Investigadores de la UNQ descubrieron cómo el ciclo lunar modula el sueño

1.301

Científicos de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ) confirmaron la existencia de la modulación del sueño a través del ciclo lunar, un fenómeno que la comunidad académica se debatía desde hacía décadas. En concreto, hallaron que en los días previos a la luna llena las personas se duermen más tarde y lo hacen por menos tiempo. Lo más sorprendente es que lo pudieron detectar en condiciones naturales y diversas, esto es, lo advirtieron en personas que vivían en la ciudad (en Estados Unidos), en un pueblo (Ingeniero Juárez, Formosa), pero también en una comunidad toba que habita en el monte y sin luz eléctrica (también de aquella provincia).

La investigación fue realizada en conjunto con científicos de las universidades de Washington y de Yale, con amplia trayectoria en el campo de estudio de los ritmos circadianos. Uno de sus referentes es Leandro Casiraghi, egresado de la carrera de Biotecnología y Doctor en Ciencia y Tecnología de la UNQ. En 2021, tras culminar su posdoctorado, regresará a Argentina como Investigador del Conicet y se incorporará al Laboratorio de Cronobiología. En este diálogo cuenta los detalles de su trabajo, que le llevó casi cuatro años y que la semana pasada publicó en Science Advances.

-De manera reciente se publicó un artículo en la revista Science Advances y usted es el primer autor. ¿De qué va?
-Desde el Laboratorio en el que estoy en la Universidad de Washington, dirigido por el científico argentino Horacio de la Iglesia, trabajamos con los tobas de Formosa desde hace ocho o nueve años. Nos interesaba conocer cuáles eran los efectos de la luz eléctrica en los patrones de sueño. Las comunidades viven en distintas condiciones de acuerdo a al sitio en el que están. Por un lado, están los que tienen acceso a la luz eléctrica y, por otro, los grupos que habitan en el monte.

-¿Cuáles eran sus hipótesis?
-Sabíamos que, por lo general, el acceso a luz eléctrica tiende a retrasar las fases de sueño, ya que la gente se duerme bastante más tarde que en el monte y, además, duerme menos. Los tobas con los que conversamos cuentan que en las noches en las que había luz de luna solían ser utilizadas para la práctica de diferentes actividades: salir a cazar, visitar familiares, ir a pescar y tener encuentros sexuales. Luego de escuchar esas historias, y con la premisa de que la luna funciona como un sincronizador de la naturaleza (algunos animales que viven en las cercanías de las costas o los lagos poseen ritmos biológicos muy vinculados a ella), buscamos analizarlo a partir del método científico pero en condiciones naturales. Queríamos ponerle dato a todas las hipótesis que habíamos desarrollado de antemano.

-¿Qué es esto de “condiciones naturales”?
-Lo que hicimos, básicamente, fue pedirles que utilicen unos monitores de actividad locomotora; una especie de Smart Watch pero más sofisticado, que ofrece una precisión muy fina ante los movimientos y permite determinar el instante concreto en que la gente se duerme. Son sensores tan bien calibrados que incluso suelen utilizarse en pacientes clínicos que experimentan problemas para dormir. Como debíamos seguir esa referencia en relación a la luz de la luna, necesitábamos que los miembros de las comunidades los emplearan durante períodos largos de tiempo, entre uno y dos meses. Y así fue. Entre 2016 y 2018 fuimos a Formosa durante tres primaveras seguidas a colectar información.

-¿Con qué se encontraron?
-Lo primero que pensábamos es que si encontrábamos algún efecto de la luna en las variaciones del sueño, iba a estar muy centrado específicamente en la luna llena y en la luna nueva, porque la primera es muy luminosa y la segunda no se puede observar. Lo segundo que creíamos es que a aquellas personas que vivían en el pueblo, al tener luz eléctrica, les iba a modificar muy poco lo que ocurriera con la luz de la luna. Sin embargo, descubrimos que estábamos errados: había un efecto, es decir, el ciclo lunar modulaba el sueño pero no se relacionaba directamente con la luna llena o la luna nueva; y, en relación a lo segundo, vimos que ese efecto no solo estaba en la población que habitaba en el monte sino que también afectaba a la que la que vivía en el pueblo.

-Cuénteme con mayor detalle esto último.
-Lo que vimos es que en los días previos a la luna llena –entre tres y cinco días antes– en todas las comunidades se producía una disminución muy aguda de la duración del sueño (un promedio de 50 minutos menos) y se dormían más tarde (un promedio de media hora después de lo habitual).

-Para la gente que vive en el monte puede ser más fácil de comprender…
-Si uno vive en el monte y no tiene luz eléctrica aprovecha la luz de la luna para estar afuera, para realizar actividades que en la noche cerrada son más difíciles de realizar. A partir del día de la luna llena, a la noche siguiente la luna vuelve a salir con brillo pero 50 minutos más tarde y conforme pasan los días, aparecerá más tarde aún. Por lo tanto, la luna mantendrá relativamente su brillo pero es probable que aparezca cuando la gente ya se fue a dormir. Y si ya te fuiste a dormir no te levantás para realizar tus actividades, ni siquiera te enterás. En cambio, en los días anteriores a la luna llena, una vez que se pone el sol, nuestro satélite natural ofrece una luz de forma continua.

-Ahora bien, lo sorprendente de su hallazgo es que incluso la gente que tiene luz eléctrica se duerme más tarde con luna llena. ¿En qué modifica la luz de la luna si la gente está encerrada en su habitación con la persiana baja?
-Eso no lo sabemos, no entendemos muy bien por qué ocurre. Para aumentar el enigma, una vez que confirmamos que la gente en el pueblo sufría este efecto del ciclo lunar, buscamos incrementar la muestra y hacer el mismo experimento con alumnos universitarios. Entonces, analizamos el sueño de 400 estudiantes de la Universidad en la que actualmente investigo y advertimos que coincidía a la perfección con los ritmos que habíamos medido en los tobas. Es un interrogante grande porque efectivamente es difícil que pueda ser la luna como fuente de luz lo que produce la variación en el sueño. Uno en su casa prende la lamparita del baño y es muchísimo más brillante que la luz que puede ofrecer la luna.

-¿Y entonces?
-Pensamos que puede existir otro estímulo vinculado al ciclo lunar que no necesariamente sea la brillantez de la luz que ofrece. Sus movimientos alrededor de la Tierra generan cambios en la gravedad; precisamente, las mareas se deben a dicha influencia. Lo cierto es que no importa dónde las personas vivan ni cuánta luz tengan, el efecto de la gravedad es algo frente a lo que resulta imposible aislarse. Hay muchísimas preguntas como la que hacés, cuyas respuestas nos gustaría seguir explorando en el futuro.

-¿Para qué podría servir una investigación como la suya?
-El mensaje que nosotros queremos dar es que, a partir de ahora con los datos que estamos reportando, las personas podrían poner en práctica ciertas estrategias para dormir mejor (como no exponerse a luces fuertes, no mirar TV hasta tan tarde, reducir los estímulos una hora antes) y ser más cuidadosos en las noches previas a la luna llena. Lo pensamos como parte de un programa más general que se relaciona con mejorar la higiene del sueño. La calidad de cómo dormimos influye en un montón de cosas, entre otras nuestra salud. La otra moraleja es que nuestro hallazgo refuerza un fenómeno que venimos viendo cada vez más: por más que lo intentemos nunca terminaremos de aislarnos por completo de la naturaleza.

:: Del trabajo también participó Ignacio Spiousas. Es Ingeniero Mecánico por la Universidad Nacional de Mar del Plata y Doctor en Ciencia y Tecnología por la UNQ. Actualmente es investigador de Conicet y trabaja en temas de neurociencia cognitiva y comportamiento humano. Se especializa en modelado estadístico de comportamiento y la generación de predicciones científicas basadas en esos modelos.

Fuente-Universidad Nacional de Quilmes


 

Más notas sobre el tema