Bolivia | Patricia Arce, alcaldesa de Vinto: «En tan poco tiempo destruyeron lo que habíamos construido en 14 años»

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Por Guido VassalloPatricia Arce nunca olvidará el seis de noviembre de 2019.

 Por entonces alcaldesa de Vinto, una tranquila ciudad del departamento de Cochabamba, Arce se encontraba trabajando como todos los días en el edificio municipal. Cerca del mediodía y en medio de un clima violento motorizado por las endebles denuncias de fraude de la Organización de Estados Americanos (OEA), la alcaldesa escuchó gritos. Segundos más tarde, una multitud ingresaba al edificio para atacarlo y prenderlo fuego.

Grupos de civiles enfurecidos con el expresidente Evo Morales, que venía de triunfar en elecciones que luego fueron anuladas, golpearon a Arce, la hicieron caminar sobre vidrios y piedras, le raparon la cabeza y la bañaron en pintura roja. Ella jamás perdió el eje y, desde el piso y con una entereza envidiable, les dijo a los agresores que pedían su renuncia: «No voy a callar y si quieren matarme que me maten. Por este proceso de cambio voy a dar mi vida».

A los 50 años, Patricia Arce se convirtió en un símbolo de la violencia golpista en Bolivia. No puede evitar quebrarse al recordar ese episodio oscuro en la historia del país. Casi un año después del golpe, no solo el Movimiento al Socialismo (MAS) retornó al poder de la mano de Luis Arce y David Choquehuanca, sino que además la exalcaldesa fue electa senadora por Cochabamba. Patricia es abogada pero también se formó en ingeniería automotriz. Antes de llegar a la alcaldía trabajó asesorando a las Bartolinas de Quillacollo y luego a la Federación de Campesinos. «Eso me da una plena confianza de poder acomodarme a cualquier medio», confiesa en diálogo con Página/12.

Arce asegura que desde su banca en el Senado pondrá el acento en los sectores más postergados, las mujeres y los jóvenes. Con un dejo de nostalgia por sus días en la alcaldía («Voy a extrañar el contacto directo con las organizaciones sociales y con mi gente»), esta madre de cinco hijos deposita toda la confianza en Arce y Choquehuanca, que a su criterio garantizan la unidad entre campo y ciudad que el país necesita para resurgir de las cenizas.

– Patricia, para hablar del presente es inevitable volver a aquel fatídico seis de noviembre. ¿Qué recuerda de ese día?

– Yo estaba en la oficina trabajando. Recibo una llamada y me dicen que los motoqueros estaban viniendo hacia Vinto. Llamé al comandante de la policía de Quillacollo, me dicen que son muy pocos y se han dispersado. Yo seguía trabajando y de repente escucho gritar que estaban quemando la alcaldía. Volví a llamar a la policía para pedir resguardo. Siempre teníamos unos 15 policías en la puerta de atrás y otros 15 en la puerta de adelante. Ese día me pareció medio raro que no haya policías. Entonces hice salir a todo mi personal, yo fui la última en salir. Cuando estaba cruzando la plaza una turba viene de todos lados y me empieza a golpear hasta que me desmayo. Ahí me echaron agua y me levanté. Me hicieron caminar, me quitaron los zapatos y me llevaron hacia el rio Huayculi. Me empiezan a patear, a echar con gasolina, me echan un balde de pintura roja y una muchacha de la Resistencia Cochala me corta el cabello. La mal llamada Resistencia, porque en realidad es un grupo de vándalos y paramilitares que solamente han sembrado terror en nuestro departamento.

– ¿La policía qué hacía mientras tanto?

– Me seguían arrastrando y la policía miraba a unos diez metros. Después un señor muy robusto me tomó del cuello y me decía: ‘No seas tonta, te van a matar, renuncia’. Me querían hacer arrodillar y me cortaron el pelo más corto. Una mujer tenía una cadena con clavos y me golpeaba. Me insistían con que renuncie, que hable mal del Evo y un sinfín de cosas. Yo les dije que no tengo por qué renunciar porque pertenezco al proceso de cambio. Apareció finalmente la policía y ahí me sacaron. Me llevaron a un hospital donde estuve internada.

Patricia Arce nunca olvidará el seis de noviembre de 2019. Por entonces alcaldesa de Vinto, una tranquila ciudad del departamento de Cochabamba, Arce se encontraba trabajando como todos los días en el edificio municipal. Cerca del mediodía y en medio de un clima violento motorizado por las endebles denuncias de fraude de la Organización de Estados Americanos (OEA), la alcaldesa escuchó gritos. Segundos más tarde, una multitud ingresaba al edificio para atacarlo y prenderlo fuego.

Grupos de civiles enfurecidos 

con el expresidente Evo Morales, que venía de triunfar en elecciones que luego fueron anuladas, golpearon a Arce, la hicieron caminar sobre vidrios y piedras, le raparon la cabeza y la bañaron en pintura roja. Ella jamás perdió el eje y, desde el piso y con una entereza envidiable, les dijo a los agresores que pedían su renuncia: «No voy a callar y si quieren matarme que me maten. Por este proceso de cambio voy a dar mi vida».

A los 50 años, Patricia Arce se convirtió en un símbolo de la violencia golpista en Bolivia. No puede evitar quebrarse al recordar ese episodio oscuro en la historia del país. Casi un año después del golpe, no solo el Movimiento al Socialismo (MAS) retornó al poder de la mano de Luis Arce y David Choquehuanca, sino que además la exalcaldesa fue electa senadora por Cochabamba. Patricia es abogada pero también se formó en ingeniería automotriz. Antes de llegar a la alcaldía trabajó asesorando a las Bartolinas de Quillacollo y luego a la Federación de Campesinos. «Eso me da una plena confianza de poder acomodarme a cualquier medio», confiesa en diálogo con Página/12.

Arce asegura que desde su banca en el Senado pondrá el acento en los sectores más postergados, las mujeres y los jóvenes. Con un dejo de nostalgia por sus días en la alcaldía («Voy a extrañar el contacto directo con las organizaciones sociales y con mi gente»), esta madre de cinco hijos deposita toda la confianza en Arce y Choquehuanca, que a su criterio garantizan la unidad entre campo y ciudad que el país necesita para resurgir de las cenizas.

– Patricia, para hablar del presente es inevitable volver a aquel fatídico seis de noviembre. ¿Qué recuerda de ese día?

– Yo estaba en la oficina trabajando. Recibo una llamada y me dicen que los motoqueros estaban viniendo hacia Vinto. Llamé al comandante de la policía de Quillacollo, me dicen que son muy pocos y se han dispersado. Yo seguía trabajando y de repente escucho gritar que estaban quemando la alcaldía. Volví a llamar a la policía para pedir resguardo. Siempre teníamos unos 15 policías en la puerta de atrás y otros 15 en la puerta de adelante. Ese día me pareció medio raro que no haya policías. Entonces hice salir a todo mi personal, yo fui la última en salir. Cuando estaba cruzando la plaza una turba viene de todos lados y me empieza a golpear hasta que me desmayo. Ahí me echaron agua y me levanté. Me hicieron caminar, me quitaron los zapatos y me llevaron hacia el rio Huayculi. Me empiezan a patear, a echar con gasolina, me echan un balde de pintura roja y una muchacha de la Resistencia Cochala me corta el cabello. La mal llamada Resistencia, porque en realidad es un grupo de vándalos y paramilitares que solamente han sembrado terror en nuestro departamento.

– ¿La policía qué hacía mientras tanto?

– Me seguían arrastrando y la policía miraba a unos diez metros. Después un señor muy robusto me tomó del cuello y me decía: ‘No seas tonta, te van a matar, renuncia’. Me querían hacer arrodillar y me cortaron el pelo más corto. Una mujer tenía una cadena con clavos y me golpeaba. Me insistían con que renuncie, que hable mal del Evo y un sinfín de cosas. Yo les dije que no tengo por qué renunciar porque pertenezco al proceso de cambio. Apareció finalmente la policía y ahí me sacaron. Me llevaron a un hospital donde estuve internada.

– ¿Cómo siguió su vida después de ese episodio?

– Todo el año sufrí hostigamiento político y judicial. El señor ministro (de Gobierno, Arturo Murillo) ha andado amenazándome, de todo lo que pasaba me echaba la culpa a mí. Lo ha dicho textualmente en todos los medios, que no iba a descansar hasta terminar conmigo. Me han abierto 17 procesos. Todo fue una pesadilla.

– También estuvo detenida durante el confinamiento por coronavirus.

– Cuando estábamos festejando el cumpleaños de mi hijo, más de 20 efectivos policiales entraron a mi domicilio y nos sacaron a la fuerza. A mis hijos los sacaron de sus dormitorios. Nos acusaron de incumplir el decreto sanitario por festejar el cumpleaños de uno de mis hijos. Nos llevaron a la policía, nos hicieron examen de alcoholemia dos veces y las dos veces dio cero. Decían: ‘No puede ser, ella tiene que tener alcohol’. A mi hijo menor de edad lo llevaron a un centro de infractores, como si fuera un delincuente. A mí y a mi marido nos hicieron dormir dos noches en celdas policiales, no permitían ni que pueda llamar por teléfono a mi familia. Superaron muchos límites.

– ¿Cómo evalúa el mandato de la presidenta de facto Jeanine Áñez?

– Ha estado plagado de corrupción, soberbia, venganza, odio y abuso. Utilizaron la policía, el ejército, la fiscalía para beneficio personal y para amedrentar a las personas que no comulgábamos con ellos. Realmente ha sido un año desastroso para Bolivia porque en tan poco tiempo destruyeron lo que habíamos construido en 14 años al lado de nuestro hermano Evo Morales.

– Los bolivianos y las bolivianas le dieron un mensaje contundente al régimen en las urnas.

– El pueblo es bien sabio. Le ha devuelto la democracia a nuestro país y le ha dado una gran lección a la derecha. Queda claro que se debe respetar a las mujeres y no hay ciudadanos de primera, segunda ni tercera, todos somos seres humanos y merecemos respeto. Con ellos solo hemos visto violencia, maltrato, racismo, discriminación. Todo lo que han podido ver a través de los medios, que tampoco han reflejado tal y como ha sido la represión del gobierno.

– ¿Le sorprendió el desempeño del MAS en las elecciones del 18 de octubre?

– Yo confiaba mucho porque en 14 años de gobierno hemos tenido crecimiento económico y estabilidad social y política. Los jóvenes que en su momento creían que Evo era dictador han visto en carne propia lo que era la dictadura y eso ha despertado conciencias. Ha despertado el sentir de mucha gente. Nosotros sentíamos en las calles, durante la campaña, mucha aceptación de parte de la población. Y eso era indicador de que estábamos por un buen camino. Sabíamos que íbamos a ganar en primera vuelta, pero no por tanto porcentaje.

– ¿Cómo imagina su gestión en el Senado? ¿Cuáles serán sus prioridades?

– Primero trabajar con las clases más desprotegidas que son las mujeres y los jóvenes. Si bien en estos 14 años hemos tenido muchas leyes en beneficio de las mujeres, no ha habido un seguimiento, una reglamentación y creo que tenemos que trabajar para que ninguna mujer más pase lo que ha pasado Patricia Arce, o lo que han pasado nuestros jóvenes en las masacres de Sacaba y Senkata.

– No será fácil gobernar en este contexto. ¿Qué espera de esta nueva etapa?

– Luis Arce ha sido artífice del milagro económico que hemos tenido en Bolivia. Es un economista de gran reconocimiento, tal vez el mejor de Latinoamérica y también una persona muy humilde, que escucha a las organizaciones sociales. Y David Choquehuanca es el complemento perfecto para Luis, es la unidad entre campo y ciudad. Pienso que va a ser una de las mejores gestiones en la historia de Bolivia.

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