Otra caravana de migrantes hondureños – El Periódico, Guatemala
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Se entiende por migración al desplazamiento de porciones poblacionales, con la intención de cambiar temporal o definitivamente de residencia y de trabajo, del lugar de origen (emigración) hacia el lugar de destino (inmigración).
La migración de centroamericanos de sus países de origen (especialmente guatemaltecos, hondureños y salvadoreños) hacia EE. UU. es incesante y progresiva. De hecho, el vicepresidente de EE. UU., Mike Pence, en la Segunda Conferencia para la Prosperidad y Seguridad en Centroamérica, en 2018, aseguró que la migración desde El Salvador aumentó en un 65 por ciento, desde Guatemala un 75 por ciento y desde Honduras un 61 por ciento.
A partir del jueves pasado, una nueva caravana de migrantes hondureños, conformada por cerca de 9 mil adultos, jóvenes y niños, en condiciones de extrema pobreza, documentados e indocumentados, que salió de San Pedro Sula, Honduras, comenzó a cruzar la frontera entre este último país y Guatemala, con destino a territorio estadounidense, incluso sin someterse a la prueba de COVID-19, lo que pone en jaque una vez más a las autoridades migratorias y sanitarias guatemaltecas, que han iniciado la contención y la repatriación.
No dudamos que, con menos espectacularidad, los migrantes guatemaltecos y salvadoreños también caminan a diario hacia el “norte”, afrontando todo tipo de obstáculos, peligros y amenazas, así como buscando franquear el muro construido en la frontera entre México y EE. UU. Las condiciones de marginación, exclusión, pobreza y violencia los empujan a abandonar su lugar de origen y marchar en busca de un mejor futuro para ellos y sus descendientes, sobre todo después de la devastación que dejó tras de sí el paso de los huracanes ‘Eta’ y ‘Iota’ sobre los territorios de Honduras y Guatemala, así como la crisis sanitaria y económica provocada por la pandemia del COVID-19.
El hambre, la enfermedad, la inseguridad, el desempleo y la ausencia de oportunidades que sufren los pobladores, los obliga a marchar aunque están conscientes que lo más probable es que sean deportados por las autoridades migratorias estadounidenses. Sin embargo, se toman el riesgo, porque no ven que sus condiciones de vida puedan mejorar en sus respectivos países.
Aunque muchos migrantes son deportados también muchos logran permanecer en el extranjero, sobre todo considerando que la economía estadounidense se ha venido recuperando. Prueba de ello es que las remesas familiares provenientes de guatemaltecos en el extranjero siguen aumentando a pesar de todos los pronósticos negativos, habiendo excedido el año pasado a las exportaciones.
La migración de centroamericanos seguirá imparable en tanto no mejoren las condiciones socioeconómicas en sus respectivos países, que les garanticen trabajo y mejores condiciones de vida. Por consiguiente, el desafío tanto para el Gobierno de EE. UU. como para los Gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras, debe ser apuntalar las alicaídas economías de estos, así como mejorar aceleradamente los servicios públicos.