Descubren la fachada de una torre de cráneos del siglo XV en centro de Ciudad de México
Descubierta en Ciudad de México la fachada de la Torre de los cráneos
Los arqueólogos han hallado un costado de la estructura donde se situaban las cabezas de los cautivos sacrificados para honrar a los dioses
Por David Ruiz Marull
Los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) mexicano han localizado en el corazón de Ciudad de México la fachada externa y el costado este de la torre de cráneos, el Huey Tzompantli de Tenochtitlan. En esta sección del monumento, un altar donde se empalaban a la vista pública las cabezas aún sanguinolentas de los cautivos sacrificados con el fin de honrar a los dioses, han aparecido 119 cráneos humanos que se suman a los 484 identificados anteriormente.
Entre los restos hallados de la época el Imperio azteca han aparecido evidencias de sacrificios de mujeres y tres niños (más pequeños y con dientes aún en desarrollo), ya que sus huesos se encuentran incrustados en la estructura. Estos cráneos estaban cubiertos de cal, formando parte del edificio situado cerca del Templo Mayor, uno de los principales lugares de culto de Tenochtitlán, la capital azteca.
En 1521
Contemplar el Huey Tzompantli infundió miedo en los conquistadores españoles
Contemplar el Huey Tzompantli infundió miedo en los conquistadores españoles cuando, a las órdenes de Hernán Cortés, capturaron la ciudad en el 1521 y pusieron fin al todopoderoso imperio azteca. Su sorpresa quedó patente en los textos de la época. Los cronistas relatan cómo las cabezas cortadas de los guerreros capturados adornaban los tzompantli (tzontli significa cabeza o cráneo y pantli es hilera o fila).
Este elemento es común en varias culturas mesoamericanas antes de la conquista española. Los arqueólogos han identificado tres fases de construcción de la torre, que data de entre 1486 y 1502. Pero esta excavación en las entrañas de la antigua Ciudad de México, que comenzó en 2015, sugiere que la imagen que se tenía hasta ahora no estaba del todo completa.
«Esperábamos encontrar solo (cabezas de) hombres. Obviamente chicos jóvenes, como serían los guerreros. En el caso de las mujeres y los niños, uno pensaría que no irían a la guerra», señala el antropólogo Rodrigo Bolaños, que trabaja en este lugar ubicado junto a la enorme Catedral Metropolitana, construida sobre el Templo Mayor.
Las calaveras se habrían colocado en la torre después de haber estado exhibidas de forma pública en el tzompantli. Con aproximadamente cinco metros de diámetro, la torre se encontraba en la esquina de la capilla de Huitzilopochtli, el dios azteca del sol, la guerra y el sacrificio humano que era patrón de la capital azteca.
No cabe duda de que esta estructura formaba parte de uno de los edificios de calaveras mencionados por Andrés de Tapia, un soldado español que acompañaba a Cortés, según indican los arqueólogos. Tapia detalló que había decenas de miles de cráneos en lo que se conoció como Huey Tzompantli. Los especialistas ya han hallado un total de 676 y tienen claro que ese número aumentará a medida que avancen las excavaciones.
Los aztecas dominaron el centro de lo que actualmente es México entre los siglos XIV y XVI. Pero con la caída de Tenochtitlan a manos de los soldados españoles y sus aliados indígenas, se destruyó la mayor parte de la última fase de construcción del monumento ritual. “Se arrasó con los cráneos de la torre, cuyos fragmentos dispersos han sido recuperados y anaizados por un equipo de antropólogos”, señalan desde el INAH.
La historia del Tzompantli: la aniquilación total en la fortaleza de las calaveras
El Tzompantli era un altar donde se empalaba las cabezas de los cautivos sacrificados con el fin de honrar a los dioses. Esta es su historia
Por Alvaro Van del Brule
“Dejareis de ser héroes cuando la gente no tenga miedo. Dejareis de ser héroes cuando a los políticos les interese. Ahora, sois carne de cañón, por eso sois héroes”.
Coronel Dax en Senderos de Gloria de Stanley Kubrick.
La visión era pavorosa. Desde gran distancia, la comitiva cautiva iba arrastrando los pies por aquel sendero polvoriento y el grado de inanición, deshidratación y agotamiento que desde su captura venían soportando aquellos despojos humanos, hacía que estos desgraciados solo pudieran ser merecedores de la compasión de los observadores que se iban encontrando por aquel sendero que conducía al infierno.
Campesinos con unos miserables sayos asistían a los condenados a ser pasto de la barbarie Mexica o Azteca, que para el caso es lo mismo. Les echaban agua por encima de la cabeza, les daban de beber y sobre la marcha, un puñado de frijoles aplacaba la demanda perentoria de alimentos que aquellos seres con los ojos desencajados demandaban en silencio.
El escenario era dantesco.
En torno a largas ramas de Mezquite o Ahuehuete –árboles endémicos– la rehala de capturados para los horrendos sacrificios, casi pendían de las gruesas sogas amarradas a sus precarios cuellos vinculados así sin posibilidad de huir de una agonía penosa, en la que por el camino, muchos fallecían.
Los primeros, los niños
Los primeros en morir eran los niños, si, los niños. Estos caían como moscas por las durísimas condiciones del trayecto, falta de condumio y sueño lacerante, al que se sometía a aquellos enajenados a la vida. Las risas y el juego habían desaparecido de sus rostros y hábitos cotidianos; ahora solo cabía andar o reventar. Aquel al que la adversidad lo doblegaba, se le reventaba con un seco mazazo la tapa de los sesos, y punto. A continuación, las mujeres eran las más castigadas. Primero caían las embarazadas reventadas por las jornadas de camino y a continuación eran molidas a palos ellas y sus fetos por más que intentaran protegerse en un acto de humanidad heroica y extrema; tras este acto de barbarie, aquella pulpa humana era dejada a la vera de la senda para ser pasto de los carroñeros.
Los que conseguían sobrevivir y llegar a Tzompantli, quedaban lívidos ante la elevada e imponente muralla de las calaveras. Miles de cráneos ya osificados se agolpaban alineados ordenadamente en hileras compactas unidos en el horror de aquella espeluznante visión por una argamasa de barro y hierba molida.
¿Qué era un Tzompantli?
Según descripciones del Dr. Eduardo Matos Moctezuma, arqueólogo y máxima autoridad mexicana en lo concerniente al mundo precolombino, los sacrificados en el Templo Mayor y en el juego de pelota (una forma de futbito macabra y temprana), eran ensartados en sus parietales por gruesas ramas de Mezquite (un árbol que se caracterizaba por su peculiar e intensa producción de hidrógeno) con cuyas rectas ramas se atravesaba a los caídos de forma transversal tal que si de pinchos morunos se tratara, permítaseme la licencia. Esta inserción en las cabezas no era casual ni caprichosa pues se pretendía también matar al “Tonali” o alma del interfecto tras quitarle primero la vida física obviamente. La aniquilación así del adversario era total y no se le permitía acceder a mundos paralelos tras su fallecimiento.
Los que conseguían sobrevivir y llegar a Tzompantli, quedaban lívidos ante la elevada e imponente muralla de las calaveras
En puridad, resulta irónico históricamente que a la actualidad nos haya llegado el gentilicio mexica deformado o más bien distorsionado (pues fueron los fundadores de Technotitlan) y devenido en Azteca, un término post revolucionario mejicano que aparece a principios del siglo XX durante la dictadura de Porfirio Díaz.
La última gran civilización de Mesoamérica, la Mexica, es nombrada por el nombre de sus opresores los Aztecas, de los que habían huido años ha. A favor de la precisión histórica y para hacer justicia de cara a la memoria colectiva, llamar mexicas a aquellos nativos en el momento inmediatamente anterior a la accidental invasión española (el objetivo a priori era el de fomentar las relaciones comerciales con Catay, Cipango e islas de las especias) sería la manera más apropiada de nombrar al gran imperio que tuvo en Tenochtitlán a su espectacular y lacustre capital.
La empalizada más famosa hecha (de las varias construidas) con los restos de los adversarios caídos en combate, la llamada Huey Tzompantli, estaba dedicada a Huitzilopochtli, cuyo nombre significa «Colibrí Azul a la Izquierda» y era, ni más ni menos, que el terrible dios Mexica del Sol y la guerra; cuyo templo sagrado ubicado hoy bajo tierra y en proceso de excavación en la calle Guatemala de la Gran metrópoli y una de las capitales del mundo, que es Ciudad de México D.F.
La mal llamada cultura azteca fue muy prolífica en sacrificios humanos a una escala desconocida hasta entonces en el mundo “occidental”
Para entender el porqué de las capturas de prisioneros para ser sacrificados, se hace necesario comprender primero el concepto de guerra florida. Hacia 1519, los pueblos del entorno del valle de México estaban sometidos a una presión brutal como consecuencia de la práctica de las expediciones aztecas en busca de prisioneros para sus macabros rituales. Lo que en principio se planteó como un tributo en guerreros Tlascaltecas, Totonacas, Txitximecas, etc. que con el tiempo se convertiría en un insoportable saqueo de los estados periféricos, los cuales tenían que soportar la brutal bota de sus opresores.
La mal llamada cultura azteca fue muy prolífica en la práctica de sacrificios humanos a una escala desconocida hasta entonces en el mundo “occidental”. Esta terrorífica práctica escandalizaba a los hipócritas europeos, pues les asombraba el salvajismo de que estaban revestidas. Más aquí, en el continente, mientras tanto nos matábamos a destajo, sí bien, con una estética más elaborada y con una elegancia de la cual carecían aquellos “frikis” semidesnudos abonados a la cirugía a corazón abierto.
Pero a pesar de la barbarie manifiesta, aquellas acciones eran bastante menos lesivas que las producidas en los campos de batalla europeos en el mismo momento del tiempo aunque en diferentes latitudes por muy aberrantes que pudieran parecer. Las guerras floridas tenían ese componente bélico-religioso que trascendía a la mera conquista de territorios, pero el Imperio Mexica aprovechó esta fórmula de terror para fomentar el vasallaje y su propio expansionismo cogiéndole un gustillo desmesurado. Cuando llegó Hernán Cortés hacia 1519, el hastío de los pueblos circundantes a este imperio basado en el terror, fue el detonante por el que se pusieron sin dilación más que contentos cuando los barbudos españoles en un punto próximo a Veracruz desembarcaran, apuntándose todos juntos y en unión sin mucha demora, a la fiesta de la venganza.
Fue un momento grande para la humanidad el “descubrimiento” de América, pero en el marco de una pesadilla sin parangón en la historia
En la fase más tardía de este curioso arte de abrir en canal a aquellos desgraciados interfectos, la captura de los candidatos a aquellas excitantes sobremesas, venían precedidas de un protocolo un tanto ajetreado. Para tal menester, se montaba una “performance” en la que por cada candidato a “palmar” en el altar del sacrificio, había media docena de guerreros Mexicas que se ponían manos a la obra para capturar al díscolo adversario que como es lógico, se resistía a que le echaran el guante aquellos elementos de la naturaleza emplumados con cabezas de jaguares y tocados de águila. En la fase postrera del ritual sacrificial, el tratamiento de cortesía brillaba por su ausencia y raramente se les administraba alucinógenos que suavizaran el trámite, la cosa era a pelo y los alaridos de aquellos infelices, espeluznantes.
Así se entiende que Hernán Cortés hiciera amistades a gran velocidad. Si este extremeño y su paisano, Pizarro, triunfaron con cierto esfuerzo pero también con relativa facilidad, es porque las tensiones guerra civilistas entre los conquistados facilitaron la propia conquista. Fue un momento grande para la humanidad el “descubrimiento” de América, pero en el marco de una pesadilla sin parangón en la historia.
P.D. El preámbulo de este artículo ha sido dedicado a todos los sanitarios caídos en el ejercicio de su noble oficio y al colectivo en general por su entrega heroica en circunstancias extremas.