El legado de Antígona – Por Nuria Rodríguez Vargas

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Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.

“No tengo pena ni me siento alterada por no someterme a estos decretos y ser rebelde a la ciudad. ¡Murió él: valor tú: su hermana eres! Aquí estoy yo; mujer soy, pero he de darle sepultura. Y yo solitaria llevaré su cadáver a la fosa. ¡Y nadie en contra piense: osada soy para llevarlo a cabo! [i] Así habló Antígona cuando desafió las políticas autoritarias del tirano Creonte, quien no le permitía enterrar el cuerpo de su hermano; ya que su prioridad era el orden sobre la integración. Pero, ella -le dijo: ¡No! -rebelde, piadosa y desafiante, movida por la lealtad a su familia, el respeto a los dioses, a la ley sagrada no escrita y a su noción de justicia.

El 25 de noviembre pasado falleció Diego Armando Maradona. En las últimas semanas se ha dicho, escrito, reflexionado y debatido mucho sobre su figura. Una avalancha de deliciosas plumas de grandes escritoras argentinas, han analizado, desde adentro, sus incongruencias y laberintos, lo han criticado y al mismo tiempo, le han hecho homenaje y lo han llorado. Su muerte ha abierto un debate sano en los feminismos de Argentina que sobrepasa el fútbol y las ideologías políticas.

Se puso en evidencia que la lucha de algunos movimientos feministas, en este país y otros, se ha concentrado en la categoría de sexo-género. Aunque existe un discurso contra la opresión del “sistema patriarcal, capitalista, machista, eurocentrado, clasista y racista”, se ha quedado en consigna de marcha, en discurso de auditorio o en post de las redes sociales; pues se evita pasar por la raza y la clase. ¿Cómo se puede ser anticapitalista si no se pasa por ahí? Han puesto en cuestión los mandatos del feminismo hegemónico, su visión y sus prácticas sostenidas desde el cuestionamiento moral.

Este debate, va más allá de la figura de Maradona, lejos de justificar su machismo, las feministas han puesto sobre la mesa temas relevantes. Se han sumado mujeres provenientes de diversos sectores populares, académicos, artísticos, periodísticos. La autocrítica, las ha hecho saberse portadoras de contradicciones. El posicionamiento de un feminismo desde su lugar de enunciación y a su manera, ha causado aplauso o indignación dentro de Argentina y fuera de ella. Las imágenes de chicas y mujeres con pañuelos verdes honrando al ídolo del fútbol provocaron confusión.

¿Por qué muchos de los y las feministas de círculos académicos y activismos de otros países de Latinoamérica no pueden concebirlo? El feminismo debería responder al lugar y a la cultura y sus complejidades. Es muy fácil levantar el dedo y juzgar desde afuera a las feministas argentinas que reconocen a Maradona como símbolo de lo antisistémico, sin considerar, la construcción de su sociedad e historia. En las últimas décadas, desde los poderes corporativos, se han hecho grandes y “generosos” esfuerzos por implantar la idea de que solo existe un feminismo y que la pluralidad de estos es una treta del patriarcado para dividirnos.

La frase “el patriarcado nos oprime” es grito de activistas, estudiantes, académicas, artistas, también de políticas, empresarias y celebridades de Hollywood. A veces el concepto parece quedarse en lo abstracto, en lo intangible. El patriarcado como sistema tiene muchos poderes, instituciones, corporaciones, industrias, cuerpos y caras. Sabemos que implica el predominio del hombre sobre la mujer en general, pero tiene muchas otras inflexiones. ¿Será igual la opresión patriarcal sobre una mujer profesional, blanca de clase alta y la de una mujer pobre, mestiza, empleada doméstica? ¿Es más fuerte la discriminación sobre una mujer afrodescendiente, adinerada, empresaria, figura política que la de un hombre afrodescendiente, obrero, pobre?

Las cómplices del patriarcado. Así se ha calificado desde algunos feminismos a las mujeres que disienten de las ideas de la homogenización feminista global. La idea de una mujer universal, desvinculada de su cultura e historia es muy conveniente para el sistema hegemónico, controlado fundamentalmente por hombres con poder de cualquier cultura, color, orientación sexual, bien puede ser, un hombre blanco, adinerado, de Manhatthan, un jeque de Dubai, un empresario latinoamericano de procedencia oligárquica o un multimillonario nigeriano.  Sin embargo, junto a ellos nunca han faltado mujeres con poder, en menor proporción, claramente.

Entonces, ¿quiénes son las cómplices del patriarcado? Parecerían ser las mujeres con poder quienes gobiernan y lideran codo a codo con sus homólogos poderosos, y precisamente, nunca disienten de sus mandatos, por el contrario, juntos, lesionan los derechos humanos de mujeres y hombres sin poder. También podría haber empresarias de políticas inclusivas y acciones afirmativas, pero que toman medidas al margen de la ley, precarizan el trabajo de sus congéneres, quienes para sobrevivir tienen que aceptar sus condiciones laborales. En otras escalas, la mujer de clase media, profesional que es fiel a las marchas del 8M, pero no al cumplimiento de los derechos laborales de su empleada doméstica inmigrante. La lista puede ser más larga, pues siempre se pasa por las contradicciones.

El disenso. Puede incomodar, pero no se debería censurar y juzgar. De ninguna manera, la crítica a la lectura que va solamente en la línea sexo-género es una justificación de la violencia contra las mujeres, de la violación o de los feminicidios. Por el contrario, propone problematizar en los mandatos estructurales de las masculinidades y feminidades. Recordar, que el sistema patriarcal afecta también a los hombres y que las llanas polarizaciones de género, devenidas casi en batallas, no suman. Tampoco los sectarismos, honrar solamente a los hombres cercanos, amigos, colegas, compas, familiares, parejas -no es un ejercicio muy difícil- y denostar al resto del género humano masculino, sin considerar los sistemas de poder y opresión político, económico y social es lamentable, pero es un lugar al que han orillado a gran parte de los colectivos, los activismos y las academias.

Al respecto me parece precisa la propuesta de la feminista Nancy Fraser que defiende un feminismo para un 99% como proceso de pertenencia a un movimiento igualitario-emancipador que implica la transformación tanto de la mujer como del hombre, y de otros géneros y sexualidades que arrastran los imperativos estructurales del patriarcado. Sobre el feminismo hegemónico, apunta la librepensadora Ana Marcela Montanaro “es el que se ha apropiado de la misma historia de los feminismos y con ello de las definiciones de la opresión y de las políticas feministas, anulando con ello la historia, las luchas y las palabras de las otras”. [ii]

La verdadera amenaza de los feminismos. No son las feministas que se atreven a hacer autocrítica y a señalar las contradicciones. Son peligrosas las huestes de la oscuridad que desean volver a los roles de género de cientos de años atrás; orcos de todos los confines de la tierra que niegan el racismo, la homofobia, violencia de género y el feminicidio. Azuzados por los conjuros de los señores Nazgûl de los fundamentalismos religiosos, quienes vuelan sobre el mundo en sus ruidosas y aterradoras bestias aladas. Parafraseando a Elrond “estamos en peligro, deben conciliar desde sus diferencias o perecerán”. Pero, la raza de los seres humanos, ansían por encima de todo el poder y la fama, cada colectivo humano quiere poseer el anillo de la verdad absoluta para dominarlos a todos.

En su ensayo Todos deberíamos ser feministas, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichi defiende el concepto “feminista” de los prejuicios y los señalamientos peyorativos que existen sobre esta palabra en la actualidad, hace referencia a las actitudes machistas que se viven en la cotidianidad, pero no condena o excluye a los hombres, al contrario, los invita a tomar conciencia, a hacer cambios y a apoyar las luchas de las mujeres en pro del bienestar de todos. Su posición causó mucha empatía y lectura, pero también críticas pues provenía de una escritora de ficción, profesora de literatura y no de una activista o una especialista en género. Tal vez hay muchas formas de ser activista, de teorizar, de pensar, de sentir, de ser feminista, desde muchos lugares diferentes, geografías, oficios, actividades y sensibilidades.  Lo más importante es el cambio, la transformación de lo individual a lo colectivo para el bienestar de todas las personas.

Es temprano para hablar de grietas en los feminismos argentinos, se abrió una discusión y eso siempre será positivo. En todas las épocas, Argentina ha tenido una rica presencia de feministas desobedientes, ya en 1919 la escritora Alfonsina Storni reflexionaba: “La palabra feminista, “tan fea” aun ahora, suele hacer cosquillas en almas humanas. Cuando se dice “feminista”, para aquellas, se encaraman sobre la palabra una cara con dientes ásperos, una voz chillona. Sin embargo, no hay una mujer normal de nuestros días que no sea más o menos feminista. Podrá no participar de la lucha política, pero desde el momento que piensa y discute en voz alta las ventajas o errores del feminismo, es ya feminista, pues feminismo es el ejercicio del pensamiento de la mujer, en cualquier campo de la actividad”. [iii]

La herencia de Antígona es la contradicción. La estirpe de la heroína es la estirpe de la desobediencia, la insumisión, la rebeldía para transgredir los órdenes establecidos. Y cantó el coro. ¡Castigue la ciudad o no castigue a los que lloran a Polinice! ¡Iremos nosotras a sus funerales, lo sepultaremos con su hermana, formaremos el doliente cortejo!

[i]

 Esquilo. (1991). Las siete tragedias. México D.F: Editorial Porrúa, p. 63.

[ii] Montanaro, A.M (2017). Una mirada al feminismo decolonial en América Latina. Madrid: Editorial DYKINSON, p.69.

[iii] Méndez, M, Queirolo, G y Salomone, A. (2019). Urbanas y modernas. Crónicas periodísticas de Alfonsina Storni. Valencia: Libros Barlin, p.58.

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