Cuba | Falleció el cineasta Juan Carlos Tabío, codirector de «Fresa y Chocolate»

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Juan Carlos Tabío: el arte sobrevive cuando las luces se apagan

El guionista y director de cine habanero Juan Carlos Tabío falleció esta mañana, 18 de enero de 2021, en la ciudad que le vio nacer, tras verse aquejado por una penosa enfermedad. Su labor es difícilmente resumible en las líneas siguientes pero queríamos unirnos al sentimiento de agradecimiento y pesar que nos deja tras su fallecimiento.

Juan Carlos Tabío nació en 1943 y llegó al Séptimo Arte por simple azar, estudiaba relaciones internacionales en 1961 cuando fue expulsado del centro docente. Una amiga de la familia que trabajaba en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) le consiguió trabajo como ayudante de dirección, una vez cerca de las cámaras y guiones descubrió su espacio.

«La vida te lleva, no la llevas tú a ella. No puedes saber a dónde te llevará» -según sus propias palabras en una entrevista para Havana Cultural- había sido magnánima con él. En el cine se encontró a sí mismo, amante empedernido de escribir sus personajes con precisión y detalles de escultor, también se atrevió a dirigir películas.

Para entender los últimos 40 años de la sociedad cubana se pueden buscar varios cronistas, Martín Scorsese es la huella fílmica de Nueva York, Oliver Stone y el Clint Eastwood director, han realizado la crónica social, con marcado carácter político, cada uno de acuerdo a sus ideas, de la sociedad estadounidense de las últimas décadas.

Cuba también tiene sus nombres capitales en este arte, sin intentar hacer una lista podemos mencionar a Titón (Tomás Gutiérrez Alea), Humberto Solás, Enrique Pineda Barnet, Fernando Pérez y Juan Carlo Tabío.

Filmografía de Juan Carlos Tabío

Desde su debut con Se permuta en 1982, el premio Nacional de Cine (2014), dejó muestras de su genio e inteligencia para narrar una compleja, pero visualmente apasionante, realidad cubana.

Tras esta ópera prima llegó la colaboración con Daniel Chavarría en la celebrada Plaff (o Demasiado miedo a la vida -1988). El proceso de guión se alargó por dos años a raíz de las transformaciones que fueron brotando del intercambio entre ambos escritores.

La obra debe su título al sonido de un huevo al estallar contra una puerta y exploraba, entre otras cuestiones, la espiritualidad del cubano y su mestizaje cultural y religioso.

Intercaló varias colaboraciones y documentales, fue profesor de guión en el Instituto de San Antonio de los Baños. De este período queda El Elefante y la hormiga (1994) que si bien no tuvo el mismo éxito internacional el resto de su filmografía al director le hacía sentir orgulloso.

Titón, ya enfermo, le llamo a su lado para desarrollar conjuntamente la nominada al Óscar, y película más conocida de la Cinemateca Cubana, Fresa y Chocolate -1994. Tras esta colaboración volvieron a coincidir en Guantanamera -1995. La experiencia de trabajar junto a Gutiérrez Alea consolidó la figura de Juan Carlos Tabío en el panorama patrio y la obsesión del mismo por profundizar en las contradicciones de la sociedad cubana. Cuenta Tabío de la obsesión de ambos con las cuestiones que rodean el proceso cinematográfico y como coincidían en usar el humor criollo como nexo para resaltar el espíritu infatigable del cubano

Luego vendría Lista de Espera (2000) en dónde vuelve a usar la contradicción cubana para desnudar a sus personajes (metafórica y literalmente) y mostrarnos la lucha personal de cada uno con sus demonios. Le seguiría Aunque estés lejos (2003).

Se permuta

Su penúltimo trabajo sería El Cuerno de la Abundancia (2008) la famosa historia de la herencia que no llega, otra vez muchos personajes, puestos en situaciones tragicómicas y limítrofes entre la fantasía, la fé y la realidad. Su última participación cinematográfica resultó 7 días en La Habana (2012) en la cual dirigió la historia Dulce Amargo. En esta vemos a una tremenda Mirta Ibarra y donde nuevamente se observa cómo el director busca la grandeza escondida en la supervivencia cotidiana y el deseo de no dejarse vencer.

El rigor casi enfermizo a la hora de perfilar personajes y situaciones de guión contrastaba con su personalidad a la hora de dirigir. Amante de la improvisación que engendra la maravilla en el cine no usaba storyboards y confiaba en dar margen a los actores para hacerse con la escena.

El cine cubano y latinoamericano está de luto, una ciudad cinéfila por excelencia, como La Habana, sabrá recordarle, no en vano los títulos de sus obras han servido como huella de las etapas de esta sociedad. Las luces se apagan Juan Carlos, pero el arte no se desintegra, pervive, insomne, en la memoria.

Fotos de La Habana


Juan Carlos Tabío y la trascendencia que nos deja

Se permuta, Plaff, Lista de espera, El cuerno de la abundancia, resultaron filmes que llevaron a millones de espectadores a nuestras salas, y basta con cerrar los ojos un instante para recordar aquellos días en los que ir al cine era una fiesta, y Juan Carlos Tabío se convertía en el mago principal de la «risa seria», aclamado por un público que aplaudía a lo largo de la proyección

Por Rolando Pérez Betancourt

Enero de 2021 extiende sin piedad su luto en la cinematografía cubana.

Primero fue Enrique Pineda Barnet y ahora Juan Carlos Tabío, fallecido este lunes 18, a la edad de 77 años, y de quien no sería exagerado afirmar que fue el director que mejor captó, en clave casi siempre humorística, la esencia de «lo cubano» desde miradas desbordadas de imaginación.

Tabío fue el director que mejor captó la esencia de «lo cubano» desde miradas desbordadas de imaginación.

Llegado al Icaic en 1961 como simple aprendiz de todo, Tabío realizó documentales de diversos temas antes de debutar en el largo con Se permuta (1984), un filme que ese mismo año me hizo escribir en estas páginas: «Para Tabío era importante que los espectadores, además de entretenerse y reírse, reflexionaran con lo que estaban viendo, se sintieran parte de la historia y de sus posibles soluciones. Si su filme es un diálogo comprensivo de principio a fin, se debe a que “lo cubano”, lo popular cotidiano, y sin afeites, está ahí…».

Fue esa una constante en su cine, marcado por una experimentación dispuesta a contravenir lo convencional y, al mismo tiempo, muy efectiva, siempre a caballo sobre la comedia social y crítica, y exprimiéndole a la realidad lo que la ficción terminaría por convertir en trascendente.

Se permuta, Plaff, Lista de espera, El cuerno de la abundancia, resultaron filmes que llevaron a millones de espectadores a nuestras salas, y basta con cerrar los ojos un instante para recordar aquellos días en los que ir al cine era una fiesta, y Juan Carlos Tabío se convertía en el mago principal de la «risa seria», aclamado por un público que aplaudía a lo largo de la proyección.

Risa seria, teniendo en cuenta que en sus historias no había nada mecánicamente elaborado, y cada provocación, con el humor como base narrativa de contundentes argumentos, provenía de entramados sociales y humanos bien conocidos por él, requisito indispensable para hacer de la función crítica del arte un instrumento efectivo, siempre que se tenga talento y sensibilidad, y a Tabío le sobraban.

Cuando Tomás Gutiérrez Alea enfermó en medio de Fresa y Chocolate (1993), encontró en Tabío ese otro yo indispensable para convertirse en codirector. Tuvo lugar entonces una fusión de caracteres poco dado a repetirse en un drama al que no le faltaban fibras humorísticas –Alea reverenciando más lo intelectual del conflicto, Tabío bebiendo del arraigo popular–, lo que unido a la carga emotiva desprendida del guion de Senel Paz, y el mismo Gutiérrez Alea, convertirían el filme en un acontecimiento mundial. Una combinación audaz que ambos directores repetirían en Guantanamera (1995).

Aunque estés lejos, El elefante y la bicicleta, la inolvidable Dolly Back, (aquel corto sobre la impostura que desconcertaba felizmente a los espectadores) y otras más, se encuentran entre la filmografía de Tabío, también guionista, profesor y multipremiado, tanto nacional como internacionalmente.

En 2014 le concedieron el Premio Nacional de Cine a este artista inteligente, desbordado de sabiduría y cultura, y con quien era una fiesta entablar una discusión sobre arte, o la vida misma, y verlo pasar del tono afectivo, a la emotividad más desbordante, aquellos berrinches que lo hacían tan legítimo como sus películas.

El mundo del cine, y en especial los cubanos, lo vamos a extrañar, y no solo por su trascendencia como cineasta.

Granma


Juan Carlos Tabío: el donador de cáusticas inconformidades

Por Joel del Río

A los críticos y estudiosos del cine en Cuba nos queda la asignatura pendiente de ubicar, en el lugar descollante que le corresponde, la filmografía de Juan Carlos Tabío (1943-2021), considerada entre las obras cinematográficas más coherentes y lúcidas nacidas en esta Isla, pero subestimada durante muchos años por todos aquellos elitistas que ven la comedia como un género menor.

Además de considerarse, junto con Daniel Díaz Torres y Enrique Colina, entre los mejores hacedores de humor cinematográfico en Cuba, Tabío se destacó en diversos géneros y medios expresivos. Comenzó a trabajar en el Icaic como asistente de producción y dirección, a principios de los años 60, y de 1963 datan sus primeros cortometrajes documentales, Peligro y Combo universitario, filmados cuando solo tenía 20 años.

Desde finales de los 60 y hasta principios de los 80 realizó más de 30 documentales, entre los cuales destacaron El habano (1969, codirigido con Miguel Torres), Amelia Peláez (1897-1968) (1975) y Un reportaje con el grupo Moncada (1979). Gracias al cineasta contamos con excelentes reportajes y crónicas de las actuaciones en Cuba de grandes artistas, como queda expresado en Miriam Makeba (1973), Soledad Bravo (1974), Sonia Silvestre (1975) y Joan Manuel Serrat (1976).

Tabío fue uno de los pocos cineastas cubanos que antes y después de consagrarse en el largometraje de ficción realizó cortometrajes de ficción, como Dolly back (1986) y La entrevista (1987). Entre sus cortos de ficción destaca La cadena (1978), que ponía de manifiesto un tejido de ineficiencias e irresponsabilidades desde un humor crítico y satírico que heredaba lo mejor del choteo cubano.

También alcanzó notabilidad nacional e internacional Dolly back, premiado con el Colón de Oro en Huelva, y con el Premio Especial del Jurado en La Habana. En un solo plano de casi diez minutos este cortometraje intenta derribar el engaño latente en toda puesta en escena cuando presenta cómo la cámara se va alejando de los actores para mostrar que estamos ante un rodaje. Luego se sigue alejando la cámara, y vemos que el rodaje antes descubierto no es más que la escenificación de otro rodaje, y así ocurre una y otra vez, en una filme que expresa a plenitud la voluntad autorreflexiva y brechtiana de un realizador cuya obra está marcada por el deseo paródico de exponer el carácter engañoso de la representación cinematográfica.

Además de los cortos de ficción y los posteriores largometrajes, nunca se apartó por completo del documental, tal y como consta en los posteriores Marta Jean Claude en Haití (1987); “Memorias de una isla” (1998), capítulo de la serie Enredando sombras; Molinos de viento (2005), realizado para celebrar el aniversario 400 de El Quijote; y el notable Los viajes de Lorca: Lorca y La Habana (1998), con guion del cineasta y de Lourdes Prieto, y que relataba, con toda la sinceridad del periodo pos Fresa y chocolate, el recorrido del poeta por la Isla, con imágenes actuales y de archivo, además de testimonios de conocedores del tema.

En algunos de aquellos cortometrajes de ficción (La cadena, Dolly back, La entrevista) se enunciaba una vena crítica y satírica que expandió en sus largometrajes de ficción. En 1981, como fue imposible realizarlo en cine, convirtió el guion de una futura película en la obra teatral La permuta, que volvió a colocar a Rosa Fornés en niveles máximos de popularidad. Al año siguiente, escribió con Tomás Gutiérrez Alea, su amigo y mentor de siempre, el complejo guion de Hasta cierto punto, y de inmediato, con el cambio de dirección en el Icaic, le fue posible debutar en el largo de ficción con Se permuta (1983), que inauguró todo un nuevo período para el cine cubano: el de la comedia de costumbres que se concentra en criticar las rémoras pequeño-burguesas y dar cuenta de confrontaciones generacionales más o menos fuertes.

Las comedias de Tabío, tanto Se permuta como la posterior Plaff o demasiado miedo a la vida (1988), se distinguen por combinar la sátira de los elementos retardatarios del desarrollo social con la autorreferencialidad y el humor paródico. Plaff… fue saludada por los críticos cubanos como una de las mejores comedias en toda la historia del cine nacional, junto con La muerte de un burócrata, por su exaltación de lo cubano, específicamente lo habanero, mientras se burla de los costados menos amables de nuestra idiosincrasia en su aguda reflexión sobre lo popular, una reflexión guiada por la sátira de todos aquellos personajes paralizados por el temor a los cambios y a la evolución que suele representar el pensamiento de los más jóvenes.

Después, en esa etapa de crisis para el cine cubano que fueron los años 90, le tocó a Tabío volver a sacar la cara por la cinematografía nacional y junto con Tomás Gutiérrez Alea se dedicó a deconstruir los elementos moralizantes, pretenciosos y enfáticos que impregnaron el cine cubano en sus primeras décadas de vida. Así, codirigieron las mundialmente famosas Fresa y chocolate y Guantanamera, la primera atenta a revelar un pasado-presente de exclusión e intolerancia, y la segunda más dedicada a retratar un presente-¿futuro? regido por la doble moral y el burocratismo.

La amplia distribución y popularidad internacional de que gozaron Fresa… y Guantanamera convirtieron a Juan Carlos Tabío en uno de los directores favoritos de los coproductores extranjeros, y la fama de estos filmes opacó la aparición de El elefante y la bicicleta (1994), uno de los pocos intentos cubanos por celebrar el centenario del llamado séptimo arte. El filme contaba, desde las claves cercanas al realismo mágico, la llegada del cinematógrafo a una pequeña isla y cómo se transforma la vida de sus pobladores, pues el invento despierta la imaginación de los habitantes y su capacidad de cambio.

La siguiente película en solitario fue Lista de espera (2000), que inició la colaboración en el guion con el escritor Arturo Arango. La película se concentra en una pequeña comunidad aislada, elegida con similar intención simbólica o generalizadora que la isla en que acontece la acción de El elefante y la bicicleta.

Aunque estés lejos (2003) representa la sublimación del juego del cine dentro del cine, mientras que El cuerno de la abundancia (2008) se funda sobre la mixtura genérica del pastiche y el cuestionamiento más o menos sutil de la capacidad fabuladora de los cubanos. Ambos filmes consiguen al unísono risas y amargura, reflexión y chistes gruesos, polémica y cuestionamiento de prejuicios diversos.

Posteriormente, Tabío se apartó del cine, por razones de salud, aunque se asomó de nuevo al medio con la dirección de un cuento en la película de dirección colectiva 7 días en La Habana (2011), junto con el boricua Benicio del Toro, el español Julio Medem, el francés Laurent Cantet, el argentino Pablo Trapero, el palestino Elia Suleiman y el argentino-francés Gaspar Noé.

La considerable lista de reconocimientos ganados por los intérpretes de sus películas también nos permite catalogarlo entre los mejores directores de actores en el cine cubano: Isabel Santos (premio a la mejor actuación femenina del Festival Internacional de Cine de Río de Janeiro por Se permuta), Daisy Granados (premio a la mejor actuación femenina en el Festival Internacional de Cinema, Tróia, y en el Festival Internacional de Asunción, Paraguay, por Plaff…); Jorge Perugorría (premio Coral de actuación masculina en el XV Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana, y primer Premio Kikito de actuación compartido con Vladimir Cruz, por Fresa y chocolate); Lilliam Vega (premio Coral de actuación femenina en el XVI Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano por El elefante…); Tahimí Alvariño (premio a la mejor actuación femenina en el Tercer Festival Internacional de Cine de Málaga, España, por Lista de espera); y premio Astor de Plata al elenco de intérpretes de El cuerno de la abundancia en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

El cineasta también se desempeñó como profesor de guion y dirección cinematográfica en la EICTV y en la FAMCA (1989-1990) e impartió talleres de ambas especialidades y dramaturgia en varios países (México, Costa Rica, Panamá). En 2014 le fue otorgado el Premio Nacional de Cine y poco después fue nombrado miembro de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood.

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