Alberto Fernández y AMLO en el corazón de México – Por Jesús Hernández Jaimes, especial para NODAL
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.Por Jesús Hernández Jaimes(*), especial para NODAL
La visita a México del presidente de Argentina, Alberto Fernández, incluyó su participación como invitado de honor en el acto conmemorativo del bicentenario de la independencia. Con ese propósito, el miércoles 24 de febrero acompañó al mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, a la cálida ciudad de Iguala, en el estado sureño de Guerrero. Esta ciudad, de poco más de 120,000 habitantes, se volvió tristemente célebre en el año 2014, porque ahí fueron asesinados tres estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y 43 más fueron secuestrados y desaparecidos por narcotraficantes y policías.
La efeméride es importantísima en la memoria e historia de los mexicanos. El el 24 de febrero de 1821 se proclamó el Plan de Iguala, un documento medular para la independencia del virreinato de la Nueva España y fundante del nuevo Estado que adoptaría el nombre de su ciudad capital: México. La insurrección contra la dominación española había iniciado en 1810 encabezada por el sacerdote Miguel Hidalgo y algunos militares criollos. Cuando éstos fueron fusilados en 1811, el lugar de Hidalgo fue ocupado por José María Morelos, otro clérigo, quien puso en jaque al gobierno colonial hasta que también fue apresado y ejecutado en 1815. A partir de ese año, la insurgencia entró en un periodo de recesión: algunos de los líderes se acogieron a la amnistía que ofrecieron las autoridades coloniales, otros murieron en combate o fueron aprehendidos. En ese contexto adverso se fue consolidando el liderazgo de Vicente Guerrero, un modesto afrodescendiente que, antes de 1810, se había dedicado a la arriería. Era nativo del pueblo Tixtla, hoy una pequeña y apacible ciudad en cuyos márgenes se ubica la Normal Rural de Ayotzinapa, dedicada a formar maestros de origen campesino e indígena desde hace casi cien años.
Guerrero, seguido por algunos cientos de indígenas, mulatos y mestizos, se atrincheró en las abruptas serranías del sur de México, en el territorio del estado/provincia que hoy lleva su nombre. Allá fueron a batirlo sin éxito las tropas leales al rey Fernando VII, sólo para sucumbir ante las balas, lanzas, flechas y machetes de los rebeldes. La sierra era una fortaleza inexpugnable que Guerrero y su gente conocían al dedillo. Sin embargo, fuera de ella no tenían posibilidades de derrotar a las fuerzas realistas y deponer al gobierno español.
En 1820, el virrey Juan Ruiz de Apodaca encomendó la tarea de someter a los insurrectos al coronel Agustín Iturbide, pero éste tenía otros planes. Pese a haber combatido con rudeza extrema a los insurgentes durante varios años, poco a poco se fue convenciendo de que la independencia era inevitable y más valía encabezarla. Además, estaba consciente de las dificultades para derrotar a las aguerridas y curtidas tropas de Vicente Guerrero, así que prefirió ganarse su apoyo. Luego de complicadas negociaciones ambos caudillos acordaron hacer realidad el anhelo independentista. Así se consolidó el Plan de Iguala.
El plan simboliza la consumación de la independencia mexicana, luego de casi once años de una cruenta guerra. También expresa la unión de los diversos grupos étnicos que componían la Nueva España, es decir, de españoles peninsulares y criollos, indígenas, mestizos y mulatos; así como el fin del ominoso sistema de castas que discriminaba con base en la calidad étnica. Los protagonistas coincidieron en que la religión católica era indispensable para dotar de cohesión a la sociedad que aspiraba a convertirse en una nación. Así, las tres garantías: Religión, Independencia y Unión quedaron expresadas en el plan y en la bandera, diseñada para la ocasión y considerada como la primera enseña nacional. De hecho, a Iguala se le conoce también como la cuna de la bandera mexicana.
Desafortunadamente, una de las aspiraciones más sentidas de los insurgentes, que se “moderen la opulencia y la indigencia y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto”, aún está pendiente. De ahí la importancia que el presidente López Obrador ha concedido al Plan de Iguala, en particular a su vertiente popular, pues ha convertido dicho anhelo en el eje de su gobierno. Por ello, aprovechó su visita a Iguala para refrendar su compromiso con el combate a la pobreza. Desde la cima del cerro Tlahuehue, donde ondea una monumental bandera, manifestó su determinación de encontrar a los 43 estudiantes desaparecidos y de llevar a los culpables a los tribunales. Por su parte, Fernández rememoró los momentos de solidaridad entre ambos países, particularmente al asilo ofrecido por México a los argentinos perseguidos por la dictadura militar entre 1976 y 1983. Asimismo, insistió en la necesidad de reavivar el latinoamericanismo para encarar la pandemia mundial y llamó a formar un bloque de países para negociar las vacunas ante los pocos que las han monopolizado.
(*)Profesor de historia de América Latina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)