Un proyecto nacional colombiano – Por Gustavo Petro

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Por Gustavo Petro *

Hace varios meses Humberto de La Calle escribió varias columnas hablando de la necesidad de un pacto para Colombia. Pocos nos expresamos a favor de esa idea que más bien provocó, con la anuencia del mismo Humberto, un camino plagado de vetos y exclusiones.

Sin siquiera mostrar las diferencias programáticas, abandonando cualquier camino que tenga que ver con plantear las soluciones a los problemas cruciales del pais, se han venido desplegando una serie de fuerzas políticas, mas bien de individualidades sin mayor propósito. La política no tiene sentido, sin propósitos, dijo muy bien en una emisora, el senador Rodrigo Lara.

Quienes están en el poder, han tenido propósitos: destruir la posibilidad de la paz ha sido uno de ellos, profundizar la violencia para permitir una altísima concentración de la riqueza y del poder, en un país tan rico, que podría generar las bases de una prosperidad generalizada, ha sido, quizás, el principal.

El uribismo ha sido un proyecto político con propósitos: La concentración de la riqueza nacional en una élite oscura, es indudablemente un propósito político para el que han utilizado instrumentos y políticas públicas coherentes.

La minería de hidrocarburpos ha sido la base económica de ese proyecto de transferencias de rentas de lo público a lo privado, la elevada corrupción, la ideología neoliberal, la represión a la población, la guerra, la construcción de factores de violencia, el borreguismo internacional, la demagogia para atrapar millones de votos y apoyos en un proyecto que va contra los votantes y los mismos apoyos, el prohibicionismo para empoderar a las mafias del narcotráfico, han sido medidas e instrumentos, completamente coherentes con su propósito político.

Los resultados son medibles. Efectivamente somos el tercer país más desigual socialmente del mundo, y efectivamente, durante los últimos treinta años, no hemos sino bajado el salario relativo en el país, es decir la parte del ingreso y de la construcción de la riqueza que va a las y los trabajadores y que disminuye respecto a la que va a los dueños del capital.

El uribismo como proyecto político ha viabilizado sus propósitos reales. En cambio no se encuentran propósitos en las fuerzas que aparentemente se desligan del uribismo, pero no son capaces de construir un pacto democrático.

Hemos leído a Fajardo en varias entrevistas que la prensa tradicional hace profusamente tratando de construirlo como un recambio de Uribe, al que ven decaído. Hemos observado el transcurso del congreso del partido liberal, hemos sabido de las reuniones a puerta cerrada de individualidades tratando de aglutinarse auspiciadas por el binomio Claudia/Angélica, han salido candidaturas presidenciales como la de Ivan Marulanda, pero por ninguna parte aparecen los propósitos.

Una vaga lucha contra la corrupción bastante demagógica, un deseo de salir de Uribe pero manteniendo su proyecto, un acuerdo para excluirme a mi, y a lo que represento, son las frases que salen públicas, una y otra vez, pero que reflejan precisamente que construyen una política sin propósitos.

El rechazo a la propuesta de Humberto de La Calle que la hace caer en el vacío, no es más que el reflejo de una política sin propósitos, que de ganar, llevaría al país a una enorme desilusión.

En Bogotá se ha concretado en forma de gobierno eso que llamaríamos una política sin propósitos. Al no tener una idea política de ciudad, de urbanismo, de gestión pública, las fuerzas que se denominan a sí mismas alternativas y que ganaron la alcaldía, no han hecho más que profundizar el propósito político de Peñalosa.

Porque Peñalosa ha representado para la ciudad de Bogotá, indudablemnete un proyecto político con propósitos: los de hacer girar la riqueza de la ciudad alrededor de los dueños privados del transporte público y los de generar los procesos urbanísticos que permitan el incremento de las rentas del suelo en favor de grandes especuladores inmobiliarios.

El proyecto de Peñalosa, que viene a representar el verdadero uribismo en la capital, se ha viabilizado, tal cual, el de Uribe, y en alianza con él, en la Capital. Durante todo lo que va del siglo lo que se ha implementado es el proyecto de Uribe a escala nacional y el de Peñalosa a escala local. El proyecto de la Bogotá Humana y el progresismo, literalmente, fue barrido del mapa.

Así que la política con propósitos de la derecha, y Peñalosa y Uribe son la expresión acabada de esa derecha, realmente no ha sido enfrentada por quienes pretenden reemplazarla. Quienes pretenden ese reemplazo no tienen mas propósitos que ser herederos de Uribe y Peñalosa, y eso sí, excluir a quienes podrían proponer una transformación real del país.

La aparición de Colombia Humana, con su antecedente en el gobierno de la Bogotá Humana, y su éxito electoral, su avance dentro de la sociedad colombiana, marca la aparición de un proyecto político progresista con propósitos.

Nuestra fortaleza es esa. Tener unos propósitos en la política del país. Le hemos propuesto a Colombia un proyecto democrático, lo cual significa el acceso al poder de las mayorías hasta ahora excluidas para disminuir la desigualdad social y aumentar la porción de ingresos relativos de la gente que trabaja en la construcción de la riqueza del país.

Nos hemos llenado de propuestas, muchas de ellas ejecutadas en el gobierno mismo de la Bogotá Humana, para ser coherentes con el propósito propuesto.

Hemos planteado el tránsito hacia un modelo productivo con el desarrollo de un capitalismo basado en la pequeña y mediana empresa; hemos propuesto la modernizacion del campo empoderando el campesinado, y a la pequeña y mediana empresa agraria; hemos propuesto abandonar la senda de la economía extractivista para pasar a la productiva, que garantiza producción de riqueza y una mejor distribución social de la misma.

Hemos propuesto para incrementar la riqueza extender la educación superior a toda la juventud, avanzar hacia una sociedad del conocimiento por esa senda; hemos propuesto una civilización ecológica que se adapte y mitigue el cambio climático, reconociendo en ese cambio abrupto del clima la disfuncionalidad del mercado y su capacidad de llevarnos a la extinción global.

Por eso hemos propuesto un gran plan verde que nos ligue al gran esfuerzo humano de superar la posible extinción, cambiando nuestras maneras de producir y de ordenar el territorio, hemos propuesta una gran política del agua y de la salud preventiva; hemos propuesto una política de la vida.

Hemos propuesto que a través de esos cambios democráticos en la economía y la sociedad, que a través de garantizar derechos sociales e individuales como campo de acción del Estado, mas que del mercado, podemos construir los puentes sociales de la convivencia y la seguridad, es decir de la paz permanente.

Es tal el poderío de los propósitos políticos de la Colombia Humana, es tal la pertinencia de su programa para resolver los principales problemas de la sociedad colombiana de hoy, es tal la fortaleza programática de la política de la vida en el terreno político, económico y social, es tal su poder emancipador y democrático, que no solo avanza en el apoyo fortísimo de la sociedad colombiana, sino tambien, en su exclusión como proyecto político legal dentro de la sociedad.

La propuesta de Humberto de La Calle no tiene interlocutores sino en la Colombia Humana, en algunas disidencias liberales, en el sentido amplio del término, y en la izquierda del país, porque quienes se aglutinan en las reuniones con de La Calle, no tienen propósitos. Y de esa falta de propósitos, es que surge el rechazo a pactar, a dialogar, a construir colectivamente con la Colombia Humana.

La falta de propósitos lleva a la construcción de narrativas falsas o vagas. Etéreas. La lucha contra la corrupción en el discurso, mientras se contrata a la empresa que sobornó al rey Juan Carlos de Borbón para demoler el hospital símbolo de la salud pública de Colombia, el discurso contra la corrupción mientras se contrata un metro débil para auspiciar el desarrollo privado del transporte público de la capital y se entrega un billonario negocio a los amigos empresariales de Uribe en cabeza de William Vélez.

El discurso contra la corrupción cuando se oculta que por seguir los propósitos de Uribe y sus amigos empresariales, se condenó a la destrucción a toda una región con Hidroituango y a la destrucción de las finanzas por billones de pesos perdidos y robados, del sector eléctrico nacional por una abultada ola de corrupción empresarial.

La narrativa falsa de los extremos políticos a los que hay que rechazar, cuando lo que se desarrolla en el país es una lucha de la democracia contra la tiranía neofascista. Calificar los propósitos de la Colombia Humana como extremistas, para precisamente tapar la ausencia de propósitos propios.

Nosotros tenemos el propósito real de transformar a Colombia, y queremos encontrar las fuerzas con las cuales dialogar sobre este camino. Esas fuerzas conjuntas sociales y políticas tienen varios retos por delante. El primero es ganar las mayorías del Congreso de la República en las elecciones del 2022. El segundo ganar la presidencia. Para lograr esas metas proponemos la construcción de un gran pacto nacional democrático.

Proponemos sacar el país de una era de violencia de dos siglos y pasarlo a una Era de Paz permanente y grande. Tal transición implica transformaciones reales en un sentido profundamente democrático en muchas esferas de nuestra sociedad. No estamos proponiendo por tanto una bobada, una demagogia, una política sin propósitos. Estamos proponiendo historia. Un proyecto nacional.

* Senador progresista colombiano, fue alcalde de Bogotá y candidato presidencial por Colombia Humana.


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