la presión popular ya había levantado la consigna que se vayan todos: “todos fuera”, clamaban. el 20 de abril, el presidente Lucio Gutiérrez intenta huir, se asila en la embajada de Brasil. El Congreso lo destituyó por abandono del cargo de presidente de la República.
Las elecciones del 2006, ganó Rafael Correa encabezando un frente integrado por Alianza PAIS – Partido Socialista – Frente Amplio. Si bien en primera vuelta el Movimiento Pachakutik no integró ese frente, porque se presentó con candidato propio (Luis Macas) que obtuvo una baja votación, no obstante, en la segunda vuelta sí apoyaron a Rafael Correa. Lo apoyaron, dijeron, “sin condiciones y sin acuerdo alguno de co-gobernar” para cerrar el paso al empresario Álvaro Noboa.
A pesar del buen inicio de este acercamiento entre el gobierno de Correa con los líderes del movimiento Pachakutik, pronto las diferencias surgieron por la demanda de cumplimiento de promesas a las poblaciones indígenas, pero sobre todo, por los enfrentamientos que se presentaron en noviembre de 2007 (a los 9 meses de la posesión presidencial) cuando pobladores de la parroquia de Dayuma, en la provincia de Orellana, iniciaron una protesta para reclamar obras que se les habían ofrecido durante el gobierno anterior.
La parroquia de Dayuma se encontraba en el ámbito del campo petrolero Auca-Cononaco operado por Petroproducción, proyectos que el gobierno de Rafael Correa consideraba como estratégico para el desarrollo nacional; por tanto, Correa ordenó la intervención de las fuerzas especiales del ejército quienes en su accionar rompieron puertas, ventanas; irrumpieron varias viviendas y detuvieron a decenas de pobladores indígenas.
El punto medular y sensible del conflicto se produjo con la detención de la prefecta de Orellana, Guadalupe Llori, integrante del movimiento Pachakutik, quien fue detenida y acusada de sabotaje y terrorismo. Guadalupe Llori, fue liberada en septiembre de 2008. Según diario El Universo, la organización de derechos humanos denunció que personal de la prisión maltrató física y psicológicamente a Llori, quien además se encontraba privada ilegalmente de su libertad.
La alianza se había roto, y de ahí para adelante, los campos de confrontación entre el movimiento indígena y el gobierno de Correa no cesó un instante. Los temas de distanciamiento entre Pachakutik y el gobierno de Correa fueron las discrepancias en torno a los proyectos de explotación petrolera en zonas biodiversas y la protesta social. Las marchas y enfrentamientos fueron constantes, la más significativa se produjo durante la llamada “Marcha por la Vida y la dignidad” en 2015. Correa la minimizó y la reprimió en su intento de llegar a Carondelet.
Rafael Correa estuvo diez años en el poder. Para las elecciones de 2016, propuso como su sucesor a Lenin Moreno, quien ganó en segunda vuelta al candidato de la derecha Guillermo Lasso. El Movimiento Pachakutik participó en la Alianza Nacional para el Cambio ANC, presidida por el general Paco Moncayo e integrada por más de diez diversos partidos de izquierda, obtuvieron una baja votación (6.7%).
Para ese entonces, el movimiento Pachakutik estaba dividido. Había tres tendencias: una, afín al correísmo; otra dispuesta a “pactar con la derecha” y una tercera que buscaba unirse a otras organizaciones de izquierda que estuvieran alejadas del oficialismo. Finalmente, no presentaron candidato propio y decidieron apoyar la candidatura de Paco Moncayo, quien se postuló por la Izquierda Democrática.
Lenin Moreno, no obstante, propuso un nuevo acercamiento al movimiento Pachakutik, en el entendido de ganar su respaldo en el movimiento indígena; éstos le propusieron al gobierno de Lenín Moreno, como condición de alianza el indulto 20 dirigentes indultos y 117 amnistías para los líderes criminalizados en el gobierno de su predecesor. Moreno indultó a siete líderes, entre ellas a la esposa de Yaku Pérez. Pero a continuación el enfrentamiento se recrudeció cuando Lenin Moreno, el heredero de Rafael Correa, dio un giro hacia la derecha neoliberal y rompió con el correísmo y el denominado “Socialismo del Siglo XXI”, integrándose a la corriente más conservadora de la derecha y de los gobiernos internacionales.
El movimiento Pachakutik no apoyó a Lenin Moreno cuando éste rompió con Correa para asumir el neoliberalismo y aliarse con el bloque reaccionario de los presidentes conservadores en América. Por el contrario, realizaron el más violento movimiento social de las últimas décadas cuando Lenin Moreno intentó aplicar un paquete del FMI que imponía un incremento de los combustibles. El 12 de octubre de 2019 las protestas indígenas alcanzaron el punto máximo de violencia, en ese enfrentamiento murieron 11 indígenas, 1340 resultaron heridos y 1192 detenidos. Esta protesta, reconocen los dirigentes del movimiento Pachakutik es el que les permitió recuperar protagonismo político como fuerza propia y con liderazgos que hoy les ha permitido crecer electoralmente.
Si hay un punto que resaltar del movimiento Pachakutik es precisamente ese terco persistir en convertirse en una fuerza política propia, autónoma, en su intento de ser gobierno y poder en Ecuador; y claro, en ese proyecto se alían con otros partidos, pero no se comprometen con ellos, como lo evidenciaron cuando se aliaron con Correa y fueron parte de su primer gobierno. O cuando buscaron después derrocarlo en alianza con los partidos de la derecha opuestos al gobierno de Correa.
Los puntos neurálgico de la confrontación
Hay dos puntos neurálgicos en esa confrontación entre el movimiento Pachakutik y Rafael Correa y su proyecto del Socialismo del Siglo XXI:
La primera, está relacionado con la disputa política por la representación popular y el liderazgo en los pueblos indígenas ecuatorianos. Rafael Correa y su partido le disputa al movimiento Pachakutik las bases de las poblaciones indígenas, les disputa los votos ciudadanos en las zonas indígenas y en el movimiento social popular ecuatoriano. Ambos se tienen mutua desconfianza, que se incrementa aún más “con la desvalorización y el despreció que Correa ha expresado hacia los dirigentes indígenas, cuando discrepan con él o sus políticas.
Pachakutik aspira volver a ser la fuerza política que fue decisiva en la caída de los presidentes Abdalá Bucarán, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Aunque en este proceso electoral del 2021 no pasaron a la segunda vuelta por escasa margen de votos, sienten que la campaña de Yaku Pérez ha demostrado su capacidad de ampliar su votación en otras regiones de Ecuador, y se han consolidado como la fuerza hegemónica en los territorios indígenas.
El segundo punto neurálgico es la oposición del movimiento Pachakutik a los proyectos de inversión petrolera y de gas en la Amazonía ecuatoriana. Proyectos que para el gobierno de Correa fueron fundamentales para su política económica, y que continuarán siendo en el probable gobierno de Arauz. Estas disputas contra lo que el movimiento Pachakutik considera el “extractivismo”, por la defensa de la biodiversidad, van a ser tensas, salvo que Arauz, pero sobre todo Correa, den marcha atrás y consideren vital asumir esta posición del movimiento Pachakutik, caso contrario, el enfrentamiento será inevitable.
El movimiento Pachakutik ya demostró su gran capacidad de movilización y confrontación. Tiene en su haber la caída de tres gobiernos, y de haber arrinconado y puesto al borde de la vacancia a Lenin Moreno. Su capacidad de veto es enorme; se incrementó con las movilizaciones del 2019.
En esa confrontación contra el poder de turno no han escatimado aliado, y por eso en cierto momento aparecen a lado de fuerzas de la derecha; pero a continuación se enfrentan con ellos. No se les puede, ni debe calificar, como aliados de la derecha, del neoliberalismo o del imperialismo. Su práctica no los muestra así. Por el contrario, han evidenciado en sus numerosos conflictos que se enfrentan sin más a los proyectos neoliberales y ponen la cuota de mártires indígenas en esa lucha.
Tienen capacidad para tumbarse un gobierno, pero no para instaurar un gobierno, dice el politólogo César Ulloa, porque con la movilización «pueden generar una convulsión de distintas capacidades y características, de amplia duración». Se pueden movilizar por mucho tiempo porque sus reservas sociales son grandes y su capacidad de resistencia mucho más.
Sería muy mala idea y pésima estrategia que el probable gobierno de Arauz y Rafael Correa abonen a que esos hondos y mortales desencuentros con el movimiento Pachakutik se incremente innecesariamente.
El espejo en el cual debemos vernos
Ecuador es, sin duda, una nación con raíces y culturas similares a la nuestra. Su población indígena: andina y amazónica, ha afrontado una historia común de expoliación, marginación y discriminación, con la diferencia de que el proceso político en las últimas cuatro décadas, el movimiento indígena ecuatoriano se convirtió en un actor político fundamental en las luchas populares, y consiguió construir su propia representación gremial y política.
De este breve recuento del complejo y duro proceso político ecuatoriano tenemos (o debemos) sacar lecciones. No ha sido fácil para el movimiento político de los indígenas ecuatorianos lograr el reconocimiento de sus derechos sociales, la defensa de su territorio; pero quizá, el más difícil y duro, ha sido el reconocimiento de su derecho político a ser gobierno en su propio país.
Fue muy duro para ellos aliarse o apoyar a candidatos que luego olvidaron sus compromisos; fue muy cuestionado las alianzas con sus extremos ideológicos en su búsqueda de mantener una confrontación política con el enemigo de turno; más difícil aún mantener su unidad y cohesión como gremio y como organización política.
Los temas controversiales sobre los cuales es muy difícil construir consensos tienen que ver, por un lado, con su terca apuesta a impedir que en los territorios amazónicos prosperen proyectos de las industrias extractivas y las políticas neoliberales en el manejo de la economía; y por otro, con su negativa a apoyar a Rafael Correa, su política del Socialismo del Siglo XXI y su respaldo a regímenes como de Nicolás Maduro en Venezuela o de Daniel Ortega en Nicaragua.
Las lecciones que debemos extraer de esta historia, desde mi punto de vista son:
En primer lugar, considerar el grave error que se incurre al querer imponer proyectos de inversión petrolera o de gas en los territorios amazónicos, sin antes, haber construido una visión conjunta de país o de nación integrada con el Movimiento Indígena y los pueblos amazónicos. Si se persiste imponer proyectos de inversión usando el poder del Estado, la coacción y la penalización, el resultado es la confrontación, y al llegar a esa fase, se torna imposible no solo el diálogo sino la salida concertada entre ambos proyectos políticos.
En segundo lugar, es importante reconocer la legitimidad del movimiento indígena de construir sus propios instrumentos políticos partidarios y su lucha por ser gobierno en los espacios locales, regionales o nacional. El error más grave de la confrontación entre el Movimiento Pachakutik contra los partidos y frentes de izquierda, como el liderado por Rafael Correa es que éste ha considerado a los primeros como socios menores; peor aún, que las promesas y pactos electorales firmados podían postergarse o, simplemente, olvidarse.
El movimiento Pachakutik, con todas las discrepancias que se puede tener a la manera cómo sus líderes han procesado alianzas, tienen a la base una explicación política: su terca apuesta al camino propio, a ser alternativa de gobierno.
En tercer lugar, si bien como todo movimiento político, Pachakutik puede tener discrepancias internas, es un error que fuerzas ajenas al movimiento indígena incidan en abrir brechas y fracciones. Dividir al movimiento Pachakutik no ha dado resultados. Cuestionar a sus líderes tampoco los ha afectado, hecho que se demuestra con el inusitado incremento de la votación obtenida: pasar del 2.7% al 19.4% es, en verdad, un formidable avance.
En cuarto lugar, poco ayuda a forjar la unidad entre fuerzas y movimientos afines, incidir más en las discrepancias y en la descalificación de los líderes. No se les puede acusar de “izquierdista infantil” (como lo dijo Rafael Correa) o “aliados del neoliberalismo”, como hoy se les presenta y acusan por no respaldar la candidatura de Arauz. En su historia política podemos ver que votaron a los candidatos de izquierda para inmediatamente después pasarse a la oposición cuando sintieron que sus demandas habían sido traicionadas por el gobernante que apoyaron.
Finalmente, la lección que debemos extraer de la experiencia ecuatoriana es reconocer el derecho que tienen los movimientos indígenas a construir su propio proyecto político, y que las alianzas o compromisos de gobierno que se construyan no estén sujetos a condicionamientos que afecten sus derechos étnicos, nacionales y culturales propios.
Más aún, no debemos caer en la vorágine de agravios mutuos que se produjeron entre dos proyectos políticos que parecían afines: el movimiento Pachakutik y los partidos de izquierda como el de Avanza País.
(*) Licenciado en Sociología de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Consultor e investigador de conflictos sociales