Perú | En febrero se decide la segunda vuelta – Por Nicolás Lynch
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Estamos ante un panorama electoral tupido, con numerosos candidatos, casi todos defensores del orden establecido y con una pobre discusión programática. La situación, sin embargo, no es la de los últimos veinte años, cuando los candidatos tenían que dar examen de neoliberalismo en los principales medios de comunicación y los que no pasaban la prueba eran descartados o sometidos a una guerra total. Ahora no, hay espacio para el debate, aunque las amenazas de proscripción continúen, y las nuevas propuestas, hasta me atrevería a decir que el público las quiere escuchar, pero faltan ideas dichas en voz alta, muy alta.
¡Ojo! Hablo de ideas y del tono y el volumen con el que son presentadas. Porque ante la triple tragedia que vivimos de crisis de régimen, pandemia y hambre, hay que proponer salidas de fondo y decirlas claro y fuerte.
Tenemos a un puntero en todas las encuestas, George Forsyth que no dice nada y cuando abre la boca dice cada cosa que tienen que salir a corregirlo. Una candidata que decanta en el segundo lugar, Verónica Mendoza, llena de ideas, mejor todavía de ideas de cambio, pero que habla bajito o parece que habla bajito y, peor todavía, los medios hacen todo lo posible porque no se le escuche. Y luego un pelotón de candidatos que sube y baja en las preferencias de las encuestadoras que están desesperadas porque despunte alguien que, eventualmente, reemplace a Forsyth cuando se caiga definitivamente e impida que la izquierdista Mendoza se ponga a la cabeza de los sondeos.
En esta situación llegamos a febrero, mes clave en nuestras elecciones generales. Los que dan un salto en este mes cruel para la mayor parte de los candidatos, se ponen a tiro de piedra de la segunda vuelta, los que por el contrario repitan sus cifras o crezcan muy poco mejor se despiden de sus ambiciones electorales.
Como izquierdista que soy me interesa el porvenir de Verónica Mendoza. Hasta ahora la veo bien plantada en el segundo lugar y con casi todos los méritos para ganar la elección. Pero tiene febrero al frente, el mes cruel con todos los candidatos. El 8.2% de las preferencias que le da alguna encuestadora se tiene que convertir en 15% o más a fin de mes si quiere tentar la segunda vuelta. ¿Qué hacer para lograrlo? Muy sencillo, polarizar al país en torno a la necesidad de una Nueva Constitución, hoy más que nunca para superar la triple tragedia que nos aqueja. En otras palabras, convertir la bandera constituyente en el pan que falta todos los días.
Nadie ha levantado el tema como ella en estos años, ningún candidato conoce el tema como ella, nadie ha recorrido más el Perú con la bandera del cambio constitucional. Pues hoy este debe convertirse en el parteaguas del actual proceso electoral y político del Perú. No me refiero a ajustes, afeites, reformas, no. Me refiero a la necesidad de una Nueva Constitución. A ver, ¿quién se atreve? Entre los candidatos que cuentan solo Verónica está dispuesta y eso significa polarizar el país entre los demás candidatos con algún arrastre y Verónica.
¿Es arrojado polarizar? Sí. Hay que atreverse y ser a los ojos del orden establecido, en especial de los grandes medios de comunicación, irresponsable. En efecto, irresponsable frente a esta podredumbre que no vale la pena defender. ¿Se atreverá Verónica Mendoza? Confío en que sí, porque de lo contrario el mes cruel que tenemos por delante le pasará factura.
Quizás suene duro lo que digo, pero ¿cuál es la alternativa? A la luz de lo que vimos en las elecciones de enero de 2020, que la crisis de régimen, sin un liderazgo que le de una salida de fondo, siga produciendo fragmentación política. La fragmentación, como suele ocurrir, pone a quien le toca en suerte en los puestos de representación política y nos daría de nuevo un Congreso sin orientación y un gobierno dividido entre Ejecutivo y Legislativo. La crisis, ciertamente, no sería igual sino mucho peor que la actual y con todo tipo de tentaciones autoritarias de por medio. ¿Resistirá esto el Perú sin resquebrajar nuestra ya precaria democracia?