El cisne verde – Por Clara López Obregón

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Hace ya un año, el Banco de Pagos Internacionales, banco de bancos centrales, publicó un estudio realizado por investigadores ligados a la banca central europea que analiza el impacto del cambio climático sobre la estabilidad financiera internacional. Mimetizado en un lenguaje técnico, advierte que el cambio climático va a generar un evento de dimensiones cataclísmicas que denominan “cisne verde”, capaz de causar una crisis financiera sistémica irredimible, a menos que se tome acción mundial coordinada ya, o sea, hace un año.

El evento “cisne verde” lo extrapolan del ya establecido concepto de “cisne negro” desarrollado en 2007 por Nassim Nicolás Taleb para caracterizar un tipo de eventos que las teorías de riesgo tradicionales no están estructuradas para contemplar, ni los modelos de riesgo financiero diseñados para asumir. Se trata de eventos impredecibles, supremamente raros, que producen impactos extremos de amplio espectro, como la pandemia actual.

El cisne verde de la crisis climática está en una escala de riesgos muy superior a los eventos cisne negro pues las catástrofes climáticas plantean riesgos existenciales para la propia humanidad. La valoración de los riesgos sistémicos de la emergencia climática implica una “ruptura epistemológica” en la modelación de riesgos que ya avanza en la comunidad financiera internacional. Incluso algunas jurisdicciones ya han incorporado el clima en la regulación bancaria prudencial.

Con todo, no se están adoptando las acciones requeridas para afrontar el cisne verde que se sabe vendrá, pero no cómo ni cuándo. A pesar de los compromisos pactados en el Acuerdo de París, los gobiernos promueven mediante inversiones, subsidios y beneficios tributarios la producción de un 120 % más de combustibles fósiles para 2030 de lo que es compatible con limitar el calentamiento global a la meta recomendada por la ciencia de 1,5º C sobre los niveles preindustriales. Este incumplimiento es crítico porque el 70 % de las emisiones de efecto invernadero y el 90 % de CO2 provienen de esas fuentes energéticas.

El estudio “El Cisne Verde” plantea una “segunda ruptura epistemológica”. Recomienda que los bancos centrales adopten una actitud proactiva dentro de sus mandatos de mantener la estabilidad financiera para aplicar “las cinco C: contribuir a la coordinación del combate contra el cambio climático”. La tarea de coordinación es crítica, pues en su ausencia, la trayectoria actual hacia un cisne verde será irreversible. Todos los actores deben actuar coordinadamente, con voluntad real y sin más dilación. Ello incluye a gobiernos, empresa privada, sociedad civil y al sistema financiero.

Las palabras del señor Galhau, gobernador del Banco de Francia: “A pesar de la creciente conciencia, la cruda realidad es que todos estamos perdiendo la lucha contra el cambio climático”.

Bienvenida la alerta desde lo más impasible e imperturbable de la institucionalidad. Si en nadie se quiere creer, por lo menos escuchemos la voz de alarma de los banqueros centrales. Ojalá que la institucionalidad y los intereses económicos en Colombia también tomen nota del cisne verde.

El Espectador


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