Trump o Biden: cuánto cambian las elecciones la relación con China y Latinoamérica – Por Leandro Dario
Los conceptos vertidos en esta sección no reflejan necesariamente la línea editorial de Nodal. Consideramos importante que se conozcan porque contribuyen a tener una visión integral de la región.
Sea quien sea el presidente de los Estados Unidos, algunas políticas difícilmente cambiarán. La superpotencia no dejará de ostentar su hegemonía ni con Donald Trump ni con Joe Biden.
Los idealistas que creían que el primer presidente afroamericano de la historia era una conjunción de Papá Noel, los Reyes Magos y el Ratón Pérez se llevaron en 2009 una amarga sorpresa.
“Soy el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de una nación en medio de dos guerras”, aseguró Barack Obama al recibir el Premio Nobel de la Paz. ante aplausos entusiastas que no alcanzaron a silenciar la palabra “guerra”, pronunciada cincuenta veces más.
Si Donald Trump es reelecto o Joe Biden se convierte en el nuevo presidente de los Estados Unidos, cambiarán los énfasis y las formas, pero la agenda de su política exterior seguirá el mismo curso. La competencia estratégica con China, la segunda economía mundial y su único retador geopolítico, persistirá. Con Biden esa disputa puede tener menos volatilidad y combinar tensión y distensión. Según Joseph Nye, profesor de la Universidad de Harvard, será una “rivalidad cooperativa”.
La pelea con China
Si bien una nueva administración puede cooperar con Beijing en el combate a la pandemia y en la provisión de bienes públicos globales, la carrera por dominar las nuevas tecnologías (5G, Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, Robotización) continuará, como también la competencia por preservar la seguridad en un sistema anárquico y entrópico.
Mientras Biden pretende reconstruir el esquema de alianzas para enfrentar a Beijing, Trump continuará con una “competencia transaccional”, con cooperación sólo en las áreas que beneficien domésticamente a Trump (y no necesariamente a Washington). En un eventual segundo mandato, su vocación será la misma que en el primero: no defraudar a su base electoral y cumplir con sus promesas de campaña.
Entre sus votantes, hay dos sectores que son sensibles a los vaivenes en el vínculo con China: los trabajadores industriales del Rust Belt y los farmers. Mientras que la defensa de los intereses de los primeros puede llevar a confrontación con el gigante asiático, el bienestar de los segundos requiere la distensión del vínculo bilateral.
La relación con América Latina
La principal obsesión de Washington seguirá siendo contrarrestar la influencia china en la región. Con Luis Almagro en la secretaría general de la OEA y Mauricio Claver-Carone en el BID, Trump tiene todas las cartas del mazo para competir política y económicamente con Beijing. Biden puede darle una oportunidad al multilateralismo, en un cambio de forma y no de fondo, ya que seguirá compitiendo con China. Washington también continuará promoviendo una transición democrática en Venezuela.
El gobierno de Brasil puede sufrir un cimbronazo si Biden ese electo, con un un consiguiente reacomodamiento de piezas en su interior. En ese escenario, habría un declive del olavismo y un mayor peso de los militares, que probablemente harían “contención de daños”, como con China. La relación bilateral entre Estados Unidos y Brasil oscilará entre la ideologización (tanto del ala progresista demócrata liderada por Bernie Sanders y AOC, como del Bolsonarismo duro) y el pragmatismo ante el ascenso del Dragón.
Acuerdo de París
El 4 de noviembre a la medianoche Estados Unidos abandonará el Acuerdo de París, concretando la decisión comunicada por Trump en 2017. Biden prometió que firmará la reincorporación en su primer día en la Casa Blanca. La política medioambiental de los dos candidatos son diametralmente opuestas. Mientras Biden sostiene que el cambio climático es “la amenaza más grande” a la seguridad de los Estados Unidos y llama a una transición de energías fósiles a energías limpias, Trump, en cambio, quiere aumentar la producción petrolera y de shale oil y shale gas.
Otro potencial cambio en Washington podría ser la política migratoria. Si bien Obama fue particularmente duro con los inmigrantes, deportando a 2,7 millones de indocumentados, Biden insinuó que se diferenciará y otorgará el estatus especial de protección a los venezolanos que lleguen a Estados Unidos, legalizará a los Dreamers e impulsará un fondo de 4 mil millones de dólares para reconstruir los países del Triángulo del Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala), asolados por la corrupción y la violencia. Ese “mini Plan Marshall” buscaría detener o reducir el flujo migratorio de una manera más sofisticada y suave que el Muro en la frontera sur, que, con Trump, continuaría siendo el símbolo de una política migratoria absolutamente securitizada.