Las Fuerzas Armadas bolivianas y el golpe de Estado – Por Carlos Echazú Cortéz
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región. Por Carlos Echazú Cortéz *
El pronunciamiento del Comando General de las Fuerzas Armadas respecto a «sentirse desconcertadas» por la detención del general Alfredo Cuéllar, comandante de la guarnición militar de Cochabamba, lleva a reflexionar nuevamente sobre el rol que adoptaron las Fuerzas Armadas en el golpe de Estado en noviembre del año pasado.
Antes de eso, es pertinente señalar que, con ese pronunciamiento, las Fuerzas Armadas nuevamente infringen la prohibición textual que les hace la Constitución respecto a «deliberar», dado que implícitamente se han introducido en el debate público que existe en la sociedad sobre si hubo o no un golpe de Estado.
Lo cierto es que el general Jaime Alberto Zabala, comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, no dice la verdad cuando señala que las Fuerzas Armadas se limitan a obedecer las órdenes que emanan de su Capitán General, vale decir, el Presidente del Estado. Más bien adoptaron un rol protagónico en el golpe, puesto que sin su concurso este no hubiera tenido éxito.
Convengamos, en primer lugar, que el golpe de noviembre de 2019 no fue un golpe militar al estilo de los que daban en las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado. Se trata más bien de un nuevo tipo, de un «golpe suave», diseñado por el Pentágono, en el que las fuerzas civiles conservadoras de la sociedad, desplegando todo su poder económico y mediático, pretenden una «revolución civil» contra «atroces dictaduras populistas».
Ahora bien, el hecho de que el poder militar no aparezca, en una primera instancia, en primer plano, no quiere decir que su rol no sea imprescindible para este tipo de «golpes suaves». Veamos el ejemplo del golpe de noviembre pasado, son tres los momentos en que los militares entregan su aporte vital al movimiento subversivo.
En primer lugar, «la sugerencia» que el general Kalimán, en traje de campaña y flanqueado por todo su Estado Mayor, formuló al presidente Morales para su renuncia. Ese solo hecho, por muy inocente que se lo quiera ver, implica una violación al principio de no deliberación de esa institución. Resulta que la sociedad estaba dividida en dos claras posiciones políticas, una contra y otra a favor de Evo Morales.
Y, en ese momento crítico, las Fuerzas Armadas toman partido, en forma abierta y pública, por una de esas posiciones. Ahí se ve entonces que, aún cuando no se lo quiera ver como una advertencia y amenaza camuflada, de igual modo, fue una violación a la ley. Por eso Zabala miente cuando dice que las Fuerzas Armadas «solo cumplen la ley».
El segundo momento determinante para el golpe de Estado está en la subordinación de las Fuerzas Armadas a la autoproclamada Áñez. Esa subordinación, simbolizada por imposición de la banda presidencial por un militar en traje de combate y por las tanquetas y militares custodiando plaza Murillo, implica la consumación del golpe. Sin esa subordinación, el golpe no se hubiera consumado.
El hecho resulta en una ilegalidad flagrante perpetrada por las Fuerzas Armadas, puesto que se trataba de la autoproclamación de una persona que no se encontraba en la sucesión presidencial, prevista por la Constitución, con el agravante de haberse producido en recinto parlamentario vacío.
En ese contexto, subordinarse a Áñez fue una ilegalidad de proporciones mayores e implica –repito– la consumación del golpe. Es, con mucha probabilidad, a esa subordinación, a la que Camacho se refería cuando sostuvo que su padre «había cerrado con los militares». Los militares jamás desmintieron estas afirmaciones, lo que implica que las reconocen como ciertas.
Esto quiere decir que los militares llegaban a acuerdos con la oposición al Gobierno, a espaldas de su capitán general. Y después, ¿tienen el descaro de decir que se limitan a cumplir la ley y obedecer al poder civil legalmente constituido?
El tercer momento, no menos importante, está dado por las masacres en Sacaba y Senkata. Las movilizaciones populares en esas localidades deben ser vistas como la resistencia del pueblo al golpe de Estado. Por ese motivo, las masacres perpetradas por las Fuerzas Armadas constituyen el aplastamiento a la resistencia y consecuentemente la consolidación del golpe.
De este modo, se puede ver claramente que las Fuerzas Armadas tuvieron un rol importante en la provocación a la renuncia del presidente Evo, en la consumación del golpe y finalmente en su consolidación.
La única conclusión obvia de todo esto es que las Fuerzas Armadas continúan siendo golpistas y, por ese motivo, las declaraciones que formulan y las movilizaciones que, a nombre de ellas, hace su sector pasivo, no deben ser subestimadas. Lo que están haciendo es amenazar al mismo estilo mafioso que lo hacía García Meza, antes de dar su zarpazo. Conviene a las fuerzas verdaderamente democráticas mantenerse alertas y denunciar este nuevo peligro de intervención militar.
* Graduado en Ciencias Políticas en la Universidad de Uppsala en Suecia. Ha dictado cátedra en Historia de Bolivia y Ciencia Política. Es autor de dos ensayos político-históricos sobre el “Estado y dominio de clase” y “Estado y clases dominantes” Fue Jefe de la Unidad de Transparencia del Ministerio de Educación del Estado Plurinacional de Bolivia.